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El jardín de la soledad

El aroma de las flores envolvía la terraza del jardín. El verde de las plantas estaba adornado por los colores variados de los nuevos retoños. La primavera mostraba su máximo esplendor. En la terraza, por otra parte, mi visión se opacaba por una presencia: Biophra. La insensata de Biophra tenía las agallas de aparecerse en mi templo, en mi santuario. Y lo peor del caso era que su razón, la que yo intuía, me causaba repudio absoluto.

En esta ocasión, Biophra traía su cabello suelto con una corona trenzada. Sus ojos de un color miel suave contrastaban hermosamente con su piel exquisita y blanca. Su rostro era en exceso tierno. Pero a mí no podía engañarme. Ella no venía de visita, pues quería algo. Mi pequeña hermana se rebajaba a una simple mensajera. Suspiré para mostrar mi aburrimiento y tomé la taza de té que se posaba frente a mí en la mesita de centro. Por lo menos podía disfrutar de algo delicioso como el té.

—¿Y cómo te ha ido? —me preguntó con su voz era melódica y jovial.

Miré a Biophra. Su timidez se hizo presente, pues su mirada se movía de un lado a otro para evadir mi rostro. Sonreí ante sus actos. Qué patética lucía la pequeña. No la odiaba, ni estaba en contra de ella. Era lo opuesto, ya que me parecía una joven sensata cuando se trataba de otros... otros excepto Sahume. No podía explicarme qué hacía Biophra. ¿Por qué seguía los pasos de una mujer como Sahume? No era capaz de comprender eso debido a que yo prefería la soledad.

Coloqué mi cabello negro detrás de las orejas porque quería disfrutar el postre sin mancharme. Probé el pastel que era de un sabor dulce y semiamargo con un toque a crema. Disfruté la textura en mi paladar. Luego respondí la pregunta de Biophra con un simple 'bien'. No estaba de humor para discutir y, en realidad, todavía estaba muy molesta.

—El aroma de las flores es espectacular —insistió nuevamente Biophra—, a pesar de que el clima en tu planeta es frío en su mayoría.

Ignoré las palabras de mi hermana. Calmé las ganas de gritarle y decirle que se fuera. Sentía mi sangre hervir, a todo mi cuerpo prenderse con calor y una sensación de asfixia. Así me sentí días atrás, justo cuando el joven, o lo que fuera que era ese sujeto, Troopsad vino a mi templo. El muy descarado intentó sacarme información. Entonces, cerré los ojos y respiré con profundidad para olvidar el incidente y enfocarme en la visita actual.

—Lo sé, es un aroma increíble —dije sonriente.

Conseguí tranquilizarme. Al fin y al cabo, todavía no sabía la verdadera razón por la cual ella estaba aquí. Me percaté del vestido blanco de mi hermana. Era sencillo y original, incluso perfecto para mí. ¿Lo usaba para complacerme? Biophra bebió un poco de su té y me miró de una forma extraña.

—Quizá pienses que estoy aquí para hablar de esa corona, ¿cierto?

Aguardé. En realidad no lo creía. La corona era un tema clásico entre nosotras. Biophra no era la primera en mencionarla y sabía que no sería la última. Ese artefacto ridículo era la causa de un sinfín de discusiones. No comprendía la obsesión de ellas. ¿Poder?, probablemente. ¿Superioridad?, no era un objetivo común. No tenía idea de qué causaba tanta fascinación en las otras, especialmente en Biophra.

—Pero —titubeó la jovencita—, te diré la verdad, hermana. A mí no me interesa la corona.

"Mentira", inicié un monólogo para evitar una pelea, "eso lo dices porque no la tienes. Estás excusándote para que no te saque a patadas de aquí. Puedo asegurar que en cuanto tengas el objeto a tu disposición cambiarías de parecer".

—¿Enserio? —utilicé mi tono más elocuente para cuestionarla.

Biophra me sonrió con una inocencia única. Sus ojos se cerraron, sus mejillas se sonrosaron un poco y su boca tierna y roja se extendió tímidamente.

—No me interesa. No es un objetivo para mí.

"Maldita sea. ¿Cómo puedo creerle?", me pregunté enojada.

Tal vez decía la verdad, pero no lo podía asegurar.

—Sin embargo, hermana —repliqué con un tono duro para mostrarle mi malestar—, no lo puedes negar cuando se trata de Sahume, ¿no es así?

Biophra aguardó por unos minutos, luego, de forma repentina, se levantó. Me maravilló su figura pequeña, dócil, delgada, delicada, pero llena de una extraña energía, aunque sentía melancolía al contemplarla. A diferencia de nosotras las mayores, Biophra y Gaia tenían algo diferente y sumamente especial, algo que me causaba la impresión de que podía sentirme distinta al estar ante su presencia. La mirada de Biophra contemplaba con una gentileza singular el entorno natural. Fue allí cuando lo comprendí. Biophra era acogedora.

—La corona es sólo un símbolo vacío. El poder es una farsa creada por los que conquistan. Te lo repetiré: no me interesa. No necesito esa corona. No necesito ese tipo de poder.

Había subestimado a Biophra. Y esperaba que así hubiera sido con Seamus Troopsad. En realidad lo deseé con todo mi corazón porque ella me parecía un ente distinto al resto de nosotras.

—Comprendo. No discutiremos tal cosa —compuse con calma.

"Sin embargo, hermana mía, ¿a qué has venido? ¿Qué es lo que quieres de mí?", analicé, pero reestructuré la frase en mi mente: "¿qué necesita Sahume de mí, qué es aquello que requiere lo cual le hace ser tan cobarde y mandarte a ti?".

—Mi verdadera intención recae en otro lugar, quizás en otro tiempo, en otra dimensión.

—¿Y no es el poder? —inquirí sumamente interesada.

—No.

Suspiré, me levanté y caminé rumbo a la posición de ella. Me coloqué junto a Biophra y admiré el jardín. Por alguna misteriosa razón me sentí halagada, completa y como si estuviera feliz. No era la única que podía visualizar este hermoso panorama, puesto que otra persona también lo disfrutaba. Nunca antes me había permitido sonreír con honestidad.

—Es un jardín muy bello. Supongo que has cuidado de él con suma delicadeza y esfuerzo —dijo Biophra.

"Sí", pensé la respuesta pero no la dije.

Mis ojos se cristalizaron. Era la vida y la naturaleza lo que amaba al contemplar todo este entorno. Sin embargo, siempre lo había apreciado en soledad. De forma abrupta, sentí rabia.

—Debe ser reconfortante ver que tu paciencia ha dado un resultado así —prosiguió la rubia.

"Basta. Detente", intenté suplicar, pero las palabras se quedaron en mi cabeza.

—Tal vez —repliqué secamente.

"Soy hipócrita", acepté mi falsedad, "conmigo, con el lugar, con la naturaleza y con la vida".

—Por eso mismo necesito de tu ayuda, Stania.

Biophra volteó su rostro hacia mí y yo sostuve su mirada.

"Anda, escúpelo de una vez", pensé enojada y frunciendo el ceño, "dime lo que Sahume te ha enviado a buscar".

—¿Y en qué forma puedo asistirte, Biophra? —cuestioné cínicamente.

Mi hermana sonrió con la misma gentileza de una flor al abrirse. Comprendí, entonces, que probablemente ella amaba a Sahume, incluso más que a su propia vida.

—Sangre. Una forma. El conocimiento para crear justo como lo hiciste con este jardín.

—¿A qué te refieres? —indagué sin perder los cabales, pues no esperaba esa respuesta.

Fingí. Ya era muy tarde, debido a que yo conocía la estrategia de Gea. Ahora Sahume revelaba la suya. Imbéciles. Esto era una maldita guerra. ¿Cuánto tiempo seguirían así?

—Puedo ofrecerte lo que quieras.

—No —respondí severamente—, no puedes. Nadie puede.

—Si me explicas qué es, te aseguro que te lo daré.

—Nada. No deseo nada.

—Mientes.

—¿Miento? —le dije al borde de la ira—. ¿Cómo osas aparecerte en mi templo y aprovecharte de mi hospitalidad? ¿Quién te crees que eres? ¿Acaso eres tan ingenua como para creer que me puedes humillar? Escucha bien, Biophra, Sahume no me utilizará como lo hace contigo.

—¿Sahume?

Sentí a mi estómago encenderse. Estaba a punto de explotar.

—¿Crees que no me daría cuenta? Sahume te envió. Te dio órdenes. Ella y sus planes patéticos para asesinar a Gea y quedarse con esa estúpida corona.

—Sí. Seguramente ese es su deseo. Pero no el mío.

Me quedé en silencio y con el rostro sorprendido. Su respuesta me dejó perpleja. Mi cuerpo se inmovilizó mientras sentía un calosfrío electrizante recorrerme. Nunca antes me había imaginado que Biophra planeara batallas contra las otras.

—No quiero matar a nadie. No a Gea. No a ti. Es demasiado complicado de explicar. Lo único que puedo darte es una especie de código —se acercó a mí y me susurró al oído— porque alguien puede estar escuchando en este preciso momento.

Cuando Biophra se alejó, tomó mi mano con su palma suave y cálida. De repente una sensación de maternidad me embistió y me hizo dudar. Desconfié de ella, de sus palabras, de sus acciones y de todo. Pero, al mismo tiempo, entendí que Biophra buscaba algo totalmente distinto al resto de nosotras.

—Una familia real no es mala idea, ¿o sí?

Ella sonrió, y me hizo estremecer.

Yo conocía el método, pues sabía lo que necesitábamos. No éramos parte de esta naturaleza y probablemente por eso no podíamos concebir, así que requeríamos de otra forma para lograrlo.

Acepté sus palabras, asentí y le entregué lo que pedía. Lo hice porque confié en ella. Después de todo podría apoyarme de su plan para confrontar a mi enemigo real en algún futuro cercano.El aroma de las flores envolvía la terraza del jardín. El verde de las plantas estaba adornado por los colores variados de los nuevos retoños. La primavera mostraba su máximo esplendor. En la terraza, por otra parte, mi visión se opacaba por una presencia: Biophra. La insensata de Biophra tenía las agallas de aparecerse en mi templo, en mi santuario. Y lo peor del caso era que su razón, la que yo intuía, me causaba repudio absoluto.

En esta ocasión, Biophra traía su cabello suelto con una corona trenzada. Sus ojos de un color miel suave contrastaban hermosamente con su piel exquisita y blanca. Su rostro era en exceso tierno. Pero a mí no podía engañarme. Ella no venía de visita, pues quería algo. Mi pequeña hermana se había rebajado a una simple mensajera. Suspiré para mostrar mi aburrimiento y tomé la taza de té que se posaba frente a mí en la mesita de centro. Por lo menos podía disfrutar de algo delicioso como el té.

—¿Y cómo te ha ido? —me preguntó la jovencita de cabello rubio. Su voz era melódica y jovial.

Miré a Biophra. Su timidez se hizo presente, pues su mirada se movía de un lado a otro para evadir mi rostro. Sonreí ante sus actos. Qué patética lucía la pequeña. No la odiaba, ni estaba en contra de ella. Era lo opuesto, ya que me parecía una joven sensata cuando se trataba de otros... otros excepto Sahume. No podía explicarme qué hacía Biophra. ¿Por qué seguía los pasos de una mujer como Sahume? No era capaz de comprender eso debido a que yo prefería la soledad.

Coloqué mi cabello negro detrás de las orejas porque quería disfrutar el postre sin mancharme. Probé el pastel que era de un sabor dulce y semi-amargo con un toque a crema. Disfruté la textura en mi paladar. Luego respondí la pregunta de Biophra con un simple 'bien'. No estaba de humor para discutir y, en realidad, todavía estaba muy molesta.

—El aroma de las flores es espectacular —insistió nuevamente Biophra—, a pesar de que el clima en tu planeta es frío en su mayoría.

Ignoré las palabras de mi hermana. Calmé las ganas de gritarle y decirle que se fuera. Sentía mi sangre hervir, a todo mi cuerpo prenderse con calor y una sensación de asfixia. Así me sentí días atrás, justo cuando el joven, o lo que fuera que era ese sujeto, Troopsad vino a mi templo. El muy descarado intentó sacarme información. Entonces, cerré los ojos y respiré con profundidad para olvidar el incidente y enfocarme en la visita actual.

—Lo sé, es un aroma increíble —dije sonriente.

Conseguí tranquilizarme. Al fin y al cabo, todavía no sabía la verdadera razón por la cual ella estaba aquí. Me percaté del vestido blanco de mi hermana. Era sencillo y original, incluso perfecto para mí. ¿Lo usaba para complacerme? Biophra bebió un poco de su té y me miró de una forma extraña.

—Quizá pienses que estoy aquí para hablar de esa corona, ¿cierto?

Aguardé. En realidad no lo creía. La corona era un tema clásico entre nosotras. Biophra no era la primera en mencionarla y sabía que no sería la última. Ese artefacto ridículo era la causa de un sinfín de discusiones. No comprendía la obsesión de ellas. ¿Poder?, probablemente. ¿Superioridad?, no era un objetivo común. No tenía idea de qué causaba tanta fascinación en las otras, especialmente en Biophra.

—Pero —titubeó la jovencita—, te diré la verdad, hermana. A mí no me interesa la corona.

"Mentira", inicié un monólogo para evitar una discusión, "eso lo dices porque no la tienes. Estás excusándote para que no te saque a patadas de aquí. Puedo asegurar que en cuanto tengas el objeto a tu disposición cambiarías de parecer".

—¿Enserio? —Utilicé mi tono más elocuente para cuestionarla.

Biophra me sonrió con una inocencia única. Sus ojos se cerraron, sus mejillas se sonrosaron un poco y su boca tierna y roja se extendió tímidamente.

—No me interesa. No es un objetivo para mí.

"Maldita sea. ¿Cómo puedo creerle?", me pregunté enojada.

Tal vez decía la verdad, pero no lo podía asegurar.

—Sin embargo, hermana —repliqué con un tono duro para mostrarle mi malestar—, no lo puedes negar cuando se trata de Sahume, ¿no es así?

Biophra aguardó por unos minutos, luego, de forma repentina, se levantó. Me maravilló su figura pequeña, dócil, delgada, delicada, pero llena de una extraña energía, aunque sentía melancolía al contemplarla. A diferencia de nosotras las mayores, Biophra y Gaia tenían algo diferente y sumamente especial, algo que me causaba la impresión de que podía sentirme distinta al estar ante su presencia. La mirada de Biophra contemplaba con una gentileza singular el entorno natural. Fue allí cuando lo comprendí. Biophra era acogedora.

—La corona es sólo un símbolo vacío. El poder es una farsa creada por los que conquistan. Te lo repetiré: no me interesa. No necesito esa corona. No necesito ese tipo de poder.

Había subestimado a Biophra. Y esperaba que así hubiera sido con Seamus Troopsad. En realidad lo deseé con todo mi corazón porque ella me parecía un ente distinto al resto de nosotras.

—Comprendo. No discutiremos tal cosa —compuse con calma.

"Sin embargo, hermana mía, ¿a qué has venido? ¿Qué es lo que quieres de mí?", analicé, pero reestructuré la frase en mi mente: "¿qué necesita Sahume de mí, qué es aquello que requiere lo cual le hace ser tan cobarde y mandarte a ti?".

—Mi verdadera intención recae en otro lugar, quizás en otro tiempo, en otra dimensión.

—¿Y no es el poder? —inquirí sumamente interesada.

—No.

Suspiré, me levanté y caminé rumbo a la posición de ella. Me coloqué junto a Biophra y admiré el jardín. Por alguna misteriosa razón me sentí halagada, completa y como si estuviera feliz. No era la única que podía visualizar este hermoso panorama, puesto que otra persona también lo disfrutaba. Nunca antes me había permitido sonreír con honestidad.

—Es un jardín muy bello. Supongo que has cuidado de él con suma delicadeza y esfuerzo —dijo Biophra.

"Sí", pensé la respuesta pero no la dije.

Mis ojos se cristalizaron. Era la vida y la naturaleza lo que amaba al contemplar todo este entorno. Sin embargo, siempre lo había apreciado en soledad. De forma abrupta, sentí rabia.

—Debe ser reconfortante ver que tu paciencia ha dado un resultado así —prosiguió la rubia.

"Basta. Detente", intenté suplicar, pero las palabras se quedaron en mi cabeza.

—Tal vez —repliqué secamente..

"Soy hipócrita", acepté mi falsedad, "conmigo, con el lugar, con la naturaleza y con la vida".

—Por eso mismo necesito de tu ayuda, Stania.

Biophra volteó su rostro hacia mí y yo sostuve su mirada.

"Anda, escúpelo de una vez", pensé enojada y frunciendo el ceño, "dime lo que Sahume te ha enviado a buscar".

—¿Y en qué forma puedo asistirte, Biophra? —cuestioné cínicamente.

Mi hermana sonrió con la misma gentileza de una flor al abrirse. Comprendí, entonces, que probablemente ella amaba a Sahume, incluso más que a su propia vida.

—Sangre. Una forma. El conocimiento para crear justo como lo hiciste con este jardín.

—¿A qué te refieres? —indagué sin perder los cabales, pues no esperaba esa respuesta.

Fingí. Ya era muy tarde, debido a que yo conocía la estrategia de Gea. Ahora Sahume había revelado la suya. Imbéciles. Esto era una maldita guerra. ¿Cuánto tiempo seguirían así?

—Puedo ofrecerte lo que quieras.

—No —respondí severamente—, no puedes. Nadie puede.

—Si me explicas qué es, te aseguro que te lo daré.

—Nada. No deseo nada.

—Mientes.

—¿Miento? —le dije al borde de la ira—. ¿Cómo osas aparecerte en mi templo y aprovecharte de mi hospitalidad? ¿Quién te crees que eres? ¿Acaso eres tan ingenua como para creer que me puedes humillar? Escucha bien, Biophra, Sahume no me utilizará como lo hace contigo.

—¿Sahume?

Sentí a mi estómago encenderse. Estaba a punto de explotar.

—¿Crees que no me daría cuenta? Sahume te envió. Te dio órdenes. Ella y sus planes patéticos para asesinar a Gea y quedarse con esa estúpida corona.

—Sí. Seguramente ese es su deseo. Pero no el mío.

Me quedé en silencio y con el rostro sorprendido. Su respuesta me dejó perpleja. Mi cuerpo se inmovilizó mientras sentía un calosfrío electrizante recorrerme. Nunca antes me había imaginado que Biophra planeara batallas contra las otras.

—No quiero matar a nadie. No a Gea. No a ti. Es demasiado complicado de explicar. Lo único que puedo darte es una especie de código —se acercó a mí y me susurró al oído— porque alguien puede estar escuchando en este preciso momento.

Cuando Biophra se alejó, tomó mi mano con su palma suave y cálida. De repente una sensación de maternidad me embistió y me hizo dudar. Desconfié de ella, de sus palabras, de sus acciones y de todo. Pero, al mismo tiempo, comprendí que Biophra buscaba algo totalmente distinto al resto de nosotras.

—Una familia real no es mala idea, ¿o sí?

Ella sonrió, y me hizo estremecer.

Yo conocía el método, pues sabía lo que necesitábamos. No éramos parte de esta naturaleza y probablemente por eso no podíamos concebir, por eso requeríamos de otra forma para lograrlo.

Acepté sus palabras, asentí y le entregué lo que pedía. Lo hice porque confié en ella. Después de todo podría apoyarme de su plan para confrontar a mi enemigo real en algún futuro cercano.

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