16| Señorita Hogwarts
UN PAR DE DÍAS DESPUÉS DEL partido de Quidditch donde Slytherin obtuvo su primera victoria en años, Agatha caminaba a paso rápido por los pasillos. Estaba buscando a un chico de Slytherin en específico, el cual había estado escabulléndose de ella durante los pasados días. Tenía que hablar con él lo más pronto posible. Sabía que él no la soportaba, pero eso no le daba el derecho de hacer lo que hizo. ¡Podía haber muerto por la estupidez que realizó!
Durante el tiempo que estuvo buscándolo, sabiendo que él haría todo lo posible por evitarla, se encargó de saber todo su horario de clases y de memorizárselo. Conocer a su enemigo era muy importante, en especial si se trataba de alguien de su propia casa. Lo hubiese entendido si fuese de Gryffindor, pero ¿de Slytherin? Era inaceptable.
—¡Nott! —Llamó al chico, una vez lo localizó.
El chico detuvo sus pasos y volteó con una expresión monótona y aburrida marcada en su rostro. Agatha quiso estampar su puño contra su nariz, pero decidió controlar sus impulsos.
—¿Qué quieres? —espetó la pregunta, molesto.
La rubia lo empujó a uno de los pasillos en donde no había nadie y miró a ambos lados antes de comenzar a hablar.
—Sé lo que hiciste.
Un rastro de miedo apareció en los ojos, pero supo disimularlo a la perfección.
—¿Hacer qué? —fingió que no sabía de lo que ella hablaba.
Agatha bufó, detectando que él le mentiría hasta lo último. No iba a reconocer lo que había hecho con facilidad, así que decidió dejárselo claro.
—No te hagas el idiota Nott, sé que fuiste tú el que lanzó la bludger —dijo seriamente Agatha.
—Oh.
—Sí, oh —repitió con sorna—. ¿Realmente pensabas que no me iba a dar cuenta? Por favor.
«Soy hija de Hermione Granger y Draco Malfoy, lo que sea que pienses, yo ya lo he pensado tres veces», pensó, pero prefirió reservarse sus palabras y observó fijamente a Jackson.
Realmente le molestaba su actitud. En realidad, ella no le había hecho nada a él para que la tratara así. Bueno, sí llamó a su novia zorra un par de veces, también le rompió la nariz, por poco lo ahorcó en los vestuarios... Pero había que admitir que él se había buscado todas y cada una de las cosas que Agatha le hizo.
—Si sabes que yo lo hice, ¿por qué no vas y se lo dices a McGonagall? —preguntó—. Me pueden sacar del equipo en menos de un segundo.
—Porque, al contrario de ti, yo soy leal y fiel a mi equipo. No importa si me lleve bien con ellos o no. Eso es algo que tú debes de aprender.
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Hermione se encontraba en el Callejón Diagon de camino a Sortilegios Weasley con parsimonia. Molly le había pedido que le recordara a George la cena que había en la Madriguera y con gusto aceptó hacerle ese favor a su suegra. Era lo menos que podía hacer después de todo lo que Molly había hecho por ella. Esa mujer era un pan del cielo.
—¡Herms! —exclamó George al verla, saliendo del mostrador con rapidez—. Qué gusto verte por aquí.
La castaña sonrió con amabilidad.
—Tu madre me pidió que no te olvidaras de la cena de esta noche —dijo Hermione.
George fingió una mueca de dolor y decepción.
—Sabía que no habías venido por mí. Me hieres cuñada. Hieres mi hermoso y grande corazón. —Puso una mano sobre su pecho de forma exagerada para magnificar su dramatismo.
La castaña rodó sus ojos, aunque todavía sonreía sin poder evitarlo. Él nunca perdía su característico humor.
—George, cariño, el corazón está en el otro lado —le dejó saber Angelina, su esposa, depositando una caja de nueva mercancía sobre el mostrador.
Hermione rio y saludó a la morena con un gesto.
—Recuerda la cena, por favor. A tu madre le dará un infarto si uno de sus hijos falta —dijo Hermione antes de marcharse de la tienda.
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Alexandra Nott se encontraba hablando animadamente con Skylar en la sala común de Slytherin. Durante esos meses se habían hecho grandes amigas. Ella, Skylar y Agatha eran como las tres mosqueteras, el trío de plata, entre otros derivados. Juntas eran una bomba, aunque a veces tuviesen sus encontronazos.
En contraste con Alex y Agatha, Skylar era a menudo difícil, insegura y un poco testaruda. Ella era la más "femenina" de las tres y tenía muchas buenas intenciones. A diferencia de Alex, Skylar tendía a la falta de confianza cuando se trata de hacer las cosas. Pero muchas veces necesitaba el empuje de sus amigas y el estímulo para poder llevar a cabo actos que consideraba imposible. Y a diferencia de Agatha, ella solía a ser más responsable y menos rebelde. También solía ser la que ayuda a su amiga, Agatha, a realizar bromas y a molestar a Charlotte.
Alex, por su parte, tenía mucha seguridad en sí misma y era muy responsable. Predominaba en ella una personalidad muy fuerte y dominante, aunque a veces perdía el control. Muchas veces es mandona e irritante. Vivir con una "familia perfecta", provocó en ella la necesidad de ser una completa perfeccionista. Le gustaba ser la más organizada y no podía dejar de animar a otros a hacer lo mismo. Además de ser una persona impulsiva. Muchas veces, no escuchaba lo que decían los demás y asumía la situación, empeorándola. A la hora de la verdad, en algunos eventos, demostraba a los demás que podía estar igual o más cualificada que los demás.
Finalmente, Agatha era el polo opuesto de Alex no solo en el físico, sino también en su personalidad. Mientras que Alexandra era segura, controladora y responsable, Agatha era rebelde, independiente, sarcástica y sin preocupaciones. A diferencia de su amiga, que solía cerrar la boca en determinadas situaciones, ella decía lo que pensaba sin más vueltas y sin cuidado que sus opiniones podían herir los sentimientos de otras personas. Ella era muy terca y tenía mal genio, pero también es aventurera y fuerte. No solo mostraba su naturaleza rebelde libremente, sino que también la fomentaba sobre sus amigos.
—¿Has visto a Agatha? —preguntó Skylar frunciendo el ceño.
Alexandra negó, moviendo sus ondas castañas en el proceso, y luego encogió sus hombros.
—No, de hecho, no la veo desde Cuidado de Criaturas Mágicas —respondió la castaña.
—Es extraño. A veces se desaparece de la nada, ¿no lo has notado? —cuestionó, ladeando su cabeza.
Su amiga le dio un golpe en el brazo.
—No andes asumiendo, Skylar. Ya hemos hablado de esto.
—No estoy asumiendo, estoy haciendo una observación completamente objetiva —especificó.
La castaña rodó sus ojos y antes de poder hablar, escucharon un pequeño carraspeo que las interrumpió.
—Skylar, ¿puedo hablar contigo un minuto? —Preguntó Albus de manera respetuosa.
—Claro, Alex nos vemos después —se despidió con rapidez y se marchó con el chico.
La castaña suspiró y miró hacia el lago a través del cristal de la sala común. Se sentó en el suelo y cerró los ojos, disfrutando de la paz y la tranquilidad del lugar ya que la mayoría se encontraba en otras partes del castillo estudiando y tomando clases.
—¿Me puedo sentar?
—¿Para qué preguntas si ya sabes la respuesta? —replicó Alex, arqueando una ceja.
—¿Sabes que es de mala educación responder a una pregunta con otra? —objetó Dylan.
—¿Acaso eso no es lo que acabas de hacer? —Se cruzó de brazos.
El chico soltó una ligera carcajada.
—Tengo que aprender a ganarte, Lexi.
—Dylan, tratar de ganarle a una mujer es como tratar de bautizar a un gato —aseguró.
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Draco Malfoy caminaba distraídamente por los pasillos de su casa. No le gustaba nada que sus padres vivieran con ellos, le resultaba molesto. Especialmente cuando su esposa intentaba manipular a su madre para que se pusiera de su parte en las discusiones matrimoniales. Ya no tenía paz en su propio hogar, lo cual era totalmente irónico porque eso era exactamente lo que un hogar debía proporcionar: refugio y paz.
—Draco.
Detuvo sus pasos, giró sobre sus talones y pudo ver la persona que lo había llamado. Allí frente a él se encontraba la persona que más le molestaba, su padre. El hombre que lo obligó a despreciar a las sangres sucias, como su padre los llamaba, y a los muggles. El mismo hombre que no lo dejó tener una infancia normal y que lo obligó a convertirse en mortífago haciéndole creer que eso era un verdadero honor.
Un honor que los condenó para siempre.
—Padre —pronunció, arrastrando la palabra.
Lucius lo miró con el mentón elevado soberbiamente, en su mano derecha se apoyaba en su bastón, el cual tenía la serpiente en el final del cabo, siendo esta la empuñadura de su varita oculta entre la cilíndrica madera.
—He escuchado algo que me ha inquietado y ...—Draco lo interrumpió.
—Ve al grano.
Su padre movió su cabeza en un gesto que demostraba que no le había gustado el tono que había empleado, pero lo aceptó.
—¿Es cierto que piensas divorciarte de Astoria?
«Maldito viejo verde de corazón peludo», pensó sin poder evitarlo. Entonces se dio cuenta de que cada vez más se le estaban contagiando las expresiones de su hija.
—Sí —respondió con sinceridad.
—Ni se te ocurra hacer eso —dictaminó Lucius—. ¿Sabes cómo quedaría el apellido Malfoy al hacer eso?
Draco rodó los ojos y bufó.
—A mí no me importa eso. Hace mucho tiempo que dejó de importarme eso —respondió molesto—. Y tampoco me importa lo que tú pienses, creo que dejé de ser un niño hace mucho tiempo y ya puedo tomar mis propias decisiones.
Dicho esto se dio la vuelta y se alejó de allí, dejando a Lucius Malfoy sorprendido y muy enojado. Ahora más que nunca debía encargarse de deshacerse de esa amenaza a su familia. Antes de que terminara de quebrar el poco prestigio que le quedaba al apellido.
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La niña corría por los pasillos de Hogwarts como si su vida dependiera de ello. La túnica negra ondeaba en el aire, al igual que su cabellera pelirroja, la cual se movía como si tuviese vida propia. En su mano derecha sostenía con fuerza una carta y en la otra un cuaderno, el cual apretaba contra su pecho para correr con más rapidez. Miró al suelo un momento y sin querer chocó con alguien, haciendo que ambos cayeran al suelo.
—Perdón —se disculpó.
—No te preocupes, Lily —aseguró Scorpius Malfoy con una sonrisa.
Lily suspiró con alivio.
—Gracias a Merlín que por fin te encuentro. —habló la pelirroja poniéndose de pie.
Scorpius arqueó una ceja.
—¿Me buscabas?
—Te lo diré en un lugar más seguro —dijo con un toque de complicidad—. Por ahora te diré que te ayudará con La Flor —hizo énfasis en el apodo porque era la clave que utilizaban para referirse a Rose.
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Skylar caminaba con Albus por la orilla del lago, hablando animadamente. En esos meses Albus había hecho un intento por acercarse a la pelirroja y, por el momento, estaba funcionando. Eran grandes amigos y ya no tartamudeaba como un tonto al hablar con ella a solas, sino que se sentía cómodo con su presencia.
—¿Qué era lo que me tenías que decir? —Preguntó Skylar, luego de unos minutos en los que estuvieron callados simplemente caminando por la orilla del lago, disfrutando de la compañía del otro.
—¿Has escuchado los rumores? —quiso saber Albus, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón al caminar.
La chica frunció el ceño, deteniéndose en seco. Él dio media vuelta para poder mirarla.
—¿Qué rumores?
Albus esbozó una sonrisa, dispuesto a soltar todo el chisme.
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—¡Harry James Potter-Evans! —Gritó Ginny desde la cocina en su casa.
En cuestión de segundos, Harry asomó su cabeza por la puerta, observando a su mujer con una sonrisa inocente y cuidadosa. Cualquiera diría que él no era capaz de romper un solo plato en el mundo. Sus ojos verdes eran un elemento que él utilizaba para manipular a los demás porque lo hacían parecer como un angelito inocente.
—¿Qué sucede pedazo de mi corazón?
La pelirroja lo fulminó con la mirada. Estaba más que claro que Harry había sido el que se comió el pastel de chocolate para la cena de esa noche. Además de que había visto la manga de su camisa blanca manchada de chocolate. Para ser jefe de los aurores, dejaba muchas pistas. Estaba segura de que si Harry llegaba a cometer un asesinato, todos sabrían que fue él porque dejaría algo con una etiqueta diciendo «propiedad de Harry J. Potter, devolver a la dirección en la parte posterior».
—Tú —lo acusó, señalándolo con su dedo índice.
—Yo.
—Sí, tú.
—¿Ahora qué hice a pesar de haber nacido? —preguntó.
Ginny lo miró con los ojos entrecerrados.
—Te comiste el maldito pastel que hice para la cena en la Madriguera —acusó.
Harry abrió su boca, fingiendo que era una acusación sin fundamentos.
—Eso es...
—No te atrevas a mentir —advirtió.
—...completamente cierto —concluyó al escuchar el tono en el que su esposa estaba hablando—. Gin, seamos honestos, tú ni si quiera lo hiciste. ¡Lo compraste en una tienda muggle para que tu madre no se diera cuenta!
—Eso no es cierto —reprochó. Harry la miró con una ceja arqueada—. Está bien, tal vez no lo haga hecho yo, pero eso no significa que te lo pudieras comer.
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En la Madriguera se encontraban todos los Weasley charlando y compartiendo en familia. Luego de haber cenado y de haber comido el pastel-supuestamente-hecho-por-Ginny-pero-que-realmente-lo-compró-en-una-tienda-muggle, se sentaron en la sala de estar a charlar.
—Herms, ¿por qué fue Draquesha a tu oficina? —Preguntó Ron.
Hermione, Harry y Ginny se atragantaron y comenzaron a toser al unísono.
—E-Eso es confidencial, Ron —respondió la castaña titubeando.
Su marido asintió, comprendiéndolo.
—¿Sabes? Me gustaría verla de nuevo —comentó Ronald—. Parece agradable —se apresuró en añadir cuando vio las miradas extrañas de parte de su familia.
Harry se mordió la lengua para no soltar una carcajada. Realmente le gustaría volver a ver a Draquesha.
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James Potter caminó arrastrando los pies, estando cansado, hasta el Gran Comedor en donde se sentó en la mesa de Gryffindor junto con sus primos y amigos. Inconscientemente, dirigió su mirada a la mesa de Slytherin y se percató de que Agatha no se encontraba allí.
Frunció el ceño desconcertado. Ella era de las primeras personas en llegar allí y se sentaba a comer como si no hubiese mañana. No era que él la observaba mucho, sino que literalmente todos se quedaban mirándola cuando comía como si su estómago tuviese un hechizo de expansión indetectable.
—¿Qué haces, James? —Preguntó Fred a su oído, haciendo que James diera un pequeño brinco del susto.
—¡Por las medias rotas de Merlín! Por poco muero de un infarto, Fred —dijo, poniendo una mano en su pecho. Su corazón estaba latiendo desbocado.
—No seas exagerado. —Le dio un golpe en la cabeza a James—. Ahora, volviendo al tema, ¿qué hacías mirando la mesa de las serpientes?
—¿Yo? —Se señaló a sí mismo—. ¿Mirando a la mesa de las serpientes? Nunca —negó rotundamente.
—Seguro y la tía Herms tuvo un hijo con Draco Malfoy —manifestó en un tono sarcástico y sin saber que lo que decía era totalmente cierto—. A mí se me hace que estabas buscando a una chica en específico. Tal vez a una rubia de ojos grises...
—Estás loco —lo cortó antes de que pudiese continuar diciendo locuras.
En ese mismo instante, Agatha entró en el Gran Comedor y se sentó en su mesa. Rápidamente se dispuso a comer como si no lo hubiese hecho en un mes.
—Deberías dejar un poco de comida para Hogwarts —dijo una voz chillona a sus espaldas.
Agatha se giró y pudo ver a Charlotte Zabini.
—¿Por qué no te vas a molestar a la madre que...—La voz de McGonagall la interrumpió.
—Estudiantes de Hogwarts, es un placer informarles que este año se celebrará un nuevo concurso autóctono de nuestro colegio. —Hizo una pausa—. Este concurso en particular se lleva a cabo para determinar quién será la Señorita Hogwarts —mencionó emocionada—. Se van a elegir a cuatro chicas, una de cada casa y entre ellas competirán para ganar. —La mayoría de las chicas se emocionaron—. Bien, como ya deben de saber por los rumores, nosotros preguntamos a los estudiantes de primer año, los cuales no pueden participar, quiénes serían las señoritas que los representarían. —Las chicas estaban atentas a todo lo que la directora decía—. Luego de evaluar las opciones que nos dieron, escogimos las que nosotros vimos más capaces. Ahora la profesora Welsh les dirá quienes fueron las chicas escogidas.
Dakota se levantó de su silla y sacó un pergamino. Sonrió y se dispuso a decir quiénes eran las elegidas.
—Antes que todo, diremos que para ser la Señorita Hogwarts la elegida tiene que ser leal como una Hufflepuff, valiente como una Gryffindor, astuta como una Slytherin e inteligente como una Ravenclaw —explicó Dakota—. Cuando mencione el nombre de cada elegida quiero que se ponga de pie —pidió—. Bien ahora, sin más preámbulos, la elegida de Hufflepuff es Emily Storn. La de Ravenclaw es Alice Repko. La de Gryffindor es Rose Weasley —se detuvo y una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro—, y la de Slytherin es Agatha Smith.
La Slytherin, que estaba bebiendo agua, escupió la mitad de lo que tenía en la boca y comenzó a toser frenéticamente. Juraba que hasta se había tragado un pedazo de pollo sin haberlo masticado.
Ella sería ¿qué?
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