33| Tengo que hablar contigo
DESPUÉS DE LO SUCEDIDO CON LYSANDER, Agatha Christina caminó silenciosamente por los pasillos de Hogwarts rogando para que no la atraparan. Tenía que tener mucho cuidado en especial por la señorita Norris II y sus crías, las cuales merodeaban los pasillos acechando a su presa. Podían permanecer dormitando todo el día, pero a la vez que daban las diez de la noche, los pequeños felinos salían a la cacería de estudiantes rebeldes.
El viejo Filch -desgastado y amargado- pasó años en lograr que los gatos le respondieran de ese modo, alegando que era un método preventivo para deshacerse de los estudiantes bromistas. Peeves se encargó de hacerle la vida imposible aun cuando los gatos rodeaban a su decaído amo.
Era la una de la madrugada cuando Agatha estaba de vuelta en el castillo, sus pies logrando hacer zancadas silenciosas, pero rápidas. Quería estar en la seguridad de las mazmorras lo más pronto posible. Un ruido la hizo sobresaltar. Giró sobre sus talones y dejó escapar el aire que había estado reteniendo sin darse cuenta, cuando vio de quién se trataba. Sin embargo, frunció el ceño.
— ¿Qué demonios haces en los pasillos a la una y media de la madrugada? No sé si sabes, pero está prohibido —le dijo, cruzando sus brazos. Se pegó mentalmente al percatarse de que ella misma era la que estaba incumpliendo las reglas.
«Eres inteligente, de eso no hay duda, podrías ser una Ravenclaw, pero los pobres no tendrían ni diez puntos al final del año. Especialmente por tu gran empeño en romper las reglas», recordó las palabras del Sombrero Seleccionador, las cuales comenzaban a tomar sentido en ese momento.
— Mira quién habla —resopló el muchacho—. No sé si sabes, pero tú también estás haciendo lo mismo que yo —añadió James, rodando los ojos con exasperación.
Agatha apretó los labios en una mueca de superioridad, elevando el mentón con soberbia. Algunos mechones de cabello se interpusieron en su camino con ese movimiento y los apartó con su mano.
— Estaba con Dakota —mintió, las palabras deslizándose de sus labios como si no lo fueran.
James rio con sorna.
— Sé que no lo estabas —replicó.
— No lo sabes —masculló Agatha, intentando defenderse.
— Si lo sé.
Sabía perfectamente que no había estado con Dakota, sino que había estado con Lysander. Él tenía sus medios para saber eso y los había utilizado. El mapa no mentía, jamás lo hacía. «Agatha C. Smith» junto a las huellas de «Lysander Scamander» habían flotado en un punto cerca del lago, estando demasiado juntas para su propio gusto.
— Eres tan odioso
— Como si tú no lo fueras —murmuró entre dientes.
— Te escuché, estúpido —le dejó saber Agatha, mirándolo con ojos entrecerrados.
— Ese era el propósito.
Agatha rodó los ojos y se dio la vuelta para continuar su camino hacia su sala común, cuando vio algo que la hizo soltar un pequeño grito, el cual ahogó contra la palma de su mano. En el proceso, retrocedió y su espalda chocó con el pecho de James. Inconscientemente el muchacho la sujetó de los brazos con delicadeza, evitando que terminaran tumbando una armadura.
Sin tener control de su sistema, Agatha se relajó un poco, su corazón retumbando contra sus costillas de forma rápida y casi dolorosa. Al percatarse de ese detalle, carraspeó, alejándose del tacto de James. La calidez de su cuerpo dejó una huella invisible de la cual se dispararon descargas eléctricas y agradables que la confundieron.
— Maldita araña del demonio. Ojalá y te pudras en el infierno —soltó, disimulando.
Su intento fue tan desesperado que terminó hablando más alto de lo que pretendía. Sus labios fueron sellados por el dedo de James en un intento de callarla. Ambos estuvieron sorprendidos de ello y Agatha fue la primera en retroceder, creando distancia entre sus cuerpos. Tragó para deshacer el cúmulo de nervios en su garganta.
— ¿Por qué mis labios han sido contagiados por tus gérmenes?
— Mis manos están limpias —aseguró y luego quiso pegarse mentalmente por su respuesta, de modo que añadió—: Demonios, nos van a atrapar, si continúas gritando de ese modo. No hagas una escena por una insignificante araña.
A pesar de que el tono de James fue tajante y excesivamente cortante, lo hacía más por mantener una fachada. Una manera de poder justificar y pasar al olvido su comportamiento de cercanía hacia la muchacha.
Sus palabras fueron suficientes para que Agatha pasara por alto el primer comentario, y se enfocó en lo que James acababa de decir. Su presente miedo hacia las arañas no era algo insignificante. Nadie podía comprender su inexplicable pavor hacia los arácnidos, pero tampoco era un detalle de su vida que quisiera compartir con el mundo en general. Les daba a las personas una nueva oportunidad para verla vulnerable y Agatha ya había tenido suficiente vulnerabilidad para una vida entera.
— ¡Esa maldita podía picarme! —exclamó, moviendo sus brazos de forma dramática, excusándose.
James llevó una mano a su rostro, sosteniendo el puente de la nariz con su dedo índice y el pulgar, tomando una profunda respiración. Contando mentalmente, dejó salir el aire retenido en sus pulmones. Entonces procedió a mirarla.
— ¿Qué parte de 'nos van a atrapar' no entiendes? —preguntó, intentando mantener a raya su exasperación.
Agatha bufó, molesta.
— Te atraparían a ti, no a mí —dijo antes de retomar su camino hacia la sala común de Slytherin, dejándolo solo y muy confundido con las cercanías que tuvieron en su conversación.
ϟ
Agatha tomó asiento en la mesa de Slytherin para desayunar, mientras trataba de que las personas no vieran las ojeras de mapache que tenía. Luego de haber dejado a James con la palabra en la boca durante la madrugada, apenas pudo pegar ojo. Solo pensamientos contradictorios invadieron su mente, nublándola e impidiendo que conciliara buenas horas de sueño. Primero estaba Lysander y su comportamiento de chico sacado de novela, un caballero de armadura plateada dispuesto a arriesgarlo todo, pero, por otro lado, se sentía confundida con James y su personalidad cambiante.
Sacudiendo su cabeza para alejar sus pensamientos, se sirvió el desayuno y comenzó a comer sin alzar la vista, la cual estaba centrada justo en su plato. Saboreaba cada bocado como si fuese el último que comería en su vida, pero esa era la manera en la que había aprendido a comer. En el orfanato Arborwood, lugar donde pasó los primeros años de su vida, apenas lograba alcanzar unos bocados antes de que le arrebataran a comida de las manos. Era eso o que llegaban con alimentos expirados o mal cocinados, de modo que, en sus inicios en la vida, Agatha fue una niña casi al borde de la desnutrición.
Era una cruda realidad que no planificaba compartir con el mundo. Se quedaría por siempre en el fondo de su alma, recordándole aquello que la hizo fuerte.
Scorpius se sentó a su lado y Agatha recordó que tenía que hablar con él lo más pronto posible. En los días anteriores tanto Lily como Rose habían ido en su búsqueda para recibir algunas gotitas del saber, cuando la verdad era que Agatha no sabía nada de relaciones o amores. Y, definitivamente, los triángulos amorosos tampoco eran lo suyo, ni mucho menos los chicos inseguros que no logran aclarar sus ideas sobre con quién verdaderamente desean estar. De modo que lo único que quería hacer era pegarle un puñetazo a Scorpius para ver si se le aclaraban los pensamientos.
Al parecer nadie entendía que la manera de ella arreglar las cosas era a los golpes, hechizos o maltratando a las personas psicológicamente. Lo de decir palabras de consuelo no era su fuerte. Tal vez lo mejor que podía decir sería «todo va a estar bien» y eso no ayudaría en nada.
— Tengo que hablar contigo —le dijo de la nada, tomándolo por sorpresa—. Urgentemente —añadió.
Scorpius frunció el ceño, estando visiblemente confundido con la espontaneidad de su amiga.
— ¿Sobre? —Preguntó.
— Después te digo.
Scorpius asintió y siguió desayunando, aunque en su interior se estuviese preguntando qué demonios había hecho mal.
Skylar llegó a la mesa con cara de pocos amigos, provocando que Scorpius y Agatha fruncieran el ceño. Su rostro se veía demacrado, a pesar de que estuviese utilizando maquillaje que ocultaba sus adorables pecas, las cuales le adornaban el puente de la nariz y las mejillas. Se dejó caer en el asiento y sirvió su desayuno sin decir ni una sola palabra. Otro aspecto que preocupó a Agatha, pues Sky siempre era parlanchina.
Charlotte Zabini se acercó a ellos, contoneándose junto a Jackson y Arianna, y se detuvo justo al lado de Skylar. Carraspeó falsamente al ver que ninguno les hacía caso.
— Moon, ¿eso en la manga de tu túnica es maquillaje barato? —Preguntó haciendo una mueca de asco fingido, pues al voltear sutilmente, le guiñó un ojo a su novio y amiga—. Eso es trágico —añadió.
Skylar la miró sin expresión en el rostro, sus ojos azules luciendo opacos y sin rastro de vida.
— Trágico es untarse tanta máscara al punto que no puedas pestañear —contraatacó haciendo referencia a las pestañas de Charlotte—. Ten cuidado cuando cierres los ojos, no vaya a suceder un huracán.
Agatha sintió tanto orgullo que quiso llorar, aunque una parte de ella continuara preocupada por su amiga. No lucía feliz en lo absoluto.
Charlotte la miró boquiabierta.
— Mira mocosa...—Skylar la interrumpió.
— Mira, arroz —imitó su tono al hablar—, tengo un pequeño buzón frente a mi puerta, si tienes comentarios puedes dejaros ahí y veré si tengo tiempo de darle importancia a tus absurdas palabras.
Cogió un trozo de pan y se marchó del comedor dejando a Charlotte con la palabra en la boca. Agatha frunció el ceño. Al parecer tendría que hablar con ella también. Parecía que ese día podía llamarse «Tengo que hablar contigo». Ya sabía que su día estaría plagado de charlas y discusiones. Que Merlin la ayudara porque si no terminaría de nuevo en la oficina de McGonagall por estar pegándole a sus compañeros.
Se paró de la mesa y miró a Scorpius.
— Hablaremos en la hora del almuerzo, ¿sí?
— De acuerdo —aceptó él, aunque tampoco era como si tuviera mucha opción.
Agatha asintió y salió corriendo detrás de Skylar. Apenas pudo alcanzarla en un pasillo donde tuvo que acorralarla para que no se fuera a ir. La cara de Sky estaba más roja que su propio cabello. Tenía coraje, mucho coraje. Con su madre, con su padrastro, con el mundo en general. La ira en su interior la estaba consumiendo poco a poco, en especial porque su magia se desequilibraba y la dejaba exhausta.
— ¿Qué demonios te sucede Skylar? Has estado demasiado extraña desde hace tiempo y tu maldito problema es que te cierras más que un huevo —habló, y a pesar de que las palabras tenían un toque de gracia, ninguna se rio.
Skylar bajó la mirada y se mordió el labio inferior con fuerza, debatiéndose entre si contarle o no lo que la estaba atormentando durante las noches. Era lo que le quitaba el sueño y no la dejaba sacar buenas calificaciones en sus clases. Apenas estaba raspando un «Aceptable» en la mayoría de las materias.
— ¿En verdad quieres saber? —Preguntó. Agatha asintió con la cabeza—. Todo me pasa.
— Una respuesta que da toda la información requerida —dijo con evidente sarcasmo.
Skylar soltó un gruñido de exasperación y pasó las manos por su cabellera pelirroja. Quería y no quería decirle la verdad a Agatha, pues era un gran secreto que la estaba agobiando, pero a su vez no necesitaba lucir vulnerable frente a su amiga.
— ¿Qué se supone que te diga? ¿Se supone que diga que mi madre me ignora, me pelea y me dice cada cinco minutos lo mal que hago las cosas; que mi padrastro ha llegado a pegarme o que mi túnica con 'maquillaje barato' es por taparme un moretón que aún no se me va? Decide cuál de esas sería la respuesta que quieres escuchar —soltó con los ojos llenos de lágrimas. Sin embargo, su voz no se quebró en ningún momento, sino que estaba llena de rabia.
Agatha se quedó paralizada al escuchar la respuesta de Skylar. Ella, una de sus mejores amigas, una chica de catorce años que tenía que aguantar el maltrato que recibía en su casa y ninguno se había dado cuenta de eso. Vivían con ella, se veían todos los días y nunca se percataron de ello. Ese era el problema de vivir con una máscara puesta. Las apariencias no dejaban que el mundo supiera el dolor que los estaba consumiendo. Al igual que Agatha, Skylar tenía sus propios demonios que la ponían en peligro.
Sin saber qué decirle, se acercó a ella y la abrazó fuertemente. Skylar le devolvió el abrazo sin dejar de llorar.
Agatha se apartó un poco de Skylar y tomó su brazo. Alzó la manga de la pelirroja y vio el enorme moretón que se veía a pesar de estar cubierto por una capa de maquillaje. Sacó su varita y pronunció un hechizo con el que lo hizo desaparecer. No podía tolerar que Sky sufriera. Ahora, más que nunca, sentía la necesidad de proteger a Skylar del mundo.
— ¿Tienes algún otro? —Preguntó. Sky negó con la cabeza—. Bien, cuéntame qué sucedió y desde cuando esto lleva sucediendo.
— Tenemos una clase ahora —murmuró.
— ¡Al diablo la clase! Necesito saber qué demonios han hecho esos desgraciados contigo —dijo Agatha.
Skylar cerró los ojos tratando de detener las lágrimas que salían sin cesar. No quería llorar de nuevo por eso. No quería recordarlo. Pero cada vez que cerraba los ojos, las imágenes de su padrastro pegándole, del sentimiento de impotencia y de las largas noches que pasó intentando cesar el dolor de su cuerpo, volvían a su mente. Se estremeció ante el recuerdo y abrió los ojos para enfocarse en cualquier otro objeto.
— Todo empezó cuando descubrí que mi padre no era quién yo siempre pensé. Ese al que yo llamé padre era mi padrastro. No quería hablarle a mi madre y por un tiempo me sentí mal por eso, como si no supiese quién era. Como no fui a casa en las vacaciones de navidad, las cartas que ella me enviaba fueron cambiando. Se volvieron agresivas e hirientes. Cuando volví a casa para las vacaciones de verano todo había cambiado. Mi madre me ignoraba y las pocas veces que me hablaba era para decirme lo mal que hacía todo. Hasta que un día no aguanté más y le respondí —su voz se quebró en lo último—. Recuerdo a mi padrastro golpearme y mi madre no hizo nada al respecto. Y desde entonces no ha parado...
— Sky.
— No quiero volver allí, Agatha. Tengo miedo —confesó.
Agatha volvió a abrazarla para darle fortaleza. Skylar no se merecía eso. Ella era una persona fuerte y buena, pero poco a poco la estaban rompiendo. Una joven alma quebrada por la crueldad del mundo.
— No lo volverán a hacer, Sky. No dejaré que te vuelvan a poner una mano encima; lo juro —prometió, aunque eso significase que tendría que echarse más carga para sus hombros, más de la que ya tenía.
¿Quién demonios podía maltratar a una persona tan buena? No tenían corazón. Ella era su hija, fuera de sangre o no, era su hija porque la había criado. Eran unos cobardes por hacerle eso a Skylar.
ϟ
Agatha corrió hasta la cabellera rubia de su hermano que la esperaba en los jardines. Había llegado diez minutos tarde, pues estuvo toda la mañana con Skylar y perdió la noción del tiempo. Era difícil dividir su tiempo entre todos sus amigos, en especial cuando todos tenían problemas que resolver.
— Lamento la tardanza —se disculpó, recuperando el aliento. Definitivamente debía mejorar su condición física si quería sobrevivir.
— No te preocupes —aseguró—. ¿De qué querías hablar? —quiso saber, yendo directo al grano, pues la tensión lo había estado matando la mayoría del día.
— Relaja la raja —le dijo, tomando una buena bocanada de aire, preparándose para comenzar a hablar, pero Scorpius volvió a hablar antes de que Agatha lograra pronunciar una sola palabra.
— No me pidas que me relaje. Me has tenido en tensión toda la mañana.
Agatha rodó los ojos. Sabía que se había tardado bastante, pero Skylar fue su prioridad durante la mañana. Estaba pasando por algo más importante que un triángulo amoroso e indecisiones adolescentes. El drama de ese tipo no era lo suyo.
— Debes relajarte o te saldrán canas antes de los treinta.
Scorpius la miró sin expresión en el rostro, reprimiendo sus ganas de matarla por actuar de ese modo. Sin embargo, optó por no desviarse del tema.
— ¿De qué querías hablar? —insistió.
— De Rose —él sonrió—, y de Lily.
La sonrisa de Scorpius se desvaneció porque sabía por dónde venía Agatha con esos dos nombres. Sabía perfectamente que se refería a lo que había ocurrido el día anterior.
— Di lo que viniste a decir —pidió Scorpius sabiendo que le iba a dar un discurso de tres horas.
Agatha frotó sus manos y dejó salir el aire de sus pulmones, preparándose. Aclaró su garganta antes de comenzar a hablar.
— ¡Eres un idiota Scorpius Hyperion Malfoy-Greengrass! —Exclamó, dándole un ligero golpe en el hombro. Él se quejó—. Deberías de arreglar toda tu mierda y tus sentimientos antes de tirarte de pecho por una chica. Por si no lo has notado, Lily está que se muere por ti. No hay que ser auror para averiguarlo. Sé que los hombres son idiotas, pero tú estás así —unió su dedo índice con su pulgar, dejando apenas un centímetro de distancia entre ellos para demostrar la cantidad—, de exceder el límite. Merde, las estás hiriendo a ambas zopenco. Puedes destruir una relación de primas por tu idiotez.
La realización golpeó a Scorpius como una ola fría. Apenas tuvo tiempo de procesar el rompecabezas unido en su mente. Todo había estado tan claro desde el inicio. El cambio de actitud de Lily, su reacción al verlo con Rose, la forma en la que se sonrojaba... ¡Todo! Y él había sido muy ciego como para darse cuenta de ello.
— Donde hay dos corazones felices, un tercero se encuentra sufriendo —recitó lo que Agatha le había dicho el día que invitó a Rose al baile.
— Ahora sabes a lo que me refiero —le dijo. Scorpius asintió, sintiéndose un poco avergonzado—. Lo dije antes y lo vuelvo a decir, yo no quiero que alguno de ustedes sufra, porque los quiero y me preocupo por los tres. Por eso quiero que arreglen las cosas antes de que sea muy tarde, porque las relaciones de pareja se terminan y están bien, pero las de primas no. Cuando se dividen es muy difícil que vuelvan a ser igual que antes. Piensa en eso, Scor.
— Lo haré —prometió.
Ella le dedicó una pequeña sonrisa y acarició su mejilla antes de continuar su camino hacia el interior de la estructura de Hogwarts. Pensaba que al menos se había librado de esa conversación, aunque todavía le quedasen muchas preocupaciones por trabajar.
ϟ
En esa mañana, el viento estaba tranquilo, sereno y dispuesto a colaborar para tener un gran partido de Quidditch sin muchos problemas. El día era espléndido y la multitud expectante estaba emocionada por comenzar la adrenalina, en especial cuando James Sirius Potter pidió un tiempo antes de que comenzara el partido de Quidditch y se acercó a su equipo, a Lysander para ser más específico.
— No jugarás este partido —anunció, para la sorpresa de todos.
Los miembros del equipo fruncieron el ceño y algunos ladearon su cabeza. Otros simplemente cuchichearon entre ellos, notando la creciente rivalidad que estaba creciendo entre el par de mejores amigos.
— ¿Qué? —Preguntó Lysander sin entender.
James enderezó su espalda, adoptando una pose más firme. Sus hombros lucieron más anchos.
— No jugarás hoy. Jugamos en contra de Slytherin y tu noviecita —su énfasis en el título hizo que los demás se callaran de golpe, atentos a lo que podría suceder—, mejor dicho, amigovia es la buscadora del equipo contrario. ¿Quieres que te recuerde lo que hacen los golpeadores? —inquirió, arqueando una de sus cejas.
— ¿Crees que no sé la función de mi posición? —replicó Lysander, cruzando sus brazos y dio un paso hacia el frente. A pesar de estar completamente erguido, Potter continuaba siendo más alto que Scamander.
— James, para. Lysander sabe que su relación y el Quidditch son dos cosas aparte, y sabe que mientras estén en el campo solo son de equipos contrarios y jugarán como tal —intervino Fred II, enviándoles una mirada para que se tranquilizaran.
Él negó.
— No me arriesgaré. Simplemente no jugará. Soy el capitán del equipo y no puedo comprometer el inicio de la temporada en base a una posibilidad de duda —se excusó, intentando sonar objetivo, pero la realidad era que estaba teniendo una lucha interna consigo mismo.
¿Estaba actuando de ese modo porque le importaba el Quidditch o porque, muy en el fondo, le molestaba que Lysander estuviera con Agatha? No sabía y prefería no pensar en ello porque terminaría de un peor humor del que estaba.
— Me sorprendes, Potter —se escuchó la voz de Agatha, quien escuchó parte de la conversación, pues estaba llegando tarde al partido—. Deberías de comportarte como una persona madura. Nosotros sabemos a la perfección que Quidditch es Quidditch y eso queda aparte de la relación —concluyó, acomodando sus guantes.
James negó con la cabeza.
— No jugará —sentenció.
Agatha se acercó lentamente a James con una sonrisa de suficiencia.
— ¿Quieres jugar a este juego? —Preguntó. James permaneció callado, simplemente mirándola a los ojos sin expresión en el rostro. Agatha tomó eso como una respuesta afirmativa—. Bien, juguemos a este juego. Que me lancen todas las Bludgers que quieran, pero te aseguro que atraparé la snitch primero que tú.
Poco a poco, James esbozó una sonrisa de suficiencia.
— Soñar no cuesta nada —le dijo.
— Querido, yo soy de clase alta y pago para vivir en la realidad —habló con una sonrisa arrogante.
________
MIREN LA MULTIMEDIA xd LOS MOVIMIENTOS SENSUALES DE DRAQUESHA EN VIVO 😂
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro