Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Epílogo

Presente.

Sábado, 20 de marzo de 2021.

20:00

—Y así termina nuestra historia de amor —digo mientras seco las lágrimas que vuelven a caer en mis mejillas.

El sol pegaba con fuerza provocando que cierre los ojos, casi aturdida del brillo. Mi mano libre tapa mi rostro para poder ver con mejor claridad. Mientras que la otra sujeta el brazo del chico que me acompaña.

—Joder —susurra el muchacho entreabriendo sus labios—. Es bastante duro haber vivido eso. Todavía sigo recordando las primeras palabras de Damián la primera vez que te vio. Estaba igual de ilusionado que un niño pequeño.

Mi corazón da un vuelco cuando lo escucho. Giro a su dirección fijándome en las pecas que resaltan su rostro. El pelo rojo brilla a consecuencia del sol y eso hace que se vea más bonito.

Hugo se despertó un día antes de que Damián falleciera, como si toda hubiese estado planeado. Desde ese día quise contarle todo lo que había ocurrido, desde que conocí a Damián hasta los últimos días.

El chico me pareció algo serio la primera vez que lo vi, con un humor bastante malo y antipático. Pero al poco tiempo, nos hicimos amigos. Es bastante diferente a mí, le gusta salir de fiesta, emborracharse...Un poco al estilo de Damián pero algo más ilegal. Demasiado creído para mi gusto y nada racional.

—¿Qué dijo? —cuestiono mientras observo de frente para no perdernos.

Queda poco para llegar al destino.

—Me contó que hubo algo en él cuando te vio. Como si ya supiese que eras su alma gemela —dice lo último en un tono más nostálgico.

Asiento un par de veces. Fijo la mirada al suelo y me dedico a jugar con las manos.

Siento tanta pena por dentro desde que Damián no está. Es como si cada día me levanto creyendo que va a llegar, pero todo acaba siendo una mentira. Y todo me parece un bucle eterno, que parece no parar.

—Y al final lo fue —murmuro apretando mis labios.

Comienzo a notar un fuerte escocer en mis labios cuando la imagen de Damián revive en mi mente.

—Así es.

Hugo sigue mis pasos, mientras que de vez en cuando agarra con confianza mi brazo. Veo como se tropieza con un pequeño escalón que hay enfrente de nosotros.

—Ten cuidado —aviso en un tono preocupado.

Vuelvo a tomar su brazo para acercarlo a mí, se me olvida decir que es muy torpe, incluso puedo decir que más que yo. Y eso ya era raro.

—He estado tanto tiempo durmiendo en una cama que se me olvida a andar —se queja mientras bufa irritado.

Me hace gracia cuando se enfada y lo excusa todo con el coma. Doy un asentimiento de cabeza y proseguimos nuestro camino. La brisa fría de marzo choca en mi rostro haciéndome estremecer.

—Lo olvidaba —sonrío sin enseñar los dientes.

Guardamos silencio durante unos minutos, en los que me da tiempo para pensar.

Desde que era pequeña, todos mis familiares me han considerado miedosa. Pues cada cosa que no estaba acostumbrada ver, me asustaba. Creí por un tiempo que eso era malo, es decir, tener tantos miedos. Vivir atemorizada de qué pasará o cómo podré enfrentar mis miedos cuando nadie me proteja. Pero aprendí que no es tan malo al fin y al cabo esos temores.

Quiero decir...¿Qué haríamos si no tuviésemos miedos?

Viviríamos sin retos, sin superaciones y sin nada que nos hiciese despertar. Hablaríamos de valentía cuando realmente nunca la habríamos sentido, y es que a fin de cuentas tener miedo no es malo, siempre y cuando, te enfrentes a ellos. Con esto no quiero decir que únicamente las personas que arriesgan ganan, no. Las personas que luchan cada día porque esos miedos desaparezcan también lo hacen.

Aún así el miedo siempre me ha parecido subjetivo, es decir, yo puedo tener miedo a las alturas pero otra persona a la oscuridad, y así un sin fin. Y creo que al fin y al cabo es algo que nos hace diferente de los demás.

Pero llega un momento en el que ese miedo no depende de ti, ni de tú valentía, ni seguridad. Depende de otra persona. En este caso de Damián. Él supo que tenía miedo de perderle, de no volver a verle, y todo ese miedo se lo hice saber a él. En ese momento no te das cuenta de que le estás dando balas a una persona que guardaba una pistola.

Y es que mi miedo no era que alguien me quisiera de verdad , lo que me hacía temblar de terror era querer tanto a alguien y que después sin avisar se fuese para siempre dejándome un profundo vacío en mi...

—Me deberías de enseñar una foto de él —interrumpe mis pensamientos Hugo—. No tengo ni la más remota idea de cómo es físicamente.

—Tengo varias fotos. Incluso una comiéndose su primera papilla —río.

—Necesito que esa última me la envíes —me señala amenazante.

—Lo haré.

—He visto que tienes un tatuaje —señala mi brazo. Al mismo tiempo levanto la manga de mi jersey color negro para poder verlo mejor—. ¿Fue el que te regaló Damián?

—Sí.

—Pero no es ninguna mariposa. Y me has contado que eso era lo que querías.

—Cambié de opinión.

Con cuidado toca mi brazo con seguridad y observa la tinta de mi brazo con atención.

—¿Tres estrellas?

Asiento.

—Pero...¿Por qué una de ellas es más grande que las otras dos?

—Es la estrella de Damián. La que vi por primera antes de que él...

No puedo hablar y las palabras se me quedan en la garganta,

—Tranquila —soba mi espalda con cariño.

Va a volver a hablar pero tapo su boca con mis manos. Me centro con atención en el lugar donde estamos asegurándome de que es justo el mismo lugar de la foto que me envió Laura esta mañana.

Hemos llegado.

Por un momento me acuerdo de Laura. Su hermana está destrozada, cada día que pasa su dolor, es más fuerte. Por suerte la presencia de Jesús y de su hijo está ahí. Ha necesitado ayuda psicológica desde que se enteró de la muerte de su hermano, pero poco a poco veo que mejora y el apoyo le está sirviendo. Damián siempre fue el consejero de Laura, aunque fuese más pequeño que él...Y eso quiere decir que tanto él como ella eran inseparables.

Recuerdo una vez que Laura me contó que trabajaba día y noche para pagar los medicamentos de Damián, ya que ambos no podían costearlo todo. Ella lloró hasta que todo el agua de su cuerpo se secó. Laura había creado miles de aventuras con su hermano, sin embargo, esas aventuras acabarían siendo un sueño más.

—Aquí es.

Tomo el brazo de Hugo para llevarlo hacia mi. Aunque hayan pasado varios días desde que despertó, su cuerpo todavía no se acostumbra. Los ojos del chico se desvían del punto donde se encontraba observando para fijarse en el cielo. Parece que va a llover.

Entramos por una enorme puerta cubierta de hierbas, algunas rozándose por mi piel haciendo cosquillas. Una vez diviso un grupo de personas a mi izquierda, sé que son ellos. Los susurros y balbuceos de los familiares es lo que se oye en todo el cementerio.

Estar en este lugar me pone los pelos de punta.

Nos acercamos sin decir nada, hasta que Laura me ve y corriendo se acerca a mi para dar un fuerte abrazo. Sé que lo necesitaba, tanto ella como yo, por eso le devuelvo el abrazo con la misma intensidad que ella.

—Gracias por venir —murmura en mi oído con cariño.

Sonrío como puedo al mismo tiempo en el que nos separamos. Mientras tanto observo la figura de Isabel y Jesús a los lejos. Pero me extraña no a ver visto a Agustín. La mano de Laura me soba con delicadeza el brazo de arriba abajo, tal y como lo hacía Damián.

—¿Tú eras Hugo? —señala al chico.

Este se queda durante unos segundos aturdido, pero golpeo disimuladamente su brazo haciéndolo espabilar. Sacude su cabeza ligeramente antes de contestar:

—Sí. Tú eres Laura, si no me equivoco.

Asiente.

—Damián no me contó que eras pelirrojo —sonríe ocultando la tristeza.

De repente observo la figura de Agustín acercándose a nosotros. Es la primera vez que lo veo vestido de negro al completo. Su mano reposa en uno de los bolsillos de su pantalón mientras que la otra sujetaba un cigarro.

No recordaba que él fumase.

—Hola Marina —saluda Agustín. Veo que sus ojos estaban algo hinchados y su voz más ronca de lo normal. Dándome a entender que había llorado hace poco—. Oh vaya, ¿tú eras el paciente de la habitación 811?

Observo sus ojos hinchados de haber llorado hace poco. Mi garganta escuece y siento las enormes ganas de volver a llorar.

—Sí, en persona —sonríe.

Agustín asiente un par de veces y

—Habéis llegado un poco tarde, pero no importa. En unos minutos lo entierran...Joder, lo siento —cubre su cara con ambas manos soltando un sollozo—. Tenía que haber estado con él.

Aprieto mis labios reprimiendo un sollozo.

—No es tú culpa, Laura —niego intentando calmarla, pero para que voy a mentir, no puedo hacerlo.

El mismo dolor que siente ella, también está en mi, y aunque quiero hacerle sentir bien, no tengo fuerzas para ello.

—Lo echo de menos, Marina —mira al cielo reteniendo las lágrimas.

—Yo también, pero así es la vida —recuerdo las palabras de Damián—. Algún día nosotros también nos iremos.

—Lo sé —acaricia mi mejilla una vez calma su lamento—. Te quería con todo su corazón. Nunca había visto a Damián tan enamorado de alguien.

Mi pecho arde por cada bocanada de aire. Por un segundo se me olvida respirar y me ahogo. Vuelven los recuerdos como olas y no puedo evitar sentirme mal.

—Yo lo sigo queriendo.

—Seguro que él también esté donde esté.

Las miradas de Agustín y Hugo están fijas en nosotras dos, me centro en Agustín que con su sonrisa me hace creer que todo está bien. Elevo la comisura de mis labios queriéndole demostrar que no pasa nada, pero es imposible fingir en esta situación.

Él se acerca más a mi y con temor suelta:

—Ya te puedes acercar, Marina.

Me quedo estática en este momento. Sin imaginarme que este momento llegaría.

Dubitativa doy torpes pasos para acercarme al ataúd. Suelto un profundo suspiro soltando todo el aire de mis pulmones, pero no puedo. No puedo verlo ahí. Me quedo a unos metros enfrente de él sin hacer nada, mientras noto la mirada de varios familiares suyos detrás de mí. Mantengo la mirada en sus pálidas manos sin ascender más.

Cuánto deseo tocarle.

Mis intentos de volver a llorar paran cuando noto la presencia de alguien al lado mía.

—Marina —saluda haciendo un ademán. Reconozco esa voz al instante.

—Jesús —sonrío como puedo.

Me quedo mirando a un punto fijo, perdida en mis pensamientos, pero Jesús vuelve a hablar.

—No pensaba que esto acabaría así. Desde que me dijeron que el trabajo de enfermero iba a ser más que cuidar y curar a personas, nunca lo entendí. Hasta ahora. Quería mucho a Damián, ¿lo sabes? —me limito a asentir y seguir prestando atención. Noto un hormigueo en mis manos, provocando una incómoda molestia—. No me ha gustado mucho expresar mis sentimientos —sigue hablando como si se estuviese desahogando—, siempre me ha costado hacerlo. Pero me arrepiento de no haberle dicho nunca a este chaval que lo quería. Le tenía tanto cariño que lo trataba como un hijo más.

Sé que Jesús está tratando de evitar caer las lágrimas por el temblor de su voz. Y en este momento sé lo arrepentido que está por no haberle querido lo suficiente. Pero no debe de sentirse así de culpable. Se lo demostró de la manera en la que él supo.

—Él también me dijo que te quería, aunque a veces no os pudieseis soportar.

Ríe.

—Siempre me sacaba de quicio con sus travesuras. Pero cada vez que estaba mal, me preocupaba por él. No se lo demostré, pero de verdad que lo hice —habla dolido.

—Él lo sabe, Jesús —le tranquilizo acariciando su brazo con algo de miedo.

No estoy acostumbrada a que él fuese así conmigo, siempre Jesús ha sido un hombre cascarrabias al cual le molesta todo, pero entendí que tiene buen corazón para amar.

Nos quedamos durante unos segundos callados.

—¿Y tú?

Frunzo el ceño.

—¿Yo qué?

—¿Cómo estás?

—Sigo un poco perdida —juego con mis dedos—. No asimilo todavía lo que está pasando y parece que estoy en un sueño. Pero toca vivir con ello, ¿no?

Asiente apretando sus labios. Con timidez se inclina a mí llevando su brazo a mi hombro para acercarme más a él. Me quedo en shock durante unos segundos, pues no me esperaba que hiciera eso Jesús. Trago saliva con fuerza intentando disimular mis asombro.

Si Damián lo viese se volvería loco.

—Pues sí —soba mi brazo con cariño—. Aunque al principio sea difícil.

—Aunque al principio sea difícil —repito.

De nuevo guardamos silencio, hasta que la voz de un trabajador aparece.

—Tenemos que hacerlo ya —le comunica a Laura que está a unos metros al lado nuestra.

—No, por favor —niega con un hilo de voz.

Veo como Jesús se separa de mi para agarrar a Laura que casi se caía al suelo. Se cubre con ambas manos su rostro, permitiéndose así expulsar todo su dolor.

—Tranquila, mi niña —suaviza Jesús la voz a medida que acaricia su cabeza.

Me acerco a ellos y me preparo mentalmente lo que voy a decir. Estoy nerviosa para que voy a negarlo, pero quiero hacerlo, y por Damián lo voy a hacer.

—¿Puede esperar un segundo? —hablo llamando la atención de los que estaban. El trabajador me da una mirada de mala manera después de la pregunta—. Me gustaría decir unas palabras.

—Bueno, diez minutos más —me señala su reloj.

—Está bien.

Me separo de ellos sin fijarme en nadie más.

El papel que llevo juega en mis manos de un lado a otro. Pero de un momento a otro me sorprendo por algo que veo, haciéndome parar en seco.

Observo dos figuras que vi hace un tiempo, Vanessa y Darío. Frunzo el ceño, notando una ola de rabia en mí interior.

Aprieto las uñas en las palmas de mis manos como una manera de hacer desaparecer el enfado. Trago con fuerza cuando veo que Vanessa se da cuenta de mi presencia.

¿Qué mierda hacían aquí?

Veo como la chica se acerca a mi con una sonrisa lobuna mientras que deja atrás al chico que me mira con desconsuelo.

—Que pena, ¿no? —empieza a hablar y ya quiero taparme los oídos para no escuchar más.

—Pena —río falsamente—, pena das tú. De haber hecho lo que le hiciste a Damián y encima venir aquí como si no hubieses roto un plato.

Ríe de una manera burlona. Siento unas ganas tremendas de cogerle de los pelos y...

—Oh vamos, seguro que tú también estabas con él por pena. ¿Quién querría estar con un chico que tiene cáncer?

El odio invade todo mi cuerpo.

—Yo —contesto firme—, ni en mil años estaría con alguien por pena. He estado con él porque le quería, y le quiero. ¿Y sabes qué? Que tengo la conciencia tranquila de no haber utilizado a alguien solo por fama social y después botarla. Damián tenía un corazón tan puro que no te merecía. Él se enamoró de ti y tú no supiste qué hacer con tanto.

—¿Cómo sabes nuestra historia? —consulta asombrada.

Su respiración se vuelve agitada al reconocer que tengo la razón. Con la mano libre empieza a jugar con un mechón de pelo dándole repetidas vueltas.

Suelto una carcajada falsa a su dirección ganándome una seria mirada por parte de ella.

—¿Vuestra historia? Oh no cariño, lo tuyo fue un simple cuento que acabó en la basura.

—No di... —me señala amenazante, pero le corto.

—Ojalá nadie te haga lo mismo que le hiciste a Damián. Que te vaya bien en la vida, Vanessa.

Siento una presión en el pecho por lo último que digo, sé que Damián hubiese preferido que le ignorase, pero no puedo. No puedo sabiendo que le hizo tanto daño sin razón justificada alguna.

Me alejo de ella sin esperar a que diga nada y la culpabilidad invade mi organismo. Pero paso por alto lo ocurrido y me centro en el ahora. Con timidez me acerco al lugar donde pensaba decir mi estúpido discurso, y lo llamo así porque lo escribí como unas veintes veces, para que al final ni me gustase como está.

Me relajo mentalmente y segura de mi misma, me planto enfrente de todos. Alzo la cabeza observando caras que nunca había visto en mi vida. A excepción de algunos enfermeros y Hugo. Supongo que son familiares de Damián, pero me sorprendo, pues a ninguno de ellos vi visitarlo cuando estuvo en el hospital.

Mis manos empiezan a temblar pero la figura de Agustín aparece a mi lado, que me da una mirada de confianza, haciendo que me relaje algo. Nunca me he imaginado estar aquí, y más por Damián. Y he aquí la razón por la que no debemos de facilitarnos la vida creando y organizándola creyendo que todo sale al pie de la letra.

Todo cambia.

Lo que crees que existe, mañana puede desaparecer.

Aquello que tienes entre tus manos después de tanto desearlo, ya no le das la misma importancia que cuando no lo tenías.

Hay personas que se van y otras vuelven.

Y aquello que creías que sería para siempre, acaba siendo efímero.

Carraspeo aclarando la voz. Miro al suelo maldiciendo mentalmente como estaba haciendo esto. A unos metros está Damián, pero no me atrevo a mirarlo. Nadie dice nada, todos quedan expectantes esperando que dijese alguna palabra.

—Hola —tartamudeo. Esto de hablar en público era algo que tengo que superar—. Tenía un papel preparado con cualquier chorrada que decir, pero prefiero improvisar. Además de que a Damián no le gusta las cosas preparadas u organizadas —recuerdo con una sonrisa nostálgica. Hago una bola de papel y la guardo en mi bolsillo. Mi mente estaba en otro lado así como los ojos y el corazón latiendo frenéticamente— Mi madre siempre dice que la vida es como un tren, un tren tan impredecible, que no eres capaz de saber a dónde se dirige y a dónde te lleva. En dicho tren, entran nuevas personas que te hacen aprender cosas que no sabías o incluso no siempre es algo bueno, a veces esas personas que entran en tu tren, te pueden hacer daño, mucho daño. Pero aún así aprenderás algo de ese dolor. Y finalmente cuando ya has aprendido lo suficiente de esa persona, esta coge otro tren para irse. Mientras que tú, te quedas en tú tren esperando a otra nueva persona. Aunque en otros casos, puede que en tu tren, la persona que haya decidido entrar, no se vaya nunca, y se quede hasta el final del trayecto, es decir, se queda toda tú vida.

Aprieto mis labios reprimiendo las ganas de llorar. Miro al cielo intentado tranquilizarme y la mano de Agustín pasa por mi hombro. Me giro para verle y sus ojos están rojos. Se seca con rapidez el agua de sus mejillas y me centro en las caras de los que me estaban mirando.

Algunos miraban al suelo, arrepentidos, supongo. Otros secan sus lágrimas con los pañuelos que guardan en los bolsillos. Y después están lo que no hacían nada, permanecían callados pero no hay sentimiento en sus miradas.

—No supe que con Damián había aprendido todo lo que me enseñó hasta que vi como bajaba de mi tren. Pero yo si embargo, entré en su tren y me quedé hasta la última parada. Damián me ha enseñado a ser yo misma, a luchar contra mis miedos y ser valiente. La vida nos golpea a todos, nos hiere, nos empuja. Pero también nos enseña, nos corrige. Me enamoré de Damián, de una manera bonita, mágica e inesperada. En un frío y solitario pasillo, donde estaría él en la habitación de enfrente. Recuerdo su forma de hablar, tan suelta y vacilante. Con alguna que otra broma de por medio —sonrío nostálgica. Me giro al ataúd que sigue abierto y me dirijo a Damián ignorando a los demás—. Aún no asimilo que te has ido, cada día me levanto pensado que vas a volver, que estarás esperándome en la puerta diciendo lo guapa que estoy despeinada, o a buscarme para simplemente mirar las estrellas. No me arrepiento de haberme quedado contigo, de conocerte, de aprender más de ti. Gracias Damián. Siempre seré tú ladrona.

22:32

Me siento cansada en el mismo banco de la azotea donde me llevó Damián cuando nos conocimos, estando igual que la primera vez que vine. El sentimiento de soledad me invade e intento entrecerrar mis ojos para ver con mejor claridad el cielo, buscando como cada noche hago, las tres estrellas.

A punto de rendirme, las encuentro, algo más escondidas de lo normal por las nubes, pero ahí están. Observo mi alrededor, no hay nadie. Ni un alma en pena, solo la mía.

—Hola Damián —empiezo a hablar con un hilo de voz.

Suspiro profundamente.

—Todavía me cuesta adaptarme a esto, pero lo intento. No estoy muy bien, sé que quieres que sea feliz, valiente y fuerte. Pero ahora mismo todo cuesta, todo se hace muy difícil desde que no estás. Yo simplemente quiero que todo sea un sueño, que vuelvas y me digas lo que me quieres. Pero admito que es muy infantil por mi parte pensar en eso. Solo quiero estar a tú lado.

Miro el cielo de nuevo imaginando que Damián me estaría escuchando con atención centrando sus ojos en mi como cada vez que le contaba algo.

—Me enseñaste el coraje de las estrellas, antes de irte. Y sé que la vida continúa, pero no sabía que era sin ti. Mostraste en tú último aliento un sentimiento que nunca escuché soltar de tus labios. Me dijiste te amo pero el sueño me obligó a no poder haberte devuelto el mensaje. Daría lo que fuera por volverte a escuchar decirlo, pero yo también te amo, Damián. Te amo tanto que hasta mi alma duele...He intentado escribirte muchas veces como si de alguna manera creyese que me enviarías un audio diciendo que estás esperándome. Pero no es así —rio sin humor—. Que ilusa soy.

Cierro mis ojos mientras noto una suave brisa chocar en mi rostro.

—Pero de tantas cosas que me hiciste aprender, nunca me enseñaste a vivir sin ti.

De repente escucho un tono de llamada. Soy la única persona en este lugar por lo que sé que es mi móvil. Frunzo el ceño durante unos segundos.

—Un momento Damián, me están llamando.

Extrañada lo saco del bolsillo y mi confusión aumenta cuando veo que es un número oculto. Nunca suelo cogerlo, normalmente es para dar publicidad.

Pero hay un instinto que me hace descolgar. Llevo el móvil a la oreja todavía dudosa y sin esperar alguna contestación hablo:

—¿Hola?

A los pocos segundos escucho una voz femenina.

—¡Hola! ¿Hablamos con Marina del Águila?

Entreabro mis labios mientras llevo las piernas a mi pecho. Apoyo mi barbilla en las rodillas tratando de soltar todo el peso.

—Sí. Soy yo.

—¡Oh perfecto! Somos de ByNovela, la editorial con la que hablaste hace un par de meses. Era para decirte que tú libro se iba a publicar dentro de una semana y necesitamos tú confirmación.

Mi cuerpo se tensa al pensar que había hecho algo en alguna suscripción de internet que haya aceptado sin leer. Maldigo mentalmente creando el mensaje perfecto que le diría a la muchacha que está detrás de la línea.

—Creo que te estás equivocando.

Guardamos silencio ambas, y escucho detrás del teléfono el sonido de unos papeles mezclándose con otros.

—Pero eres Marina, ¿no?

—Sí. Pero nunca he escrito ningún libro.

—Pues los escritos del libro están hechos por ti, o por lo menos eso dijo el chico que se acercó.

Paso una mano por mi frente. Recordando si en algún momento fui a hablar con alguna editorial, pero es imposible. Mi vista se pierde y la preocupación mi invade. Mi mente se nubla y todos mis sentidos son un torbellino.

—¿Chico? ¿Quién?

—Hubo un chico llamado... —chasquea con los dedos—. ¿Cómo era?

Mi cuerpo se siente chico cuando sé quien fue esa persona. Llevo mis manos hasta mi boca intentando calmarme, pero en estos momentos es imposible. Me congelo por unos segundos quedándome callada por unos segundos.

—¿Damián? —hablo en un tono bajo.

Mi corazón está saliendo del pecho.

—¡Sí! —de repente un pitido suena en mis oídos—. Damián vino a mostrar todos tus escritos, nos quedamos muy sorprendidos por tú forma de escribir. Tienes mucho talento y nos encantó.

Pierdo las fuerzas. Mi vista se está nublando, y caigo en cuenta de que lloraré en nada. Estoy bloqueada y cegada. Empiezo a marearme y tengo que sujetarme del respaldo del banco.

—Gracias —susurro como puedo.

—El muchacho intentó durante unas semanas que pudiésemos publicar un libro con todos tus escritos, y nos comunicó que no te contásemos nada hasta la confirmación de la publicación en todas las librerías de España.

Abro la boca sorprendida sin todavía creer lo que está pasando. Creo que estoy en un sueño. Mis lágrimas siguen congeladas, no salen. Estoy tan impactada y desconcertada que apenas escucho con claridad lo que dice la mujer.

—¿Todas las librerías de España? —intento decir.

—Así es —intuyo que está sonriendo.

—Joder —jadeo.

—Bueno...Entonces, ¿es un sí o un no?

Esto está siendo demasiado. Y en este momento recuerdo cuando Damián me robó (tomar prestado) mis escritos. Justo el día en el que me lo pasé buscando por todos mis cajones, para después saber que los tenía él.

Siento que los minutos son eternos, y mis nervios aumentan. Estoy tan indecisa que las palabras no salían.

¿Qué hago?

Es tú sueño.

En este momento noto un presión en mi muslo que me hace sobresaltar. Mi burbuja se rompe cuando alzo la mirada. La respiración se corta y me cuesta pestañear.

Estaba en shock.

—¿Damián? —le miro fijamente.

Y sus ojos color avellana se centran únicamente en mí. Cuanto echaba de menos esta sensación.

—Aquí estoy, ladrona.

—Estoy soñando —niego.

Me pellizco con la mano libre pero él me para. Toca mi brazo con el pulgar suavemente, mandándome pequeñas corrientes de electricidad.

—Shhh —me manda a callar mientras muestra una dulce sonrisa que tanto me gusta—. No estás soñando, soy yo.

Mis ojos quedan fijos en los suyos, espero que alguno de los dijésemos algo, pero ninguno se atreve a hablar. Le observo una vez más y mi corazón se quiebra. Aún así sigo pensando que es hermoso. Relamo mis labios sin saber que decir.

—¿Cómo... —trato de decir sin quebrarme—. ¿Cómo has podido hacerlo?

Ríe divertido mientras que al mismo tiempo su mano juega con la mía. Se siente tan real, que el olor avainillado llega a mis fosas nasales. Nuestros ojos están en una visión directa, fija. No puedo bajarla, ni siquiera pestañear.

—Sólo necesitabas ese pequeño empujón. Sé que es tú sueño y quise ayudarte a cumplirlo. ¿Qué harás?

Me atraganto con mi propia saliva. Agacho la mirada para observar algo que brillaba sobre su pecho. Es el colgante que tomó prestado cuando vino a mi casa.

—¿Con qué?

—Con el ordenador —contesta con ironía.-¡Pues con el libro!

Se recuesta en el banco con total tranquilidad aspirando el aire hasta que sus pulmones pueden. Echa su cabeza hacia atrás cerrando los ojos con total tranquilidad. Me centro en su perfil una vez más. Ya no está tan pálido, sus ojos brillan con más claridad, y su sonrisa es igual de preciosa que el primer día que lo vi.

—Oh.... —pienso bajando la mirada—. Bueno, tendría que comunicárselo a mis padres y...

Me echó una mirada amenazante haciéndome callar.

—Te lo vuelvo a repetir —me toma con ambas manos la cara y se inclina a mí—. Ahora. ¿Qué vas a hacer?

Estamos muy cerca y siento su respiración chocar en mi cara. Guardo silencio unos segundos. Muerdo mi labio inferior y al mismo tiempo una sonrisa comienza a asomarse en mi rostro, a la par Damián me muestra también una sonrisa cálida.

Lucharía.

Lucharía por él.

Por mí.

Y por mis sueños.

—Me enseñaste a luchar por mis sueños y no rendirme. Así que diré que sí.

Suaviza el agarre y su pulgar acaricia mi mejilla. No quiero que esto acabe, quiero quedarme toda la vida así. Se siente tan bien.

—¿Sabes lo orgulloso que estoy de ti? —habla en un tono suave. No puedo evitar soltar una sonrisa cuando se vuelve a acercar para dar un beso en mi frente.

—Yo también lo estoy de ti, Damián —mi voz tiembla.

—¿Marina? ¿Estás ahí? —interrumpe la chica a través del teléfono.

Pego un respingo tras recordar que estoy en la llamada.

—Venga contesta —me anima.

Mi piel se eriza al saber lo que voy a hacer.

—¡Espera! —exclamo sujetándole del brazo, este me mira con extrañeza, pero su sonrisa no desaparece—. Te irás, ¿verdad?

Mi garganta escuece. Me rompo en piezas diminutas e intuyo su respuesta.

—No me iré, ladrona —señala mi corazón—. Estaré contigo siempre, como un ángel de la guarda.

—¿Serás mi ángel de la guarda?

Me mira con gracia.

—Así es. Te protegeré desde ahí —señala el cielo.

De pronto mis ojos arden y las lágrimas retenidas hace unos minutos salen sin permiso. Damián me mira detenidamente con dolor. Sé que no le gusta verme así, pero no puedo evitarlo. Para no olvidarme de su tacto, tomo su manos sin pensarlo y lo llevo a mi cara. Lo siento cálido como la primera vez. Damián acepta mi invitación en segundos.

Mi cuerpo tiembla ante los recuerdos y una vez más me siento mal.

Pero antes de que se fuese quería despedirme bien.

—Damián.

—Me tengo que ir.

—Te amo.

Sus ojos quedan fijos a los míos y comienzan a cristalizarse.

—Yo también te amo, ladrona. Para siempre.

Cierro los ojos empapando mis mejillas de tantas lágrimas y cuando los abro no está.

Ya está en paz, ya está libre. Libre de dolor y sufrimiento. Es un ángel más en el cielo. Me cuidará y yo seré feliz por él. Pero no me arrepentía de haber conocido a Damián. De que me hubiese salvado. Ahora sé que este es el final, y que el dolor del alma poco a poco sanaría.

Nunca supe que este día llegaría, separados el uno del otro, con el futuro en las manos. Con miles de sueños y planes creados. Creí que en esta vida habría risas, pero nadie me avisó de las lágrimas.

Es tan difícil decir adiós cuando te quieres quedar.

Tengo la esperanza de que vuelva, pero sé que jamás lo hará. Mis lágrimas resbalan pero intento calmarme.

Recuerdo que la mujer está detrás de la línea y no lo pienso dos veces más.

—Sí, publicadlo.

—¡Perfecto! Pues nos pondremos en contacto contigo unos días antes, y pondremos fechas para la firma de libros.

—Firma de... —balbuceo secando las lágrimas.

—Claro, hay mucha gente esperando que tú libro sea publicado.

—Oh... —se siente como balde de agua fría—. No lo sabía.

—Sé que todo esto ha sido una sorpresa inesperada y te habrás quedado en shock, pero espero que todo esto te alegre —intenta tranquilizarme la chica.

Sonrío aunque me cuesta. La yema de mis dedos rozan con las hebras de mi pelo tratando de peinar el pelo, pero una fuerte brisa la despeina de nuevo.

—Sí, me alegra muchísimo —me sincero—. Solo que todavía no me lo creo.

—Es normal. Tengo que colgar ya, hay una llamada pendiente que tengo que hacer.

Asiento pero recuerdo que no me ve.

—Sí, claro.

—Hasta pronto, Marina.

Pienso en despedirme, pero una pregunta invade en mi cabeza.

—¡Espera un momento!

—¿Sí?

—Es que no sé cómo se llamará el libro.

—Ladrona. Se llamará ladrona.

El ayer se ha ido, y tengo que seguir adelante. Estoy tan agradecida de cada segundo que pasé que Damián, y si me diesen la oportunidad volvería a vivir nuestra historia una vez más. Cada instante que hemos pasado, lo guardaré en mi memoria como si un carrete de fotografía fuese. Mantendré al chico de ojos color avellana en mí corazón para siempre.

Y después de haber conocido un alma como la de Damián, la vida no me da tanto asco.




FIN

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro