36 - Debes confíar en mí
Aioria no podía estar más que sorprendído al ver al caballero de bronce portando la armadura de oro, ¿Cómo era eso posible? ¡Era simplemente imposible! Mas no podía dejarse abatir por aquellas dudas.
Dejo suavemente a Shaina en el suelo y se colocó el casco de su armadura, estaba listo para una batalla en la que recuperaría la cloth de Sagitario.
—Ven a mi Seiya, te voy a enseñar de lo que está echo un caballero dorado —dijo en un tono autoritario y a la vez amenazante.
En ese momento, su cosmos se encendió como si un rayo golpeara contra el suelo. Aioria solo dió un golpe al aire, Pero eso basto para derribar cientos de árboles de una sola vez. Sin embargo el joven Pegaso, ahora Sagitario, logró esquivarlo de milagro y tanto Aioria como el mismo Seiya, estaban sorprendidos por esa hazaña.
—Logre esquivar el ataque de Aioria...—penso Seiya atónito—. Fue como si estuviera volando, es increíble—sonrio tontamente emocionado—Quizas mi Meteoros de Pegaso puedan serme de ayuda en este momento.
Seiya comprobó su teoría y lanzó su ataque en su máxima potencia, logrando golpear a Aioria quien salió disparado contra un tronco.
Esto parecía un sueño, no podía creer que realmente había logrado golpear a un santo de oro. Pero sus ilusiones se hicieron añicos cuando el castaño se levantó como si nada y avanzo hacia el.
—De acuerdo...—su voz sonaba severa—¿Asique crees que cambiaste por portar la armadura dorada de un caballero?—el menor retrocedió un paso al oírlo, podía sentir de manera aterradora la tensión que emitía el cosmos de su adversario— ¡Alístate Seiya!—ordeno mientras se quitaba la blanca capa que ondeaba con el viento—. ¡Capsula de Fuego!—exclamo el caballero, acertando su golpe de una sola vez.
Seiya grito de dolor al recibir el potente ataque, cayendo al suelo, completamente adolorido.
—Una armadura prestada no es suficiente para vencerme —fruncio su entrecejo—¡Tendrás que morir por desafiarme! —preparo su puño para darle su último golpe.
—A-aioria...—gimio de dolor—¿Por qué obedeces las órdenes del Gran Patriarca?
—¡Porque el es un gran hombre, lleno de amor y sabiduría!—respondio— Además de que ayuda y honra a Athena.
—Eso no es verdad...—refuto.
—Entonces digamos que para mí es un dios—encendio su cosmos dispuesto a matarlo por fin.
—¡Detente!—exclamo una voz.
El caballero dorado volteó a ver, buscando aquella voz misteriosa. Se trataba de dos personas, ¡Hyoga y Shun! Ambos venían al rescate de su amigo.
—¡Seiya!—dijo Hyoga preocupado al verlo tirado en el suelo lleno de heridas. Shun estaba sorprendido de que el castaño tuviese puesta la armadura supuestamente perdida.
—Chicos, váyanse, huyan—pidio Seiya casi rogando—. Ese es un caballero dorado, Aioria.
—Entonces Kagome decía la verdad—murmuro Shun— existen más armaduras doradas.
Aioria solo miro la situación con una sonrisa arrogante en sus labios, el sabía perfectamente que ellos no tenían oportunidad contra el.
Seiya sería el primero en morir, y no importaba cuánto los otros dos chicos tratarán de golpearlo, solo le bastaba una pequeña onda de cosmos para sacarselos de encima. Debía admitir que eran muy valientes al intentar defender a su amigo.
—Admiro su gran amistad —confeso el hombre — pero debo hacerlos entrar en razón.
—¿Nosotros somos los que debemos entrar en razón?—dijo Hyoga molesto.
—Si—asintio—. Esto lo hago en el nombre de Athena, por su bien.
—Aioria, creo que estás cometiendo un terrible error—interrumpio Seiya, quien por fin logró ponerse de rodillas.
—¡Qué necio eres Seiya!—bramo furioso el mencionado—. ¿Acaso no puedes ver cuándo estás derrotado?
—Yo puedo ver la verdad, aunque este derrotado—contesto con firmeza.
—Aioria, te puedo asegurar que Athena no se encuentra en el santuario en este momento—esta vez hablo Hyoga, captando la atención de Leo.
—Eso no tiene ni que mencionarse. El Santuario es el centro de todo nuestro preciado bien, y si no es en el santuario, ¿Dónde más estaría Athena?—refuto el caballero—¿Acaso no pueden entenderlo?
—Solo son tonterías, el santuario ya está dominado por la oscuridad —respondio Shun.
Una tormenta eléctrica comenzó a formarse en el cielo, invocada por el feroz cosmos de Aioria al cual le ardía cada vez más la sangre por las palabras de estos "traidores".
—¡Maldito Infame!—apreto sus dientes— ¡Los seres como ustedes son los dominados por la oscuridad! ¡Ahora pagarán por decir tales ofensas!—sin siquiera darles tiempo a reaccionar, lazo su poderoso ataque dejándolos inconscientes.
—¡Chicos!—exclamo el castaño preocupado.
—Bien, ya cumplí con mi misión...—musito y dirigió su mirada al castaño—. Ahora es tu turno de morir.
—Espera Aioria, ¿Por qué haces esto?—cuestiono, intentando inútilmente calmarlo.
—Todo esto es por las órdenes de Athena—respondio con simpleza— ¡Ahora muere!
—¡Detente Aioria!—exclamo una voz, interrumpiendo el ataque.
Un cosmos puro acompañaba al desconocido, asomándose entre los árboles. Ambos portadores de las armaduras de oro miraron en aquella dirección, dejando helado al mayor de los dos. Ahí estaba, aquella cara que amaba y detestaba al mismo tiempo. Kagome, su hermanita, acompañada de una muchacha de cabellos morados que transmitía aquella poderosa energía.
—Aioria, Arles no está del lado de la verdadera Athena—afirmo Saori, manteniendo una postura impasible.
—¿Quién eres?—pregunto desconcertado, mirando por un momento a la amazona, sorprendido de que no tuviese su máscara.
—¿Kagome por qué la trajiste? Es un lugar muy peligroso—regaño Seiya.
—Porque sino el necio de mi hermano no me escucharía —se excuso y miro al Leo— Siempre necesito de pruebas para creerme.
—Sera porque eres propensa a decir mentiras, como ahora—respondio el mayor mirándola a los ojos con frialdad. Kagome se sintió herida mas no lo demostró.
—Hermano, ahora más que nunca debes escucharme—avanzó hacia el—. El santuario nos ha mentido todos estos años. Arles es un demonio que ha abusado de su poder para traer el mal a ese lugar tan sagrado. Y Athena, la verdadera —miro por un momento a Saori— no se encuentra en el santuario, está justo aquí.
El mayor se quedó callado mirando a la muchacha y luego a su hermana. Lo medito por un segundo antes de dejar salir una risa algo histérica.
—¿Crees que voy a creer esas palabras que tus "amigos" han repetido sin cansancio?—dijo sarcástico—. Yo no te eduque para que fueras una arrastrada que hace todo lo que un niñato guapo le diga —miro sobre su hombro a Seiya con odio.
La cara de Kagome se deformó cuando oyó aquel insulto, ¿Una arrastrada? No, no podía ser cierto, su querido hermano mayor jamás la llamaría así.
—A-aioria...—sus labios temblaron—. Hermano, por favor debes confíar en mí...—iba a seguir hablando, pero sintió una mano en su hombro que la detuvo. Miro de reojo a Saori, quien le dijo con la mirada que se detuviera.
—Aioria, a mí se me dijo que fui salvada del santuario hace trece años por tu hermano Aioros—dijo la muchacha, alejándose de los dos hermanos para acercarse a Seiya.
—¿Qué?—musito el hombre de ojos verdes asombrados—. ¿Aioros? ¿Ese traidor?
—Yo no lo concidero un traidor—respondio Saori secamente—. Aioros fue un caballero que lucho hasta la final por la verdad—aparto su mirada—. Arles trato de matarme y después tomó todo bajo su tutela, al santuario y a mis caballeros los engaño, ya que el mismo es una encarnación del mal.
—No puede ser...—murmuro perplejo. De repente, volvió a sentir aquella fuerte y pura energía emanada de la señorita Kido.
—Hermano, escucha sus palabras —pidio la fémina —. Está diciendo la verdad, ella fue salvada por Aioros y...—mostro con cuidado el collar que colgaba en su cuello, el cual le perteneció anteriormente a Sagitario— esto es la prueba de que ambos estuvieron juntos.
—¡Ese collar...!—abrio los ojos como platos, mientras el sudor frío bajaba por su frente— ¿Cómo es posible qué lo tengas?
Aioria no sabía en qué creer, todo era tan confuso que le provocaba ganas de vomitar. Esa chica, Saori, transmitía un cosmos tan poderoso y fuerte que no podía compararse con el de los caballeros dorados, solamente con el de Athena.
La sorpresa aumento súbitamente cuando observó nuevamente a la muchacha, detrás de ella podía ver claramente la estatua de Athena, ¿Es qué acaso se formó con el cosmos de la joven?
—Creo que es momento de que sepan lo que paso con su hermano hace trece años—dijo la mujer de cabellos morados.
—¿Aún falta más por saber?—penso la amazona pero se dedicó a oír el relato.
Saori les contó como Aioros se arriesgo su vida por salvarla, interponiendose entre Arles y su daga. El caballero fue incriminado injustamente por el santuario que tanto amaba, pero luchando firmemente por la diosa a la que le juro lealtad eterna. Entregando la armadura de oro y a la pequeña Athena, con la esperanza de que nacerian los guerreros que se enfrentarían a las fuerzas del mal con la misma devoción y valentía.
Kagome se sintió conmovida, ¿Cómo pudo odiar a alguien tan valeroso como lo era Aioros? Tenía ganas de llorar pero pudo mantenerse serena.
—Entonces, ¿Todo lo que creí por trece años es falso?—pregunto Aioria que seguía impactado.
—Mi Abuelo, Mitsumasa Kido, hizo todo lo que estaba en su poder para mantenerme a mí y a la armadura dorada a salvo—Saori termino de narrar su relato con algo de nostalgia—. Los caballeros, que desde la mitología han protegido a Athena, fueron elegidos por mi abuelo. Kagome es una excepción, pero estoy segura que el alma de Aioros la guío hasta a mí —miro a la amazona por un momento, luego volvió al Leo—. Cuando Arles se enteró de nuestra existencia empezó a enviar a sus asesinos, con toda la intención de acabar con todos y poder seguir con sus planes de controlar el santuario y a los caballeros dorados.
Aioria nuevamente sintió unas tremendas ganas de vomitar, ¿Su hermano no era un traidor? ¿Arles era tan despiadado, que estaba dispuesto a matar a quien estuviera dispuesto a pelear por la verdadera justicia?
—Si eres un caballero dorado tu deber no es eliminarnos a nosotros sino a aquel que osa apoderarse del santuario—setencio Saori con una expresión inusualmente severa.
Todo se quedó en un silencio incómodo, hasta que Kagome tomó la iniciativa. Acercándose a su hermano, algo temblorosa tomó la mano del castaño haciendo que este la mirará por un momento.
—Aioria...—respiro hondo antes de seguir hablando —. Arles es el culpable de todo...
El semblante del mayor se suavizó un poco, pensando en las palabras que la supuesta Athena acababa de darle. Cerro sus ojos y apartó la mano de su hermana, dirigiéndose directamente a Saori.
—Prueba lo que dices...—exigió el hombre manteniendo la calma— si lo que dices es verdad no tendrás problemas en comprobarlo.
—¡Hermano!—interrumpio Kagome, poniéndose frente de el con el entrecejo fruncido — ¿Cómo puedes seguir dudando? ¿No has sentido el poderoso cosmos que emana del cuerpo de la señorita?
—Si, lo sentí—admitio— pero debo comprobar lo que dice, asique apartate—tras decir eso la tomó del brazo, y de un solo jalón la movió dejándola detrás de el. Kagome iba a protestar pero su hermano la calló con una sola mirada regañadora, incluso antes de que siquiera un sonido saliera de su boca—. Si realmente eres Athena, serás capaz de detener mi rayo fácilmente —de nuevo se dirigió a Saori.
Kagome nuevamente iba a abrir su boca, avanzo colocandose al lado de su hermano, dispuesta a decirle lo que pensaba. ¡Eso que el pedía era desalmado! Saori incluso si era una diosa no contaba con la experiencia suficiente para detenerlo, al menos eso creía.
—Kagome, no te atrevas a interferir—regaño está vez Saori. Un escalofrío recorrió el cuerpo de la amazona, y, sintiéndose domada apartó la mirada frustrada.
La encarnación de Athena acepto el reto del caballero Dorado. Confiaba en sus habilidades, detendría ese rayo y demostraría cuan verídicas eran sus palabras.
Extendió sus brazos, esperando recibir el ataque de Leo que se dirigía directamente a su pecho pero dicho ataque nunca llegó. Seiya se interpuso entre ambos, sosteniendo entre sus manos el ataque.
El caballero dorado no podía estar más que perplejo al ver la azaña del caballero, había detenido si ataque con las manos desnudas.
—¡Seiya!—exclamo la amazona—¿Qué haces? Dijeron que no debíamos interferir.
—Eso fue una advertencia para ti, no para mí —respondio el caballero —. No permitiré que nadie le haga daño a una mujer con un ataque como este. Prueba o no eso no se hace.
—Seiya ten mucho cuidado —advirtio la chica de hebras lilas—. El ataque de Aioria aún sigue activo y podría dañarte.
—Eso le enseñará a no interferir —dijo Aioria con un tono arrogante y la Amazona le lanzó una mirada fulminante.
De repente, el caballero de Leo sintió una energía cósmica más aparte de la de los presentes. Levantó la mirada y se quedó helado, era la imagen de Aioros. Su corazón dió un vuelco doloroso, habían pasado años desde la última vez que vio el rostro de su hermano mayor.
—Aioria, ¿No eres capaz de distinguir el bien del mal? ¿¡Y así te haces llamar caballero!?—su voz era severa y sonaba algo decepcionado— ¿Cómo te atreves a levantarle la mano a la Diosa Athena? ¡Eres un Estúpido!
Aioria se sintió avergonzado, pero al parecer era el único que podía ver la imagen de Aioros regañandolo.
—¡Escuchame Seiya! envía ese ataque a otra dirección antes de que pierdas el brazo —ordeno Kagome sumamente preocupada, cada vez la cápsula de cosmos aumentaba su poder.
Seiya ya no podía contenerlo y obedeció sus palabras, claro que no logro manejar la dirección y se dirigía hacia la amazona. El caballero Dorado reacciono rápido y tomó a la joven de su brazo lanzandola hacia un costado, y así Aioria recibió el ataque en su lugar.
—¡Hermano!—exclamo preocupada la menor, incorporándose para ir a socorrerlo.
Se arrodilló a su lado, apoyando su mano derecha detrás de su espalda y la izquierda en su pecho para ayudarlo a sentarse. Lo miro asustada, sabía que el aguantaría cualquier cosa pero aún así no podía evitar sentirse mal.
—No debiste meterte, yo podía aguantarlo—se lamento bajando la mirada.
—No te preocupes tanto, estoy bien —dijo Aioria, hablando con una voz suave por primera vez aunque eso no la calmo—. Los hermanos mayores cuidan de los menores, ¿Recuerdas?—arrullo acariciando su mejilla. La chica lo miro y sonrió levemente.
—Gracias...—dijo en un tono bajo, y lo ayudo a ponerse de pie nuevamente. El caballero acepto la ayuda aunque no la necesitará. Al estar parado miro a Seiya con ojos suaves y sonrió levemente.
—He perdido...—dijo el hombre con calma sorprendiendo al caballero. Aioria ahora estaba seguro, su hermano no era y nunca será un traídor. El solo conocer esa verdad lo hizo llorar un poco.
El nostálgico momento se vio interrumpido por la Armadura de Sagitario. Está misteriosamente se desprendió del cuerpo de Seiya, tomando su forma de cloth.
Tras ese inesperado momento, el caballero de Leo se puso de rodillas ante la diosa, manteniendo la mirada en el suelo.
—Athena, por favor perdóname por haber usado mis puños y poder en tu contra—dijo arrepentido de sus acciones.
—Confio en que ahora lucharas en nombre de la justicia—sonrio levemente la diosa y el hombre asíntio.
—Lo haré, será mi penitencia de por vida—se puso de pie y cargo a Shaina para marcharse.
Los dos santos de bronce se acercaron el uno al otro, mirando como el caballero de Leo se marchaba no sin antes decirles unas palabras.
—No se que destinos les deparan, jóvenes caballeros—confeso— pero les suplico que protejan a Athena.
—Lo haremos, no dudes de eso—aseguro la fémina con una convicción firme mientras observaba como su hermano desaparecía entre las sombras.
La batalla final se acercaba, y la aparición del caballero dorado era la declaración final de guerra. Su viaje al santuario estaba a la vuelta de la esquina y con el, una guerra interna que decidiría el futuro del santuario. ¿Quien será el vencedor, la luz de Athena o la oscuridad de Arles?
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