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Capítulo 3: Un corazón roto

Dos días después, Yut-Lung había investigado un poco sobre los últimos movimientos de Blanca en el trabajo que le encargó Golzine, acorralando brillantemente a Ash y amenazando con matar a Eiji, habiéndolo herido. Eiji... ese nombre le ponía de muy mal humor. ¿Qué había en él para que Ash lo protegiera con su vida? Eiji no llevaba mucho tiempo en Nueva York pero ya lo había adoptado como un miembro muy importante en su pandilla, cuando en realidad era un estorbo, un peso para Ash.

Ese día, Yut-Lung se encontraba en su despacho con una joven visita: Sing Soo-Ling, a quien llamaremos sólo Sing, que actualmente llevaba el puesto de líder de la pandilla de los chinos (aunque Shorter no falleció en mi historia, Sing será el líder de los chinos. Shorter pasa a ser un miembro de la pandilla de Ash)

 - Así es - dijo el más joven - Golzine contrató a Blanca para poner contra las cuerdas a Ash, y él aceptó el trato porque fue el antiguo profesor de Ash. Él le entrenó cuando estaba con Golzine y le ha enseñado todo lo que sabe. Ha conseguido disparar a Eiji y se encuentra herido.

Yut-Lung miraba con seriedad a su escritorio mientras acariciaba la punta de su trenza. Sing sabía que él odiaba a Eiji... pero todavía no sabía por qué.

 - Sing... - le llamó sin mirarle - ¿Por qué Ash cuida tanto de Eiji? ¿Se gustan mutuamente?

Eso le pilló al joven un poco desprevenido. ¿Yut-Lung no sabía ni él mismo la razón de su odio?

 - Realmente no se si son pareja - dijo él rascándose la nuca y desviando la mirada - Nunca los he visto besarse ni hacer algo que los delate, pero tienen una conexión especial.

 - ¿Una conexión especial? - repitió el mayor dejando de acariciar su pelo y mirándolo con más interés.

 - Sí... es como... - Sing buscaba unas palabras complicadas - como si la presencia de Eiji hiciese menos dolorosa la existencia de Ash. Además, a Eiji le gusta estar con Ash después de todo, ayudando con su presencia altruista... ah, maldición... - se quejó - No se me da bien, no puedo explicarlo mejor...

Yut-Lung procesaba todo eso en su mente, moviendo una pierna por debajo de la mesa con nerviosismo. Se le notaba enfadado.

 - Gracias, Sing. Márchate.

El chino menor se encogió de hombros y salió del despacho. Al cerrar tras de sí, se llevó las manos a la nuca en un gesto cómodo, dispuesto a irse caminando por el pasillo cuando vio por el rabillo del ojo a alguien venir desde el otro lado. Sing abrió los ojos y dejó caer sus brazos cuando vio venir a Zoba con un ancho vestido verde y calcetines blancos altos, con dos coletas bajas cayendo sobre sus hombros y su pecho, mientras balanceaba en su mano un libro. Sin también podía ver que era un alma inocente. ¿Cómo tenía el menor de la familia Lee una chica así en su casa? 

Justo cuando ella se percató de que el joven la miraba mientras se acercaba y le sonrió de vuelta, Sing escuchó detrás de él un carraspeo de garganta. Un guardia le esperaba para acompañarle fuera. Volvió a mirar de reojo a la chica y le dedicó una tímida sonrisa de vuelta para luego marcharse con el hombre. Luego, ella llamó suavemente a la puerta del despacho.

 - Yut-Lung, soy Zoba, ¿puedo pasar? - pidió.

Tras escuchar una leve afirmación no muy convencida, entró y cerró tras de sí. El chino estaba de pie mirando su escritorio, todavía enfocado en las palabras de Sing: "como si la presencia de Eiji hiciese menos dolorosa la existencia de Ash"

 - Verá, estoy leyendo este libro que está completamente en chino - dijo abriendo por la página marcada - Y tengo un problema... no le encuentro sentido a este párrafo. ¿Me podría...?

Su pregunta fue interrumpida por un fuerte golpe que la asustó. Yut-Lung había golpeado su escritorio con ambos puños lleno de ira, haciendo a la chica sobresaltarse y que su libro cayera al suelo.

 - ¿¡Ese es tu problema!? - dijo alzando la voz - ¡Eso es lo único que te preocupa!

El chino tiró unos papeles y unas carpetas al suelo desde su mesa con enfado y luego se dirigió a por ella a paso rápido. Zoba se asustó realmente y retrocedió hasta que su espalda tocó la puerta.

 - ¿¡Qué tan bien vives sin que nada malo pueda afectarte!?

La chica se quedó petrificada mirándole a los ojos, chocando los suyos bicolores asustados contra los negros afilados de Yut-Lung... y por un momento, al chico se le cortó la respiración. En ese rostro tan inocente y algo infantil de ella... pudo ver por un instante a un tímido niño que tenía todo el amor y cariño de sus padres: se vio reflejado en su infancia, por un momento, en ella. ¿De verdad podía odiarla por ser feliz y amada por su padre? No tenía derecho a criticar a ese ser inocente.

Separó sus manos de la pared muy lentamente, mirando a la chica ahora con una expresión algo triste, habiendo desaparecido todo su enfado al verse reflejado. Ella temblaba suavemente, con los ojos titilantes fijos en los suyos y los labios entreabiertos de la impresión. Yut-Lung se dio cuenta de que tenía la mano derecha en el pomo de la puerta, lista para abrirla y salir corriendo, huyendo de él. El chino se tapó el lado izquierdo de la cara con su mano temblorosa, asustado incluso de sí mismo.

 - Deberías... irte... - susurró.

Yut-Lung se sentía mal. No debería haber pagado con ella sus frustraciones sobre Ash y Eiji, pues era su invitada, que sólo vino en un momento inoportuno. Él no escuchó la puerta abrirse, ni la notó alejarse. En cambio, lo que notó fue como la chica se acercaba a poner los brazos alrededor de su cuello, de puntillas, poniendo su cabeza sobre su hombro.

Yut-Lung abrió los ojos, apartando su mano de su cara, notando que sus temblores se congelaban y luego empezaban a disminuir con el abrazo de la chica, empezando a llenarse de un calor reconfortante.

 - ¿Te han dado malas noticias? - preguntó ella  ¿Te has peleado con alguien? Puedo entender que has tenido un mal día y que no he llegado en el mejor de los momentos, así que no me sienta mal que hayas estallado conmigo. No es bueno guardar el dolor, así que no te preocupes. Te ayudaré con todo lo que pueda.

Después, ella soltó sus brazos y volvió a su posición, viendo la cara atónita de Yut-Lung ante esas palabras altruistas y reconfortantes de Zoba. Ella sonrió y abrió la puerta saliendo del cuarto y dejándolo solo.

Yut-Lung tardó un poco en reaccionar y miró al suelo, para después agacharse y recoger el libro de ahí. Todavía no se lo creía. Su invitada, a quien quería drogar con suero de la verdad para que hablara sobre su padre, a quien gritó y culpó mentalmente de su estado, le consoló sin querer nada a cambio y con educación, dejando tras de sí el rastro de su sonrisa y su olor a leche y miel.

Esa noche, tras la cena, en la que cada uno comió en su habitación a solas por petición de Yut-Lung, una sirvienta entró al cuarto de Zoba para ofrecerle una taza con un té de valeriana para dormir mejor. La chica acababa de ponerse su ropa para dormir, un pijama con un dibujo de una playa en el pecho y agradeció a la sirvienta que le servía la taza. La mujer se marchó con una suave sonrisa, pero dejó la puerta algo entreabierta al ver fuera a Yut-Lung, por lo que dedujo que entraría y no la cerró.

El joven chino miró el libro de la chica entre sus manos y luego se asomó por la abertura de la puerta, abierta en la distancia de un palmo, lo suficiente para ver a la chica sentada en el borde de la cama, con las manos entrecruzadas y la cabeza baja, como si estuviese rezando. ¿Por quién lo haría? ¿Era creyente?

Un leve crujir de la puerta al apoyarse hizo a la chica mirarle, y dio una sonrisa tímida.

 - Buenas noches Yut-Lung... ¿como te encuentras ahora? - preguntó.

El chino la miró un segundo en silencio. ¿Eso era preocupación?

 - Bien, estoy bien. Nada que ver con lo anterior - dijo poniendo su cabello sobre su hombro - No ha sido cortés de mi parte mirar por tu puerta sin avisar, ¿puedo pasar?

 - Adelante, por favor...

Yut-Lung pasó cerrando tras de si y caminó hacia ella, tendiendo el libro entre sus manos. Ella lo tomó con una sonrisa y lo dejó sobre su mesita de noche tras agradecerle. Tras ello, Yut-Lung recitó un viejo proverbio chino.

 - ¿Eh? ¿Qué significa eso? - preguntó la chica.

 - El párrafo que no sabías leer. Es un proverbio chino algo complejo - dijo sentándose a su lado despacio con una leve sonrisa.

Ella amplió la suya y agradeció.

 - Ahora todo tiene sentido lo que estaba leyendo... - dijo para ella.

Yut-Lung la miraba en silencio mientras ella tomaba pequeños sorbos de su humeante taza de té, mientras seguía acariciando su cabello negro. Aunque pareciera algo raro en él, estaba nervioso.

 - Lamento mucho lo que ha sucedido esta tarde... - dijo finalmente.

 - Te dije que lo entendía, no pasa nada - negó ella restándole importancia.

 - Ni siquiera pude disculparme, y sólo pedí que te fueras... pero luego me sorprendió mucho tu amabilidad conmigo... realmente... es como si atravesaras una de mis barreras...

Ella rio suave y dejó su taza sobre su platillo.

 - Mi padre dice que un abrazo bien fuerte puede volver a juntar un corazón roto. Sólo hay que saber llegar hasta él con palabras y luego abrazarlo para volverlo a juntar.

Yut-Lung dio una sonrisa amarga negando.

 - Hablas como una niña...

 - Es que soy una niña - contestó ella con una sonrisa - Tengo 15 años.

 - Sí... - contestó él poniendo su mano sobre su cabeza - es la edad normal para ser... un joven adolescente. Es curioso... - dijo poniendo un rostro más serio - seguro que has deducido que ni mi infancia ni mi adolescencia han sido como la tuya... pero no me molesta que sientas pena por mí... porque no te burlas.

 - Es que no siento pena por ti, Yut-Lung... - ella sonrió, acercando su cabeza pelinegra a su hombro - Me da ternura, así que cuando necesites consuelo o un refugio, sólo tienes que poner la cabeza de esta forma, y yo te abrazaré.

Yut-Lung guardó silencio, con la cabeza contra su cuello. Realmente, estar cerca de ella se convertía en algo muy adictivo a lo que se podría acostumbrar muy rápido. Algo donde él podía alejarse del maldito mundo y recuperarse, como una bonita casa en el campo para huir de la estresada vida, como un refugio para su alma. Algo... que hacía que su existencia fuera menos dolorosa.

 - Yut... - susurró él.

 - ¿Eh? - preguntó ella mirándolo.

 - Llámame sólo Yut... es más cercano... si no te importa...

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