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21| Cena con los Malfoy

           

AGATHA, ALBUS, ALEX, DYLAN, SKYLAR Y SCORPIUS estaban sentados en el mismo compartimiento del Expreso de Hogwarts mientras charlaban animadamente sobre sus planes de navidad. Tal y como habían planificado la alocada noche del baile, pasarían sus vacaciones en la mansión Malfoy, con la excepción de Albus, quien intentaría hacer una pequeña aparición furtiva para el intercambio de regalos que tendrían en la tarde del veinticinco de diciembre.

Recapitulando en lo sucedido en el baile, el cual afortunadamente no los metió en más problemas, fue sumamente divertido para ellos. Después de que Nicoletta y Charlotte armaran una escena, Agatha se aseguró de hundir la cabeza de la menor de los Zabini en el ponche. Nadie volvió a tomar en el baile luego de que el color rojizo de la bebida adquiriera distintas tonalidades gracias a la gran cantidad de maquillaje que Charlotte utilizaba.

Luego del baile, obtuvieron sus resultados de los exámenes de fin de semestre y después llegó la hora de las vacaciones. A Agatha le costó bastante que su madre la dejara pasar las navidades en casa de su padre, pero al final aceptó. Sabía que era lo justo. Tendrían que aprender a dividir su tiempo con ella.

También, las cosas con James Sirius Potter habían vuelto a lo mismo. Se veían, discutían, se insultaban, se enojaban y se iban con ganas de lanzarse un Avada Kedavra. Ya se había convertido en una rutina. Su pequeña tregua terminó en el momento en el que el baile acabó. Solo mantuvieron una apariencia, se dieron el gusto de impactar a las personas, y luego volvieron a sus habituales comportamientos, como era de esperarse.

— ¿Estás bien? —le preguntó Scorpius a Agatha al notar que esta estaba abstraída.

Frunció el ceño, ladeando su cabeza con confusión.

— Estoy bien, solo pensaba.

Scorpius asintió con la cabeza y no profundizó en el tema, sino que en lugar de ello, sus ojos se enfocaron en su prima.

Alex y Dylan todavía no sabían si eran novios o amigos con privilegios. No se decidían, lo cual le resultaba muy frustrante para todos los que ya estaban desesperados de que acabaran con su juego. Era extraño e incómodo verlos coquetear descaradamente, celarse y besarse, pero sin cambiar su estatus de 'solo amigos'. Al final, todos sabían que debían estar juntos. Era lo esperado.

A un lado de ellos dos, Skylar se encontraba más extraña de lo normal. Los pasados días había estado más decaída, misteriosa y reservada. Una vez Agatha la encontró llorando, pero no le quiso decir por qué simplemente le dijo que era complicado. Eso le preocupaba porque Skylar se veía una chica alegre, pero realmente era alguien que tenía problemas que la agobiaban. Problemas que una chica de trece años no debería tener.

Scorpius, ¿qué se podía decir de él? Estaba realmente ilusionado con Rose y ella con él. Eran sus primeros amores, pero a Agatha le resultaba confuso ser la cuñada de su hermano y la de su hermana al mismo tiempo. Se veían felices, aunque sus padres no lo sabían. Eran su propio pequeño secreto y lo disfrutaban así. Sin embargo, estaba claro que cuando Ron Weasley lo supiera, se iba formar la Tercera Guerra Mágica, de eso no les cabía duda alguna.

Por su parte, Albus Severus todavía no había querido decirle a Skylar sus sentimientos. Alex y ella habían estado tratando de que hablara con Sky sobre eso, pero no había querido. Decía que tenía miedo y que no estaba preparado para tener esa conversación con ella. Se notaba que era un Potter porque todos sean igual de cabeciduros cuando del tema del amor se trataba.

— Ya estamos llegando —la voz de Alex resonó en las paredes del compartimiento y todos se prepararon mentalmente para la llegada al Londres muggle.

Cuando llegaron a King's Cross, buscaron su equipaje y bajaron del tren, la expectación creciendo en sus vientres al saber que serían las primeras vacaciones que pasarían juntos. Albus se despidió de sus amigos con un gesto y se marchó para encontrarse con su familia.

Agatha vio a su madre a lo lejos y no pudo evitar sentir una punzada en el estómago cuando Rose y Hugo la abrazaron con alegría. Ella no podría hacer eso sin que la miraran raro, porque a los ojos de todos, Agatha, era solo una chica a la que Hermione estaba ayudando. Si tan solo supieran la verdad.

Se giró y vio cómo Scorpius abrazaba a sus padres al recibirlo, y volvió a sentir esa punzada en el estómago. Un nudo se formó en su garganta. ¿Algún día ella podría saludar a sus padres de esa manera? ¿Podría salir con sus padres sin que las personas comentaran? ¿Podría salir con sus padres sin ser un secreto?

— ¿Estás bien? —preguntó Skylar.

— Sí —respondió sin dar explicaciones o abundar en su contestación. En lugar, forzó una sonrisa sin mostrar los dientes.

La pelirroja la abrazó con fuerza.

— Yo sé que no lo estás, pero pretendamos que me lo creo.

Esas fueron las mismas palabras que ella le había dicho a Skylar cuando la vio llorando y decía que estaba bien.

— Gracias, Sky —agradeció en un susurro apenas audible.

Sky encogió sus hombros como si no fuese nada. Después de todo, para eso estaban las amigas, ¿no?

— ¿Nos vamos? —preguntó Draco.

ϟ

— ­ ¡Auch! Mierda, me estás aplastando el bracito, Skylar —se quejó Dylan, sobándose el área afectada cuando se liberó del peso sobre su extremidad.

— ¡Ay, carambolas voy a terminar con escoliosis! —exclamó Agatha y todos la miraron raro—. Una enfermedad muggle —rodó sus ojos.

— Tu trasero pesa, Agatha —le informó Alex a la rubia, intentando removerse en el asiento para aliviar la sensación de hormigueo en sus piernas. Las tenía dormidas por la falta de movimiento y, probablemente, de circulación también.

— Chicos, creo que Scorpius ya no respira —Skylar llamó la atención de todos en el auto.

Verán, iban a ir a la Mansión Malfoy en el carro muggle que tenía Draco. ¿El problema? Era demasiado pequeño e iban como salchichas en latas. Draco iba de piloto, Astoria de copiloto y en los asientos traseros estaba Dylan sentado entre Skylar, quien le aplastaba el brazo, y Alex que tenía a Agatha en la falda y Scorpius...Scorpius estaba con la cara pegada al cristal.

— Tío Draco, baja la ventana así Scorpius puede respirar.

— ¡Voldy, va a bajar la maldita ventana con el frío que está haciendo! —expresó Agatha, negándose a sentir su cuerpo entumecido por el clima de invierno.

Astoria estaba que se moría de un infarto con los amigos de su hijo. Juntos eran un peligro para la sociedad. No estaba completamente segura de que podría sobrevivir a ese viaje con esos demonios que su hijo tenía por amigos. En especial la chica rubia que no paraba de hacer comentarios sin pizca de filtro verbal.

— Agatha, tú pesas más que Hagrid —gimoteó Alex.

Agatha giró su cabeza para verla, estando escandalizada por las palabras de su amiga.

— ¿Estás diciendo que estoy gorda, maldita?

— Yo no dije eso —se defendió.

— Lo insinuaste —acusó, entrecerrando sus ojos grises.

— Es cierto, Alex —coincidió Sky.

Bef Bcierftof.

Todos voltearon hacia Scorpius cuando escucharon las palabras incomprensibles que salieron de sus labios, los cuales seguían pegados al cristal.

— ¿Qué?

— No entendí ni madres de lo que dijiste —dijo Agatha.

— Creo que dijo que es cierto. ¿Fue eso? —Preguntó Alex.

Scorpius asintió. Todos miraron a la castaña sorprendidos. ¿Cómo demonios lo habían entendido? ¿Acaso se comunicaban telepáticamente?

— ¿Cómo supiste qué dijo? —quiso saber Dylan.

Alex sonrió con simpleza.

— Fácil, así habla Agatha cuando come —encogió sus hombros.

Agatha abrió la boca indignada y le dio un puñetazo en el muslo a Alex. Esta se quejó.

— Yo no hablo así cuando cómo. Mentirosa.

Astoria, quien venía contando mentalmente para tranquilizarse, soltó un pequeño grito agudo, el cual solo podía ser comparado con el de una Banshee. Draco frenó de golpe, haciendo que Agatha cayera de la falda de Alex y quedara estancada entre los asientos.

— ¡Me están volviendo loca! ¡Estar con ustedes es como estar en el infierno! —gritó y se bajó del auto, estando completamente fuera de sí.

— Simpática tu madre Scorpius —aseguró Agatha sarcásticamente.

Entre Dylan y Alex ayudaron a Agatha e hicieron que volviera a estar sentada en el regazo de su amiga. Entonces cayeron en cuenta de un pequeño detalle.

— ¡El asiento del copiloto está vacío! —realizaron al unísono, con excepción de Draco.

Agatha se tiró al asiento en un dos por tres y sin querer le dio una patada en el ojo a su padre.

— ¡Auch! ¡No puedo ver, no puedo ver! ¡Esto duele! —Gritó Draco casi llorando. Al tapar su visión, comenzó a conducir peor que una persona en alto estado de ebriedad, zigzagueando por la calle sin cuidado alguno. Parecía casi un auto de payasos suicidas.

Todos se empezaron a reír. No todos los días se veía a un hombre adulto y serio gritando porque le dieron una patadita en el ojo.

— ¡Miren ese señor vende nubes de colores! —dijo Skylar señalando a un señor que estaba vendiendo algodones de azúcar.

Todos la miraron con cara de «¿qué demonios Sky?». La pobre estaba tan emocionada por eso, que Draco —cuando se recuperó de casi haber terminado tuerto— bajó la ventana del carro y empezó a gritarle al señor: «Clodomiro», «Rutanelfo», «Seledonio». Hasta que el tipo vino, le dio con un periódico en la cabeza a Draco, le gritó: «Váyase a la mierda, tarado» y salió corriendo.

— ¡Ahora sí que lo mato! —habló Draco entre dientes, desabrochándose el cinturón de seguridad.

Salió corriendo del carro con la varita en la mano, persiguiendo al vendedor de algodones. Los demás salieron corriendo detrás de Draco tratando de que no la armara con un muggle. Cuando lo alcanzaron, Draco le apuntaba fijamente con la varita al muggle. Agatha fue la primera en actuar.

— Señor, disculpe a mi padre, no se tomó sus pastillas hoy y está algo desorientado.

— Personas como él pertenecen al manicomio —soltó el hombre.

La rubia fingió estar al borde de las lágrimas.

— Ay, señor, por favor no diga eso. Apenas lo acabamos de sacar de su última recaída. Usted no entiende lo difícil que ha sido. Solo queríamos pasar una navidad en familia, él vio sus algodones, se emocionó demasiado y usted...—sollozó, ocultando su rostro entre sus manos.

El señor cambió su expresión ante la actuación de la adolescente. Era demasiado creíble, incluso le había conmovido.

— Señorita, acepte mis más sinceras disculpas. Es más, tome su algodón. ¿Cuál color prefieres?

Agatha secó las lágrimas de sus mejillas y se acercó a Draco, colocando su mano en su hombro.

— Papá, ¿qué color de algodón de azúcar prefieres? —le preguntó con dulzura fingida.

Draco lució aturdido durante unos segundos, pero captó la indirecta de que tenía que continuar con la farsa.

— Azul. El azul es bonito.

— Azul será —habló el vendedor, dándole su algodón de azúcar, y continuó su camino en la calle.

Tan pronto estuvo lo suficientemente lejos, Agatha no aguantó más la risa y estalló en carcajadas. Caminaron de vuelta al carro y siguieron su camino.

— Eso fue jod-...—Scorpius se interrumpió a sí mismo y aclaró su garganta, intentando de mantener su compostura—, digo, tremendamente asombroso.

— Draco, dale el algodón a Skylar —ordenó Agatha, abrochándose el cinturón de seguridad en el asiento del copiloto. Tenía que tener precauciones ahora que sabía que su padre era un completo peligro al volante.

— P-Pero es azul —hizo un puchero. Ella le dedicó una mirada severa—. Bien —resopló, dándole el algodón de azúcar a la pelirroja. Lo aceptó gustosa.

El resto del camino fue más tranquilo. Bueno, lo más tranquilo que se puede tener cuando están todos ellos juntos. Draco iba tan enojado que cuando empezó a llover no hizo mucho caso de los baches y mojó a un par de muggles que iban caminando por la calle. Cuando llegaron a la Mansión Malfoy todavía se escuchaban las risas de los chicos.

Entraron a la mansión y Scorpius los guio a sus respectivas habitaciones. Todas quedaban una al lado de la otra, con la excepción de la de Agatha y la de Scorpius, y no tenían que compartir, ya que la mansión era lo suficientemente grande para que todos estuvieran allí sin problemas. La habitación de Agatha quedaba justo al lado de la de Scorpius y las de los demás en el otro lado del pasillo. Curioso, ¿no?

— ¿Por qué mi habitación está aquí y la de los demás allá? —Preguntó Agatha.

— No lo sé, mi padre fue el que repartió las habitaciones —respondió con simpleza Scorpius.

«Este Draco más disimulado no puede ser,» pensó de manera sarcástica.

Rodó los ojos y entró a la habitación. Era enorme. Tenía una cama tamaño king con las sábanas de seda color plata. Una mesita de noche en cada lado de la cama y sobre estas había dos lámparas, una mesa con dos sillas a juego, y unas cortinas grises. Dos puertas estaban en los extremos distintos de la habitación y asumió que se trataban del baño y del armario. «Demonios, ¿el armario era de esos donde podía caminar dentro?»

— ¿Te gusta? —Preguntó una voz a sus espaldas.

Se giró y vio a su padre recostado en el marco de la puerta.

— Sí —respondió con una sonrisa genuina—. Es increíble, aunque podías ser un poquito más disimulado.

Draco rodó los ojos y se rio.

— ¿A quién le importa?

— No sé. Tal vez a tu esposa —sugirió.

— Astoria que se vaya a la mierda.

Agatha soltó una carcajada al escuchar a su padre decir eso. Se notaba a leguas que Astoria lo volvía loco y no en el buen sentido de la palabra. Draco miraba la habitación con melancolía y Agatha lo notó.

— ¿Qué te pasa?

Draco negó con su cabeza

— Tienes la sensibilidad de un dementor —aseguró, rodando los ojos—. Nada, es solo que esta solía ser mi habitación. Llevaba mucho tiempo sin entrar aquí. Scorpius nunca la quiso.

Caminó hasta la cama y se sentó en ella, sus ojos recorriendo cada centímetro del cuarto.

— No seas nenita, Draquis —dijo Agatha mientras se tiraba a la cama y sin querer le dio un codazo en las costillas.

Draco se quejó.

— Me pondré una armadura cuando esté cerca de ti. Eres un peligro para la sociedad —se quejó tocándose las costillas.

ϟ

— ¡¿Qué hace esta mocosa aquí?! —vociferó Lucius Malfoy cuando Agatha se sentó en la mesa para cenar.

Lucius sabía que los amigos de su nieto iban a pasar las vacaciones en la mansión, pero no esperaba que la chica que lo insultó en el Callejón Diagon estuviera sentada en la misma mesa que él. Tampoco que ella le sonriera con malicia. Esa muchacha era el mismísimo anticristo para él.

Draco hizo un gran intento por no reír. Realmente le divertía ver a su padre de esa manera.

— Abuelo, ella es Agatha y es mi mejor amiga —la presentó Scorpius, haciendo énfasis en su título.

Lucius abrió los ojos como platos. Tanto así que parecía que iban a salirse de sus cuencas y rodar por toda la mesa. Narcissa miraba la escena medio divertida, ya que su marido nunca se ponía así y menos por una adolescente. La única persona que parecía apoyar el comportamiento de Lucius era Astoria. Esa chica no le daba buena espina.

— ¿Qué es tu qué? —preguntó Lucius.

— Lucius, ¿está sordo o qué? —increpó Agatha con una ceja alzada.

Todos se voltearon para verla. Casi nadie llamaba a Lucius por su nombre de pila, solo su esposa. Ni siquiera Astoria se atrevía a hacerlo. Además de que nadie le hablaba de esa manera al ex-mortífago.

— Mocosa, no me hables de esa manera y no me llames por mi nombre. Ten más respeto —exigió entre dientes, apretando el cuchillo que se encontraba a un lado de su plato.

Agatha soltó una carcajada.

— Agradezca que lo estoy llamando por su nombre y no «Viejo verde».

Él iba a contestar cuando aparecieron varios elfos, de los pocos que habían querido seguir trabajando con ellos, y trajeron la cena. Uno de los elfos se quedó unos segundos más que el resto.

— Lárgate ahora, Trinky —soltó el patriarca de los Malfoy, haciendo un ademán con su mano izquierda.

— Gracias, Trinky —se escuchó la voz de Agatha, tomándolos por sorpresa.

El pequeño elfo se giró algo sorprendido y esbozó una pequeña sonrisa antes de irse. La chica miró su plato y empezó a comer de la misma manera que lo hacía siempre.

Levantó la mirada al sentir que todos la miraban, aunque no todos lo hacían de la misma manera. Dylan, Scorpius y Alex lo hacían boquiabiertos por la manera en la que le había hablado a Lucius. Draco y Skylar estaban sonrientes, y Astoria y Lucius la fulminaban con la mirada. Era difícil descifrar la forma en la que Narcissa la escudriñaba con sus ojos.

— ¿Qué? —preguntó con la boca llena. Lo había hecho a propósito. Sabía que tenía que tragar antes, pero preferiría tener un poco de diversión al molestar a la esposa de su padre y a su abuelo paterno.

— ¿Tú sabes modales, niña? —espetó Astoria.

— ¿Qué va a saber esta sangre sucia de modales? —resopló Lucius.

Un brillo que solo sus amigos pudieron reconocer, apareció en los ojos de Agatha. Era el mismo que aparecía cada vez que discutía con alguien, aquel que denotaba su astucia y agallas.

— Primero, sé más de modales de lo que usted cree, me atrevería a decir que más que ustedes dos juntos. Ahora mismo me están mirando como si yo no supiese el nombre y el uso de cada uno de los cubiertos de la mesa; como si no supiese las reglas básicas de como tener buenos modales y créame que lo sé —aseguró. Ella no solo había sido educada bajo el firme régimen de Beauxbatons, sino que sus padres adoptivos habían sido de alta sociedad y tenían muchas fiestas y reuniones que exigían presentar una buena imagen y reputación.

» Segundo, una sangre sucia no soy, primero conozca a la persona antes de hablar de ella y decir cosas que no son ciertas. Tercero, si tanto habla de modales, puede saber que el concepto «sangre sucia» es considerado un insulto. Además de que en la mesa se deben esquivar temas como política, deportes y por lo tanto prejuicios de sangre. Corríjanme si me equivoco. —Astoria la miró sorprendida y Lucius se había quedado sin palabras. — Ahora si me disculpan, se me quitó el apetito —anunció y antes de ponerse de pie, sonrió—. Por cierto, váyase a la mierda.

Se levantó de la mesa y se marchó con paso firme, su mentón en alto con soberbia. Skylar, Alex y Dylan imitaron su acto y salieron detrás de ella. Eran fieles a su amiga.

— Wow, qué manera de arruinar la cena—habló Scorpius con evidente sarcasmo—. Se los agradezco, se portaron muy bien.

Draco fulminó con la mirada a su esposa y a sus padres cuando Scorpius se marchó del comedor para seguir a sus amigos.

— Me sorprenden, en serio. Es la primera vez que mi hijo trae amigos a la casa y no se saben comportar. Ni siquiera hicieron el maldito intento de ser amables —espetó, enfadado.

No solo habían insultado a su hija, también le habían arruinado la noche a su hijo y eso le hacía rabiar. Se habían metido con lo que más amaba y eso nadie lo hacía.

— Pero Draco...—El mencionado la interrumpió.

— Nada de peros, Astoria. Esta es una de las razones por las cuales Scor a penas te habla.

Dicho esto se paró y se marchó también, dejando el comedor relativamente vacío. Sus padres y su esposa no eran compañía.

ϟ

Agatha se sentó en un escalón que había en el porche de la mansión y escondió su cabeza en sus manos, frustrada con lo que había sucedido tan solo unos minutos atrás. Sentía que todo eso era abrumador. No sabía por cuánto tiempo sería capaz de tolerar ese tipo de tratos. ¡Ella no era sangre sucia! Tal vez no fuese pura tampoco, pero estaba orgullosa de lo que corría por sus venas y de sus genes.

— Si te sirve de consuelo creo que mi abuelo entró en estado de coma cuando le hablaste de esa manera.

La rubia alzó la mirada y no pudo evitar sonreír al ver a su hermano tomar asiento a su lado.

— Sin ofender, pero tu abuelo es un imbécil —acotó.

Scorpius negó con la cabeza y soltó una risita. Ella tenía razón al decirlo. Tampoco él lo negaba. Lucius Malfoy sí era un imbécil de primera. Nadie sería capaz de decir lo contrario.

Agatha se quedó mirando el cielo y suspiró. Su vida era más complicada de lo que parecía. Cualquiera podía pensar que fingir que no conoces a tus padres o hermanos era fácil, pero no lo es. Eran demasiadas mentiras y al final terminaría ahogándose en ellas.

— ¿Sabes? Me sentí mal cuando mi abuelo te dijo aquellas cosas —confesó, bajando la mirada hacia sus dedos.

— No te sientas mal —pidió—. No es la primera vez que me lo dicen. No me afecta. Además me da la oportunidad de dejar a las personas en estado de coma.

— Eso no quita que me sienta mal por eso.

Agatha negó y chasqueó su lengua.

— No seas tonto —murmuró y recostó su cabeza en el hombro del chico. Él la rodeó con su brazo y apoyó su cabeza en el de ella.

— Eres demasiado buena, Agatha —afirmó en un susurro—. Das todo por tus amigos sin esperar nada a cambio y siempre estás ahí para ellos. Alegras el día de muchos con tus ocurrencias y tus actos. Eres una persona especial y única. Nunca dejes que alguien te diga lo contrario. Eres mi hermana. —La chica se tensó al escuchar lo último—. Bueno, tal vez no de sangre, pero te quiero como tal.

Agatha suspiró aliviada y sonrió.

— Te quiero, enano —dijo revolcándole el pelo a su hermano.

— Yo también te quiero, rubia.

ϟ

— Entonces, ¿no sabes quién es M.L.? —quiso saber Agatha, acostándose en el sofá del despacho de su padre y miró el techo.

— Ni idea. ¿Tienes alguna idea de quién pueda ser? —preguntó Draco.

La chica encogió sus hombros.

— ¿Mi Lengua? ¿Mengano Lecarpio? —sugirió y soltó una carcajada.

«Merlin, tengo un sentido del humor estupendo,» se halagó a sí misma.

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