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19| Un acertijo por una invitación

TE EXTRAÑÉ MUCHO, JAMIE —dijo la chica llamada Nicoletta con una espléndida sonrisa en su rostro.

Se acercó para darle un beso a su «novio», pero él la alejó, luciendo como una serpiente cuando echaba la cabeza hacia atrás para lanzar su veneno. No quería que lo besara. Las demostraciones de amor público no eran lo suyo. Además de que verdaderamente no había amor entre ellos, quizás gusto, pero tampoco era demasiado. Estaban juntos por conveniencia, porque eran atractivos y las personas atractivas debían estar juntas, ¿no?

—Te he dicho miles de veces que no me llames así —siseó en un tono serio y cortante. La frialdad con la que había pronunciado las palabras era sorprendente.

Nicoletta hizo un puchero y lo miró estando visiblemente ofendida, si es que se le podía llamar a esa mirada así. Realmente parecía que los ojos se le iban a salir y rodarían por todo el lugar hasta perderse en alguna grieta del terreno.

Agatha miraba la escena con una mueca en el rostro, aunque también contenía su risa. ¿Qué clase de novio se olvidaba de su propia novia? Al menos eso pensaba, ya que él nunca la había mencionado, y Agatha lo ha conocido desde hacía unos cuantos meses. También suponía que era su novia por la manera efusiva en la que lo recibió. Ninguna chica actuaría así en su sano juicio.

—¿Por qué? Soy tu novia, tengo el derecho de llamarte así —replicó Nicoletta como una niña pequeña haciendo un berrinche porque sus padres le negaron la chocolatina que tanto deseaba.

James rodó sus ojos con un deje de exasperación.

—No me interesa, Nicoletta. Odio que me llamen así. Ni siquiera mi madre lo hace —masculló con la mandíbula apretada.

La muchacha retrocedió unos pasos.

—¿Nicoletta? ¿Ya no soy Nikki o Letti? —preguntó con la boca abierta en una forma de expresar su estupefacción.

—No.

Agatha se mordió la lengua para no reír. La discusión era realmente estúpida y de esa pudo darse cuenta de varias cosas. Primeramente, James odiaba que lo llamaran «Jamie». En segundo lugar, Nicoletta se había ofendido porque ya no la llamaba «Nikki» o «Letti», los cuales le causaba risa. Y en tercer lugar, pero no menos importante, James no se acordaba que tenía una novia y Nicoletta no se había dado cuenta de ese factor.

—Yo me largo —anunció Agatha, interviniendo en la conversación, aunque la realidad era que se estaba dirigiendo a su directora. Todos volvieron su atención a ella—. Por cierto, Minnie, no me convertiré en una madre de esas por este rasguño, ¿o sí? —cuestionó, ladeando su cabeza mientras su rostro se contraía en una mueca.

Minerva suspiró ante la mención del apodo. Tal parecía que nunca iba a tener suficiente respeto de parte del cuerpo estudiantil porque siempre había uno que la llamaba de esa manera. O varios, se recordó a sí misma porque hubo una época en la que cuatro estudiantes la llamaban de esa forma. Cuatro queridos estudiantes.

—No —respondió—, pero vaya a la enfermería para que Madame Pomfrey le cure esa herida.

La chica asintió y se dispuso a marcharse cuando escuchó la vocecita de una Nicoletta enfadada.

—¿Quién demonios es esa rubia teñida, Jamie? ¿Por qué estabas con ella y la aguantabas del brazo? —Preguntó.

Agatha paró en seco al escuchar que Nicoletta hablaba de su cabello. Cada vez que hablaban de él se lo tomaba personal. Era como si le mancharan la conciencia. Había sacado esa parte de los genes de su padre, de los Malfoy.

—Oh mierda...—susurró James al escuchar a «su novia» decir que Agatha era una rubia teñida. Él mismo había presenciado lo sensible que podía llegar a ser Agatha cuando se metían con su cabello.

La chica se giró con una sonrisa y una mirada fría. Realmente daba miedo cuando miraba a las personas de esa manera. Era totalmente escalofriante.

—¿Qué dijiste, maldita mantis religiosa? —preguntó Agatha arrastrando las palabras como solía hacer su padre.

El rostro de Nicoletta palideció.

ϟ

Draco Malfoy le dedicó una mala mirada a Hermione, mientras que esta sonreía abiertamente, iluminando su rostro. Harry y Ginny estaban divertidos mirando la escena. Hermione podía ser escalofriante cuando quería. Al parecer, ella era la única que se acordaba de sucesos que ocurrieron hacía más de quince años.

—Me debes una, mejor dicho, nos debes una. Te salvamos el trasero en la Segunda Guerra Mágica, sin nosotros hubieses muerto. Además, fuiste tú el que me dejó embarazada, por lo que me debes —aportó a su argumento, en un intento de ganar la discusión.

Draco arqueó sus cejas con escepticismo.

—Yo no hice el hijo solo, tú ayudaste y demasiado —le recordó y esbozó una sonrisa lobuna al ver que la de Hermione se esfumó de su rostro.

La castaña apretó sus puños con fuerzas, clavando sus uñas en las palmas de sus manos.

—¡Está bien! No queremos escuchar las asquerosidades que hicieron esa noche —intervino Harry.

Draco miró a Hermione y se dio cuenta de que ella no le había contado muchos detalles a sus mejores amigos.

—¿Acaso no sabes que yo no me acuerdo de esa noche Potter? —cuestionó.

Harry no supo ocultar su incredulidad.

—¿Tan borracho estabas?

Hermione cerró los ojos, esperando a que el rubio hablara y les dijera lo que hizo a sus amigos. Sabía que estos iban a protestar.

—Su querida amiguita aquí presente, me lanzó un obliviate y me vine a enterar que tenía una hija cuando una chica rubia, de ojos grises y muy parecida a su madre —hizo énfasis en el aspecto de que Agatha tenía cierta semejanza física con su progenitora—, apareció en la puerta de mi casa. Y por si fuera poco, la convenció de que los hurones me aterraban y cuando salimos una vez me persiguió en una tienda de mascotas con un hurón en la mano.

Harry y Ginny se miraron y estallaron en carcajadas. Hermione hizo el intento de no reírse. Su hija era demasiado especial. Sin duda, habría pagado mucho por ver esa escena.

—Le temes a los hurones desde cuarto año —se burló Harry, dándose unas palmaditas en el muslo en medio de su ataque de risa.

Ginny estaba igual de roja que su cabello de tanto reír y varias lágrimas se habían escapado de sus ojos.

—Herms, ¿tan malo fue que tuviste que lanzarle un obliviate? —interrogó Ginny antes de estallar, nuevamente, en carcajadas.

Hermione sintió sus mejillas adquirir calor por la sangre acumulada en ellas. Ella no recordaba mucho de esa noche o tal vez sí. No estaba segura de lo que era real o no. Su mente había bloqueado algunos recuerdos, por lo que estaba llena de lagunas.

Draco trataba de ocultar una pequeña sonrisa que amenazaba con formarse en su rostro. Tal vez sonaría extraño, pero le gustaría saber lo que realmente sucedió esa noche y cómo terminó teniendo una hija con ella.

ϟ

—Yo...—Nicoletta no sabía qué decir. La chica que tenía en frente era lo suficientemente intimidante como para provocar que los nervios invadieran su sistema, al igual que una pizca de celos. A ella le gustaría ser así.

—Mejor guárdate tus estúpidas e insignificantes palabras antes de que tu plástica cara se termine derritiendo por un fuego maldito —espetó Agatha y con eso se marchó a la enfermería, contoneándose con soberbia.

Madame Pomfrey la estaba esperando pacientemente cerca de una camilla con todos los instrumentos requeridos para sanarle la herida. La señora hizo un ademán con la mano indicándole que se sentara en la camilla. Agatha obedeció. La enfermera le quitó el pedazo de tela que tenía en el brazo para que no sangrara, y con mucho cuidado curó la herida, vendándola una vez estuvo todo en orden.

—Ten más cuidado o vas a terminar estando aquí casi todo el año escolar —la regañó Pomfrey, recordando que Agatha había estado en la enfermería tan solo un mes atrás durante una semana y media.

Agatha rodó los ojos mientras reía.

—No es mi culpa tener la suerte de mil demonios —se defendió, bajándose de la camilla—. Adiós Pom-Pom —se despidió con un movimiento de su mano a sabiendas que Madame Pomfrey odiaba que ella la llamara así.

ϟ

La siguiente semana pasó más rápido de lo que todos pensaban. Alex, Skylar, Scorpius y Albus habían hecho que Agatha leyera varios libros de hechizos y que practicara los mismos, lo cual no había sido tarea fácil ya que la rubia no quería poner mucho empeño en el concurso. Le parecía una enorme pérdida de tiempo.

Agatha caminaba con sus amigos a desayunar, ese día sería la segunda prueba y no estaba de un buen humor. Se podía decir que se había levantado del lado erróneo de la cama. Si de por sí Agatha ya era malhumorada, ese día estaba tres veces peor.

Cuando se iba a sentar vio que unos niños estaban sentados exactamente en donde ella y sus amigos se sentaban. ¿Quiénes se creían esos mocosos?

—Muévete niño, estás en mi silla.

El estudiante de primer año elevó su mirada altiva, sus labios estirándose en una sonrisa burlona. No quedaba duda de que ese chico era un fiel seguidor de Charlotte Zabini, quien había estado regando la voz de que Agatha era una sangre sucia que estaba contaminando el legado de Salazar Slytherin.

—Según puedo ver aquí no está escrito tu nombre —dijo mirando la mesa sin borrar su sonrisa.

Agatha apoyó una mano en la superficie de la mesa y se inclinó para quedar a la altura del niño.

—Mocoso, si no te mueves pronto utilizaré tu sangre para escribirlo —siseó con frialdad.

El niño salió casi corriendo despavorido del comedor al igual que los otros que lo acompañaban. Agatha sonrió satisfecha y se sentó en su lugar habitual, llenando su plato de comida. Una vez eligió lo que quería, procedió a desayunar.

—¡Agatha! No puedes ponerte a tratar mal a los de primer año —la regañó Alex. Ella la miró con esa única mirada que decía «como si me importara»—. Tienes que interactuar con los estudiantes para poder ganar el concurso.

Agatha rodó sus ojos. ¡A ella no le importaba ese estúpido concurso! ¿Cuándo las personas iban a entender eso?

—Eso fue impresionante —la felicitó Skylar y le chocó el puño a Agatha mientras reía.

La chica de cabellos platinados sonrió y miró a Alex, quien les dedicó una mirada reprobatoria.

—Oh, vamos. Alex fue divertido. Además concursos así se les dejan a personas plásticas como la novia de Potter.

ϟ

La segunda prueba era la de astucia mezclada con la de inteligencia, ya que luego de la amenaza en la primera prueba, tuvieron que reforzar su seguridad, extendiéndose una semana. Al perder ese tiempo, tuvieron que fundir la segunda y tercera prueba en una. En esta irían por separado, aunque fueran a hacer lo mismo. Tenían que probar su astucia sin la ayuda de las otras. La prueba consistía en superar la astucia del duende del puente, el cual fue traído a Hogwarts mediante una ilusión.

Como estaban llamando a las casas por orden alfabético, Rose siendo de Gryffindor, fue la primera en entrar. Luego de unos siete minutos pudo cruzar el puente con una gran sonrisa; lo había logrado. La siguiente fue la chica de Hufflepuff, Emily. Ella tardó más que Rose, pero luego de once minutos pudo cruzar el puente. Después de Emily fue la chica de Ravenclaw, Alice. Esta tardó lo mismo que Rose, siete minutos, en superar el duende y cruzar el puente.

Cuando llamaron a Agatha, escuchó unos cuantos abucheos causados por las amistades de Charlotte, los cuales pensaban que ella no pertenecía a Slytherin. No la creían capaz de salir vencedora de una prueba de su casa.

«Subestiman mi astucia, malditos. Ojalá y se caigan de donde están», pensó mientras se encaminaba al lugar de la ilusión. No había ningún puente, sino un enorme espacio abierto que daba a un risco de gran profundidad. Sabía que solo era una ilusión, no era real, pero estar de pie al borde del despeñadero le hacía tener la sensación de que encontraría su muerte en el fondo de este.

El duende hizo acto de presencia encima de una roca para poder estar a la altura de la chica. Entonces comenzó a bajar con lentitud, hasta quedar frente a ella, y Agatha tuvo que bajar la cabeza para poder mirarlo. El duende tomó ese acto como una ofensa hacia su persona.

—¿Acaso te crees que porque soy un duende puedes burlarte de mí? —espetó.

Agatha rodó los ojos.

—¿Acaso te crees que me importa que seas un duende? Hagamos algo —propuso—. Me dejas pasar el puente invisible y somos felices o me soportas con el humor que me traigo.

El duende soltó un resoplido porque no le gustaba el tono en el que ella le estaba hablando.

—Tienes un enorme ego y poca visión, pero no cruzarás el puente sin mi autorización —masculló—. No te creas más astuta o inteligente, pues del precipicio puedes caerte. Por eso acertijos tendrás que responder, si el puente quieres ver aparecer.

Agatha decidió ignorar el hecho de que el duende solo hablaba en rimas y enfocó su mente en culminar la prueba.

—Dispara.

Él se aclaró la garganta.

—¿Un pie puede medir un pie?

Agatha lo pensó durante un segundo.

—Sí, un pie puede medir doce pulgadas lo que sería equivalente a un pie.

El duende gruñó.

—Entre más seca, más se moja, ¿qué es?

—Una toalla —respondió, mirando sus uñas con aburrimiento.

—¿Cuántos albaricoques serías capaz de cometerte en ayuna?

—Uno. El resto ya no se toma en ayuna —explicó con obviedad.

La ira comenzaba a hacer acto de presencia en el cuerpecito del duende.

—El que lo hace, no lo necesita. Quien lo compra, no lo usa. El que lo usa, no puede verlo ni sentirlo. ¿Qué es?

Se tomó unos segundos para pensar la respuesta. La sabía, era un acertijo común en el mundo muggle.

—Un ataúd.

—Te haré un último acertijo y tu mente utilizarás porque estoy seguro de que fallarás: ¿Cuántas veces le puedes quitar 6 a 36?

Agatha iba a responder con una lógica matemática, pero se detuvo en seco, optando por analizar la pregunta. No iba a responderla con un proceso matemático, a los magos no les interesaba tanto las fórmulas y ecuaciones. Solo era una trampa. Un acertijo que debía responder con su astucia.

Tictac, el tiempo corre.

«Vamos, Agatha, piensa», se animó a sí misma. «No uses lo que conoces, olvida las multiplicaciones, solo...»

—¡Lo tengo! —exclamó—. Solo le puedes quitar 6 a 36 una vez porque en el siguiente estarías quitándole a 30.

El duende la observó con furia, desapareció e inmediatamente el puente apareció, permitiéndole cruzar el precipicio con una sonrisa triunfante.

ϟ

Hogwarts era un completo caos. Los estudiantes emocionados, correteando de lado a lado, buscando una pareja para el baile. Tan solo tenían dos semanas para conseguir una pareja y querían tenerla asegurada. Casi se había vuelto rutina escuchar invitaciones. En especial para las concursantes. Agatha había tenido tantas invitaciones hasta de chicos de tercer año y las había rechazado todas.

—Si me dieran un galeón cada vez que escucho un «¿Quieres ir al baile conmigo?» sería millonaria —le comentó Agatha a sus amigas mientras observaba el lago con tranquilidad.

Ellas bufaron.

—No seas aguafiestas —pidió Alex.

Agatha rodó sus ojos.

—Lo dices porque sueñas con que Dylan te invite al baile.

Alex abrió la boca mientras negaba repetidas veces con la cabeza.

—Alex es cierto —reconoció Skylar—. Hablas cuando duermes y dices: «Sí, Dylan, iré contigo al baile y cabalgaremos en un unicornio rosa» —hizo una pésima imitación de la voz de su amiga.

La rubia y la pelirroja estallaron en carcajadas. Alex las fulminó con la mirada.

—Skylar yo tú me callaría. Al menos yo no soy la que tiene escrito en la parte de atrás de su cuaderno «A+S» con muchos corazones —le dijo Alex, le quitó el cuaderno a la pelirroja y mostró la página en la que estaba escrito lo que había dicho.

Agatha soltó otra carcajada. Sus amigas estaban locas.

—Miren, Scor al parecer se animó a invitar a Rose al baile —observó Sky, señalando al rubio que caminaba por la orilla del lago con la hija de Hermione Granger y Ron Weasley. La verdad era que solo lo había hecho porque quería quitar la atención de sí misma.

La rubia formó una pequeña mueca. A pesar de todo, no le agradaba que Scorpius se gustara de Rose. Se sentía extraño saber que su hermana sería a la vez su cuñada y que su hermano sería también su cuñado. Además, había algo que no le cuadraba de ellos. No los veía como una pareja idónea.

—¿Qué sucede, Agatha? —preguntó Alex al ver la expresión de su amiga.

Ella negó y encogió sus hombros para restarle importancia al asunto.

—Nada, solo pensaba en los deberes de pociones —mintió hábilmente—. Por cierto, tengo que irme a hacerlos —anunció, poniéndose de pie para luego marcharse con rapidez.

Alex frunció el ceño al igual que Skylar. No había deberes de pociones. Además de que al otro día era la prueba de valentía, lo cual hacía la actitud de Agatha aún más extraña.

—Eso no fue extraño —comentó Skylar en tono sarcástico.

—Ay, tú siempre Skylar.

Adoraba a sus amigas. Ellas eran las únicas que la hacían reír hasta que le doliera la panza con sus ocurrencias. Aunque también eran las únicas que podían sacarla de quicio. Pero, a la misma vez, solo ellas la entendían. Podía que no las conociera desde hace mucho tiempo, pero les había tomado cariño y, gracias a ellas, sabía el verdadero significado de la amistad.

—Sky, ¿te molesta si me llevo a Lexi por unos minutos?

Alex sonrió por inercia al escuchar la voz de Dylan.

—Sí, sí me molesta —habló con una expresión seria. Dylan la miró sorprendido. Abrió la boca para disculparse y la pelirroja estalló en carcajadas—. D-Debiste haber visto tu cara.

—Muy graciosa, Skylar. Me muero de la risa —masculló Dylan sarcásticamente—. Como quiera me la llevo.

Tomó la mano de Alex y se fue con ella. Skylar negó con la cabeza y abrió su cuaderno. Pasó varias páginas y vio el sobre de la carta que le había enviado su madre, aquella que no había abierto. La miró durante varios minutos. Suspiró y se dispuso a abrirlo.

"Querida Skylar, mi niña:

No seas así conmigo. Soy tu madre. Por lo menos merezco que me escuches y me entiendas. ¿Te has puesto en mi lugar? ¿Has pensado en lo que yo siento? ¿Has pensado en que yo tengo una razón para no haberte dicho nada?

Por lo que veo no es así. Si lo hice fue para protegerte. Hay muchas cosas que no entiendes y no entenderás por un largo tiempo. ¡Por Merlín! Skylar tienes trece años. Tienes que entender que lo que yo haga no es asunto tuyo, son decisiones de adultos en las que no te tienes que meter.

Espero verte en las vacaciones de Navidad,
Tu madre"

Skylar inmediatamente supo que había cometido un gran error al abrir la carta. Arrugó el papel y lágrimas de rabia bajaron por sus mejillas.

—Maldita hipócrita.

ϟ

Alex mordió su labio inferior con nerviosismo. Estaba caminando con Dylan por los jardines de la escuela, un silencio incómodo rodeándolos. El chico suspiró y dejó de caminar para poder fijar sus ojos en ella.

—Lexi, tengo que decirte algo.

Se notaba a leguas que estaba nervioso, pero la gran pregunta era por qué.

—Está bien, dispara.

Dylan suspiró y rascó su nuca haciendo notar aún más su nerviosismo. Alex, que lo conocía desde que eran niños, se dio cuenta de su comportamiento y le dieron ganas de reír.

—Y-Yo... Lexi tú sabes que hemos sido amigos desde que éramos unos niños y...—tragó buscando las palabras adecuadas—. Yo nunca pensé verte de la manera en la que lo hago ahora.

—¿Con los ojos? —provocó.

Dylan sonrió mientras rodaba sus ojos.

—Estás arruinando el momento Alexandra. —La chica mordió su labio para no reír —. Como decía, yo nunca pensé verte de esta manera, primero porque tu hermano es mi mejor amigo y, segundo, porque te veía como una hermana pequeña. Sin embargo, todo eso cambió cuando te vi con ese maldito y tú sabes muy bien de quién hablo. La forma en la que te veía cambió. Empecé a ver todas tus virtudes y a amar todas tus imperfecciones. —Se acercó a ella—. Lexi, tú me gustas y puedo decir que te quiero sin pensarlo dos veces, porque realmente lo siento.

Alex lo miró sin poder creer lo que le estaba diciendo. Pensó que era un sueño y que pronto despertaría, pero no fue así. Todo estaba pasando, realmente pasando.

—Dylan tú...—No pudo terminar ya que el chico la había callado con un beso.

ϟ

Scorpius iba con una gran sonrisa hacia su sala común cuando alguien lo detuvo. Se giró y pudo ver a Agatha mirándolo con severidad, una mirada que no había visto en ella nunca. Agatha siempre lo trataba con amabilidad y cierto cariño.

—¿Le preguntaste? —Preguntó Agatha en un tono algo cortante.

—Sí —respondió sin dejar de sonreír en ningún momento.

—Por tu sonrisa de idiota supongo que te dijo que sí —adivinó.

Scorpius no pasó por alto la forma en la que ella le estaba hablando.

—¿Qué te sucede? Se supone que debes de estar feliz por mí.

Agatha suspiró mientras se agarraba el puente de la nariz. Scorpius observó ese acto y se sintió extraño, ya que eso mismo hacía su padre cuando se enojaba y trataba de calmarse. Solo le había parecido una acción muy familiar. Demasiado.

—Lo estoy... Es solo que no me convence del todo la situación —confesó, acercándose a él y le dio un abrazó a su hermano.

—¿Por?

—Scorpius, la vida me ha enseñado que donde hay dos corazones felices hay un tercero sufriendo —dijo mirándolo a los ojos—. Yo no quiero que ninguno sufra.

—Gracias, Agatha, eres como una hermana para mí.

«Si tan solo supieras mini-Rubio, si tan solo supieras.»

ϟ

La tercera y última prueba era la de valentía. La más difícil de todas. Si la de lealtad había sido difícil, la de valentía era el triple. Cada una de las concursantes tenía que tomar la corona que se encontraba en el centro del campo de Quidditch, fácil, ¿no? Piensa de nuevo, la corona estaba custodiada por el animal que representaba cada casa. En Hufflepuff es un tejón, en Gryffindor un león, y así sucesivamente.

La primera en ir fue Rose, la cual cada cinco minutos se restregaba las manos en el pantalón para secar el sudor producido por los nervios. En un principio pensó que sería fácil tomar la corona, pero cambió de pensar en cuanto vio al león que custodiaba atento la corona. En cuanto él se percató de la presencia de Rose, lanzó un fuerte rugido que hizo temblar el estadio.

Sí, eran creados con magia, lo que hacía que la prueba fuera más difícil.

Luego de varios encantamientos, hechizos, temblores y golpes, por fin Rose pudo inmovilizar al león con un inmobilus. Respiró profundo varias veces para calmar su respiración y tomó la corona, poniendo fin a la prueba.

La segunda en ir fue la chica de Hufflepuff, Emily. Para ella la prueba no fue tan difícil, ya que un tejón no hacía tanto daño ni tenía tanta fuerza como un león. Luego de unos cuantos hechizos el tejón yacía dormido y la chica pudo tomar la corona con una sonrisa vencedora en su rostro.

La tercera en ir fue la chica de Ravenclaw, Alice. Ella tuvo más dificultad con la prueba pues tenía que enfrentarse con un águila que podía desaparecer de su vista en segundos y atacarla por la espalda. También podía esquivar los hechizos con gran facilidad haciendo que a la chica se le agotaran las opciones, pero eso no evitó que Alice lograra paralizar al águila y tomar la corona.

La cuarta, y última, en ir fue Agatha quien se preguntaba mentalmente por qué su casa tenía que ser la última en orden alfabético.

Al ver a la corona sola y sin ser custodiada por nadie ni nada, caminó hasta donde estaba. Justo cuando estaba a dos pasos de la corona, una enorme serpiente salió de la nada y la atacó. Gracias a sus reflejos pudo esquivarla, pero en el intento la varita se le cayó por una grieta.

La rubia abrió los ojos sorprendida y miró al cielo.

—¿Te he hecho algo? —preguntó sin dejar de mirar hacia arriba—. Maldito Karma de mierda.

La serpiente se movió rápidamente hacia la grieta en donde cayó la varita y Agatha la siguió. Se podía decir que Agatha literalmente se arrastró por el suelo, provocando que el pantalón de rompiera y se raspara las rodillas, en un intento de recuperar su varita. Sus dedos rozaban la punta de su varita, pero no podía tomarla.

Soltó un gruñido cuando la serpiente se enroscó en su pierna con una fuerza extrema. Con gran esfuerzo, alargó su brazo lo más que pudo y tomó la varita.

—¡Expulso! —exclamó Agatha apuntando a la serpiente.

Tan pronto como la serpiente salió volando por los aires, Agatha se incorporó y mentalmente empezó a recordar los hechizos que Alex le había dicho.

Vipera Evanesca —habló con fuerza y la serpiente desapareció.

Soltó un suspiro y tomó la maldita corona.

«Maldito concurso de mierda.»

ϟ

—Rubia, te voy a pedir un favor —anunció James, arrastrándola a una de las esquinas de los pasillos para que pudieran tener un poco de privacidad.

Agatha lo miró sin poder creerlo.

Cuando el chico la llamó, ella pensó que se trataba de una broma, pero no era así. Realmente él quería pedirle un favor.

—Dime de qué se trata y te digo si acepto.

Lo escuchó suspirar.

—¿Puedes ir al baile conmigo? Por favor —lo último lo añadió en un susurro.

—¿Qué pasó con Nicofea? —preguntó, divertida.

—¡Me tiene loco!

Agatha no pudo evitar una carcajada al ver la desesperación del chico.

—¿Por qué quieres ir con tu peor pesadilla? Podías invitar a cualquiera de tus primas.

—Porque tú eres la única a la que no le puedo cancelar algo. Si voy con alguna de mis primas, Nicoletta querrá que le cancele. Además de que no tienes pareja para ir al baile.

Pff, claro que sí tengo —mintió, cruzando sus brazos.

—¿Ah, sí?

Agatha forzó una sonrisa.

—Sí.

—¿Quién es?

«¡Merde, mierda, scheiße

—Nite —dijo con indiferencia.

—¿Nite?

—Ni te metas, Potter —espetó.

James esbozó una sonrisa lobuna.

—Eso es que no tienes pareja. Te veré mañana en las puertas del Gran Comedor a las siete. Sé puntual.

«El mundo busca cualquier manera de joderme la vida

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