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11| La señorita Problemas

          EN MEDIO DEL DESAYUNO, cuando estaban hablando animadamente, a cada estudiante se le entregó su respectivo horario de clases, especificando los días, las sesiones, las horas y con quiénes compartirían la materia. Era un interés de los estudiantes, pues eso les dejaba saber si sería bastante animada o si sería una completa tortura basándose en una guerra de casas como en todos los años cuando le tocaba compartir clases a Gryffindor con Slytherin.

—¿Qué clase tienen ahora? —quiso saber Alex tan pronto terminaron de leer y evaluar sus horarios.

—Transformaciones con Ravenclaw —respondió Skylar, guardando el pergamino en el bolsillo de su túnica.

—Lo mismo que Sky —coincidieron Albus y Scorpius, quienes también estaban comenzando su tercer año.

—Maldita suerte de mierda. Estúpidos horarios que me quieren joder la vida —masculló Agatha mientras arrugaba el pergamino en una apretada bolita. Miró el techo de forma dramática como si estuviese buscando un poco de inspiración divina—. ¿Qué más quieres de mí?

Skylar y Alex la miraron con el ceño fruncido, un poco confundidas con la reacción de su compañera de cuarto. En cambio Albus y Scorpius ya se imaginaban por qué la rubia hablaba así y la miraban con sonrisas divertidas. Albus agarró el horario de Agatha y lo abrió antes de comenzar a reírse a carcajadas.

—Alguien que me diga qué está pasando —pidió la pelirroja—. Porque estoy más perdida que mis medias —añadió, fijándose en sus calcetines, los cuales eran distintos.

—Le toca dos horas de pociones con Gryffindor —dijo Albus entre risas—. Y DCAO con Gryffindor, también.

—¿Eso que tiene que ver? A mí también me toca eso —acotó Alex, apoyando sus codos sobre la madera de la mesa.

—¿Sabes quién es James Potter? —Preguntó Scor—. Ignora eso, todos saben quién es —rodó sus ojos—. El punto es que Agatha lo odia. Llegó a dejarlo calvo por una hora durante el verano y después él le hizo una poción para que se le pusiera el cabello rojo, lo que hizo que ella lo odiara aún más. En fin, se pelearon la mayoría del verano. Agatha salió ilesa de todo, pero James no tanto. —Hizo una mueca, ladeando su cabeza y, al ver las miradas interesadas de las chicas, decidió continuar—. Le partió la nariz dos veces. Una cuando tenía el cabello rojo y la otra en la tienda de Madame Malkin.

—Y lo peor de todo es que estuvo unas tres semanas amarrada con él —añadió Albus volviendo a reír.

—Albus Severus Potter-Weasley, juro que si te sigues riendo te voy a meter el desayuno por la nariz y no será una escena muy linda—amenazó Agatha y Scorpius casi escupe su jugo al reírse—. Lo mismo va para ti también Scorpius Hyperion Malfoy-Greengrass.

El chico dejó de reír en ese instante.

—Me asusta que sepas nuestros nombres completos —murmuró Scorpius.

Agatha esbozó una sonrisa sin mostrar sus dientes y acomodó su largo cabello detrás de su hombro con un aire de suficiencia.

—Lo sé, por eso mismo lo hago —admitió, recogiendo sus pertenencias—. ¿Vienes o te veo allá? —se dirigió a Alex.

—Yo tengo que recoger mi mochila en la habitación. Adelántate —dijo.

Agatha asintió, levantándose de la mesa, y salió del comedor caminando con el mentón en alto hacia las mazmorras, técnicamente el único lugar al que sabía llegar sin perderse. Al ubicar el aula de pociones, entró y eligió la última mesa para sentarse, trepando los pies sobre la superficie. Entonces, se dispuso a repasar las pociones, aunque ya las hubiese estudiado durante el verano. Se aseguraba de marcar las que más le llamaban la atención para buscar más información luego.

—Miren quien está aquí —comentó James Potter, rodeando la mesa para sentarse a su lado. En sus labios tenía dibujada una sonrisa ladina que demostraba lo mucho que disfrutaría al molestarla durante unos minutos. Después cambiaría de lugar.

—Mierda.

James chasqueó su lengua y negó con su cabeza en un gesto que señalaba que desaprobaba el lenguaje de Agatha.

—Ese no es un vocabulario digno de una dama —aseguró.

Agatha le torció el brazo de manera que le provocó un dolor inmenso a James causando que soltara un chillido parecido al de una chica.

—Ese no es un grito digno de un varón —replicó en el mismo tono que él había empleado con ella.

Sinceramente, no era que tuviera esos pensamientos. Solo quería devolverle el comentario de la misma forma, aunque no creyera en ese estereotipo.

James la fulminó con la mirada y se iba a levantar cuando el profesor Slughorn hizo su camino hacia el escritorio. Él era un hombre regordete, con una gran calva en medio de su cabellera blanca, rostro arrugado por la vejez y una sonrisa simpática en el rostro. Lucía complacido con empezar un nuevo año escolar aunque los años ya le pesaran. Sin duda, estaba bastante viejo para el oficio, pero todavía no encontraban un buen reemplazo.

—Quédese en ese asiento, señor Potter —le dijo a James.

Este se acomodó en el asiento, mientras maldecía por lo bajo. Poco a poco la clase se iba llenando hasta que estuvieron todos y Slughorn cerró la puerta con un sutil movimiento de varita. Al levantarse del escritorio, su barriga chocó con la madera de este, provocando que una risa incómoda se escapara de sus labios. Acomodó su corbata con dedos temblorosos y aclaró su garganta antes de hablar.

—Oh, tenemos un rostro nuevo entre nosotros —habló, percatándose de la presencia de Agatha en el aula—. Pasaré lista para asegurarme de que todos estén presentes. Honestamente, no tengo ni idea de por qué el ministerio quiere que los mantengamos al tanto de las asistencias de los estudiantes, pero bueno...—parloteó riendo—. De todas formas, cuando lleguemos a la señorita —señaló a Agatha—, me gustaría que se presentara para conocernos mejor, ¿de acuerdo? Bien empecemos —dijo, y se acomodó sus espejuelos—. Bullstrock, Arianna.

Una chica rubia —claramente teñida, pues se le estaba comenzando a notar el crecimiento de cabello—, de ojos azules y tez blanca levantó su mano.

—Presente y dispuesta para recibir el pan de la enseñanza.

Alex tosió falsamente y dijo:

—Mentirosa.

Era un bastante cierto, pues la chica no tenía aspiraciones en la vida. Solo asistía a la escuela porque era el único lugar donde podía hacer magia hasta que cumpliera la mayoría de edad, además de que sus padres le habían puesto la condición de que ella terminaría sus estudios a cambio de que ellos le pagaran un viaje a América y un curso de actuación en el teatro mágico.

—Finnigan, Brooke —continuó el profesor

Una chica de Gryffindor levantó su mano y avisó que se encontraba en el aula. Así fueron pasando los estudiantes, respondiendo que estaban presentes y Slughorn continuaba con su lista.

—Nott, Alexandra.

—Presente.

Slughorn siguió llamando a los estudiantes. Agatha estaba muerta del aburrimiento, casi entrando en coma de lo aburrida que estaba. No es que repudiara tomar clases, en serio, incluso Slughorn le parecía un profesor agradable, pero se estaba tardando demasiado en pasar la maldita lista. Era algo que debía durar apenas unos cortos minutos, no la mitad de la clase.

—Potter, James.

El mencionado levantó su mano a medias y esbozó una de sus mejores sonrisas, de esas con las que compraba a todos los profesores, provocando varios suspiros de las chicas, tanto de Gryffindor como de Slytherin. Él les guiñó un ojo con coquetería.

—Presente, profesor.

—Scamander, Lysander —prosiguió luego de marcar a James como que estaba presente en el aula.

—Aquí —anunció y Agatha se fijó en el gemelo—. Hola, Agatha.

—¿Qué tal, Lysander?

El chico encogió sus hombros y le sonrió sin saber exactamente que decir porque no pensaba que llegaría tan lejos como para poder montar una conversación con ella.

—Smith, Agatha.

La mencionada se alzó su brazo y puso su mejor sonrisa.

—Esa sería yo —habló.

Algunos chicos se codearon entre sí, silbando por lo bajo al percatarse de la presencia de la chica en el salón. Sin duda reconociéndola como la chica de la ceremonia de selección, aunque no podían negar que era atractiva. Una belleza sobresaliente entre las demás.

—Oh, sí —Slughorn dejó la lista sobre el escritorio para poder observar mejor a Agatha—. Usted es la chica nueva, ¿no? —Agatha asintió—. Así que, señorita Smith, ¿de dónde se ha trasladado?

—Vengo de Beauxbatons, señor —respondió amenamente.

—Jamás lo hubiera pensado. Usted no tiene acento francés —observó.

—Eso es porque no soy de Francia. Nacida y criada en Londres hasta los diez años, pasé unos años en Francia solo visitando mi lugar natal durante las vacaciones —explicó, encogiendo sus hombros como si el asunto no tuviese importancia alguna.

—¿Por qué volvió? —quiso saber.

—Asuntos personales —evitó la respuesta real.

—Comprendo. Entonces, ¿cómo era usted en la clase de pociones allá en Beauxbatons?

Agatha sonrió.

—La mejor de mi clase y, probablemente, de toda la escuela.

—Qué modesta —murmuró James con sarcasmo.

La chica colocó su mano en el hombro de James y se inclinó para decirle al oído:

—Potter, tu envidia hace crecer mi ego.

Sin más preguntas, Slughorn continuó pasando la lista, terminando con Fred Weasley II, y se dispuso a impartir su clase. En algunas ocasiones, Slughorn quiso poner a prueba a Agatha, haciéndole preguntas cada vez más difíciles, pero no se decepcionó al descubrir que era cierto lo que ella afirmaba. Era la mejor de su clase. Le emocionaba tener a otra estudiante tan buena como Lily Evans en sus tiempos o, tal vez, como la mismísima Hermione Granger.

—Profesor Slughorn, ¿me regala un minuto de su tiempo? —preguntó McGonagall, al abrir la puerta del aula.

El profesor asintió y salió del aula junto a la directora para discutir algunos asuntos pendientes.

—Pst, Agatha —la llamó Lysander.

—¿Sí?

—¿Qué se siente ser la favorita del profesor? —preguntó el chico, aunque era consciente de que no era el mejor tema de conversación.

Agatha rio.

—Estoy acostumbrada a la sensación —aseguró sin pizca de modestia.

Por el rabillo del ojo pudo ver que Charlotte se giró para decirle algo a Arianna, señalando indiscretamente a Agatha con su mentón. Una sonrisa burlona estaba dibujada en el rostro de la morena.

—¿Algo que me quieras decir, Zabini? —preguntó directamente, atrayendo la atención de los presentes—. Si me quieres decir algo dímelo en la cara —añadió, arqueando una de sus cejas al hablar.

Charlotte sonrió sin mostrar sus dientes y se giró en su lugar para poder mirar a Agatha de frente.

—Está bien —accedió—. Creo que eres una zorra —Agatha permaneció impasible—y una perra que se cree superior a los demás —agregó con rapidez al notar que sus palabras no habían tenido efecto en la chica—. También te crees que puedes mandar aquí —señaló a su alrededor—, cuando este es mi reino.

Agatha levantó su dedo índice para hacerla callar. Se inclinó sobre su mesa, apoyando los codos en la madera, mientras sonreía abiertamente.

—Tengo una duda enorme —comentó—. ¿Estamos hablando de mí o de ti? —preguntó burlonamente.

La piel morena de Charlotte se sonrojó a medida que el coraje calentaba su sangre. Agatha la estaba sacando de sus casillas desde que pisó Hogwarts. Primero la rechazaba y luego se burlaba de ella públicamente, haciendo que los demás estudiantes creyeran que podían faltarle el respecto. Porque ella era la más respetada de todo Slytherin, ¿no?

Dejándose llevar por sus impulsos, Charlotte sacó su varita y apuntó a Agatha, diciendo:

—¡Expulso!

Pero Agatha tenía unos reflejos excelentes, por lo que, tan pronto vio que Charlotte buscaba su varita, ella había sacado la suya y estaba preparada para el ataque.

—¡Protego! ¡Expelliarmus! —La varita de Zabini salió volando y cayó en alguna parte del aula. Agatha se acercó hacia Charlotte y la tomó del cabello. Adoraba la magia, pero siempre intimidaba más cuando lo resolvía a lo muggle—. Nunca, repito, ¡nunca! —recalcó—, te atrevas a atacarme porque vas a salir mal, muy mal. Tú no sabes de lo que soy capaz y te aconsejo que no me subestimes.

Con un simple «¡accio!», Agatha se apropió de la varita de Charlotte, quien estaba petrificada por el repentino ataque físico. Intentó abalanzarse sobre Agatha, pero esta fue mucho más rápida y salió corriendo del aula con ambas varitas en sus manos. Charlotte la siguió, chillando de manera histérica y rabiosa. Muchos salieron de las aulas para ver qué estaba sucediendo y, al presentir una posible pelea, las persiguieron.

Cuando pudieron seguirles la pista, las chicas se encontraban dándose golpes en uno de los jardines. Agatha dominaba la pelea por la experiencia que había tenido en la escuela muggle y en el tiempo que pasó en el orfanato. Sin embargo, tuvo un giro cuando Charlotte le arrancó la cadena que Agatha llevaba alrededor de su cuello; era un dije que le había regalado su madre adoptiva en la última navidad que pasaron juntas.

Agatha se quedó paralizada, lo que le dio ventaja a Charlotte para salir corriendo como alma que lleva el diablo hacia su novio, quien, convenientemente, volvía del campo de Quidditch junto a Dylan. Ambos habían estado ayudando a Madame Hooch a impartir la clase de vuelo a los de primer año, pues ya estaba demasiado vieja como para montar una escoba.

Tan pronto Charlotte le entregó el dije a Jackson, susurrándole lo que debía hacer, este se trepó en su escoba, elevándose fuera del alcance de Agatha.

—Agatha, ¿qué demonios está ocurriendo aquí? —preguntó Dylan, colocando una mano en el hombro de la chica para captar su atención.

—Necesito tu escoba.

Dylan estuvo a punto de negarse hasta que vio la cólera marcada en los ojos de Agatha. Parecía que en cualquier momento estallaría.

—Cuídala es nueva y...—Agatha lo interrumpió.

—Yo sé manejar una maldita escoba, Dylan. —Dicho esto tomó la escoba y se subió en ella para salir volando un segundo después—Devuélveme mi dije, Nott.

—Vuelas como una chica —habló él, ignorando la petición de Agatha.

—Qué descubrimiento, idiota. ¡Soy una chica! —exclamó.

Volaron por unos minutos donde Agatha perseguía a Jackson y él huía de ella con una sonrisa burlona en su rostro al notar que ella no lo alcanzaba. La verdad era que le tenía una gran ventaja porque la escoba de Jackson era, sin lugar a duda, más rápida que la de Dylan. Finalmente, Jackson se cansó del jueguito y decidió terminarlo, pero a su forma.

—Si lo quieres, atrápalo —dijo, y en ese momento lanzó el dije por los aires a una velocidad increíble.

Agatha se inclinó en la escoba para aumentar la velocidad a la que iba, pegó los codos a su torso para poder cortar el viento mientras iba en picada. Estiró su mano lo más que pudo y justo cuando pensaban que se iba a estrellar contra el suelo, enderezó la escoba y atrapó su dije. Miró a la pequeña multitud que se había reunido en el jardín con una sonrisa, en especial mientras se acercaba a un boquiabierto Jackson. Entonces, sin darle tiempo de reaccionar, le dio un fuerte puñetazo en la nariz provocando que cayera al suelo quejándose de dolor.

Cuando Jackson apartó su mano de su rostro, pudo ver un rastro de sangre saliendo de sus fosas nasales.

—Vuelve a hacer eso y no vives para contarlo.

—¡Permiso, permiso, déjenme pasar! —escucharon la voz de Slughorn abriéndose paso entre la multitud. Una vez llegó al centro, recuperó el aliento, apoyando sus manos en las rodillas. Su condición física estaba de mal en peor—. Smith, Nott y...—miró su mano donde había escrito el tercer nombre, pero que se había chamuscado con el sudor al correr—. ¿Eso es una K? ¿Kabini? Espera, ¿escribí Zabini con 'v'? ¿Zavinif? —achicó sus ojos para poder ver con más claridad—. Ah, Zabini femenina, claro. —Carraspeó—. Los tres mencionados irán directo al despacho de McGonagall.

Sin decir una sola palabra, los tres chicos siguieron a Slughorn por los pasillos hasta llegar a la gárgola. El viejo profesor respiraba ruidosamente, jadeando al subir las escaleras luego de ir la contraseña. Él los dejó en la puerta y se marchó, alegando que tenía otra clase que impartir.

La primera en entrar fue Agatha, quien tenía una sonrisa de oreja a oreja, mientras que los otros dos iban con caras de pocos amigos.

—¿Se podría saber qué es tan divertido? —preguntó Jackson, quedándose de pie porque no pensaba sentarse al lado de Agatha. Charlotte tampoco.

—Que estoy rompiendo récord. No llevo un día en Hogwarts. No, tacha eso. Fue mi primera clase y ya estoy en problemas. ¿No es bella la vida?

—Eres una maldita sangre sucia —masculló Charlotte, pero el insulto fue audible para todos, en especial para McGonagall, quien analizaba cada movimiento de los estudiantes desde su escritorio.

Agatha iba a defenderse cuando McGonagall se aclaró la garganta de forma ruidosa para llamar la atención de los adolescentes, los cuales estaban concentrados en aniquilarse los unos a los otros con sus miradas. Parecían a punto de terminar agarrados a los puños.

—Tengo que admitir que en todos mis años de experiencia nunca he visto algo así —admitió McGonagall, frotando su frente con sus dedos—. He tenido enfrentamientos, duelos de magia, accidentes en clases, y muchos más, pero ¿pelearse de la forma más muggle posible? Eso me supera.

Agatha miró sus uñas, estando orgullosa de lo que había hecho. La nariz de Jackson goteaba sangre ocasionalmente y Charlotte tendría un ojo morado en unas horas. Agatha solo tenía un rasguño en su mejilla por las uñas filosas de Charlotte y la marca de cuando le arrancó el dije del cuello. Fuera de eso, estaba intacta. Incluso tenía su cabello en orden. En cambio Charlotte parecía que tenía un nido de pájaros en el pelo.

Récord —canturreó Agatha apenas audible.

—Por esa misma razón, me vi obligada a contactar a sus padres y a tutores —hizo énfasis en lo último para evitar que Agatha hiciera algún comentario astuto—, dejándoles saber de sus actos.

—¿Qué? —Gritaron Charlotte y su novio al unísono.

—¿Por qué tú estás tan tranquila? —preguntó Jackson al percatarse que Agatha estaba con una expresión serena e imperturbable. De hecho, parecía disfrutar de todo lo que estaba sucediendo.

—Porque yo no tengo que guardar apariencias con mami y papi —respondió con un toque de burla.

Agatha siempre había sido independiente. Nunca se había intimidado por sus superiores —maestros, encargados, directores—y tampoco por los castigos que podían imponerle. De hecho, en sus castigos era cuando más planificaba sus próximos desastres. Le daban tiempo de pensar. Casi podía jurar que la razón por la que Beauxbatons estaba tan reluciente era porque ella siempre estaba limpiándolo en sus castigos. Ahora le tocaba a Hogwarts.

—Los tres estarán castigados por el resto de la semana. Antes de la cena tendrán distintas labores, teniendo en cuenta que no pueden estar juntos en un mismo lugar. Y se turnarán sus encargados de castigo los cuales serán Hagrid, Madame Pince y el señor Slughorn. En adición a ello, se le restarán treinta puntos a cada uno por su conducta. Eso les dará tiempo de pensar en sus actos mientras los recuperan —enunció, y los miró por encima de sus lentes de medialuna—. ¿Ha quedado claro?

—P-Pero es el primer día, ¿eso no nos dejaría sin puntos? —balbuceó Charlotte—. No creo que tengamos sesenta...

—Noventa —la corrigió Jackson.

—Eso, noventa puntos en el primer día. No nos pueden quitar más de lo que tenemos, ¿no?

—Existen los números negativos, genio. Eso significa que les debemos antes de poder ganar puntos —explicó Agatha rodando sus ojos.

—¿Ha quedado claro? —repitió McGonagall.

—Como el cristal —masculló Charlotte, saliendo del despacho junto a su novio.

Agatha se puso de pie para seguirlos cuando McGonagall la detuvo. Justo en ese momento una figura femenina apareció en el otro lado del despacho, una que Agatha pudo reconocer a la perfección.

—Ay, merde —murmuró Agatha al ver que su madre la miraba con mala cara—. ¿Por qué la llamaste, Minnie? No es justo, ni siquiera tiene mi custodia —alegó, volviendo a sentarse cruzando sus brazos.

—Por la simple razón de que usted vive con ella —repuso McGonagall con simpleza.

—Agatha...—comenzó a decir Hermione.

La chica resopló.

—No.

—Agatha.

—Por favor, no —pidió—. Cualquier cosa que vayas a decirme, la he escuchado mil veces antes, ¿de acuerdo? De donde vengo me apodaban "La señorita problemas". Con eso te puedes hacer una muy buena idea de mi comportamiento.

Hermione apretó sus labios en una fina línea, no estando conforme con la actitud de su hija. Sin embargo, a su vez, comprendía no tenía razón para reprocharle la forma en la que se expresaba o actuaba. Estuvo fuera de su vida por casi quince años, su hija sufrió de muchas pérdidas y del rechazo del mundo antes de llegar siquiera a su etapa adulta.

Le hizo un gesto a McGonagall y esta se puso de pie, alegando que tenía que darle unas instrucciones a Dakota. Una vez estuvieron solas, Hermione suspiró y se acercó a su hija, apoyándose en el escritorio.

—Agatha, ¿puedo preguntarte algo? —Agatha arqueó una de sus cejas—. No tiene nada que ver con tu comportamiento, ¿de acuerdo? —La muchacha hizo un ademán para que continuara—. ¿Qué significa la "C" en tu firma?

La rubia suspiró.

—Cuando Jack y Susan me adoptaron me cambiaron el nombre —comenzó a explicar calmándose y hablando en un tono suave—. Me dejaron mi primer nombre, Agatha, puesto que ya llevaba diez años con ese nombre, pero me pusieron su apellido y un segundo nombre. Agatha Christina —terminó por decir—, ese es mi nombre. No me importan los apellidos. En mi registro siempre dirá Smith, se los debo, aunque en mi corazón sea una Malfoy.

—Suena lindo —admitió—. Agatha Christina. Buena cristiana —tradujo con los significados de los nombres.

—Creo que no es el nombre más adecuado.

Hermione negó.

Es el nombre adecuado. No se trata de la forma en la que nos defendemos, sino de lo que hay en nuestro corazón.

ϟ

Draco Malfoy caminó con sus manos en los bolsillos de su pantalón mientras miraba cada rincón de la oficina de Hermione Granger. La última vez que estuvo en ese lugar su hija los había sacado de un aprieto, además de que tampoco le había prestado mucha atención. Ahora que tenía el tiempo para hacerlo, notó que estaba llena de libros enormes y gruesos.

«Sigue siendo el mismo ratón de biblioteca», pensó. En ese momento, la puerta de la oficina se abrió y un chillido agudo casi lo dejó sordo.

—Joder, ¿estás segura de que no eres una banshee? —se quejó Malfoy haciendo una mueca.

Hermione rodó los ojos. Se quitó su abrigo, dejándolo en el perchero y se dirigió a su escritorio.

—Ahora sé de dónde Agatha sacó su boca —comentó—. Hablan igual —especificó—. ¿Qué haces aquí, Malfoy?

—Bueno, nuestra hija me dijo que viniera para que me explicaras unas cosas.

—Supongo que te dijo que la amarré a James durante dos semanas. —Draco asintió—. Bien. ¿Qué más?

Lo vio encoger sus hombros.

—No mucho. Solo que quedó en Slytherin —dijo—. Lo cual es un orgullo, claro. Es una Malfoy en todo el sentido de la palabra.

Una mueca de fastidio se formó en el rostro de Hermione mientras recogía los documentos en los que había estado trabajando antes de que le llegara la carta de McGonagall.

—¿Sabes lo que es un Oastori? —Él volvió a asentir—. Nuestra hija es el Doppelgänger de un Oastori. No preguntes de quién porque no tengo la menor idea...aun. Durante el verano, la atacó, pero ya estamos tomando las medidas necesarias para lidiar con su P.P.O —hizo énfasis en la forma en la que Agatha llamaba su problema.

—¿Cuándo pensabas decirme que una criatura oscura atacó a mi pequeña? Granger que no se te olvide que también es mi hija, maldita sea —Draco expresó, arrastrando sus palabras.

—¡No lo sé! ¡Todavía no proceso la idea de que tengo una hija contigo! —exclamó, pasando las manos por su cabello con frustración.

—Yo creo que la que debería de tener problemas para procesar la idea de que su madre la dio en adopción, que su padre es un ex-mortífago y no sabía de su existencia, que es la hija del cuerno, y que sus padres están casados con otras personas, es Agatha.

En ese momento, Hermione vio que alguien estaba parado en la puerta y que miraba la escena boquiabierta. Se quedó paralizada, no sabía qué hacer. Draco al ver el pánico en los ojos de Hermione frunció el ceño y se giró para poder ver lo que ella veía.

—¡Oh, mierda! —susurró el rubio.


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Long time no see, Draquesha. Les dejo un gif para que se rían y me amen de nuevo por haber cambiado la mayoría de este capítulo :D Saben que lo hago por el bien del fic. ♥

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