22| El regalo de navidad de M.L
DESPUÉS DE LO OCURRIDO EN LA PRIMERA CENA DE LOS CHICOS EN LA MANSIÓN, Draco decidió darle a sus padres el regalo de Navidad una semana antes de la fecha, el cual se trataba de un viaje. En un principio, Narcissa no quería pasar Navidad alejada de su nieto, siempre le gustaba ver su expresión cuando abría los regalos porque no tenía precio, pero al ver la mirada de Draco, entendió que lo mejor era aceptar el regalo e irse dos semanas y media a Escocia. En el fondo ella sabía que era mejor mantener a Lucius alejado hasta que el resto de los adolescentes se marcharan de la mansión.
— ¿Tenemos todo? —preguntó Alex colocando sus manos en sus caderas mientras miraba los dulces y bebidas que tenían. En su mente tachaba las chucherías de su lista.
Como esa víspera de Navidad, comúnmente conocida como la Noche Buena, los chicos habían acordado quedarse a dormir todos en una misma habitación, la de Agatha puesto que era ligeramente más espaciosa que las demás, para compartir entre ellos y conocerse más. Trajeron todo tipo de chucherías para comer durante la noche.
Luego de estar bromeando y hablando un rato, se aburrieron de hacer lo mismo. Apenas eran las doce de la noche y no querían irse a dormir tan temprano.
— ¿Qué hacemos ahora? —cuestionó Skylar, tirándose en la alfombra del suelo y miró el techo, llevando una golosina a sus labios.
— ¿Jugamos a las veinte preguntas? —sugirió Alex.
— ¿Sabes que somos cinco, eso serían cien preguntas? Mi trasero va a escuchar cien preguntas —dijo Agatha, resoplando.
Era cierto. Serían demasiadas preguntas y no tendrían tanta imaginación para hacerlas sin repetirlas. Solo se tornaría aburrido, en especial cuando Alex, Dylan y Scorpius habían crecido toda su vida juntos. Se conocían demasiado bien.
— Como Skylar y Agatha son las nuevas, nosotros tres hacemos diez preguntas para cada una —propuso Dylan.
Todos apoyaron la propuesta del moreno y se acostaron en el suelo. Agatha abrió otro paquete de Grageas de Todos los Sabores y los otros comían ranas de chocolate, entre otras golosinas.
— ¿A quién primero? —quiso saber Skylar. Todos la miraron como si la respuesta fuese obvia—. Está bien. Hagan sus preguntas.
Luego de diez minutos resultó que el instrumento favorito de Skylar era el piano, su color favorito el azul, su número favorito el quince, su día favorito el viernes y que prefería el campo a la ciudad. En un aspecto más personal, se toparon con la verdad de que Sky nunca conoció a su verdadero padre, que fue educada en casa antes de entrar a Hogwarts. Entre otros detalles estaba que su cumpleaños era en marzo cuatro y que era hija única.
— Tu turno Agatha —anunció Scorpius—. ¿Instrumento favorito?
La interrogada encogió sus hombros.
— Guitarra, Jack me enseñó a tocarla cuando me adoptó —respondió con simpleza, aunque la realidad fuese que era un tema sensible.
— ¿A qué edad te adoptaron? —preguntó Skylar con el ceño fruncido, ya que sonaba a que Agatha era una niña capaz y bastante formada cuando la adoptaron.
— A los diez.
Era el comienzo de los años difíciles por los cambios. Había sido una suerte que Jack y Susan la eligieran a ella cuando estaba bastante grande y con algunas mañas que no sería capaz de cambiar, pero ellos no buscaban cambiarla, sino darle amor y cariño. Como no podían tener hijos, decidieron que solo tenían amor para dar y fue cuando tomaron la elección de adoptar. Y de esa manera fue como llegaron a la vida de Agatha. Esa niña de extraordinaria cabellera rubia y ojos traviesos. Capturó su atención desde el primer instante en el que visitaron el orfanato.
— ¿Es cierto que puedes ver a los Thestral? —preguntó Dylan en un tono bajo, como si tuviese miedo de su reacción.
Agatha suspiró y asintió con la cabeza, confirmando los rumores que estaban corriendo en Hogwarts sobre ella. Claro, Charlotte no tenía ni la menor idea de la verdad cuando inventó ese rumor.
— ¿A quién viste morir? —intervino Alex con el ceño fruncido.
Agatha se pasó una mano por el pelo y se mordió el labio al recordar lo que había pasado. Tuvo que cerrar sus ojos con fuerzas para evitar que sus sentimientos tomaran el control de su cuerpo. Tenía que permanecer serena y fuerte. Podía hacerlo. Sabía que era un tema doloroso, una herida que todavía no había sanado y que no sabía si llegara a curar del todo.
— Mis padres adoptivos —susurró su respuesta, jugueteando con sus dedos antes de apretar sus labios en una fina línea.
El silencio se apoderó de la habitación y ninguno de los chicos sabía cómo reaccionar ante la contestación que Agatha les había otorgado. Fue una información fuerte y difícil de procesar.
— ¡Caramba! Miren la hora, deberíamos irnos a dormir —se apresuró en decir Scorpius para que captaran que terminaran con las preguntas.
Los demás asintieron y se acomodaron para disponerse a dormir. No habían pasado diez minutos cuando ya estaban descansando en los brazos de Morfeo. Habían tenido un día largo y exhaustivo. Lo único bueno era que cuando se despertaran sería Navidad.
ϟ
— ¿Le dibujamos un bigote? —escuchó la voz de Skylar a lo lejos. Demasiado lejos para ser verdad, pero como quiera se forzó a sí misma a despertarse, aunque sus párpados quisieran lo contrario.
Con pereza, Agatha abrió los ojos y, cuando se acostumbró a la luz, pudo notar que todos sus amigos la rodeaban. Frunció el ceño. ¿Qué demonios? ¿Le habrían dibujado un bigote de verdad?
— Al fin te despiertas. Ya todos están abajo y te estábamos esperando —habló Dylan con una sonrisa divertida.
— Duermes como un tronco, ¿lo sabes? —dijo Scorpius—. Podría pasar un ciclón y ni cuenta te darías.
Agatha resopló y se levantó de mala gana, desapareciendo en el baño durante unos minutos. Cuando salió, tenía la cara un poco más refrescada, aunque continuara viéndose adormilada. Sintió la mirada de sus amigos seguir sus pasos mientras caminaba por la habitación para comenzar a arreglarse.
— ¿Qué? —cuestionó, elevando sus cejas para hacer énfasis en su pregunta. Sus amigos negaron al mismo tiempo de forma sincronizada, casi aterradora, pero prefirió ignorarlos—. Por cierto, si no quieren que les haga un striptease les recomiendo que se salgan.
— No te atreverías —dijo Dylan, bufando un poco con escarnio.
Agatha tomó eso como un pequeño reto. ¿Acaso él pensaba que ella no se atrevería a quitarse la ropa frente a ellos? Ella no conocía el pudor precisamente. Además, al tener ropa interior sería como si la vieran en traje de baño, no era como si fueran a ver completamente desnuda, pero sí suficiente de su piel que no habían visto antes —con la clara excepción de Alex y Sky, quienes compartían habitación juntas—.
— ¿Seguro? —lo desafió con la mirada. Tomó el borde de su camisa y empezó a subirla lentamente, evaluando la reacción de sus amigos. Estos no se inmutaron, pensando que ella realmente no iba a seguir subiendo la tela, pero cuando esta comenzó a revelar la piel de su abdomen, la detuvieron.
— ¡Está bien! Te creo, nos largamos.
Agatha soltó una carcajada cuando todos salieron casi corriendo de la habitación. Negó con la cabeza y se dispuso a cambiarse de ropa ahora con gran comodidad. Se puso unos pantalones negros ajustados, una camisa blanca suelta y las botas blancas de suela negra que tanto amaba. El cabello se lo dejó suelto y apenas se pasó un cepillo para deshacerse de cualquier nudo que se hubiera formado mientras dormía.
Cuando estuvo lista, se dispuso a bajar las escaleras y se encontró, no solo con la familia Malfoy, sino que también estaban los Nott y los Zabini. Parecía que las tres familias acostumbraban a compartir el día de Navidad juntos, parecían cómodo con ello. Theo, Blaise, Pansy y Daphne voltearon a ver la chica con el ceño fruncido. Juraban que durante un segundo, se les había parecido a alguien, pero no podían conectar exactamente a quién. Tal vez era a Draco por el cabello rubio platinado y ojos grises como el mercurio fundido. No, era a alguien más. Pero ¿quién?
— Agatha, ellos son Pansy y Blaise Zabini —los presentó Draco, señalando a los padres de Dylan—, y ellos son Theo y Daphne Nott. Chicos, ella es Agatha, la amiga de Scorpius.
La chica apenas agitó sus dedos en el aire en un gesto de saludo. A pesar de que Daphne y Pansy la miraron con cierto deje de desconfianza, seguramente por las cosas que Astoria les había dicho de la adolescente, Blaise y Theo seguían teniendo una mirada amable y divertida.
— Ah, tú fuiste la que le partió la nariz a mi hijo de un puñetazo —comentó Theodore Nott, entablando una pequeña conversación.
— Agradezco el apoyo —masculló la voz de Jackson.
— Creo que tendrás que ser más preciso con tus palabras. Hay varios chicos a los que les he roto la nariz de un puñetazo —dijo ella, sus labios curvándose en una sonrisa llena de soberbia.
«Solo falta que la arroz de Charlotte esté aquí», pensó Agatha sin poder evitar que su mente fuese a ese punto.
Efectivamente, la chica Zabini también estaba presente en la mansión Malfoy porque tan solo giró la cabeza y pudo verla sentada en el sofá de la sala de estar. Tenía más parecido a su madre en sus rasgos físicos que a su madre, sin embargo, sus formas de vestirse eran bastante distintas. Mientras que Charlotte se vestía con escotes pronunciados, camisas cortas, y demás prendas de ropa demasiado ajustadas, Pansy utilizaba atuendos que la hacían ver elegante y aristocrática.
Pese a que Blaise y Theo la miraban con amabilidad y le hablaban con cercanía, no pudieron evitar comenzar a observarla con el ceño fruncido mientras la escudriñaban. No sabían si estaban alucinando o lo que pensaban era cierto. Probablemente era la primera, aunque con Draco nunca se sabía. Siempre fue una pequeña caja de sorpresas.
— Draco, acompáñanos a la cocina —pidió Theo saliendo de la sala de estar casi corriendo siendo seguido por Blaise.
Draco hundió el entrecejo confundido con el comportamiento de sus amigos, pero los siguió, dejando su copa en la mesita de estar. Cuando llegaron a la cocina, Blaise miró a Draco alzando una ceja mientras que Theo cruzó sus brazos de modo acusador.
— ¿Qué?
— Podrías explicarnos, ¿por qué demonios esa niña se parece a ti? —exigió saber Theo.
Malfoy abrió su boca para responder, pero fue otra voz la que se escuchó en la cocina.
— Trinky, ¿podrías...? Ay merde —susurró Agatha cuando se dio cuenta de que parecía una intervención de amigos—. Y-Yo me voy —tartamudeó, señalando la puerta con su pulgar.
Comenzó a retroceder cuando un 'plop' se escuchó en la cocina.
— ¿Me llamó señorita?
Agatha miró a Draco, él miró a Blaise, el moreno miró a Theo, este miró a Draco, y Trinky miraba a la muchacha. El elfo, al ver que nadie le hacía caso, se marchó con la esperanza de que lo volvieran a llamar. Después de todo, no quería ser imprudente.
— ¿Por qué ustedes se parecen tanto? —preguntó Blaise, señalándolos mutuamente.
— Coincidencia —respondieron al unísono.
Blaise y Theo se miraron entre sí antes de estallar a carcajadas. Agatha frunció el ceño y se cruzó de brazos, lo que provocó que los dos amigos dejaran de reír de golpe al realizar con quién era el parecido.
— Joder —susurró Blaise con incredulidad—. Se parece a... Draco, ¿te liaste con Granger? —la pregunta resonó en las paredes de la cocina.
Theo se pegó en la frente con la palma de su mano. ¿Acaso su amigo era idiota?
— ¿Qué edad tienes? —le preguntó Theo a Agatha.
La chica se sorprendió de la pregunta. ¿Qué quería que le trajera un certificado de nacimiento?
— ¿Ahora me vas a hacer un interrogatorio?
— Draco, no necesitas prueba de paternidad. Nada más con esa respuesta no hay dudas de que es tu... —Agatha interrumpió a Blaise antes de que este pudiera revelarle la verdad a todo el mundo mágico con su boca.
— Si quieres usa un maldito sonorus.
— Eres la versión femenina de tu padre con el carácter de tu madre —observó Theo—. ¿Cuándo pensabas decirnos que te habías liado con...la rata?
— No pensaba hacerlo, al menos no por ahora.
— ¿Realmente me acabas de llamar a mi madre «rata»? —increpó Agatha, cruzando sus brazos y elevando su mentón con molestia.
Theo elevó sus manos en señal de paz.
— Era un apodo de la escuela, lo juro —se defendió.
La chica lo miró con los ojos entrecerrados.
— No te creo.
— Es cierto. Le decían Rata de Biblioteca —explicó Blaise—. Puede que suene ofensivo, pero es mejor eso que utilizar su verdadero nombre.
Agatha los miró con desconfianza, pero aceptó. Era importante mantener su identidad en secreto.
— ¿Quiénes más saben sobre esto? —interrogó Theo.
— Merlin, no cabe duda de que Alex es igual a ti —murmuró Agatha.
— Déjame adivinar, ¿hay una segunda generación del Trío de Plata?
— ¿Del qué? —preguntó la muchacha.
— Trío de Plata. Como Potter, Granger y la Comadreja eran el Trío de Oro, nosotros tres nos pusimos el Trío de Plata —le dejó saber Blaise.
Agatha lo pensó un segundo y después se encogió de hombros como diciendo «no lo sé». ¿Lo eran? Bueno, Agatha era como Draco en muchos sentidos —problemáticos, los líderes, el miembro que destacaba entre los tres—, Alex era como Theo —perfeccionista, la perfecta conciencia del grupo, la responsable— y Skylar era como Blaise —bromistas, especiales a la hora de tener un humor negro y excéntricos—. Versiones mejoradas, claro estaba.
— Se puede decir que sí —respondió luego de un par de segundos pensándolo—. Alex es como la conciencia del grupo, Skylar es un poco como ese bocón —señaló a Blaise, quien llevó una mano a su pecho estando ofendido—, y yo...—Los tres la interrumpieron.
— La problemática.
Agatha los miró boquiabierta. Ella no era problemática. Bueno, tal vez. Solo un poquito problemática. ¿A quién engañaba? Ni ella misma se creía eso. No por nada era la señorita problemas, estos la seguían como si fuese la única fuente de poder.
— Somos versiones mejoradas, por ende más importantes, sociables, hermosas...
— Más narcisistas —concluyeron al unísono.
Agatha resopló.
ϟ
Alex se puso de pie para entregar los regalos que había comprado para sus amigos. Tomó cuatro paquetes y se los entregó a cada uno, una sonrisa en su rostro demostraba que había elegido el regalo con expectación de que les gustaría.
— Es lo mismo para todos.
Agatha abrió el paquete y vio un libro muggle con el título «Fugitivos». Lo cogió entre sus manos sintiendo el peso de más de trescientas páginas, una portada de carpeta dura y colores oscuros donde resaltaba una pistola envuelta en unas esposas. Sintiendo que la portada le llamaba la atención, volteó el libro para poder leer la sinopsis ubicada en la contraportada. Sin más preámbulos, comenzó a leer.
«Él es un reconocido ladrón buscado en gran parte del mundo. Tiene un gran imperio, ayudantes y guardaespaldas. Puede tener todo lo que quiere, con la excepción de las piezas más caras y sofisticadas. ¿Por qué? Porque siempre está esa persona que llega antes que él en los robos.
Ella es una ladrona buscada por todo el mundo. Es inteligente, astuta, audaz y hace los robos más sofisticados del mundo. Nadie ha tenido las pruebas suficientes para encarcelarla. ¿Por qué? Siempre deja pistas falsas y terminan atrapando a la persona equivocada.
¿Cuál es la diferencia entre estos dos fugitivos?
Sean Anderson trabaja con su equipo de maleantes y mafiosos.
Katherine Moore trabaja completamente sola. Para su pensar, es mejor estar sola que mal acompañada.
¿Qué sucede cuando estos dos tienen que trabajar en conjunto para poder robar las veinte pinturas más famosas de todos los tiempos?
¿Lograrán robarlas todas sin ser atrapados por Tim Ravenscroft, el mejor agente del servicio secreto?»
Tenía que admitir que le llamaba la atención la sinopsis, por lo que se aseguraría de leerlo pronto. Le había intrigado lo suficiente. Además de que siempre le gustaron los libros de crimen.
— Gracias, Alex —agradecieron con una sonrisa.
La siguiente en ponerse de pie fue Skylar, quien cogió cuatro cajitas y se las entregó a sus amigos. Todos las abrieron y sacaron un guardapelo, el cual tenía dentro una foto de todos ellos y Albus, riendo cerca del lago.
Los cuatro se acercaron a la pelirroja, la abrazaron y le dieron las gracias.
El siguiente fue Scorpius el cual les regaló unas muñequeras. Todas tenían un nombre distinto. La de Dylan decía «El Deportista». La de Skylar decía «La bromista». La de Alex decía «La Conciencia». Y la de Agatha decía: «La Problemática».
— ¿Era necesario? —preguntó Agatha, mirándolo sin poder creerlo que hasta las muñequeras la tacharan de problemática.
— Sí —respondió Scorpius—. La de Albus, que ya se la envié, dice «El tímido» y la mía —elevó su mano donde se veía que decía «El inseguro»—. Cada una fue hecha de acuerdo con sus personalidades y características, por lo que yo no tengo la culpa de lo que diga.
El siguiente fue Dylan que les regaló un reloj de bolsillo en forma de Snitch Dorada.
— ¿Soy yo o esto es una pequeña indirecta para que Alex deje de preguntar qué hora es? —preguntó Skylar, una sonrisa divertida en sus labios.
Todos soltaron una carcajada, excepto Alex que los miraba con el ceño fruncido.
— No son graciosos.
La última, pero no menos importante, fue Agatha quien les entregó su regalo y esperó a que los abrieran. Se trataba de un llavero con el logo de Slytherin y las iniciales de cada uno en la parte de atrás.
— Hacía falta Albus —comentó Scorpius—. Pensaba que vendría para el intercambio de regalos.
— Sí, fue una pena que no pudo venir —dijo Alex con un pequeño puchero.
— Queda un regalo —observó Dylan cogiendo la pequeña caja en sus manos, sus ojos leyeron el nombre de la persona a quien estaba dirigido—. Es para ti, Agatha. No dice de quien es.
La chica frunció el ceño y tomó la caja en sus manos, pensando que quizá se trataba de un regalo de su padre. Con cuidado abrió la caja y vio una nota escrita con una caligrafía elegante y fácil de leer. No era de su padre, este tenía una letra un tanto puntiaguda y aguda, mientras que esta era suave, sutil y redonda. Le pertenecía a M.L.
«Vaya, vaya.
Ya estás usurpando la familia Malfoy.
¿Qué será lo próximo? ¿Irte a vivir con ellos?
Esperaba más de ti, preciosa.
M.L.»
Abrió los ojos cuando vio que dentro de la caja estaba un anillo con el escudo de la familia Malfoy. ¿A qué demonios estaba jugando M.L.? Rápidamente cerró la caja y forzó una sonrisa.
— ¿De quién era? —preguntó Alex.
— Nadie, una broma al parecer —mintió sin dejar su sonrisa caer.
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— No sé quién demonios es, pero ya se está pasando —habló Agatha con rapidez, la furia marcada en sus palabras—. Cualquiera de ellos pudo ver el contenido de la caja.
Draco miró a su hija caminar de lado a lado en el interior del despacho, sintiendo su frustración.
— Lo sé, Agatha, lo sé —habló Draco, tratando de calmar a su hija, aunque él estaba igual o peor que ella—. Por cierto, esto es para ti —habló, dejando una caja de terciopelo negra sobre el escritorio.
Ella dejó de caminar y se encaminó al escritorio, sus dedos abriendo la caja con confianza. En el interior sus ojos encontraron un dije de la inicial de su nombre con una serpiente enroscada en ella. Una sonrisa sincera se formó en su rostro.
— ¿Me lo pones? —preguntó.
Draco asintió con rapidez y se paró de su asiento para agarrar el dije en sus manos. Agatha se levantó el pelo para que él pudiera ponerle la pieza de joyería alrededor de su cuello. En su piel sintió el frío de la plata cuando se acomodó y llevó sus dedos a la cadena.
— De nada —susurró Draco al percatarse de la mirada agradecida de su hija.
Escucharon que alguien tocó la puerta y entró captando la atención ambos. Cuando vieron que se trataba de Theo se relajaron.
— Draco, ya llegó.
— ¿Quién llegó? —se interesó Agatha con el ceño fruncido al percatarse de la mirada fastidiada de su padre.
— El hijo de la prima de Astoria.
— ¿El quién de quién? —cuestionó.
— El...
— Tranquilo, te escuché la primera vez —dijo Agatha, interrumpiéndolo.
Draco negó con la cabeza y salieron los tres del despacho. Caminaron por el pasillo hasta llegar a la sala de estar donde estaba el «hijo de la prima de Astoria». Cuando los ojos de Agatha se fijaron en él, no pudo evitar que sus cejas se elevaran. Frente a ella estaba un chico de unos diecisiete años, alto —le sacaba al menos una cabeza—, de cabello castaño oscuro que caía sobre sus hombros, ojos marrones y mirada coqueta.
«¡Merlín, juro que me dio calor en invierno!»
El chico miró a Agatha de pies a cabeza, cosa que a la chica no le gustó en lo absoluto. En especial cuando la mirada del chico estuvo más tiempo de lo debido en su pecho.
— Eh, tú —chasqueó sus dedos para llamar su atención—, mi cara está aquí —señaló su rostro—, no más abajo.
El muchacho soltó una ronca carcajada.
«Devlin, merde, mierda, scheiße»
— Un placer señorita...—la miró esperando a que ella dijera su apellido.
— Smith. Agatha Smith —dijo, notando que a Draco que miró a otra parte cuando ella dijo su apellido. De todas formas, legalmente ese era su verdadero nombre.
Le tendió la mano para que él se la estrechara, pero él la tomó, la hizo girar y depositó un beso en el dorso de esta.
— Marcus Lexington —se presentó el muchacho.
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