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26| Insensible

—¿PERDÓN? ERES MI AMIGO, NO EL DE ELLA —protestó James cuando escuchó las palabras de su amigo.

Lysander tragó con fuerzas e intentó buscar una excusa convincente para justificar sus actos, pero no se le ocurría ninguna. La realidad era que sí creía que Agatha podía ser la vencedora de sus peleas, pues los actos de la chica siempre eran impredecibles. No obstante, sabía que decirle eso a James solo provocaría que se desatara la tercera guerra mágica y eso sería contraproducente. Ya estaban en un gran lío de todos modos.

—¿Disculpa? —habló Agatha antes de que pudieran intervenir y cruzó sus brazos—. No porque sea tu amigo quiere decir que no puede ser el mío también —replicó.

James rodó sus ojos con rabia y las palabras salieron de sus labios antes de que pudiera reprimirlas, fueron un pequeño vómito verbal que no pensó.

—Juro que nunca había conocido a alguien tan pretencioso, egocéntrico y narcisista en mi vida. No todo gira a tu alrededor, Agatha. Deja de querer apropiarte de todo como una sanguijuela.

En cuestión de segundos, sin poder predecirlo, un puño salió de la nada a la velocidad de una saeta de fuego y le pegó a James en el ojo que ya tenía hinchado. Un quejido se escapó de los labios de James, quien inmediatamente llevó sus manos a la zona afectada. La sorpresa de todos fue cuando se percataron de que el propietario del puño era Scorpius Malfoy.

—Te equivocas Potter, estás hablando de ti, no de ella —espetó el joven Malfoy sacudiendo su mano para aliviar la corriente de dolor que se extendió desde sus nudillos hasta su codo.

Ahora entendía por qué los magos no utilizaban los métodos muggles para pelear. ¡Era doloroso! ¿Cómo Agatha era capaz de andar pegándole a las personas sin que le doliese? En definitiva, tendría que crearle algún tipo de altar.

Al recuperarse del golpe, James se paró de la silla para devolverle el puñetazo a Scorpius, pero dos manos lo empujaron con fuerza, haciendo que retrocediera unos cuantos pasos. Agatha no iba a dejar que el maldito neandertal agrediera a su hermano.

—Lo tocas y te mueres —advirtió entre dientes.

James le dedicó una mirada envenenada.

—¿Sí? ¿Qué piensas hacerme, rubia?

Antes de que Agatha pudiera responderle, la voz de McGonagall hizo eco en el despacho.

—¡Suficiente! —Gritó McGonagall—. Nott, Moon, Potter pequeño, y los Scamender se pueden ir. No es una opción. Zabini, Russi, Potter, Malfoy y Smith se quedan. Esto es intolerable, cinco estudiantes peleando a lo muggle. ¡Me van a sacar canas verdes! —vociferó perdiendo la paciencia y señaló a la chica de cabellos rubios—. Especialmente tú, Agatha.

Agatha se mordió el labio con fuerza y se sentó con los brazos cruzados. Estaba enfadada, mejor dicho, furiosa. Sus dientes perforaron su labio, pero no le importó. Tenía que encontrar una forma de sacar de su sistema la rabia y, al parecer, esa fue la única que encontró.

—Es culpa de Smith —acusó James cuando los demás se marcharon.

Agatha resopló de manera audible.

—Oh, sí. Claro, lo es. Todo es mi maldita culpa —dijo de manera sarcástica—. ¿Acaso disfrutas echarle la culpa a otra persona? Al parecer sí. Amas ser el hijo del Elegido. Amas ser adorado y venerado por todos. Amas que todo sea mi maldita culpa. ¿Sabes qué? Púdrete en el infierno.

James se paró de la silla y la encaró.

—Mira quién habla. Me tienes harto de todas tus conductas. Solo eres una mocosa que busca la atención de todos, y no creas que me compadeceré de ti porque tienes un pasado jodido. No eres la niña buena que aparentas ser, veo a través de ti a la perfección. Eres un dementor de sentimientos, te apropias de todo lo bueno y lo dejas vacío.

—¡James! —Se escuchó la voz de Ginny en el despacho.

Agatha no se detuvo a preguntarse en qué momento había llegado la madre de James. Solo podía sentir sus palabras clavándose en su alma como puñales filosos que movían de lado a lado para expandir la herida. ¿Acaso él no podía ver lo mucho que sangraba su corazón con su pequeño discurso?

—¿De verdad piensas eso? —Preguntó Agatha ignorando a Ginny, su voz salió ligeramente ahogada, pero se recuperó con rapidez—. Tú no sabes nada.

—Yo...—lo interrumpió.

—No, Potter, yo te escuché. Ahora es momento de que me escuches tú a mí. Deberías de saber el porqué de las cosas antes de hablar. Estás tan concentrado en ti mismo que no te das cuenta de lo que ocurre a tu alrededor. Tal vez por eso tus mismos amigos te han dejado solo. ¿Sabes qué creo? Que te descargas conmigo porque el verdadero dementor de sentimientos eres tú. No eres bueno, Potter, y nunca lo serás. Es hora de que te des cuenta de eso.

Agatha sentía como su garganta quemaba. Él se había pasado. No tenía ningún derecho de haberle dicho eso.

—Yo...—La rubia lo interrumpió.

—Cállate la puta boca. —Le gritó. Se giró hacia McGonagall, ignorando que sus padres estaban allí—. Iré al Bosque Prohibido, limpiaré cualquier salón, trabajaré en la cocina si quieres, pero yo me largo de aquí ahora mismo. Si quieren que él siga con vida, les recomiendo que no intenten decirme que me quede.

—Agatha...—la voz de Ginny fue maternal y cariñosa cuando intentó tocarle el hombro, pero la muchacha se apartó como si el tacto le quemase.

—En serio, solo déjenme ir.

Dicho esto, caminó hasta la puerta y la abrió rápidamente, haciendo que Alex, Skylar, Lysander, Albus, Fred y Lorcan que estaban escuchando por la puerta, cayeran al piso. Agatha los ignoró del mismo modo que hizo caso omiso a las personas que acababan de llegar al despacho, y salió como alma que lleva el diablo. Caminó rápidamente a la Torre de Astronomía, evitando a los estudiantes que se encontrara en el camino.

Una vez estuvo en su destino, se sentó al borde de la torre y cerró los ojos. Estaba intentando reprimir sus ganas de llorar. Las palabras de James todavía hacían eco en su cabeza. «Eres un dementor de sentimientos, te apropias de todo lo bueno y lo dejas vacío». Apretó la mandíbula con fuerza y escondió su cabeza entre sus piernas.

Levantó su cabeza cuando escuchó a una lechuza ulular. El ave le entregó un sobre y salió volando antes de que pudiera reconocerla. Tomó el sobre y lo abrió cuidadosamente, sacando la carta. Con dedos temblorosos, se dispuso a leerla.

«¿Duele que te digan la verdad en tu cara?

Es cierto lo que dijo, absorbes todo lo bueno y lo dejas vacío.

Esa es tu maldición.

M.L.»

Guardó la carta con furia. Lo odiaba. Odiaba a Potter, odiaba los secretos, odiaba a M.L., odiaba a su Oastori, odiaba sus problemas. Quería irse del mundo y no volver nunca más. Quizá de esa forma todo desaparecería y su sufrimiento acabaría.

—¿Estás bien? Lo siento, estúpida pregunta.

Agatha se giró su cabeza y trató de forzar una sonrisa, pero esta le salió más como una mueca torcida. Lysander Scamander se sentó a su lado y la miró, permaneciendo en silencio mientras esperaba una respuesta de su parte.

—Estoy bien, Lysander —aseguró, relamiendo sus labios.

—James es un estúpido.

—Pensé que eras su amigo y no el mío —Agatha se burló lo que James había dicho anteriormente cuando estuvieron en el despacho.

Lysander sonrió un poco y ladeó la cabeza.

—Eso no quita que sea un estúpido —dijo, guiñándole un ojo—. ¿Sabes? Los ojos grises corresponden a personas que se controlan emocionalmente. Algo que haces mucho.

—¿Y eso viene por?

El muchacho encogió sus hombros.

—Aunque eso no quita que siga pensando que eres una rosa.

Agatha sonrió, esta vez fue una sonrisa verdadera. Una sonrisa que le salió espontáneamente, una sincera, pero al mismo tiempo tímida. Sí, Agatha Christina sonrió tímidamente. Y no, no se estaba cayendo el cielo ni surgiendo el comienzo del apocalipsis.

—Un día de estos harás que se me salgan los colores —murmuró la rubia mientras apoyaba su cabeza en el hombro del chico.

Lysander rio levemente y negó con la cabeza, mordiendo su labio inferior al sentir la cercanía de Agatha. Aprovechando el momento, rodeó sus hombros con un brazo.

—Esa es la idea.

Agatha admiró la vista que tenía frente a sus ojos. Estar en la torre más alta tenía sus ventajas. Ahora se sentía mucho más relajada y tranquila. Hablar con Lysander realmente le había ayudado. Aunque ahora tenía una duda.

—¿Qué pasó después que me fui del despacho? —Preguntó.

—No estoy seguro, me fui después de que Scorpius le diera otro puñetazo en el ojo a James y este le devolviera el golpe...—Agatha lo interrumpió.

—¿Golpeó a Scor? —Preguntó.

—¿Me estás escuchando? Acabo de decir que James le devolvió el golpe.

Agatha se paró y sacó su varita. En un dos por tres desapareció de la vista de Lysander. Ahora sí que estaba furiosa. Meterse con ella no era nada, pero meterse con su hermano y golpearlo era un caso aparte. Mientras buscaba a James se repetía: «No uses las maldiciones imperdonables, no uses las maldiciones imperdonables, no uses las maldiciones imperdonables».

Al final de un pasillo, lo vio junto a sus padres, quienes hablaban con Draco y Hermione. Obviamente utilizaban el pretexto de que Hermione estaba a cargo de Agatha para poder hablar todos juntos, además de utilizar a la pelea como otro medio. Se fijó del ojo, ya hinchado, de Potter y de la mejilla un poco amoratada de Scorpius. Eso la hizo enfurecer. ¡Le había hinchado la mejilla a su hermano!

«Recuerda el orden antes de que te quiten la varita. Expelliarmus, expulso, y el próximo que te salga del alma».

Justo cuando iba a conjurar el primer hechizo, sintió el dolor característico del ataque de un Oastori. No pudo evitar encorvarse del latigazo de dolor que golpeó su sistema. Dejó la varita caer al suelo y esta provocó un ruido sordo que llamó la atención de las personas al fondo del pasillo. La vista de Agatha se volvió borrosa y mordió el interior de su mejilla con tantas fuerzas que sintió el sabor metálico de la sangre en su boca.

Dakota apareció justamente cuando Agatha cayó sobre sus rodillas, su cuerpo convulsionando ligeramente con cada descarga de dolor que se disparaba por sus venas, abrasándola. Al verla, maldijo porque estaban en un pasillo donde cualquiera podría verlos y porque el ataque los había tomado desprevenidos. Rápidamente se arrodilló al lado de Agatha y miró a los demás.

—Tenemos que llevarla a mi despacho.

Sin pensarlo dos veces, Draco cargó a su hija estilo nupcial y siguió a Dakota hasta el despacho. Hermione, Harry, Ginny y James los seguían apresurados. La metamorfomaga abrió la puerta de su despacho y Draco depositó a su hija en un sofá que había.

—Duele, maldita sea. Duele —se quejó Agatha con voz ahogada.

—James me importa una mierda si estás enojado con ella, solo tú puedes ayudarla en estos momentos. —El muchacho hizo una mueca—. No hagas ese gesto, maldita sea. Si no lo haces, te juro por las pantaletas violetas de mi madrina, que te haré limpiar cada centímetro de mi salón todos los malditos días hasta que te gradúes —amenazó Dakota, su cabello cambiando a un rojo sangre con cada segundo que pasaba y él no se movía a ayudar a Agatha.

El chico asintió levemente y todos lo observaron, esperando a que hiciera algo.

—Olvidé lo que tenía que hacer —confesó cuando el pánico invadió su sistema.

—¿Estás jodiendo verdad? —lloriqueó Agatha.

Dolía como el infierno, le quemaba las entrañas y le ardía la piel. Sentía la quemazón abrasar sus venas mientras escalaba por su cuerpo hasta cubrirlo por completo con su manto doloroso. Solo quería arrancarse la piel para deshacerse de la terrible sensación.

—Concéntrate, enfócate en aminorar su dolor —le recordó Dakota.

James volvió a asentir e hizo lo que Dakota le pidió. Trataba de concentrarse, pero se le hacía imposible y maldijo por lo bajo.

—No puedo —susurró.

Agatha no pudo aguantar un fuerte gruñido de dolor y todo el despacho comenzó a temblar, sacudiéndose con fervor. Entre más Agatha se quejaba y sentía dolor, más temblaba. De momento, unas velas que Dakota tenía se encendieron y el fuego era constante y abrasador.

—James, trata de nuevo —insistió, en especial cuando vio que, inconscientemente, Agatha había llevado una de sus manos a su brazo y se encontraba arañando su piel con fuerzas—. ¡Detenla!

James agarró su mano para evitar que continuase haciéndose daño y se concentró en tratar de aminorar el dolor de Agatha, lo cual era una tarea difícil con la magnitud que estaba sintiendo. Era como si la torturaran con crucios, pero un poco diferente, más tortuoso. Lentamente, el suelo dejó de temblar y el fuego de las velas a desaparecer.

El dolor estaba disminuyendo.

Cuando James abrió los ojos, vio que no se encontraba en el despacho de Dakota, sino que ahora estaba en un bosque oscuro y tenebroso. Casi no podía ver a su alrededor, una densa niebla cubría el bosque impidiéndole que divisara algún detalle a más de dos metros.

Caminó sin saber adónde iba. Unos diez pasos después, pudo ver a Agatha tirada en el suelo con el uniforme de Hogwarts y a una mujer con un largo vestido negro, el cabello semirecogido. No pudo ver su rostro, pues había una oscuridad que no se lo permitía.

—¿Sabes por qué no eres amada? Porque las personas como tú y como yo no merecemos serlo. Solo somos un secreto, una escoria, somos un agujero negro arrastrando todo a la oscuridad. Fuimos rechazadas, apartadas de nuestras familias y despreciadas. —La mujer hablaba con un ligero acento que no pudo reconocer—. Esa fue, es y será siempre la maldición de nuestra familia.

Antes de que pudiera hacer algo, ambos volvieron al despacho y perdieron la consciencia.

Llevaron a ambos chicos a la enfermería donde los acostaron en las camillas. Dakota se acercó a Draco y a Hermione. Un deje de preocupación se notaba en el rostro de la metamorfomaga.

—Se supone que Agatha haría esto en el verano, pero ya el Oastori hizo su segundo ataque y vendrá otro antes de que pase un año desde el primero. Necesito que ambos busquen y averigüen todos los secretos de la familia Malfoy. Entre más pronto sepamos quien es el Oastori, sabremos cómo acabar con él —habló Dakota en un tono serio que pocas veces utilizaba.

Madame Pomfrey les indicó que debían marcharse porque James y Agatha debían descansar después del incidente. El ataque no solo afectaba a la chica, sino que a su guardián también y los había dejado físicamente exhaustos.

ϟ

Agatha abrió los ojos y sentía que todo el cuerpo le dolía debido al ataque del Oastori. Miró a su alrededor y vio que estaba en la enfermería y que su brazo derecho estaba vendado. Por un momento pensó que estaba completamente sola, pero vio a James sentado en la camilla de al lado.

—Despertaste —observó James.

—No, estoy inconsciente —replicó sarcásticamente.

Lo odiaba. Odiaba que le hubiese dicho lo que le dijo y odiaba que le hubiese afectado tanto.

—Lamento lo que dije antes, no tenía ningún derecho de decirte eso. Realmente no creo que seas una dementor de sentimientos. Creo que sientes más que todos aquí, más que yo y lo siento —se disculpó James, en sus ojos bailaba la vergüenza de sus actos y lo mucho que se arrepentía.

—Ah, ¿sí? ¿Quién te entiende? Primero me dices que soy una completa insensible que no tiene ni una pizca de bien y ahora dices que siento más que tú.

—Agatha...

La rubia hizo un gesto con la mano obligándolo a callarse.

—No digas nada. Tienes razón en lo de ahora. Siento más que tú por eso tengo mis límites en lo que debo y no debo decir para herir a los demás.

ϟ

Hermione y Draco aparecieron cerca de la Mansión Malfoy, caminaron hasta llegar a la puerta principal y se detuvieron frente a esta. La mansión se veía completamente vacía y no parecía que alguien estuviera allí. Draco tocó sus bolsillos y abrió los ojos como platos.

—Malfoy, ¿qué demonios sucede? —preguntó, un deje de preocupación adornando su rostro.

Draco dejó salir una pequeña risa nerviosa.

—Puede que las llaves se me hayan quedado dentro de la casa —dijo.

Hermione lo miró con cara de «Tienes que estar bromeando» y Draco sonrió inocentemente.

—Puedes abrirla con un «Alohomora» —sugirió la castaña.

—Oh, sí. Ese es otro problema. La mansión tiene un hechizo que hace que la puerta principal sea inmune a ese encantamiento —explicó Draco. Hermione suspiró. ¿Ahora cómo entrarían a la mansión? —. Pero la ventana de mi habitación siempre está abierta.

—Eso es en el segundo piso —adivinó Hermione.

—¿Cómo demonios lo sabes? ¿Me estás espiando? —Preguntó Draco divertido mientras alzaba una ceja.

Hermione rodó los ojos.

—Claro que no, Malfoy. Solo adiviné.

Él chaqueó su lengua con diversión.

—Probablemente sí lo haces porque sabes que duermo sin camisa y no te puedes resistir.

—¿Qué? No —soltó Hermione con rapidez.

—No lo niegues Granger, sabes que soy irresistible.

—Claro, señor Buenote —masculló con sarcasmo.

—Sabía que pensabas eso.

—Estás bromeando con lo de las llaves y la ventana, ¿verdad? —preguntó Hermione.

Draco suspiró pesadamente.

—Honestamente, no.
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«¡Feliz cumpleaños @EmmaMalfoy1901, mi hija sepsi, espero que la pases muy bien el día de hoy

Dejando la frase de mi antigua nota porque no se pueden olvidar los momentos en los que comenzó una amistad. Also, no me odien por andar desaparecida, en adición a los finales estoy trabajando y salgo exhausta. 😴 Pero pronto volveré más regular.

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