Capítulo 2: La pureza hecha persona
Zoba miraba por los cristales tintados del coche que había mandado Yut-Lung al hotel a recoger a Blanca y a su hija. Se frotaba las manos y no sonreía, mirando con algo de miedo el nuevo barrio chino donde la llevaban. Su padre iba sentado a su lado, y la miraba preocupado. Su hija siempre había sido muy tímida, pero fuerte. Levantó una mano y la puso sobre las suyas, haciendo que ella le mirase a los ojos.
- Te prometo que estarás bien. Los días pasarán rápido, muy rápido, y pronto volveremos a disfrutar del Caribe - dijo con una sonrisa confiada.
- Seré fuerte - dijo ella tomando sus manos - Has hecho mucho por mí, ahora quiero esformarme yo también por nosotros.
Blanca se sorprendió de sus palabras, y luego sonrió. Pensó que su hija se parecía muchísmo a su madre, en imagen y semejanza, y también hablando. Esa noche, después de hablar y estar los dos acostados, Blanca le sugirió que no usara su apellido real, y cambiara el suyo a otro de distinta nacionalidad de su elección, para proteger la identidad de su padre.
El coche se detuvo, delante de la puerta de la mansión china, y Blanca bajó con su hija. Un sirviente tomó su maleta con educación y los guardias les invitaron a entrar.
La chica se quedó prendada con la hermosa decoración oriental, con la suave música que se escuchaba una vez se cerró la puerta de la entrada, asilándolos de la ciudad de Nueva York y adentrándose en el lujoso mundo chino. Incluso a veces se quedaba un poco atrás mirándolo todo, pero luego corría rápidamente detrás de la protección de la espalda de su padre, continuando por los pasillos. El mismo guardia se paró en la misma puerta que la vez anterior, y ambos entraron cuando obtuvieron permiso.
- Muchas gracias por recibirnos, señor Yut-Lung - dijo Blanca entrando a la habitación.
- ¿Ha ido bien el viaje? - preguntó, sentado en el mismo sofá, con un té distinto, intentando ser cordial.
- Maravilloso.
Blanca se giró, buscando a su hija tras su espalda, y la atrajó, haciendo que saliera de su escondite, haciendo que Yut-Lung la viese.
- Esta es mi hija, Zoba Sagano.
- Wǒ hěn gāoxìng rènshi nǐ (Encantado de conocerle) - dijo ella bajando la cabeza con una reverencia algo exagerada.
Su padre alzó la ceja un poco, pues notaba mucho el nerviosismo de su hija. Sabía bien que ella era buena con varios idiomas, y que un saludo chino no era muy complicado para ella, y que sólo trataba de ser cordial.
Miró a Yut-Lung, a ver cómo le había sentado el saludo chino de su hija. Para su sorpresa, el joven chino la miraba con ojos muy abiertos, con los labios apretados, mientras sus manos temblaban sujetando la taza con su platillo. Eso último apenas era perceptible, pero el fino ojo de Blanca se dio cuenta, viendo bailar el té en la taza.
Yut-Lung analizaba a la chica nerviosa de arriba a abajo. Su saludo nervioso, su lindo vestido, sus ojos...bicolores. La chica, a simple vista, no era un espécimen que abundase en Nueva York.
Cuando la chica levantó la mirada con timidez hacia los ojos de su anfitrión, un espasmo recorrió el cuerpo de Yut-Lung entero. Pudo ver más allá de esos ojos, entrar dentro de ella y ver, que efectivamente como día Blanca, ella no tenía ni un ápice de maldad en su alma. Su cuerpo nunca había sido corrompido, su mente nunca había sido ensuciada, nunca había tenido que hacer nada en contra de lo dictase su razón y ética. La pureza de ese ser era tan única, que ya no era un espécimen raro en Nueva York. Lo era en Estado Unidos, América, Asia, en todas partes del mundo. Allá a donde viajara Yut-Lung, nunca podría encontrar a nadie semejante.
Un roce le sacó de sus pensamientos y volvió a parpadear. Una criada limpiaba su túnica, y otro recogía su taza rota del suelo. Yut-Lung miró con atención. Se le habían caído al suelo y se había manchado la ropa, pero ni siquiera se había dado cuenta. Tan sumergido en el interior de la chica, que el espasmo le había entumecido las manos. Esto nunca... le había pasado.
- ¿Qué ocurre, señor Yut-Lung? - preguntó Blanca con una pequeña sonrisa de lado - ¿No puede responder al saludo que mi pequeña le ha dedicado en su idioma natal? - dijo poniendo las manos en los hombros de su hija.
- Me disculpo... - dijo incorporándose - Me he dispersado un momento.
Y caminando sin hacer ruido hacia ellos, se puso delante de la chica, que se puso más nerviosa de verle cerca. Realmente, el joven chino era hermoso. Si su padre no le hubiese dicho "señor" seguramente le hubiese confundido con una mujer.
- Disculpeme, señorita Sagano... he sido muy descortés en no escucharla - dijo mirándola a los ojos - Será un gusto tenerla a mi cargo hasta que su padre regrese a por usted.
- Muchas gracias... - dijo ella con una sonrisa tímida - Haré todo lo posible por no ser un estorbo ni una carga para nadie.
Yut-Lung guardó silencio y miró a Blanca a los ojos. Él sonreía, sabiendo que el efecto de la inocencia de su hija había hecho mella en el corazón lleno de dolor del joven chino. El encanto oculto de su hija era irresistible, y además... hacía nacer en los que le rodeaban una emoción que incitaba a protegerla de cualquier mal para mantener esa pureza.
- Entonces, ¿la dejo en buenas manos? - preguntó Blanca con su sonrisa característica.
- En las mejores - continuó Yut-Lung.
Blanca se agachó a la altura de su hija con su sonrisa calmada.
- Todo acabará antes de que te des cuenta, pronto volveremos a casa, ¿De acuerdo?
- Si... pero... ¿Me llamarás? ¿Vendrás a verme? - preguntó ella.
- No, no podré hacerlo... - dijo negando - Podrían seguirme espías o localizar las llamadas y encontrarte. Deberás confiar en mí y esperar.
Ella asintió levemente, y su padre le dio un beso en la cabeza, para retirarse después acompañado por un guardia. Ah, que mal se le daban las despedidas a Blanca con la niña de sus ojos, sobretodo con esa mirada de cervatillo indefenso que le dedicaba antes de irse.
- No tienes que preocuparte por nada a partie de ahora.
La voz de Yut-Lung la hizo sobresaltar y mirarle. El chino sonreía con mucha tranquilidad, algo raro en él.
- Mi sirvienta te acompañará a tu habitación. Si me disculpas, debo cambiarme de ropa.
Y tras una formar reverencia con respeto, Yut-Lung se marchó por un pasillo. La sirvienta, llevando su maleta, invitó a seguir a la joven al piso superior, donde la dejó en un bonito cuarto con baño incorporado.
- Al señor le gustaría que se sintiese como en casa, y por eso me ha ordenado prepararle también un baño - indicó la sirvienta indicándole la puerta.
- ¿Un baño? ¿A estas horas? - dijo ella, sorprendida, pero sin querer ofender.
- Sí, tiene aromas relajantes que alivian los nervios y el estrés. Realmente, queremos hacer lo posible para que su estancia aquí sea de su agrado.
- Muchas gracias, pero no quiero que se tomen tantas molestias por mí... - ella sonrió nerviosa.
- Para nada - dijo ella sacando un albornoz de su armario - Adelante por favor, la dejo sola.
Con una reverencia, la sirvienta se marchó. Zoba suspiró y se cambió de ropa ahí mismo, poniéndose el albornoz, y entrando al baño. Un minuto más tarde, con un sigilo inaudito, la sirvienta volvió a entrar en su cuarto, vigilando que ella estuviera dándose un baño. Se acercó a su ropa y a su maleta sobre la cama, y lo registró absolutamente todo, dejándolo luego igual que se lo encontró. Luego salió de la habitación tras echar un vistazo a la puerta del baño, y se dirigió a la habitación de su amo.
- Señor Yut-Lung... - dijo entrando tras obtener permiso - He registrado absolutamente todo el equipaje que traía la señorita Sagano.
Yut-Lung se estaba cambiando la túnica, de una azul clara a una más oscura, y se dirigió a su sirvienta.
- ¿Pliegues de ropa, interior de los libros, estuches de maquillaje? ¿Segura que lo has mirado absolutamente todo?
- Estoy muy segura, señor, y no he encontrado absolutamente nada peligroso. Ni un alfiler. Es un equipaje completamente normal de una chica de su edad. Sólo hay un medicamente contra un tipo de alergia que sobresalga.
- Entonces sólo nos queda tres sitios donde mirar... - dijo acariciándose el mentón.
- Señor, ¿quiere que la drogue para revisar el interior de su cuerpo? - preguntó la sirvienta.
- Todo esto es realmente extraño... - dijo el joven chino yendo hacia una ventana - Es la hija de un gran asesino, un mercenario. ¿Y no tiene absolutamente nada para defenderse en caso de emergencia? Su cuerpo tampoco parece entrenado de ninguna manera, lo único que sabemos de momento es que se le dan bien los idiomas.
La sirvienta le miraba, esperando órdenes. Como se sabe, no era una sirvienta normal, eso estaba claro.
- Blanca se arriesgaría mucho si encontramos algo en su hija que pueda atentar contra mi vida - siguió el chino - Me extrañaría que un padre hubiese obligado a su inocente hija a tragarse algo, alguna cápsula o algo para usarla contra mí, sabiendo que puede ser perjudicial contra ella. Además de eso, tampoco es probable que lleve nada escondido en su vía rectal ni vaginal...
- ¿Insinúa usted que confiemos en ellos, señor?
- Insinúo que confiéis en mí - dijo mirándola - Ahora marchad a preparar algo en la comida que pueda gustarle. Del resto me encargaré personalmente.
La sirvienta se marchó tras una reverencia, yendo a buscar platos chinos y deliciosos que fueran del agrado de una chica adolescente. Yut-Lung se sentó en su cama y cruzó las piernas. Cuando tenía pensado comer sólo en su cuarto como de costumbre, hoy tendría una invitada especial que le hacía sentirse muy vulnerable.
*
Cuando terminó de bañarse, Zoba salió seca y se volvió a vestir con una ropa elegante pero con unos zapatos más planos. Ni siquiera se dio cuenta que su ropa había sido investigada, pues sólo un ojo fino se da cuenta de ello. Se peinó el cabello y le hizo un recogido, pensando en su padre y en sus trabajos, hasta que llamaron a la puerta. La misma sirvienta apareció.
- Señorita Sagano, la comida será servida en 10 minutos en el pequeño salón. Le espero aquí para acompañarla.
- ¿En 10 minutos? - preguntó ella, mirando el reloj de la pared.
Era muy temprano para comer, según ella, seguramente los asiáticos tenían otras costumbres diferentes a las suyas, pero eso no le molestaba. Ella debía ser una invitada ejemplar para que su padre estuviese contento con ella. Terminó de peinarse y arreglarse el pelo, y salió del cuarto, pidiendo a la sirvienta que le acompañase.
Dentro del pequeño salón, Yut-Lung estaba dentro hablando con el cocinero, pero se detuvieron al ver llegar a las dos mujeres.
- ¿Querría usted hacerme el honor el de comer conmigo? - preguntó el joven chino con una pequeña sonrisa - Me gustaría hablar con usted y conocerla un poco, señorita Sagano.
- Sí, por supuesto - contestó con una suave sonrisa.
Yut-Lung retiró su silla con caballerosidad para que se sentara, y luego la colocó bien. La mesa estaba puesta, pero faltaba la comida, y le llamó la atención que sólo estaban puestas su silla... y la de Yut-Lung en la otra punta de la mesa. Se le hacía extraño con la cantidad de personas que estaban aquí que sólo pudieran comer dos, y eso le incomodó un poco.
De la habitación de al lado, varias personas comenzaron a llenar la mesa de varios platos tapados hasta que fue cubierto casi todo, sorprendiendo a la chica. ¿¡Dos personas se iban a comer todo esto?!
- Sinceramente, no tenía gran idea de la comida que puede gustarte - dijo el chino - así que he mandado hacer varios platos chinos de los más comunes y universales para que puedas comer lo que gustes - y terminó con una sonrisa.
- Le agradezco mucho su preocupación... - dijo con timidez - Aunque sinceramente, mi paladar es bueno, me gusta mucho probar distinta comida y la china es realmente amplia - dijo con una sonrisa.
Yut-Lung la observó interesado, mientras un camarero destapaba algunos platos: la típica ensalada china, fideos con gambas, ternera con verduras salteadas, tallarines con pollo y soja... y todo olía realmente maravilloso. Los camareros le pusieron pequeños platos delante de ella con un poco de toda la comida, mientras otro servía té a Yut-Lung.
- ¿Ha comido más veces comida china antes, señorita Sagano? - preguntó.
- Bueno, alguna vez en restaurantes especializados, pero debo decir que esta se ve mucho mejor preparada...
El chino la miraba de reojo con una sonrisa. Realmente ella decía la verdad, no era por halagarle a él o a los camareros y cocineros. No sabía mentir. Costaba mucho creer que venía de donde venía.
- Hay una cosa que... me escama, señorita Sagano... - dijo tomando unos palillos.
Pero antes de que siguiera, ella le interrumpió.
- Disculpe, no quiero interrumpir, pero... ¿podría llamarme sólo Zoba? Me siento más cómoda usando mi nombre, no quiero importunar...
- Zoba... - repitió el chino mirándola - Bien, como quieras.
Ella sonrió aliviada al ver que no le había molestado. La verdad es que ser llamada de esa manera más con un apellido que no era el suyo realmente, le incomodaba un poco. Si usaba su nombre, todo estaba bien.
- Retomando mi anterior comentario, algo me escama... ¿Cómo es que si tanto usted como su padre venís del Caribe, no está nada bronceada?
- Oh, eso es muy sencillo - dijo ella limpiándose la boca - Porque soy alérgica a la luz del sol.
El chino se sorprendió. ¿Alérgica a la luz del sol? Había oído eso, pero no había conocido a nadie así.
- ¿Y con esa alergia vive usted bien en el Caribe?
- Sí, por mi padre. Es un lugar que le gusta mucho, y yo estoy bien siempre que tenga mi medicina y mi crema solar. Lo hago por él, que quiero que sea feliz.
La sinceridad y sus bonitas palabras hacia el asesino de su padre hacían sentir al chino algo extraño en su interior. Realmente, la chica se sacrificaba en eso para mantener a su padre feliz.
- ¿Realmente usted me habló en chino al saludarme? Me encontró algo... distraído - dijo cambiando de tema.
- Sí, intenté hacerlo. No quería parecer maleducada y bueno, no vi mal saludar en chino en un hogar chino.
- ¿Y es capaz de mantener una conversación fluida en ese idioma?
- Una sencilla sí, aunque la pronunciación no la hago muy bien porque aprendo de métodos autodidácticos. Me arriesgo a decir que lo entiendo mejor que lo hablo.
Yut-Lung la observaba tranquilamente viéndola comer. Era incapaz de encontrar algo de mentira o falsedad en sus palabras. El único nerviosismo que tenía era el de estar comiendo a solas con él, pues seguramente, era la primera vez que comía sola con alguien que no conocía.
Entonces, si hablaba con tanta normalidad... ¿estaría bien preguntarle por su padre y sus orígenes? ¿Sería necesario usar suero de la verdad si se negaba? Lo malo que podía tener eso era que tal la chica tuviera conocimiento de ciertas sustancias como ese suero, al igual que él, o en el caso negativo, Yut-Lung contaminaría la pureza de esa chica al exponerla a esa suave droga.
Todo eso a él le provocaba un enfrentamiento mental y sentimental muy contradictorio: una admiración obsesiva por ver que esa chica no había descubierto ni mucho menos experimentado la maldad del mundo... y la otra era el odio que generaba la envidia de que ella hubiese sido feliz en su infancia y adolescencia, sin tener que preocuparse de asuntos serios desde joven.
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