30| Las mujeres Malfoy
AGATHA SE PARÓ FRENTE AL ESPEJO QUE TENÍA EN SU HABITACIÓN Y OBSERVÓ SU APARIENCIA.
Su cabello rubio estaba suelto, cayendo sobre su espalda como cascadas platinadas y en las puntas tenía unos bucles, dándole un toque más rebelde a su aspecto. El vestido negro que traía puesto la hacía ver más pálida de lo normal, luciendo ver elegante y hermosa. Sus ojos estaban cubiertos por delineador negro para que sus ojos resaltaran y se vieran más grises, penetrantes y atrapantes. Los tacones que traía eran del mismo color que el resto de su atuendo.
Ese día sería la boda de Teddy y Victoire, quienes después de años de noviazgo y meses de planear la boda por fin iban a contraer matrimonio. Sería una celebración sencilla en la Madriguera con los miembros de la familia y los amigos, pero no dejaba de pensar que el negro era lo que mejor que le quedaba. No porque fuese una celebración lo dejaría atrás, por más que su madre le hubiera protestado.
Esa sería la primera boda a la que asistiría y realmente quería pasarla bien, entre todas las situaciones difíciles por las que estaba pasando. Tal vez ni siquiera llegaría viva para asistir a otra boda y eso le aterraba. Por esa razón decidió disfrutar de ese día.
El ruido de alguien tocando la puerta la distrajo de sus pensamientos. Caminó hasta la puerta y la abrió para encontrarse con Lysander, quien la miró de arriba abajo sin molestarse en ocultar que la estaba devorando con sus ojos azules.
—Me voy a desgastar —bromeó con una sonrisa arrogante.
Lysander rodó los ojos y la tomó de la mano, para que ella diera una vuelta. Sí, probablemente intentara actuar como un verdadero caballero la mayoría del tiempo, pero seguía siendo un chico. Esa era la oportunidad perfecta para apreciar su trasero en ese vestido ajustado.
—Maldición —susurró mientras la miraba—. Compararte con una rosa ya es un insulto.
—¿La supero? —preguntó, arqueando una ceja al terminar de dar la vuelta.
—No te llega ni a los talones.
—Eso lo sabía —dijo Agatha encogiendo los hombros.
Se observó una vez más en el espejo y sonrió. Estaba conforme con su apariencia. Giró y caminó hacia la puerta donde Lysander todavía la miraba con cara de tonto. Agatha rodó los ojos y salió del cuarto con Lysander, arrastrándolo escaleras abajo donde se encontraron frente a frente con James.
La expresión del chico Potter era un verdadero poema y se notaba a leguas que no le gustaba en lo absoluto lo que estaba viendo, aunque su mal humor también podía achacarse a otra irritante presencia.
—Potter —dijo en voz baja.
—Rubia —respondió en forma de saludo.
Una tos falsa se escuchó detrás de James y Agatha pudo ver que se trataba de Nicoletta. De inmediato sintió la molestia crecer en su pecho. ¡Ella ni siquiera conocía a Teddy y a Victoire! No debía estar presente en un suceso tan importante.
—Rubia bruta. —La voz de Nicoletta chilló en las paredes de la Madriguera.
—Castaña tonta —pronunció Agatha en el mismo tono, su rostro adoptando una mueca de asco y siguió caminando junto a Lysander.
James no pudo evitar apretar su mandíbula al notar sus manos entrelazadas. No le agradaba en lo absoluto ese contacto que estaban teniendo. Su mejor amigo no podía estar haciéndole eso.
—Jamie —se quejó Nicoletta—, ¿por qué no me defendiste? —quiso saber, aferrándose al brazo de su novio como si su vida dependiese de ello e hizo un puchero.
Se deshizo de su toque.
—Porque tú misma te lo buscas.
Ver a Lysander con Agatha lo había puesto de muy mal humor. Demonios, ¿por qué lo ponía tan mal?
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En el patio de la madriguera había una gran carpa donde se celebraría la boda de Teddy y Victoire, una pareja predilecta desde el momento en el que aprendieron a gatear. Como casi todas las bodas de los Weasley, Molly había sido la persona que las había organizado, siendo extremadamente detallista en el amor y cariño que debían recibir la joven pareja en esa ceremonia. Eso le daba una gran satisfacción. Sin embargo, su corazón siempre lloraba al pensar que le quedó una boda pendiente, una que jamás podría organizar.
Nada más pensar en su hijo le traía lágrimas a sus ojos. ¿Cómo hubiesen sido las cosas si él no hubiera partido antes de tiempo? Dolía saber que antes eran Fred y George. Dolía que antes fuera un ellos y ahora era un él.
—Mamá —llamó George a Molly, sabiendo exactamente en qué estaba pensando. Él también lo sufría todos los días cuando se miraba en el espejo, cuando escuchaba el nombre de su hijo, cuando los recuerdos lo atormentaban.
Molly secó sus lágrimas rápidamente y sonrió maternalmente.
—George, querido...—él la interrumpió con un fuerte abrazo.
—Él está con nosotros mamá; siempre lo está —susurró George en su oído, las palabras yendo justo al vacío que siempre estaba en su pecho al saber que jamás recuperaría a su otra mitad.
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Agatha se acercó a Teddy, quien lucía nervioso y se arreglaba la túnica de gala cada treinta segundos. Eso sin contar lo mucho que cambiaba de color su cabello sin poder controlarlo. Incluso las palmas de sus manos sudaban de forma exagerada. No podía recibir a su futura esposa de ese modo. ¡Estaba hecho un desastre!
—Tranquilo Teddy, si ella quisiera salir corriendo no malgastaría tiempo en entrar a la carpa y decirte que no —dijo Agatha, sus dedos pálidos le arreglaron la corbata del traje que llevaba bajo la túnica, anudándola de la forma correcta para que no luciera como un bollo mal hecho.
Teddy no sabía si preocuparse más o si comenzar a tranquilizarse. Las palabras de la adolescente podían ir de ambas formas. De lo que más estaba pendiente después de haberlas escuchado era de si lograba captar un reflejo de Victoire en medio de la carpa.
—Mucha ayuda —murmuró en un tono mortificado.
La rubia soltó una carcajada al ver su expresión. Se veía tan espantado que era hilarante.
—Relájate, ella está casi igual o peor que tú —aseguró Agatha y palmeó su hombro al terminar de arreglar su corbata—. Mi madre adoptiva siempre decía que una vestimenta adecuada ayudaba a darle confianza a su portador.
El metamorfomago sintió una ligera presión en su pecho al escuchar el tono melancólico con el que Agatha había hablado. A veces olvidaba que Agatha también había crecido sin sus padres biológicos, que aunque intentara lucir como una adolescente llena de humor y vida, sabía que en su interior ella conocía lo que era el verdadero dolor.
—Gracias, Agatha, en serio. Te lo agradezco muchísimo.
Ella arrugó su nariz un poco y encogió sus hombros para restarle importancia al asunto.
—Fue nada —aseguró—. Ahora, respira un poco, ¿quieres? No quieres dejar a Vic viuda incluso antes de que se casen —lo molestó un poco.
Por primera vez en el día, Teddy pudo reír sin pizca de nervios.
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James caminaba de lado a lado en la cocina mientras se agarraba con fuerza el puente de la nariz. ¿Acaso Nicoletta no entendía? ¿Qué quería que hiciera? ¿Qué le prohibiera la entrada a una persona que vivía allí? ¡Era completamente ilógico! Su discurso sobre cómo detestaba que Agatha estuviera en la madriguera ya lo estaba hartando. A veces solo deseaba hacerla desaparecer por completo, o quizás volver en el tiempo e impedirle a su yo del pasado tener un lío con la italiana que había llegado de intercambio. Se hubiera ahorrado muchos problemas, aunque no más de los que ya tenía con la chica causante de la discusión entre ellos.
—¡Jamie! Dime, ¿por qué demonios ella tiene que estar aquí? —exigió saber Nicoletta, su berrinche había llegado a tal punto donde taconeó.
—Primero, no me llames «Jamie», te lo he dicho mil veces, Nicoletta. Segundo, a ella la invitaron porque vive aquí. Lo sabías desde un principio. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? —preguntó exasperado.
Nicoletta hizo varios pucheros, su barbilla tembló y empezó a llorar de forma ruidosa y exagerada. James rodó los ojos y la abrazó a regañadientes. De seguro terminaría con su camisa llena de mocos y lágrimas. Intentando calmar su rabieta. Nicoletta era como un bebé al que le quitan un dulce.
—Ya no me quieres —sollozó lamentándose. James quiso decirle que apenas tenían dieciséis y que querer era un sentimiento muy grande para ellos, pero se contuvo—. Desde que ella llegó me odias. ¿Es porque me fui varios meses a Italia? Habíamos acordado que la distancia no nos separaría. Sin embargo, llegó ella a arruinarlo todo.
James se separó de ella, frunciendo su ceño. Quería decirle que Agatha no había arruinado nada porque ellos apenas eran algo. ¡Merlín, solo habían tenido unas cuantas sesiones de besos y ella empezó a llamarlo su novio de eso!
—¿Sabes qué ha arruinado todo? Tus celos, tus estupideces y... —Fue interrumpido por otra voz más juvenil y femenina.
—Y tu parte taton —concluyó Lily, su rostro iluminado por su sonrisa.
Nicoletta miró a James boquiabierta.
—¿No me vas a defender?
James apretó sus labios para no soltar una carcajada, aunque esta amenazó con salir de sus labios, de modo que tuvo que toser para disimular.
—Oh, sí, Lily eso no se hace —fingió un tono severo y cuando Nicoletta no miró, le guiñó un ojo a su hermana menor con complicidad.
La pequeña pelirroja, asintió levemente, sus comisuras elevándose al saber que no había perdido a su hermano mayor por completo. A pesar de que estuviera con una chica fresa y completamente mimada, al menos tenía un poco de sentido común.
ϟ
Agatha se sentó en la mesa correspondiente con Lysander a su lado mientras charlaban amenamente en lo que la ceremonia comenzaba. Los invitados fueron poco a poco entrando en la carpa y sentándose en las mesas correspondientes. Teddy se acercó a la mesa y llamó a Agatha, rascando su nuca con incomodidad, luciendo un poco cohibido por lo que estaba por decir.
—¿Me harías un favor? —preguntó Teddy finalmente.
—¿Necesitas que te arregle la corbata de nuevo? —cuestionó arqueando una de sus cejas, acto que lo hizo reír y relajarse un poco. Ese día andaba demasiado tenso—. Anda, dime.
—Es que parte de mi familia es Black, y eso incluye parte de los Malfoy —dijo como si eso explicara a qué se refería—. Narcissa, Draco, su esposa y su hijo están aquí. Estaba pensando que como ellos no son muy bienvenidos aquí, que digamos, puedes sentarte con ellos.
—¿Estás insinuando que yo no soy bienvenida aquí? —increpó para molestarlo.
—¿Qué? No. —Entonces captó la broma y la miró con ojos entrecerrados—. Me refería a que como eres, por así decirlo, parte de la familia te puedes sentar con ellos por el simple hecho de que pasaste las vacaciones de Navidad con ellos, según tengo entendido.
—Primero, la minotauro me odia. Segundo, si se arma aquí la buena es tu culpa —advirtió y levantó sus manos en un símbolo de falsa inocencia, pues en sus labios se había formado una sonrisa maliciosa.
Dicho esto se encaminó hacia la mesa que Teddy le señaló y se sentó en ella. Pocos minutos después los Malfoy se sentaron y Astoria se quedó mirando a Agatha con el ojo cuadrado. Draco reprimió una sonrisa cuando vio la cara de su esposa. Scorpius se sentó al lado de Agatha y abrazándola fuertemente.
—Scor, me vas a sacar un pulmón por la boca —se quejó, apartándose y le revolcó el cabello para molestarlo—. Nos vimos hace tres semanas. No ha pasado tanto tiempo.
—Agatha, estuve meses viéndote la cara todos los días. Aún no estoy acostumbrado —le dejó saber.
Una sonrisa se asomó en el rostro de la chica sin poder evitarlo.
—Narcissa, Draco y Toro, digo, Tori —dijo en modo de saludo.
Astoria la miró hecha una furia por el sobrenombre y Agatha encogió los hombros. Miró a Narcissa y pudo jurar que vio como reprimía una sonrisa. La rubia miró a su hermano, quien veía embobado a Rose.
—No te convendría mirarla mucho —le dijo en un susurro—. Estás rodeado de su familia y no queremos tener la Tercera Guerra Mágica en la boda de Teddy y Victoire.
La boda pasó rápido. Una ceremonia sencilla, pero bonita. Ahora se encontraban en la fiesta. La mayoría se encontraba bailando, otros sentados, unos comiendo, algunos felicitando a los novios y otros, como Agatha, fuera de la carpa.
—A ti te quería ver —escuchó la voz chillona de Nicofea.
—Estoy cobrando por foto —dijo con diversión.
—Perra —dijo Nicoletta.
—No pedí que te describieras, querida.
Le guiño un ojo y entró a la carpa donde se encontró con tremendo caos. Ron le apuntaba con la varita a Draco mientras alejaba a Rose de Scorpius y Draco se contenía para no sacar su varita. Los demás invitados hicieron un círculo alrededor de ellos y comentaban levemente al respecto.
«Si el idiota me hubiese hecho caso...»
—Baja la varita, Weasley —exigió Draco.
—Ronald, baja la varita —ordenó Hermione con firmeza. Lo menos que quería era que se formara un escándalo. Ya podía ver la noticia llegando al Profeta la mañana siguiente.
Agatha caminó hasta el círculo y le quitó la varita a Ron calmadamente. Los demás se quedaron con cara de «¿Estás de broma?», estando atónitos con la facilidad con la que la chica había manejado una situación así.
—Tú —señaló a Ron—, no seas idiota. Tú —señaló a Scorpius, dándose por vencida con él—, ya eres un idiota. Y tú —finalmente apuntó a su padre—, eres una diva por no sacar la varita y pensar que con tu rostro evitarías cualquier hechizo. —Volteó hacia los invitados—. De acuerdo, señores, el espectáculo ha terminado, pueden volver a embriagarse o lo que sea que estaban haciendo antes de que la escena sucediera.
Los invitados volvieron a lo suyo después de eso y Agatha fue a los baños, echándose un poco de agua en el cuello para relajarse un poco. Secó las gotas de agua que se deslizaron por su piel y se miró una vez en el espejo para corroborar que todo estuviese en orden antes de dirigirse a la puerta. Cuando salió, escuchó a dos mujeres hablar sobre cómo Scorpius sería borrado del árbol genealógico de los Malfoy, al meterse con una Weasley.
Eso hizo que Agatha se acordara de un detalle en específico que había pasado por alto. Salió casi corriendo hacia donde estaba su padre, fuera de la carpa.
—El árbol genealógico —dijo casi sin aire.
—¿Qué? —Preguntó sin entender, ladeando su cabeza. Casi podía jurar que su hija había enloquecido.
—El árbol genealógico de los Malfoy. Yo soy una Malfoy y no he aparecido en él. Lo que significa que alguien tuvo que haber hecho un hechizo de encubrimiento para que yo no sea visible, ni mi madre tampoco —explicó de forma atropellada.
La realización invadió el pálido rostro de Draco.
—Tenemos que ir a la mansión —dijo tomando la mano de su hija y apareciendo frente a la mansión.
Casi corrieron hasta estar dentro de la casa y caminaron silenciosamente por los pasillos, siendo un poco precavidos en caso de encontrarse con algunas sorpresas. Aprovecharon que Lucius había salido de la ciudad, para entrar al despacho principal y poder ver el árbol genealógico. Efectivamente, Agatha no aparecía en el árbol, pero no era que la habían borrado.
Agatha puso su mano en el lugar que debería de estar su foto y su nombre. Sintió como algo aparecía y desaparecía bajo sus dedos. Poco a poco su nombre empezó a aparecer y luego su foto, seguida de la de Hermione.
—Eres igual de inteligente que tu madre —se escuchó la voz de Narcissa en el despacho.
Ambos se giraron para poder verla, al dar un respingo. Sus corazones galopaban desbocados en el interior de sus cajas torácicas.
—¿Tú hiciste esto? —quiso saber Agatha.
—Y eso —señaló una parte arriba en el árbol que mostraba una foto igual a la de Agatha con el nombre de «Lyra Malfoy»—. Yo siempre supe de ti, desde antes que nacieras. El árbol añade a todos los miembros de la familia inclusive cuando no han nacido, pero ya están engendrados; primero son borrosos y cuando nacen aparecen completamente. Tuve que actuar antes de que Lucius la viera.
—¿Por qué no me reconoce si soy igual a Lyra Malfoy?
Narcissa sonrió.
—Porque yo le lancé un obliviate. —Agatha casi carcajeó. Al parecer todos los Malfoy recibían un obliviate—. Hay que proteger a la familia ante todo —dijo—. Eso te incluye a ti.
Agatha miró el árbol detenidamente. Solo ella y Lyra eran las únicas Malfoy nacidas. Entonces puso todas las piezas del rompecabezas.
—Lyra fue la primera mujer Malfoy nacida. Su madre fue una impura y su padre un sangre pura. Fue rechazada por la familia Malfoy, que apoyaba la pureza de sangre —decía Agatha más para ella, que para otra persona—. Lyra Malfoy es mi Oastori —afirmó.
—¿Estás segura? —Preguntó Draco.
—La mayoría de los Oastori buscan venganza hacia una familia. Muchos de ellos fueron traicionados, negados o rechazados —recitó las palabras de Dakota—. Une las piezas del rompecabezas.
Apartó la mano del árbol y su nombre y el de Lyra volvieron a desaparecer, como si nunca hubieran estado visibles,
—Tenemos que volver antes de que las personas sospechen —avisó.
—Además de que debo tener un baile con mi acompañante —coincidió Agatha tomando la mano de su padre y desapareciendo con él y su abuela.
Aparecieron cerca de la carpa y Draco la miró con una ceja alzada.
—¿Acompañante? —inquirió.
—Lysander —le dejó saber la rubia como si la cosa no fuera con ella.
Draco puso una expresión de horror. Ya estaba considerando pagar una buena fortuna para que la aceptaran de vuelta en Beauxbatons, pero conociendo a su hija, ella de seguro le diría que era lesbiana solo para sacarlo de quicio.
—¡No puedes tener acompañantes! Te lo dije en Navidad.
—Eso fue el año pasado y mi resolución de año nuevo fue: año nuevo, cuentas nuevas. Así que dejé las conversaciones como esa atrás —acotó, encogiendo sus hombros.
—Pero... —Narcissa lo interrumpió.
—¡Draco Lucius Malfoy-Black! Deja de ser tan aguafiestas y déjala tranquila —le dijo dándole un golpe con su bolso.
El Malfoy llevó una mano a la zona afectada. Su madre sí que sabía golpear fuerte.
—Está bien, mamá —se resignó.
—Bueno chico.
Agatha soltó una carcajada y corrió hasta la carpa para encontrarse con Lysander.
—Te estaba buscando —le dijo el chico tan pronto la vio.
—Estaba tomando un poco de aire fresco, pero ya estoy aquí.
Lysander se rascó la cabeza algo tímido y cuando sus ojos encontraron a James observándolos cautelosamente, extendió su mano hacia la chica.
—Me preguntaba si... bailarías conmigo.
—Claro que sí —aceptó Agatha, agarrando su mano. El chico entrelazó sus dedos con los de Agatha y caminaron fuera de la carpa—. Creo que la carpa está en dirección contraria —señaló con su pulgar el toldo blanco.
—Lo sé. Sin embargo, me han dicho que bailar bajo la luz de la luna es más romántico —dijo Lysander.
Agatha no puedo evitar una sonrisa estúpida. Él era el único que lograba eso, al menos el único que lo había logrado hasta el momento. Apoyó su cabeza en el hombro del chico, mientras se balanceaban de lado a lado. Sentía ganas de llorar y de huir. Lysander podía llegar a enamorarla, pero tenía miedo de lastimarlo. Miedo de romperlo como todo lo que tocaba.
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