29| Ataque en los TIMOs
— AGATHA, HAZLO DE NUEVO —ORDENÓ Dakota rodando los ojos, ya exasperada de que tuviesen que repetir lo mismo por enésima vez sin ningún resultado producente.
— Esto no funciona —se quejó Agatha resoplando por lo bajo.
Llevaba más de una hora tratando de prender en fuego una caja, la cual ni se sabía de dónde se sacó, y no lo lograba. ¿Cómo iba a lograrlo si ni sabía cómo hacerlo? Es como si no supieses leer y te pusieran un libro de trescientas páginas enfrente para que lo leyeras.
— ¡Tengo una idea! —Exclamó la metamorfomaga con una sonrisa maliciosa y cambiando su cabello a color rosa chicle—. James deja de tocar mi cabello o te juro que te parto el brazo —amenazó al chico.
James apartó la mano inmediatamente del cabello, ahora rosa, de Dakota. Le encantaba ver cómo los metamorfomagos cambiaban su apariencia de manera tan rápida. No era porque no estaba acostumbrado, ya que prácticamente creció con Teddy, pero le gustaba. Era fascinante.
— ¿Cuál es tu magnífica idea, Albert Einstein? —Preguntó Agatha.
La profesora ignoró a la chica y volteó para ver a Potter.
— James, Agatha piensa que tienes un buen trasero —dijo Dakota.
— ¡¿Qué?! —Exclamaron al unísono.
Agatha se quedó con cara de incredulidad, pensando que quizá Dakota había estado inhalando polvo de hadas. Mientras que James se quedó con cara de «Mierda, ¿tengo un buen trasero?» y miró sobre su hombro para poder corroborar las palabras de Dakota. Tal vez era cierto que tenía buen trasero. Los ejercicios que había estado haciendo para dejar atrás su culo chato estaban dando resultado.
— Yo no dije eso —negó la rubia de inmediato, tan pronto se recuperó
— Oh, vamos, sabes que tengo un buen trasero —tentó James al ver la actitud de Agatha.
— No lo tienes. He visto mejores.
James la miró mientras las comisuras de sus labios se encorvaban tratando de reprimir una sonrisa. Verla con el ceño fruncido y con expresión frustrada era una de sus versiones favoritas. Sacudió su cabeza al percatarse de su pensamiento, alejándolo al rincón más profundo de su mente.
— Entonces admites que me has visto el trasero —continuó molestándola.
La cara, usualmente pálida, de Agatha estaba menos pálida, casi al punto de sonrojarse de la vergüenza o de la furia que estaba creciendo en ella. No se podía saber con certeza cuál de las dos era, aunque la verdad era que Agatha no se avergonzaba.
— Nunca he dicho eso —se cruzó de brazos.
— Nunca lo has negado —dijo James, acercándose a ella con una sonrisa petulante.
Agatha alzó una ceja, retándolo y dio un paso hacia al frente. Se estimaba que estaba a menos de un paso distanciada de James. ¿Cuándo había pasado a estar tan cerca de él? No le prestó atención a ese detalle ni a su embriagante olor.
— Tampoco he dicho que pienso que sea cierto.
— Pero lo haces.
— ¡Demonios, que no lo hago! —Exclamó Agatha rodando los ojos.
James mordió su labio inferior disfrutando de su sonrojo.
— Lo haces, solo no quieres admitirlo.
— No es cierto. Si lo hiciera lo habría dicho, yo no me quedo callada con nada —dijo mirándolo fijamente a los ojos.
Podrían solo ser unos ojos color caca —los ojos chocolates no existen solo lo dicen para consolar a las personas de ese color de ojos—, pero eran profundos, intensos y parecían querer ver a través de su alma. Era difícil saber qué había detrás de ellos. Al contrario de Agatha, quien tenía los ojos grises y expresivos.
Cualquier sentimiento se podía ver en ellos, siempre y cuando Agatha no pusiera la misma cara de indiferencia que los Malfoy ponían. Cuando hacía eso, no había quién pudiera ver algún sentimiento en ellos. Era como si te reflejaras en los orbes, solo veías el sentimiento que estabas sintiendo, no el que ella sentía.
— Oh mierda, momento Jagatha. ¡Joder mis grajeas de todos los sabores! —Exclamó Dakota en un susurro que fue audible para sus estudiantes.
Ambos chicos se apartaron con el ceño fruncido.
— ¿Qué demonios dijiste? —Preguntó Agatha.
— Que el fuego prendió —se apresuró en decir—. Esperen, ¡prendiste la caja en fuego! —Gritó Dakota.
La metamorfomaga se paró al lado de la caja en llamas y empezó a hacer un baile raro. Movía los brazos de una manera extraña mientras murmuraba «Oh, sí. Lo hice, soy la mejor. Nadie puede conmigo». Parecía una cucaracha bailando o del mismo modo en el que se ve cuando le echas insecticida. Ambos términos aplicaban.
— ¿Dónde está la cámara cuando la necesitas? —Preguntó Agatha en voz baja.
James reprimió una carcajada y miró el reloj.
— Mierda, me tengo que ir. Tengo práctica de Quidditch —explicó.
— ¿Por qué me das explicaciones? Ni que fuera tu mujer.
James ladeó la cabeza sin saber qué responder. Giró sobre sus talones y caminó hasta la puerta para desaparecer por ella.
— ¡Voy a ti campeón! —Gritó Dakota antes de que James se marchara.
Tan pronto se quedaron solas, Agatha volteó a ver a Dakota con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
— Explícame todo eso de «Jagatha» y el «Voy a ti campeón» —pidió.
Dakota sonrió de forma lobuna.
— Me alegra que preguntaras.
Salió casi corriendo hacia su despacho, donde se escucharon varias cosas caerse y un par de maldiciones por parte de Dakota. Finalmente, volvió con un pedazo de cartón blanco y lo apoyó en la pizarra. Agatha se acercó allí para poder verlo de cerca. Se trataba de una gráfica de tres barras con las caras de James, Lysander y Marcus. En una esquina decía «Jagatha, Lytha y Magatha».
— ¿De cuál fumas? —Preguntó Agatha—. En serio, Dakota, esto es espeluznante. ¿Por qué harías una cosa así?
— Es sencillo. Tienes a tres chicos guapos que están detrás de ti y aquí yo pongo los puntos según los equipos. Por ejemplo: yo soy equipo Jagatha, o sea de parte de James, Madrina es equipo Lytha, de parte de Lysander, y Madame Pomfrey es equipo Magatha, de parte de Marcus, solo porque es guapo y misterioso, según ella —explicó Dakota moviendo sus manos para restarle importancia al asunto.
— ¿Qué rayos pasa por tu cabeza rosa? Los tres son unos idiotas. James es un idiota insoportable, Lysander es un idiota dulce y Marcus es un idiota arrogante —dijo Agatha.
— ¡Mierda! Eres equipo Lytha —se lamentó—. Eso no puede ser cierto, ya mandé a hacer las tazas rotuladas con el nombre de «Jagatha». Me costaron una fortuna —dijo sacando una taza color negra con letras verdes y doradas.
— Esas las hiciste tú. A mí no me engañas.
Dakota bufó.
— A nadie le interesa —dijo acariciando la taza— Mi precioso equipo —susurró sin dejar de acariciar la cerámica.
ϟ
Agatha se levantó temprano esa mañana. Sus ojos casi se cerraban solos, pero no podía irse a dormir. Ese día serían los TIMOs. Se había pasado toda la semana estudiando hasta tarde, pero la noche anterior estuvo casi hasta el amanecer. De hecho, se había quedado dormida mientras estudiaba. Se sentó entre Alex y Skylar, apoyó la cabeza en su mano izquierda y miró la comida.
— Maldita sea necesito despertar —susurró.
— Estudios muggles confirman que una manzana te ayuda a despertar más que un café —dijo Alex con una sonrisa.
Todos en la mesa se giraron para verla. ¿Quién demonios sabría eso? Ni siquiera una nacida de muggles sabía eso. Todo se puede esperar viniendo de Alex. Ella parecía más hija de Hermione que la misma Agatha.
Agatha terminó de desayunar en silencio y se levantó de la mesa. Fue a su sala común y se sentó en el suelo, rodeada de los libros que había usado para estudiar. Ya su cerebro no podía aguantar más. Podía jurar que se sabía palabra por palabra cada uno de los libros, los cuales eran bastantes. Cuando regresó al Gran Comedor las cuatro mesas habían sido reemplazadas por cientos y cientos de pupitres individuales.
Todos estaban acomodados alfabéticamente por lo que frente a ella estaba Lysander. No pudo evitar pensar en el cartón de Dakota y reír.
— Pueden comenzar —dijo Minerva.
Agatha miró las hojas y no se sorprendió de todas las que eran. Realmente había esperado que fueran más.
a) Nombre del conjuro que hace levitar un objeto.
b) Describa el movimiento.
Rodó los ojos ante la pregunta y comenzó a escribir, sonriendo cada vez que había una nueva pregunta de la cual conocía su respuesta. Cuando se terminó el examen, Alex salió casi corriendo para preguntarle a Agatha cómo le había ido y si había contestado todas las preguntas.
— Me fue bien, mínimo saco un supera las expectativas o un extraordinario —dijo la rubia.
Alex tosió falsamente.
— Presumida. Veremos cómo haces para contestar el de Historia de la Magia, siempre te duermes en esa clase.
Agatha la miró indignada.
— Yo he estudiado, Alexandra. Me hiere que dudes de mis capacidades.
La castaña rodó los ojos y negó con la cabeza.
Los TIMOs pasaron excesivamente lentos, desesperantes y cansinos. El último era el de Historia de la Magia. De todos, puede que ese fuera el más "difícil" para Agatha, por obvias razones. Se sentó en el lugar correspondiente y esperó a que dijeran que podían empezar.
Cuando lo anunciaron, Agatha empezó a leer detenidamente las preguntas. Se agradeció mentalmente haber estudiado de los libros que su madre le envió. De otra manera estuviese totalmente frita. La última pregunta le hizo soltar una carcajada.
«¿Cuándo fue la caída del señor Tenebroso y qué consecuencias tuvo para el Mundo Mágico?»
Agatha tuvo unas inmensas ganas de escribir «Se cayó cuando era joven y perdió su nariz. Esto provocó que odiara a toda la comunidad mágica por burlarse de él», no obstante escribió la respuesta correcta y sonrió al saber que había terminado con el último TIMO.
Lamentablemente para ella, faltaban varios minutos para que se acabara el examen y tampoco podía abandonar el comedor hasta que el tiempo se culminara. De modo que bajó la cabeza y se fundió en un profundo sueño.
Estaba totalmente sola en un bosque espeso y obscuro. Sabía que había estado allí antes, pero no podía recordar exactamente cuándo había estado allí. Escuchó el sonido de las hojas secas y se puso alerta. Giró lentamente mientras se repetía una y otra vez «Sea quien sea, lo quemas». Se sorprendió al ver a James detrás de ella con la misma expresión, aunque se permitió relajarse un poco.
— ¿Agatha? —Preguntó.
— No, el hipogrifo —respondió sarcásticamente.
James suspiró aliviado.
— Eres tú.
— ¿Quién más voy a ser? ¿Voldemort? —ironizó.
— No sé, tal vez tu copia diabólica —sugirió—. Además, ¿por qué estamos teniendo esta conversación en un bosque?
Agatha abrió la boca para responder, pero volvió a cerrarla. No tenía una respuesta concreta a esa pregunta.
«Eres culpable»
— ¿Qué? Se supone que no hablaríamos más sobre aquel día —dijo Agatha al escuchar eso.
«Murieron por tu culpa»
— ¿De qué hablas? —Preguntó James, confundido.
«Culpable, culpable, culpable»
— Las voces —susurró.
Él abrió los ojos como platos y miró a Agatha quien tenía la mirada perdida, sus ojos grises fijados en ningún punto en específico mientras intentaba distraerse de las voces que invadían su mente. Tomó la cara de la chica entre sus manos, ahuecando sus mejillas y obligándola a mirarlo. Los orbes grises de Agatha demostraban lo desconcertada, asustada y perdida que estaba.
— Mírame —pidió, ella negó, pero James insistió—. No es real y lo sabes. Solo tienes que creerlo.
«Eres un monstruo»
— No lo soy —susurró, respondiéndole a la voz de la cabeza—. ¡No lo soy!
«Monstruo, monstruo, monstruo»
Un círculo de fuego empezó a formarse alrededor de ellos y el viento lo hacía más grande, salvaje y hambriento, abrasando todo a su paso. El calor se estaba volviendo insoportable y tenía que algunas llamas terminaran quemándolos vivos.
— Agatha, mírame. No es real, es una pesadilla y tienes que despertar.
En los ojos de Agatha se podía ver el miedo y el dolor.
— No es real —repitió las palabras del chico—. Tengo que despertar, tenemos que despertar.
El fuego estaba cada vez más grande y amenazador, pero Agatha no lo controlaba. Era como si una fuerza exterior se lo impidiera.
— Despierta, yo despertaré cuando tú lo hagas —aseguró James convenciendo a Agatha.
— ¿Lo prometes?
Su voz sonó temerosa y anhelante.
— Lo prometo.
La rubia asintió y se repitió que era una pesadilla y tenía que despertar.
Despertó en el comedor, solo habían pasado unos minutos como mucho. Su brazo ardía y vio que tenía una pequeña quemadura, aunque no era grave. El sueño había sido más real de lo que parecía, a menos que no fuera un sueño; sino una ilusión.
No pudo evitar buscar a James con la vista, lo cual era difícil teniendo en cuenta la gran cantidad de personas que estaban en el comedor. Cuando lo localizó pudo ver que seguía durmiendo. No había despertado como le dijo. De repente empezó a sentirse mareada y se paró del pupitre como pudo, tambaleándose.
— Señorita Smith, ¿se encuentra bien? —Preguntó una profesora de la cual no conocía su nombre.
— Estoy bien —mintió. La verdad era que estaba viendo todo borroso.
— Entonces no puede estar de pie, no hasta que se termine el examen en cuatro minutos —le dejó saber la señora.
— No me interesa si se termina en cuatro minutos o en cuarenta —espetó, su única preocupación era James.
Por su mente pasaron varias imágenes de James en centro del círculo de fuego y como las llamas alcanzaron su hombro, quemándole dicha parte. Cuando recuperó el equilibrio pudo escuchar cómo James se quejó, sin despertar.
Se soltó del agarre de la profesora y casi corrió hasta el chico. Apartó un poco el jersey y la camisa de James y pudo ver la quemadura situada en su cuello, bajando por su espalda. Los cuatro minutos pasaron y los demás estudiantes ya se encontraban saliendo del comedor.
Agatha sacó su varita y se concentró en un recuerdo feliz.
— ¡Expecto Patronum! —de su varita salió un brillante lobo que aulló—. Avisa a McGonagall o a Dakota que tenemos un problema con el P.P.O.
Dicho esto el Patronus desapareció.
— ¡No lo toques! —Exclamó Agatha y la profesora se detuvo en seco.
No sabía cómo enfrentarse a la situación. Ella era la que salía herida y James tenía que salvarla, no al revés. En unos minutos, Dakota llegó junto con Minerva. Ambas luciendo preocupadas con el imprevisto ataque. Con rapidez, Agatha les informó de lo sucedido y se quedó esperando a que Dakota le dijera qué hacer.
— Despiértalo, Agatha.
— No sé cómo. No se despierta —expresó con desesperación.
¡Estaban perdiendo muchísimo tiempo!
— Sí lo sabes —le hizo un gesto para que comprendiera.
Agatha se acercó al muchacho, agachándose para quedar a su altura.
— Despierta, por favor —susurró en el oído de James.
Tenía los ojos cerrados y por momentos se quejaba a causa de las quemaduras que estaba recibiendo. Se notaba que estaba en una gran situación de dolor, casi como las que ella pasaba con cada ataque y no era justo que las estuviera recibiendo; no por su culpa.
— Cumple tu promesa y despierta, porque yo ya lo estoy —murmuró y besó al chico en la comisura de los labios, utilizando su contacto físico para atraerlo de vuelta fuera de la pesadilla.
ϟ
Agatha se removió en la silla que se encontraba al lado de la camilla de James mientras este se encontraba inconsciente luego de los sedantes que Madame Pomfrey le había administrado. Las quemaduras sanarían con las pociones, pero tardarían horas y sería un proceso bastante tedioso y doloroso, por lo que era mejor si él no estaba consciente. Ella lo sabía más que nadie.
Sus ojos grises pasaron un segundo por el chico y apartó la vista con rapidez porque no quería terminar apreciándolo más de lo que debía. Sí, él le había ayudado en varias ocasiones y tendrían que mejorar su relación si querían vencer al Oastori, pero eso no significaba que siguiera siendo un maldito idiota.
No lo toleraba, apenas podía soportar su presencia en el mismo aula. Y estaba muy convencida de ello. Sin embargo, verlo inconsciente en la camilla luego de haber soportado un dolor que le correspondía a ella... le hacía pensar que tal vez había un lado de él que no había descubierto. Eso le aterraba porque se suponía que debía odiarlo, no compadecerse de él.
Sacudió su cabeza para alejar esos pensamientos al lado más profundo y oscuro de su mente para que no fuesen accesibles. Agatha Christina no pensaría mejor de James Potter. Nunca. Bueno, al menos mientras pudiera evitarlo.
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Agatha dio un último recorrido por la sala común antes de irse a los carruajes. Estaba lista para volver a la madriguera. Aún le ardía la quemadura del brazo, ya que no se la curó. Había estado más enfocada en que curaran las de James, puesto que eran más grandes y severas. Él había despertado unos minutos después de haberle dicho lo que le dijo al oído.
Todavía recordaba cómo después de salir de la enfermería y asegurarse que James estaba bien, vio a Dakota, a Minerva y a Madame Pomfrey con sus tacitas hechas por la metamorfomaga. Cada una tenía el nombre del "equipo" al que apoyaban en diferentes colores.
— Miren quién está aquí —se escuchó la chillona voz de Charlotte—. Qué bueno que no te has ido, te tengo una despedida.
Agatha divisó el gran cubo de agua que estaban por lanzarle y sonrió, agradeciéndole por primera vez a su P.P.O por los poderes que había adquirido.
Se concentró y justo cuando iban a empaparla, Agatha hizo que el cubo girara hacia el otro lado empapando a Charlotte. El maquillaje corría por sus mejillas y parecía un payaso muggle.
—No te metas conmigo, arroz. Puedo ser tu peor pesadilla —le dijo antes de salire irse.
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