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52 - Les encomiendo a Athena

—¡Kagome!—oyó a sus amigos exclamar con terror.

La chica permaneció con los ojos cerrados, mientras el sudor frío bajaba por su frente. La flecha dorada por fin impacto, pero no fue contra el pecho de Kagome. Quizás fue suerte o quizás el destino, la flecha se había clavado en la pared que estaba a sus espaldas, rozando ligeramente su piel.

—¿F-falló...?—murmuro el castaño, sin saber si debía o no sentirse aliviado.

—No me dió...—musito la fémina, abriendo sus ojos para observar la flecha de oro—¿Por qué...?

Dirigió su mirada hacia la ilusión de su hermano. El no decía nada, solo la miro atentamente por un momento antes de dedicarle una dulce sonrisa y desapareció, dejando únicamente la carcasa de la armadura vacía. Esto solo confundió más a los jóvenes caballeros, que todavía no terminaban de entender que era lo que ocurría.
Un quejido llamó la atención de los tres, quienes de inmediato dirigieron sus miradas hacia la persona que emitió ese ruido. Shun había despertado por fin y estaba bastante desorientado.

—¿Dónde éstoy?—pregunto observando todo a su alrededor—. ¿Esa es la armadura de Sagitario?—los santos de bronce sonrieron levemente, por un momento se sintieron en calma.

Lastima que estos chicos tienen una terrible suerte, y su paz se fue tan rápido como llegó. La flecha dorada comenzó a brillar intensamente, asombrando a los jóvenes caballeros. Kagome por instinto se apartó, la flecha comenzó a perforar el muro mientras que la luz que irradiaba era más inmensa.

—¿¡Qué está pasando!?—cuestionó el dragón mientras cerraba los ojos. La luz comenzaba a encandilarlos.

El muro se destruyó por completo, los trozos de rocas salieron volando en todas direcciones, obligandolos a retroceder. Cuando la luz por fin se disipó, pudieron percatarse de un profundo hoyo. Se miraron entre sí.

—¿Será una salida?—dijo Seiya al azar, observando que aquel hueco era en realidad un camino.

—No creo que sea eso pero...—la jóven hizo una pausa, su corazón todavía latía estrepitosamente por los nervios—No tenemos otra opción.

—Esta decidido entonces, entremos—concordo el de cabellos azabache. Hubo un silencio, todavía tenían dudas de si era o no correcto entrar.

Seiya miro de reojo a Shun por un momento, asegurándose de que fuera a aguantar la caminata por el pasadizo.

—¿Puedes caminar?—pregunto, recibiendo un "sí" por parte del de hebras verdes.

Sin embargo el caballero de andrómeda no avanzo, se había percatado que faltaba uno de sus compañeros. Eso solo lo puso nervioso, ¿No logro salvarlo con su cosmos?

—¿Dónde está Hyoga...?—se atrevió a preguntar, pero ninguno fue capaz de decir nada. El silencio solo lo hizo sentirse de la peor forma posible.

Pero contra todo pronóstico, unos pasos se oyeron en el templo, obligandolos a girar para descubrir quien se aproximaba. De entre las sombras, una figura familiar comenzó a formarse.

—¡Hyoga...!—exclamaron todos a la vez.

El rubio caminaba hacia ellos, con partes de su armadura destruida y algunos rastros de la aguja escarlata por su cuerpo. Era un milagro que estuviera vivo, pero les aliviaba verlo a salvó.

—Hyoga—Shun se acercó a el, manteniendo una sonrisa en sus labios—. Me alegra ver qué estés bien...

—Te lo debo a tí—dijo devolviéndole el gesto —. Gracias por salvarme la vida, Shun—lo miro a los ojos por un momento que se hizo eterno.

Luego de ese pequeño reencuentro, los caballeros comenzaron a cruzar aquel hueco de la pared. A medida que avanzaban el camino se hacía cada vez más estrecho, obligandolos a caminar más cerca el uno del otro.
De repente, todo comenzó a temblar, provocando que el techo de la caverna se viniera abajo. Con rapidez y fuerza, los cinco guerreros sujetaron el techo con sus manos, pero no sabían cuánto más podrían aguantar hasta que este se cayera por completo sobre ellos.

—Vayanse—dijo Shiryu manteniendo una postura firme para aguantar el peso.

—¿Qué? No, no vamos a dejarte —dijo la amazona mirándolo sobre su hombro, frunciendo ligeramente su ceño con preocupación.

—Ya me he cansado de repetirlo—bufo el dragón—. Al menos uno de nosotros debe llegar con el Gran Patriarca, no podemos perder el tiempo en este lugar...

—Shiryu...—musito lobo albino, cerrando sus ojos con impotencia—Solo vuelve con nosotros—dijo casi en una súplica antes de soltar el techo.

Kagome fue la primera en correr hasta la salida, siendo seguida por el resto de sus compañeros. Tuvieron que rodar por el suelo para evitar ser aplastados y lograr llegar al otro lado.
Nuevamente tuvieron que dejarse, de nuevo ese sentimiento de impotencia los atacaba. Odiaban sentirse así, pero a estas alturas comenzaban a acostumbrarse a la situación.

No se detuvieron, siguieron caminando, buscando la salida de aquella extraña caverna. De repente vieron una luz por uno de los senderos. Tan solo se dieron una mirada entre sí y caminaron en aquella dirección, pero de repente, el suelo bajo sus pies se desvaneció y cayeron más profundo.

—¡No podemos tener tan mala suerte!—reclamó Kagome frustrada. Habían logrado caer ilesos, pero ya no sabían si alegrarse o maldecirlo.

—Concuerdo, esto ya es el colmo—gruño Seiya.

Los otros dos se abstuvieron de comentar, pero en sus rostros se podía notar que estaban de acuerdo con sus amigos.
Comenzaron a buscar algún tipo de salida, al menos algo que fuera similar, cuando de repente la cadena de andrómeda comenzó a moverse de forma desesperada. Cuando la cadena de Shun hacia eso, significaba que habia peligro cerca.
Unos picos de roca fueron lanzados hacia ellos, pero por suerte, el chico de hebras verdes había logrado destruirlos a todos. Pero al destruir el último pico, un inmenso torrente de agua surgió del techo.

—¿Es enserio?—maldijo la amazona antes de ser arrastrados por el agua.

—Yo me encargaré de congelarlo, ustedes salgan —ordenó el caballero de cisne.

Ni siquiera hubo una objeción, el resto del grupo solo se limito a nadar hasta la orilla para seguir avanzando.

( . . . )

—Y nosotros que creímos que atravesar Sagitario sería fácil —se quejo Shun mientras caminaban.

—El día que atravesemos una casa del zodiaco sin problemas, van a llover estrellas—dijo Seiya frunciendo el entrecejo y achicando los ojos.

Un barranco apareció frente a ellos, con una caída de varios metros de profundidad. Los tres suspiraron y buscaron la forma de balancearse al otro lado, utilizando la cadena de Shun

—Les juro que cuando salgamos de aquí, voy a comprar un ojo turco—bufo la chica, agarrándose de su amigo para viajar al otro lado.

Al momento de balancearse, la roca que los sostenía comenzó a quebrarse, comenzando a aflojar el agarre de la cadena.

—¡Seiya, Kagome!—llamó el andrómeda —. ¡Tienen que soltarse para llegar al otro lado!

—¿¡Qué!? ¡Estás loco!—respondio la chica.

—¡No vamos a perder a otro de nuestros compañeros...!

Shun los miro con pesar y sin previo aviso termino soltando a los dos castaños, para que ambos lograrán llegar a tierra firme mientras el caía al vacío.
Seiya sostuvo a Kagome de la muñeca con una mano, y con la otra se agarró del borde. Ambos estaban colgando, la situación era demasiado problemática. Pegaso apretó los dientes e intento levantar a la chica, pero ese movimiento casi hace que se suelten.

—Seiya es inútil—dijo Kagome con seriedad —. Tienes que soltarme, tu debes sobrevivir.

—¡No!—contesto el intentando no perder la fuerza—. Ya perdí a nuestros amigos, no puedo perderte a ti también...

—Es la única alternativa—insitió y él negó con la cabeza—. Seiya, mírame, por favor hazlo...—el castaño por fin dirigió su mirada hacia ella con los ojos llorosos—Debes soltarme.

Las lágrimas comenzaron a desbordarse de los ojos del Pegaso, tenía un nudo en la garganta y no era capaz de responder. Ella sonrió con comprensión y soltó su agarré, haciendo que su muñeca comenzará a resbalarse. Así ella comenzó a caer al barranco, oyendo únicamente el grito de su amigo. Luego sintió un fuerte golpe en su nuca y todo se volvió negro, había quedado inconsciente.

( . . . )

Quien sabe cuánto tiempo había pasado, pero la jóven comenzó a sentir una energía cálida al rededor de su cuerpo, como si alguien la estuviera alentando a seguir viviendo. Comenzó a abrir los ojos de a poco, sintiendo un líquido caliente en su cabeza, sin embargo poco le importo.

—No puedo detenerme ahora—encendio su cosmos, formando un aura lila a su alrededor—. No importa si es difícil, voy a cumplir con la voluntad de mi hermano —se dió ánimos a si misma, lista para comenzar a trepar el barranco.

Al momento que sus manos tocaron la pared rocosa está desapareció, al igual que el resto del barranco. Había regresado al templo de Sagitario, y en la misma habitación estaban sus amigos, que apesar de sus heridas seguían manteniéndose de pie por Athena.

—¡Kagome!—oyó que la llamaban y al instante fue atrapada por un abrazo—. Gracias a los dioses estás bien...—Seiya sonrió aliviado.

—Oye, por nosotros no te alegraste de la misma forma—reclamó Hyoga separandolos rápidamente, mirando de mala manera al pegaso. Luego se dirigió a la amazona con una mirada más tranquila—Ya estamos todos juntos.

—Me alegra que todos estén bien—dijo Kagome con una ligera sonrisa, mirando a sus compañeros aliviada.

Todos miraron a un punto en específico, la armadura dorada apuntaba hacia un muro, listo para lanzar su flecha.
Kagome por otro lado no pensó en eso, solo hizo una nueva un tanto frustrada, ¿Todo eso fue parte de la prueba de Sagitario?
La armadura lanzó la flecha, la cual al impactar contra el muro lo destruyó por completo, dejando ver lo que se ocultaba detrás de él.

—Es...—la chica hablo de repente, sus ojos comenzaban a ponerse rojos por el llanto que reprimía—el testamento de Aioros—esa revelación sorprendió a los presentes.

—Tu hermano...—dijo Seiya que ya se encontraba llorando, pues ya había leído el mensaje —. Fue un gran hombre.

El silencio se instaló en la habitación, los demás entendían que era algo serio pero no sabían de que se trataba.

—Kagome...—oyó que la llamaban, pero en realidad no estaba del todo presente—¿Qué es lo que dice?—despues de todo, ella era la única griega en el equipo.

La chica se tomó un momento, leyendo y releyendo de nuevo el mensaje con lágrimas en los ojos. Tomó un poco de aire, intentando que su voz no se quebrará en un sollozo, luego comenzó a leer en voz alta.

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"A los caballeros que han venido aquí, encomendare a Athena a su cuidado

Aioros"

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Todos comenzaron a llorar sin saber realmente el porque. Simplemente sentian una inmensa calidez desde el fondo de sus corazones. La inmensa voluntad de Aioros aún les llegaba, el como el sabía que un día alguien conocería la verdad, que un día vendrían y salvarían al santuario de la maldad, aún si existía la posibilidad de que eso nunca ocurriera. Aioros siempre tuvo fé en la justicia. Sin duda alguna, el fue y siempre será, el Caballero más leal a la diosa Athena.

🌸🌸🌸

Escribir esto, después de ver el final de Next dimension dolió muchísimo

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