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Más que una coincidencia

El aire fresco de la mañana tocaba mi piel. Mi cabello rubio se ondeaba de aquí para allá con suavidad. Había muchas cosas que no comprendía, pues parecía imposible creer que mi familia había participado en todo eso de los Planetas Hermanos y en aquello que el anciano llamó como 'la Hermandad'.

A juzgar por la posición del sol, supuse que era temprano. Mi cabeza palpitaba un poco y todavía no estaba listo para una conclusión ya que había un montón de dudas sin resolver.

Bostecé y me acerqué a la puerta de la cabaña. El río aún estaba congelado. Vacilé si entrar o no, puesto que escuché a Roland y al anciano discutir cerca de la cocina. Aguardé y me coloqué debajo de la ventana.

—Por lo menos pudiste haberme dicho la verdad, Pendran.

—¿Cuál verdad? —refunfuñó el mayor.

—Que fue en vano mi viaje a Gaia porque no me dirás nada y que no te importa que haya encontrado a uno de los Guardianes.

—No seas imprudente, Zaagman. El niño no tiene nada que ver con mi decisión. Ni si quiera estoy seguro de que sea uno de ellos.

—¿De qué hablas? ¡Es un Guardián! —el tono de Roland sonó alterado. Luego hizo una pausa y habló menos molesto—. Cómo sea, no discutiré esto contigo. Si lo tengo a él de mi lado podré encontrar al resto.

—¿Y para qué? De todas formas no puedes asegurar nada.

—¡Pendran, por todos los cielos! ¡Necesitamos a los nuevos Guardianes! Sólo con ellos conseguiremos detener este maldito desastre.

—Te digo que hay otras formas.

"¿De qué hablan?", cuestioné confundido, "no puedo entenderlos del todo".

—No lo comprendes. Haber encontrado a Roy fue un buen inicio.

"¿Roy?", suspiré suavemente al pensar en mi amigo.

—No, Zaagman, tú escúchame por un momento. Hay algo que tal vez sea cierto. Sí, encontraste a un Guardián, pero no estés tan seguro de que conseguirás a los demás y su ayuda.

—¿Y qué te hace creer que no lo conseguiré? Si el Guardián de Biophra está esperando, así como Roy, entonces podrá ayudarnos. Roy aprenderá a controlar sus poderes y conocerá su destino.

—¿Su destino? ¿Su destino?

"Roy... es... ¿un Guardián?", insistí en mi monólogo.

—¡Déjate de tonterías, Zaagman! —la voz del anciano sonó en exceso molesta.

—Por favor, Pendran, ayúdame.

—Seguramente ya olvidaste que he cumplido con mi parte del trato. ¿Acaso no te entregué el Libro de la Muerte y el Libro de la Vida?

—Esto es diferente. La Hermandad puede regresar. Biophra, ni otro de los planetas hermanos, se verá amenazada por un conflicto del pasado.

—Todo es un conflicto del pasado, Zaagman, todo.

Agaché la cabeza. Tenía miedo.

—Pendran, por favor. No seas así. Tú...

—No, no insistas. Escúchame muy bien, te dije que hay algo bueno en todo esto. Sí, Roy es una prueba de que la nueva generación ha surgido. Sin embargo —tosió un poco el hombre y luego siguió—, hay algo que no cuadra de acuerdo con la información que yo poseo. Sólo son cinco Guardianes conocidos. Gaia, Biophra, Stania, Gea y Mephra. La tortuga, la lagartija, el lobo, el león y la serpiente. Roy no posee ninguno de estos símbolos.

Mis ojos se inundaron de lágrimas. Deseaba entrar y cuestionar a los dos. A Roland y al anciano. No era justo. ¿De qué manera nosotros cambiaríamos los conflictos que mencionaban? ¡No estábamos enterados de nada!

—Es por esta misma razón que deseo cumplir con el objetivo.

—No seas ridículo, muchacho. Tú mismo te inventaste esa historia del elegido. Nada, ni nadie, determinó que eso es lo adecuado.

—¿Es lo que crees? —el tono de voz de Roland sonó titubeante—. No sabía que ya te habías dado por vencido.

Un silencio largo se manifestó. Levanté la cabeza y me moví un poco para asegurarme de que ambos siguieran allí.

—No me he dado por vencido. Simplemente creo que algo no está bien, que algo fue premeditado y que alguien debe estar detrás de todo esto.

—Puedo asegurarte que es uno de los Guardianes —le contestó Roland.

—No asegures nada que no sabes a ciencia cierta, Zaagman. Por favor, te suplico que dejes tu terquedad. No sabes si estos niños son el camino correcto.

—Bien, tienes razón. Yo no lo sé, pero Biophra sí. El Portal los eligió a ellos.

—Dijiste que habían sido más.

—Sí, otros cinco o diez más. No estoy seguro. Sólo me concentré en estos cuatro que aceptaron venir porque Roy aceptó venir.

—Los convenciste con información incompleta.

—Pero no les mentí.

—No. Sin embargo, decir lo mínimo y omitir algo tan importante es peor que una mentira.

—Yo quiero salvar mi hogar —la voz de Roland parecía implorar y asegurar a la par—. Quiero proteger a mi planeta, a la gente que amo, a la vida que lo habita.

—No seas ingenuo. Ese trozo de papel, mismo que has usado para guiarte en tu búsqueda por los Guardianes, no dice nada.

El silencio regresó por unos instantes más.

—Entiendo. Me ha quedado claro. No te pediré más ayuda.

—¿A dónde vas? —le preguntó el anciano—. ¡Zaagman!

Escuché los pasos de alguien alejarse de la ventana.

—Maldita sea. No me dejas muchas alternativas.

Me alejé de la ventana con prontitud, me acerqué a las escaleras y permanecí sentado. Mi cabeza daba vueltas, pero algo me quedaba claro: estaba involucrándome en algo que parecía irracional. Las palabras de Roland y el hombre me causaban terror. Quizás era porque temía no volver a ver a mi familia. O era, tal vez, porque Roy, a quien consideraba como mi mejor amigo, no era la persona que aparentaba ser. Inclusive podía deducir que me asustaba seguir cada vez más y saber respecto a la guerra y los Guardianes.

"No", me respondí, "no es sólo por eso".

Escuché un aleteo cercano y contemplé a un ave con forma de búho. El animal tenía el plumaje blanco y negro como una combinación extravagante. Me miraba. ¿Por qué me veía así? Sentí a mi corazón latir aceleradamente y sin razón aparente. Ese búho me acechaba. Me hacía creer que él se había dado cuenta de mi presencia, como si él supiera algo sobre mí y me mantuviera vigilado.

Cerré los ojos para ignorarlo.

"Estás alucinando, Ted", me repetí una y otra vez, "estás alucinado. El ave es sólo un animal... un búho. Aparte, no estoy haciendo nada malo".

—Bonita forma de escuchar conversaciones ajenas, chico Troopsad.

La voz me asustó. Di un pequeño brinco y me levanté de inmediato. Encontré al anciano detrás de mí.

—Ven conmigo —me ordenó.

Asentí con la cabeza y lo seguí. Antes de entrar devolví la mirada hacia el árbol cercano pero no encontré al búho. ¿Se marchó?

*****

Una vez adentro de la cabaña, llegué a una habitación que tenía un escritorio, dos estantes para libros y una silla con fachada gótica. Parecía un estudio. El hombre se acercó al escritorio y movió unos papeles. Yo respiraba lo más silencioso posible mientras paseaba cerca de los libreros. Curioseé en los títulos de los libros. 'Pociones potentes para la resurrección', 'Necromancia y el ánima', 'Doce pociones de la magia negra y sus contrapartes curativas', 'Pulsa DeNura y Homúnculos en la magia negra'.

—Son sólo libros de magia —me aseguró el hombre.

Regresé la mirada hacia el anciano.

—Soy un hechicero, así que es normal que estudie la magia.

"Magia", pensé confundido.

Toda mi vida había creído que la magia era algo que existía dentro de los cuentos de hadas. Incluso, en este instante, me parecía imposible creer que era real.

—Mira esto.

Extendí la mano y tomé un papel. Él lo soltó y me permitió revisarlo. Era una especie de pagaré personalizado con reglas que mencionaban algo así como una compra. Sin embargo, este documento no tenía fecha límite de pago. Miré de vuelta al anciano puesto que no me quedaba muy claro qué tenía de relevante.

—Lee la parte inferior —me indicó sonriente.

—No le han pagado, según este documento —dije con respeto al revisar una parte de la información.

Hasta que leí el final...

"Seamus Troopsad", releí asustado y confundido.

—¿T-Troopsad? —me pregunté más para mí que para continuar la conversación.

—Así es —asintió el hombre—, un antecesor tuyo. Este es un pagaré común modificado por un hechizo de magia según el trato que hicimos. Un pacto en el cual Seamus Troopsad juró que pagaría su deuda conmigo. Debido a mi condición de hechicero y mis ventajas de ser uno poderoso, no acordamos fecha límite. Y, tal vez, no soy el único al que le debe.

"¿Y esto qué significa?", cuestioné.

—Tu familia, en específico Seamus Troopsad, me pidió un favor —me explicó—. Una pócima, magia, mi ayuda, información y fuente infinita de vida. Desgraciadamente no tengo idea de qué sucedió con él.

—¿Hace cuánto fue esto?

—Hace mucho años. Puedo asegurarte que más de cien. Pero, jovencito, a través del hechizo que este documento tiene, yo podré saber si Seamus Troopsad ha muerto.

Contemplé nuevamente el papel que estaba amarillento. Aunque se veía desgastado por el tiempo, este parecía estar vigente y tenía la letra legible.

—Verás, mi niño, Seamus Troopsad todavía está vivo y tiene una deuda que saldar conmigo.

Respiré con profundidad sin contener el pavor que se acrecentaba.

"Si está vivo, entonces... ¿cómo puede estarlo?", pensé desesperado, "si han pasado más de cien años, ¿cómo es que no ha muerto? Nada de esto parece posible".

Suprimí algunas palabras que estuvieron a punto de salir. De algo estaba seguro: entre más información tenía respecto a todo esto, más temores aparecían y más me arrepentía de haber dejado mi vida en San José. Deseaba, con todas mis fuerzas, ver de vuelta a mis padres y hermana.

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