7. Hiwaga
"Misterioso."
14:42.
—Lo siento. Sé que lo he hecho mal —respondió arrepentido.
Podía ver la culpabilidad en sus ojos, nunca somos lo verdaderamente conscientes de la gravedad que pueden tener nuestras acciones.
Le estaba viendo, no me soltaba la mano, podría decir incluso que no sentía ni mis dedos, por la fuerza con la que me apretaba, no quería soltarme, ni yo a él.
Mis labios comenzaron a elevarse y antes de empezar a reírme pude ver su cara de confusión, hasta que solté una gran carcajada. Al ver visto que también le había gastado una broma, me miró incrédulo, pues no se lo creía. Hasta que de un momento a otro él también comenzó a reírse.
Estábamos solos en el pasillo, y sólo se podían escuchar nuestras risas, una perfecta y bonita armonía. Me caí al suelo, pues de tanto reírme se me fueron las fuerzas, me apoyé en la pared, y me sequé las lágrimas que caían por mi cara de tanto reírme.
Se me había ido el aire de tanto reírme, y aún seguía tirada en el suelo. Miré hacía arriba y lo vi a él, mirándome con una pequeña sonrisa. Tenía una mirada dulce, incluso parecía embobado. Yo le miraba alzando mis cejas.
Una vez había acabado de reírse, suspiró aliviado y dejó caer su espalda al respaldo de la silla.
—Eres una pequeña cabrona.
—Como si tú no lo fueses —respondí mirándole mientras me levantaba con una sonrisa. Iba a abrir la puerta de su habitación pero escuché su voz a mis espaldas.
—Espera, ven —tomó mi cintura de improvisto, dejándole mi trasero a unos pocos metros de su cara—. Te has llenado de polvo tus muslos —rio mientras comenzaba a palmear mis muslos quitándome dicho polvo. En ningún momento llegó a subir sus manos pero aún así estaba bastante nerviosa. El tacto chocando con la tela que llevaba hacia enviarme fuertes corrientes de electricidad por cada parte de mi cuerpo. Sentía sus roces como si fuese en mi misma piel y deseé por un instante que así fuese.
¿Y si se estaba riendo de mí? ¿Y si se lo contaba a todos los enfermeros? ¿Y si no le gustaba mis piernas?
—Vaya aquí también tienes —mintió, yo me giré un poco para mirarle y vi en él una sonrisa picarona mientras me miraba. Yo sin embargo seguía, sin creérmelo, pues no sabía que hacer, sólo levanté unas de mis cejas como respuesta a su sonrisa. Por mi espalda pasó un rápido escalofrío haciéndome estremecer.
—Joder, con cuidado —murmuré muerta de la vergüenza mirando a mis torpes dedos. Pude escuchar su risa.
—Listo —terminó mientras sacudía sus manos y a través de su silla de ruedas se colocó delante de mí, para abrir su puerta, acto que iba a hacer antes de que él me quitase el polvo. Pero yo todavía seguía mirando al frente sin mover mis ojos. Él me rodeó y al ver que no entraba soltó una pequeña risa. Me quedé estática sin saber qué hacer.
Podía ver su blanca dentadura con claridad. Los tenía todos rectos, aunque no del todo perfectos, algunos de sus dientes estaban algo separados, en especial sus paletas, había una minúscula separación entre ellas, aunque esto hacía que tuviese una sonrisa especial.
—¿Entras? —preguntó sin borrar su sonrisa mostrando sus hoyuelos en sus mejillas.
Dudé unos segundos antes de entrar.
—Sí, es que estaba recordando la cara que tenías cuando te gasté la broma... —mentí intentando ocultar mi nerviosismo.
—Sí, claro. Será eso... —escuché por parte de Damián como un susurro inaudible, sabiendo que le había mentido, mientras que él cerraba la puerta.
Se adentró sin pudor, y se echó a la cama. Su cuarto era bastante grande, olía a vainilla, al igual que el de mi tía. Tenía justo al lado de la puerta de entrada un pequeño cuarto de baño. Pero al mirar el interior de la habitación mis ojos se abrieron de par en par.
Estaba todo hecho un desastre. Pijamas por un lado, sábanas por otro. Había incluso pastillas por el suelo. Lo único bueno que tenía su habitación era la gran ventana que se encontraba al lado de la cama de Damián, se podían ver a enfermeros o familiares, saliendo y entrando. Varias ambulancias. Algún que otro adolescente fumando o comiendo...
Aún así no soportaba ver la habitación de Damián, soy una persona extremadamente organizada y ver todas las cosas fuera de su sitio me hacía estar nerviosa. No aguantaba ver todo así, y a veces me daba rabia, pues no pensaba en otra cosa que en la suciedad o desorden que había en el lugar donde estaba. Damián se percató de mi reacción, pues se sentó en su cama y extrañado dijo:
—Puedes entrar, ¿eh? No muerdo ni nada de eso —mordió su labio aguantando su risa y rascando uno de sus ojos. Parecía que tenía sueño.
—Bueno...Es que tú habitación está hecha una mierda —me sinceré, encogiéndome de hombros e intentando no poner alguna mueca de asco mientras veía su habitación, no quería que le sentase mal, pero no podía quedarme callada.
Y justo después de haber hablado yo, escuché una carcajada por parte de Damián. Mientras tanto me intenté acercar más a él hasta que quedo al lado suya, me senté en uno de los asientos que había justo al lado de la cama.
—¿De qué te ríes?, es la verdad, tienes esto muy desordenado —señalé alrededor—. Además, las pastillas no las tienes bien organizadas y encima tiradas por el suelo...
—Los médicos se creen que me las tomo todas pero no soporto tantas pastillas —contestó frío fijando una mirada neutra en mi—, Pero me da igual. Se creen que todavía soy un niño pequeño y no es así. Como si las pastillas por arte de magia me hiciesen volver a estar sano.
Su frialdad e indiferencia chocó en mí.
—¿Eres consciente de lo que estás diciendo? —abrí mis ojos de par en par con una mirada incrédula. Él como respuesta asintió y cerró sus ojos indiferente.
—Oh vamos, sé sincera. ¿Qué mierda me van a hacer las pastillas?
—Curarte —murmuré de manera obvia.
—Pues no lo hacen muy bien, porque llevo cinco años tomándolas y sigo igual.
—Mira, ¿sabes qué? Haz lo que te dé la gana, pero... —pensé cerrando los ojos como una extraña manera para poder tranquilizarme, hasta que me llegó una idea—. Mientras que yo esté aquí te vas a tomar todas tus pastillas, me da igual que no quieras.
—Vaya que ahora eres mi madre —comentó sarcástico, abriendo sus ojos, volviéndose a sentar en la cama quedando a unos metros enfrente mía.
—Me da igual lo que sea, a partir de ahora me vas a hacer caso. No me importa que cuando me vaya te pases las reglas por el culo. —confesé poniendo mis manos a la altura de mis caderas.
Abrió sus ojos.
—¡¿Reglas?! —se levantó rápidamente sorprendido.
—Sí, lo que has escuchado, y ahora vamos a recoger tú habitación —respondí tajante levantándome del sillón y tomaba su mano. Veía en sus ojos una mirada juguetona, no iba a caer ahora, me tenía que hacer caso. Pero en cuanto me vio realmente enfadada, cambió su cara por una más seria.
—Te haré caso, sólo con una condición —dijo mientras se sentaba en su silla de ruedas, para buscar la escoba en el cuarto de baño. Yo sólo lo miraba esperando lo que fuese a decir, cruzando mis brazos—. Si recojo toda mi habitación y organizo las pastillas...Tendrás una cita conmigo.
Me quedé sin aliento cuando lo soltó con tanta naturalidad. Mis ojos se movieron hacia los suyos mientras que intentaba hablar, pero las palabras no salían. Una cita...¿Me estaba pidiendo una cita? ¿Desde hace cuánto no me sentía así? ¿Ilusión era? Quizá. Él mientras tanto me seguía mirando atento con esos ojos penetrantes que me dejaban deseando que mirase durante más tiempo.
—Lo vas a tener difícil, Damián —murmuré mientras comenzaba a recoger algunos papeles que tenía tirado en el suelo para echarlos a la basura.
—Me gusta lo difícil, ladrona —respondió guiñándome el ojo, y me dio la pequeña escoba que guardaba detrás de la puerta.
Cada vez que me llamaba "ladrona" se me erizaba la piel, lo decía en un tono grave y picarón, que hacía que mi barriga diese un leve vuelco. Dejé de pensar en eso y a partir de ahí comenzamos a recoger todo aquello que nos encontrábamos.
Él se dedicaba a organizar sus pastillas en sus respectivas cajas, me hacía mucha gracia verlo así, podía observar de reojo su expresión molesta, y mientras tanto yo recogía todo lo que me encontraba en el suelo, desde papeles higiénicos, que no quería saber que tenían, hasta palillos de dientes.
¿Pero este chico que hace aquí? Pensé.
Mientras tanto sonreía de vez en cuando viendo a Damián harto de organizar pastillas.
Nos pasamos hablando durante todo ese tiempo. Me sentía cómoda al notar la sensación de que se interesaba por cada cosa que contaba. Era como si por un momento alguien centrase toda su atención en mi y en nada más. Me gustaba hablar con él, podía hablar de cualquier cosa, sin miedo a que se riese de mí.
Desde que era muy pequeña me había dado temor el hablar, hablar sobre mí, mis miedos o secretos. Podía ver con claridad como si una gran barrera de ladrillos se interpusiese en mi camino cuando el pensamiento de querer hablar llegaba a mi mente. Sabía que todo el mundo estábamos expuestos a las críticas, cosa que seguía sin entender el porqué.
Hablas mucho, te critican.
Hablas poco, te critican.
Y así un sinfín de cosas.
—Yo es que nunca he utilizado las redes sociales, es más pienso que es ser un poco narcisista, ¿no? Le muestras a todo el mundo donde estás, donde no estás. Qué estas haciendo o que estás comiendo, los adolescentes de hoy en día son una bola de retrasados —gruñó.
De una cosa a otra comenzábamos a hablar de las redes sociales.
—Yo ya estoy harta de ver a todo el mundo subiendo fotos de lo que come. O sea es que les da un ataque de nervios si les quitas el móvil por un segundo. Y en realidad creen que al mundo les interesa saber que están: "Comiendo un taco, signo de exclamación y dos caritas felices". Como si realmente nos importara —confesé mientras escuchaba reír a Damián.
Pero hablando de redes sociales...¿Dónde mierda estaba mi móvil?
—Parece que te ha entrado un ataque de nervios, ¿no? —bromeó mientras me veía tocar mis bolsillos.
—Joder, no me hace gracia, mi madre me dijo que me llamaría durante el día. Y a mi madre sí que le dará un ataque de nervios como no le coja el teléfono —seguía tocando con cierto nerviosismo los bolsillos de mis pantalones. Quería recordar, dónde fue la última vez que lo dejé, pero no me acordaba.
—Puede que te lo hayas dejado en la sala de la quimioterapia —hizo una pausa para pensar—, creo que lo dejaste en tu asiento —recordó mientras observaba atento las figuras de sus diferentes pastillas. Y lo recordé, es cierto, estuve durante la quimio de Damián enseñándole fotos mías para que no se centrase en los mareos y fatiga.
—Es verdad —chillé mientras tiré la escoba, y salí de la habitación corriendo, escuché por el pasillo cómo Damián gritó:
—¡Despídete por lo menos!
Ya me estaba imaginando a mi madre, nerviosa y como una loca llamándome por teléfono. Tenía ese miedo por todo el cuerpo. Tomé corriendo el ascensor, pero de lo mucho que tardaba opté por las escaleras.
No sé de dónde saqué esa fuerza, pero conseguí llegar a la planta donde estaba la quimio. Estaba roja como un tomate, sentía muchísima calor por mis mejillas. Y mirando de un lado a otro, no recordaba donde me senté esta mañana con Damián.
¿Y tú tenías buena memoria? Me pregunté a mi misma.
Hasta que de un momento a otro, me acordé. Nos sentamos justo al final de la sala. En la esquina derecha a centímetros de una enorme ventana. Me acordé perfectamente porque Damián justo antes de sentarnos me dijo:
-Desde aquí se puede ver como follan los vecinos justo en el apartamento de enfrente. Así que no te asustes.-Vaciló riéndose con su característica sonrisa juguetona. Yo le respondí con uno golpe en el hombro.
Mientras que me dirigía hacia aquel sitio no pude evitar soltar una pequeña sonrisa recordándolo. Pero justo cuando llegué, paré en seco. Vi que estaba ocupado el asiento por una mujer mayor. Me quedé paralizada pues no me acordaba que las sesiones de quimio seguían y podía encontrarme con alguien ahí sentado, como me acaba de pasar ahora.
La mujer estaba dormida, y me daba miedo hablarle o buscar el móvil por su zona, por lo tanto decidí irme y preguntarle a Isabel o Agustín si ellos lo habían visto. Pero en ese momento al girarme, me estampo con el pecho de alguien.
Joder, que bajita era.
—Vaya muchacha, no esperaba verte de nuevo por aquí —dijo Agustín con una sonrisa de oreja a oreja. Miró a su alrededor intentando buscar a Damián.
Me callé por un instante intentado pensar en que decirle, pero me quitó la palabra.
—¿Qué te pasa? ¿Estás bien? ¿Le ha pasado algo a Damián? —preguntó ahora un poco más preocupado.
—Creo que me he olvidado de mi mó... —pero antes de terminar, vi cómo Agustín saca del bolsillo derecho de su blanca bata mi móvil. No podía creerlo. Por un momento se me fue todo el miedo y la preocupación que tenía en el cuerpo. Di un leve suspiro tranquila.
—Ya me extrañaba que no hubieses venido antes —rio Agustín, mientras que me tendía el móvil.
—Me has quitado un gran peso de encima —sinceré mientras quitaba algo de sudor de mi frente y encendía el móvil para ver si tenía alguna llamada de mi madre, pero para mi sorpresa no había ninguna, sólo mensajes.
—Me imagino —rio—. ¿Y Damián? Me ha extrañado mucho que no esté contigo.
-Está en su habitación, recogiendo —respondí quitándole importancia.
—¿Reco... Qué? No me creo que esté haciendo eso —se asombró Agustín riéndose mientras que nos íbamos de la sala, hacia el ascensor. Yo como respuesta me reí. Mientras que Agustín le daba al botón del ascensor, las puertas se abrieron, dejando salir a dos pacientes, los cuáles saludaron a Agustín.
—No podía soportar ver su habitación así —afirmé metiendo uno de mi mechones del pelo detrás de mi oreja—Estaba asqueroso, todas las pastillas tiradas, las sábanas en el suelo...
—Me imagino...Los enfermeros llevamos meses intentado hacer que Damián deje su cuarto limpio, pero es salir las limpiadoras y limpiadores de su habitación, y de nuevo hace un remolino de mierda en su habitación —informó riéndose, al igual que yo—, se te ve muy buena chica —confesó Agustín mientras me miraba, mientras tanto el ascensor iba bajando. Y en un par de segundos ambos salimos de él.— En serio, gracias.
Una sonrisa tímida apareció en mi rostro a medida que Agustín se separaba de mi.
Cualquier día se me quedará la cara así. Pensé.
Pero antes de que dijese algo me acarició la cabeza con dulzura y se despidió de mi con un:
—Adiós, muchacha.
Todavía seguía pensando lo que dijo Agustín mientras que me dirigía a la habitación de Damián, pero justo en ese momento me llegó un mensaje que hacía que dejase de lado mis pensamientos.
Era Esther.
Esther.
Marina, ¿tienes la tarea de mañana hecha?
Además, necesito hablar contigo. Te echo de menos.
Mostré una pequeña sonrisa mientras leía el mensaje y le contestaba.
Marina.
Te llamo.
Esta chica no tenía remedio.
En cuestión de segundos ya me estaba llamando. Divertida llevé el móvil a la oreja esperando a escuchar su voz.
—¿Ya sabes que odio Historia de la Psicología? —comenzó a decir.
—Creo que ya soy consciente de eso —reí mientras andaba apurada.
Esther era bastante sincera en ese aspecto. Todo aquello que quería decir lo soltaba, sin miedo a nada. Y para que mentir, era algo que admiraba. Nunca me había visto con la valentía de decir aquello que me molestaba o simplemente me hacia mal. Pero mi personalidad me obligaba a callarme ya sea por miedo, vergüenza o saber qué.
Algunas veces creí que me ayudaba ser así, me libraba de muchos problemas en los que me hubiese metido. Pero por otra no estaba agusto. Tener que aguantar todas esas palabras que quería soltar, dolía. Era como si por un momento llenase en un baúl miles de papeles con palabras que nunca llegué a decir, poco a poco ese baúl se llenaba, hasta el momento en el que no soportaba la presión de tanto papeles, y finalmente explotaba.
Y es que hasta que no vaciaba todos esos papeles del baúl, no podía meter más cosas en ella.
Eso me pasaba a mí. Siempre trataba de asumir que todo lo que retenía era lo mejor, como si así me los problemas solo quedarían para mi, pero cuando aguantaba tanto, explotaba. Como una bomba. Y me daba cuenta de que no tenía ninguna manera de como curarme, de como remediar tanto peso sobre mí.
—¿Cómo está tu tía? —preguntó ella. De vez en cuándo incluso intentaba animarme y era algo que agradecía por parte de ella.
—Yo la estoy viendo mejor pero puede empeorar en cualquier momento y eso no lo queremos ahora mismo —miré algunos enfermeros reír entre ellos mientras hablaban esperando el ascensor.
—No soy capaz de imaginar lo doloroso que tiene que ser eso... —dijo con un tono triste.
—Tranquila, estoy segura que se pondrá mejor —contesté dando un leve suspiro.
—Seguro que sí. Y cambiando de tema...¿Algún ligue en el hospital? —cuestionó.
—Dios, Esther, no piensas en otra cosa que ligar... —Respondí riéndome.
—¿En qué otra cosa quieres que piense si no? Ligar es lo mejor del mundo.
—No, no hay ningún ligue —sacudí mi cabeza pensando en Damián. No quería decir nada por ahora, lo estaba conociendo y aunque lo repetiré muchas veces....No quiero imaginarme cosas que no son, hacerme de ilusiones para que después me lo destruyan.
—Bueno, yo sólo preguntaba —respondió alargando la "e". Ya podía ver su cara picarona detrás del celular mientras me hablaba—. Quién sabe quizá algún día tengas pareja y yo me quede yendo de fiesta todos los días.
—Sí, claro. Me tengo que ir ya —dije a unos metros antes de entrar a la habitación de Damián.
—¿Ya? Pues nos vemos ya en clases entonces —respondió con un tono triste.
—Con el queridísimo profesor Román —dije sonriendo, sabía que Esther odiaba a ese profesor.
—¿Queridísimo? Por dios, de solo verle la cara ya me entraría sueño —en ese momento solté una carcajada—. Dale muchos recuerdos a tú tía. ¡Te quiero!
Se despidió antes de colgar. A lo que no me dio tiempo de responderle un "Yo también". Metí el móvil en mi bolsillo, pero justo antes de entrar en la habitación de Damián, miré por el cristal de la habitación de mi tía, ahí estaba viendo la televisión, hasta que se dio cuenta de que le estaba mirando y me saludó a través del cristal. Yo le saludé de vuelta con una leve sonrisa. Mi tía parecía que estaba mejorando cada vez más, y eso me ponía muy contenta.
Y con una gran sonrisa me dirigí justo al frente de la habitación de Damián, pero esa sonrisa se me borró de un momento a otro, y se me cambia por una cara de confusión. Pues en la habitación de Damián había una mujer. Con el pelo lacio y largo, de color rubio platino. Era bastante alta y no paraba de reír con Damián, estaban ambos sentados en la cama.
Será alguna amiga suya, supongo. Pensé, pues la mujer no podía ser enfermera, no se le veía con el uniforme, además de que bastante cerca de Damián.
No supe que hacer en ese momento, pues me lo tomé de sorpresa, no tenía ni idea de dónde ir. Sabía que no quería entrar, estaban ambos muy ocupados y no quería molestarles. Por un momento sentí una cierta molestia en mi barriga.
¿Serán celos? ¿Será su novia?
Realmente se veían muy juntos.
¿Y si me estaba gustando? ¿Y si este molestar no era dolor de barriga? ¿Y si Damián tenía una novia y me lo estaba ocultando?
Quería irme, pero justo en él momento en el que di unos pequeños pasos hacia atrás para irme notando el alma en el suelo, vi como dirigían su mirada hacia el cristal, mirándome.
Me quedé paralizada y mis manos comenzaron a sudar. Ahora sí que no sabía qué hacer.
Vi en los labios de Damián como le decía a la chica "es ella", y seguidamente ésta me miró muy sonriente dejándome ver su dentadura a través del cristal, estaba bastante contenta. Mis pies se quedaron anclados y no podía moverme, maldije mentalmente y supuse que mis nervios se estaban apoderando de mí. La chica se levantó animadamente hacia la puerta.
-No, joder.-Susurré nerviosa.
La rubia de ojos claros en menos de un pestañeo abrió la puerta con suavidad, era bastante joven, le echaba unos veintidós años más o menos, y aunque no la pudiese ver del todo bien, era más alta que yo, pero no más que Damián.
Me quedé sin aliento cuando sus ojos se encontraron con los míos y quise desaparecer de ahí, la vergüenza poco a poco me iba consumiendo y no sabía a dónde ir. Pero no me quedaba otra que aguantar.
—Eres Marina, ¿verdad?
16:11
Mis redes sociales:
Instagram: soyundrama_
Tiktok: soyundrama.wattpad
Twitter: _soyundrama_
Spotify: soyundrama
Wallapop: Es broma, ¿os imagináis que me abro un wallapop de la novela?
Y SI, YA SÉ QUE SOY UNA DRAMÁTICA, JODER.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro