40 - El Séptimo sentido
Los cinco jóvenes caballeros estaban en shock, aquel ataque los tomó por sorpresa y ver a su patrona dañada no hizo más que alterarlos.
Kagome se movió rápido, sosteniendo a la chica de cabellos morados antes de caer al suelo.
El ver a Saori sufrir de dolor fue como una opresión en su corazón. No podía ser así, no podían perderla. El solo pensar en que falló como guerrera y como amiga, la hacía sentir un fracaso de ser humano.
—¡No...!—su voz tembló un poco — por favor, Saori, abre los ojos...—rogó con un poco de desesperó.
—¿Cómo es esto posible?—oyo decir a Hyoga—. Creí que las flechas que disparaban eran solo una ilusión.
—Hay que sacarla—propuso el de hebras verdes. No hacía falta verlo para saber lo preocupado que estaba.
La risa del atacante llamó la atención del grupo. Kagome podía sentir como le hervía la sangre de la ira, tampoco dudaba de que sus camaradas estuvieran pasando por una reacción similar. Este hombre, pese a estar moribundo en el suelo, seguía teniendo esa actitud de superioridad.
—Nadie podrá sacarle esa flecha del pecho, solo el Patriarca es capaz de hacerlo—reveló el caballero de Saggita, tratando de ponerse nuevamente de pie, aunque su sangre estuviera derramando en el piso de mármol.
—¿Cómo dices?—cuestiono pegaso desconcertado.
—Incluso si encontrarán otra forma, no tienen tiempo. Tu lo sabes a lo que me refiero, ¿Verdad Lobo Albino?—miro a la amazona con cierta burla.
Kagome arrugó ligeramente su nariz, analizando por unos segundos sus palabras. Cuando cayó en cuenta a lo que se refería se puso histérica.
Su mirada se dirigió hacia un punto fijo. Podía sentir como si se le parará el corazón al ver esas doce llamas verdosas encendidas.
—¿Qué ocurre?—pregunto Shiryu, sintiendo la tensión de la chica— Responde Kagome—la mensionada salió de su burbuja, volviendo a mirar a sus amigos.
No encontraba las palabras, su respiración agüitada no le permitía formular si quiera una oración. Ante dicha reacción, el caballero de plata no se esforzó en ocultar su sonora carcajada.
—Solo tienen doce horas, el tiempo que el reloj tarda de pasar de Aries a Piscis—advirtio—. Si no logran cruzar las doce casas y traer al maestro, antes de que las llamas se extingan, me temo que Saori Kido habrá perdido la vida.
Rio una última vez antes de dejar salir su último aliento.
Los cinco aún trataban de asimilar lo que pasaba. Todo estaba yendo demasiado rápido, tanto que hasta daban náuseas.
—¿Solo tenemos doce horas para hacer todo eso...?—pregunto Shun, no esperaba una respuesta, solo quería tragarse ese echo.
—Sera mejor que nos vayamos cuánto antes, no tenemos tiempo que perder —hablo Seiya con una seriedad inusual.
—Pero no podemos dejar a Saori sola, podría morir en estás condiciones —hablo nuevamente andrómeda. Estaba preocupado, al igual que todos.
—Entendemos lo que dices Shun—respondio Kagome, quien luego de unos minutos había recuperado el habla— pero no podemos hacer nada por ella si nos quedamos aquí, tenemos que partir —la idea tampoco le gustaba, sin embargo deberían ser realistas.
Sintió como la diosa se movía en sus brazos, por lo que rápidamente dirigió su mirada hacia ella. Tenía la esperanza de que hubiesen más formas de salvarla, por más de que se se estuviera engañando así misma con eso.
Saori abrió sus ojos débilmente, observando a sus amados guerreros, quizás por última vez.
—No se preocupen por mí, vayanse...—pidio soltando un quejido de dolor—. Este también es mi destino, ahora me toca a mí sufrir en vez de ustedes. La pasaron muy mal por mi culpa, cuando eramos unos niños—la chica entendió hacia quienes estaban siendo dirigidas sus palabras por lo que prefirió guardar silencio.
—Saori...—el castaño murmuro su nombre preocupado.
La diosa llevó su mano a su pecho, tocando la fría flecha dorada.
—Estoy bien, no perderé mi valor...—aseguro con firmeza—Como me lo dijo mi abuelo, vencere está dificultad para no ensuciar el nombre de Athena...—sonrio débilmente.
—No debe haber una labor más difícil que el ser Athena...—pensó la de ojos verdes —. No te preocupes, volveremos en doce horas...solo aguanta, por favor.
—Confio en ustedes.
Ambas se miraron a los ojos por primera vez en un largo rato. Kagome con algo de pesar, la dejo suavemente en el suelo para que reposará.
Tras esto, los caballeros no perdieron más tiempo y comenzaron a correr hacia la casa de Aries. Claro que las preguntas no tardaron en aparecer, la única que ya había estado en ese sitio era la amazona, por lo que tenerla de su lado iba a ser de gran ayuda.
—Debemos tener cuidado, ninguno de los caballeros dorados es igual al otro—dijo ella con severidad—. Hay que ser cautelosos, y estar preparados para lo que sea.
Los chicos se miraron entre ellos, luego volvieron a mirar a la fémina. Estaban un poco tensos, no sabían con exactitud lo que pasaría, solo tenían en claro que la muerte sería uno de los resultados probables para sus combates.
—Tu eres la que conoce más este lugar y sus leyes, háblanos de cómo son las técnicas de nuestros oponentes—pidio el caballero de Dragón.
—Lo siento, eso va más allá de mi conocimiento—respondio avergonzada—. Las únicas técnicas que conozco como la palma de mi mano son las de Aioria, y solo porque es mi hermano.
—Espera—interrumpio Seiya, arqueando una ceja — ¿Cómo que no las conoces?
—Nunca tuve la oportunidad de verlos pelear—confeso, mirándolo de reojo—. De echo, no conozco ni a la mitad de los caballeros dorados...
—¿¡Qué cosa!?—exclamo sorprendido.
—No he pasado del quinto templo, asique solo conozco de Aries a Leo, el resto también es un misterio para mí—se sonrojo un poco por la vergüenza—. Solo una vez pude verlos a todos reunidos, y fue por accidente.
—¿Accidente?
—No quieren saber...—suspiro—Solo diré que la escencia de el cosmos de esos sujetos se quedó grabada en mi hasta el día de hoy.
La charla se cortó de repente, la joven lo agradecía internamente, esa conversación se estaba tornando algo incómoda.
Siguieron corriendo, perdiendose en sus pensamientos, estuvieron así hasta que el suelo de tierra nuevamente se convirtió en mármol. Habían llegado, ya no había vuelta atrás.
—Caballeros, hemos llegado a la casa de Aries—anuncio la joven.
—Esten atentos, no sabemos en qué momento seremos atacados—dijo por otro lado Cisne.
Los cinco miraron la casa, el nerviosismo comenzaba a aparecer pero se esforzaron en ocultarlo.
—Andando—ordeno Pegaso.
De repente una roca fue lanzada en su directo. Los caballeros de bronce esquivaron rápido, si tardaban más probablemente habrían muerto aplastados.
Sabían que algo así pasaría, solo que jamás pensaron que sería antes de siquiera cruzar la entrada de Aries.
—Los estaba esperando—hablo una voz ajena.
Un escalofrío subió por su espalda. Esa energía que solo los caballeros dorados emitían se hizo presente. Su combate contra el santo de Aries dio inicio cuando un brillo dorado comenzó a asomarse desde la profundidad del templo.
Shiryu se puso pálido de repente, esa voz, el la conocía ya. No, no era posible, no podía tratarse del mismo sujeto.
—¿¡Mü!?—exclamo a Dragón, dejando perplejos a sus compañeros — ¿Por qué no te encuentras en Jamir?
¿Dijo Mü? ¿El restaurador de armaduras? Debía ser un error, no querían creer lo que sus propios ojos veían. Aquel hombre que los ayudo en su enfrentamiento con Ikki, que cuido de Shiryu cuando estaba malherido, ahora estaba frente a ellos portando una brillante armadura de oro convirtiéndose en su enemigo.
—No me digas que planeas interponerte en nuestra misión de salvar a Saori—encaro cisne con frialdad.
—¿Qué harán si es así?—respondio el hombre. Una sonrisa se había asomado entre sus labios finos, dejando en claro sus intenciones.
—¿Hablas en serio?—cuestiono Pegaso apretando sus dientes, aún no podía creerselo.
—¿Cómo es posible qué ahora seas nuestro enemigo? —hablo Kagome— Tu nos brindaste tu ayuda en más de una ocasión y ahora...
No tenían tiempo para discutír, por más que la situación les ofendiera, tenían que mantener su cabeza fría y centrarse en rescatar a su señora del ángel de la muerte.
Seiya dió un paso al frente, ya no le importaba el pasado, se enfrentaría a él a como de lugar.
De repente sintió como lo sujetaban de la muñeca, impidiendo que siguiera avanzando hacia el hombre.
—Seiya, atrás —ordeno Shiryu empezando el a avanzar—. Me has decepcionado Mü, por eso yo seré tu oponente —se dirigió hacia el lemuriano.
—¡Espera...!
La chica fue ignorada por el caballero quien corrió hacia las escaleras.
Colocando su pie en el primer escalón, Shiryu dió un potente salto con la finalidad de atacar a su oponente con una patada.
A simplemente vista, parecía que había logrado su objetivo, pero la realidad atacó a los santo de bronce cuando oyeron a su compañero quejarse de dolor y caer al suelo.
Mü solo tuvo que usar su dedo para hacerle daño, eso era aterrador. Nuevamente iba a tocarlo con el índice, pero Dragón se protegió rápidamente con su escudo. Pese a ser un buen reflejo, eso no detuvo al cosmos del caballero.
Shiryu salió disparado, estrellándose contra una pared rocosa que rodeaba la primer casa.
—¡Shiryu!—exclamo Shun quien fue a auxiliarlo de inmediato — ¿Te encuentras bien?
Una cosmos energía nueva se hizo presente, llamando la atención de Pegaso y Lobo albino.
—No te preocupes, el maestro no lo golpeó muy fuerte —dijo el pequeño entrometido sonriendo alegremente.
—¿Kiki?—murmuro Seiya perplejo.
No tuvieron tiempo de cuestionar nada, pues el llamado de Hyoga los desvío de aquello, no podían ignorar el tono alterado de su amigo.
Tremenda fue la sorpresa que se llevaron cuando vieron el escudo de dragón echo añicos.
—Hay incontables grietas en sus armaduras debido a las duras batallas—revelo Aries—.
El más fuerte de los escudos se rompió aunque apenas lo toque.
Hubo un silencio inminente, por lo que el hombre no dudo en ordenarle a su pequeño alumno de que revelará las grietas.
El niño se acercó rápidamente a ellos, quedándose mirando fijamente la armadura de Seiya. Esa mirada logró hacer que el chico se incómodara notablemente.
Kiki sonrió burlón y junto sus manos formando un círculo. Apunto aquella figura a la armadura y, como si fuesen rayos x, comenzó a revelar las incontables grietas que su vestidura tenía.
Repitió ese proceso con los demás chicos, dejándolos helados por el terrible acercamiento del niño.
—Eso me temía —dijo Mü—. Sus vestiduras están dañadas, aunque parece que están restauradas de manera natural. La mayoría de armaduras se restauran a si mismas si el daño no es muy serio, es como una herida en el cuerpo humano—explico con calma.
—Espera un momento Mü—interrumpio Pegaso quien tenía el ceño fruncido por la confusión — no entendemos lo que quieres decir.
—Mi maestro les cuenta esto porque está preocupado por ustedes —revelo el pequeño.
—¿Y por qué intenta detenernos?—chasqueo la lengua molesto — No tenemos tiempo de explicar explicaciones tontas de las armaduras, solo tenemos doce horas para- —dijo sin pensar. Si las miradas matarán, sus compañeros ya lo habrían sepultado en el centro de la tierra.
—Seiya, deja de decir tonterías y déjalo terminar —regaño Kagome mientras se sobaba el cien.
—Gracias...—dijo el lemuriano mirándola por un momento, antes de dirigirse al grupo —. Lo que quiero decir, es que sus armaduras se destrozaran apenas las toquen—explico con una mirada severa —. Sus enemigos son los caballeros dorados, ¿Recuerdan? Ellos son más poderosos de lo que piensan.
De nuevo el silencio reino, todo estaba tan tenso que Kiki deseaba irse para no sentirse así de incómodo.
—No deberían enfrentarse a mis compañeros con un sentido de batalla común —el hombre cerro los ojos —. Deben tener en cuenta estos detalles...
Los cinco se detuvieron recordar sus anteriores encuentros con los caballeros dorados. Leo no había recibido si quiera un rasguño; el relato de June sobre el caballero que atacó la isla de andrómeda, siendo capaz de acabar con todos sin problema. Al final Mü tenía razón, esos hombres eran duros de roer. No sería igual a sus enfrentamientos con los caballeros negros o los caballeros de plata.
—No tengo problemas en dejarlos ir a pelear en esas condiciones. Son sus vidas contra las de ellos, y ustedes tienen todas las de perder.
—Deberian pedirle al maestro Mü que repare sus armaduras —aconsejo el niño.
—Solo necesitaré una hora—aclaro—. Que dicen, ¿Aceptan mi proposición?
Los adolecentes se miraron entre ellos, los cinco estaban de acuerdo, no hacía falta decirlo.
—Lo lamento —se disculpo el castaño por todos—. Estábamos tan desesperados por pelear que no tomamos en cuenta esos detalles...
Mü tan solo asíntio, aceptando las disculpas de los jóvenes caballeros.
( . . . )
Los chicos habían tenido que esperar a que el lemuriano terminará. Claro que tampoco se dieron el lujo de husmear la morada del hombre, solo se quedaron quietos en un lugar sin molestar y hablando entre ellos.
—No puedo creer que nuestras vidas corrieron el doble de peligro por nuestra imprudencia—comento el de cabellos largos.
—Bueno, no es algo fuera de lo común en nosotros, si los hace sentir mejor—respondio la chica con una leve sonrisa mientras jugaba con su collar.
Soltaron una leve risa avergonzados, era cierto, desde el inicio los cinco hicieron cosas alocadas que pusieron en riesgo sus vidas.
Algo llamo la atención del caballero de andrómeda. Un reloj gigantesco se veía desde lejos, con doce llamas verdosas encendidas.
—¿Ese no es el reloj del que nos hablo Ptolemy?
Kagome miro a la misma dirección de Shun. Abrió los ojos como platos, se había olvidado por un momento de que esa cosa seguía funcionando.
—Ese fuego tarda una hora en apagarse—recordo Hyoga frunciendo levemente el ceño— si no salimos de aquí ahora, no volveremos a tiempo.
De repente la llama que se encontraba en el signo de Aries se apagó por completo, asustando a los guerreros.
No esperaron más y fueron con Aries, debían darse prisa o Athena moriría.
—Mü, lamento que debamos apurarte pero la llama de Aries se extinguió...—aviso la chica — Solo nos quedan once horas para salvar a Saori.
—No se preocupen —respondio con calma, volteando a verlos con una sonrisa — ya terminé.
Rápidamente se acercaron a sus respectivas armaduras, se veían como nuevas tan brillantes y fuertes que era majestuoso. Las vestiduras de inmediato se colocaron en sus cuerpos, estaban llenas de vida, era simplemente magnífico.
—Vayan con cuidado, recuerden que necesitan de más que un sentido de batalla común —advirtio— pero tampoco deben tenerles tanto miedo, el valor de un caballero va más allá de una armadura. Recuerden eso...—cerro sus ojos por un momento mientras elevaba su cosmos, creando una ilusión de un universo a su alrededor—. Se que ustedes también lo saben, pero aquel que haga arder y explotar su cosmos más que los otros será el que triunfe—hizo una pausa—. Los caballeros dorados son fuertes porque conocen el alma de su cosmos.
Todos estaban asombrados por las palabras del caballero.
—¿El alma de su cosmos?
—Ustedes saben que el cosmos de los seres humanos nace de su mente, de su vida y habilidades. Eso es muy cierto, pero en un último análisis el verdadero cosmos se encuentra en el séptimo sentido—miro a los jóvenes atentamente. Ellos debían tener está información, porque si no la conocían jamás lograrían salir victoriosos de sus batallas.
—¿Existe un séptimo sentido?—dijo la muchacha asombrada. Habia oido algo similar, pero el no recordarlo completamente le hizo entender que no presto atención en su momento.
—¿El ser humano no tenía cinco sentidos?—cuestiono Hyoga confundido.
—Existe el sexto que es la intuición—respondio Shun.
—Entonces eso que llamas séptimo sentido va más allá de los otros seis...—concluyo el caballero de Dragón.
—Eso quiere decir que si no alcanzamos el séptimo sentido, ¿No podremos luchar contra los caballeros dorados en igualdad?—dijo el castaño frunciendo levemente sus cejas.
—Me temo que sí—suspiro levemente—. Deben encontrarlo ustedes mismo, solo así sus cosmos llegarán al nivel requerido.
Los cinco lo habían entendido ya, ahora estaban más que preparados para lo que se avecinaba. No iban a rendirse, no hasta estar seguros de que la diosa Athena se encontraba a salvó. Activarían su séptimo sentido, costará lo que costará y se proclamarían vencedores.
Tras despedirse del caballero dorado, comenzaron a correr por las extensas escaleras de mármol. La segunda casa estaba próxima, y ahora sí deberían pelear con el guardián que los esperaba.
—No siento ningún cosmos cerca—aviso cisne.
—La cadena tampoco ha tenido reacción—comento Shun mirando su arma.
—El caballero debe encontrarse adentro—dijo Kagome mientras seguía subiendo las escaleras—. Créanme, se lo que digo...—suspiro— solo no se asusten mucho cuando lo vean.
Esas palabras los desconcertaron y la inquietud comenzó a carcomerlos. Llegaron a Tauro, todo se veía demasiado oscuro dentro del templo asique avanzaron sin pensar mucho.
Fue un grave error y se dieron cuenta cuando se chocaron contra una especie de pared, haciendo que cayeran de espaldas al suelo.
—Parece que hay una pared invisible o algo...¿¡Qué eso!?—exclamo Pegaso.
—Eso era lo que quería advertirles, lamento no haberme dado cuentas de que estaba enfrente nuestro...—se disculpo la chica, observando como aquella figura gigantesca se aproximaba hacia ellos.
Un hombre de más de dos metros apareció, la brillante armadura ni siquiera llamaba tanto la atención como su su inminente altura.
—Yo, Aldebarán de Tauro, no permitiré que cruzen por esta casa—hablo el desconocido con una sonrisa arrogante en sus labios.
—No entiendo, ¿Por qué no pudimos percatarnos de su presencia?—pregunto andrómeda a sus camaradas.
—Debe estar tan confiado en que nos vencerá, que ni siquiera se molesta en revelarnos la magnitud de su cosmos—Shiryu saco su propia conclusión, seguramente no estaba muy alejada de la realidad.
No eran tontos, sabían bien que ni los cinco juntos podrían vencerlo pero deberían encontrar una forma, de que al menos uno, logrará salir de la segunda casa para seguir avanzando.
—Por favor se paciente Saori, ¡Nosotros vamos a salvarte!
🌸🌸🌸
Volví Ctm, ¿Quienes pensaron qué estaba muerta?
En fin, no promete actualizaciones seguidas porque ya saben que pasa. Me merezco ser linchada.
Un poquito de mi vida para entrar en confianza: me quieren conseguir chongo, disque para ver si así hago que el romance surja en mis fics y no lo esté o matando o haciendo que no queden por x razón.
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