Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

5. Frenesí

"Exaltación violenta del ánimo, especialmente de una pasión."

Giré un poco mi cabeza hacía el lado para ver de dónde venía la voz de la médica, y sólo podía ver la sombra de una mujer canosa viniendo hacia nosotros. Tenía varios mechones de pelo fuera de su estirado peinado. Y cada vez que daba una zancada la mujer aspiraba una gran cantidad de aire para continuar.

Mi instinto sólo me obligaba a reírme a carcajadas provocando que la mirada curiosa de Damián se centrase en mí.

¿Marina no podrías reírte en otro momento?

Damián tomó rápidamente su silla de ruedas para salir pitando. Tuve que abrir yo la puerta de la azotea, pues Damián se ocupaba de mover su silla de ruedas con los brazos y en gritarme que corriese y abriese la puerta rápido.

¿Y si nos pillaban? ¿Y si mi madre se enteraba de lo que estaba haciendo? ¿Y si me caía y Damián se reía de mí?

—Marina, hazlo rápido —jadeó Damián con la respiración algo agitada.

—¡Que ya voy! —grité.

Tomé con más fuerza el duro pomo para finalmente abrir la pesada puerta de cristal. Salimos corriendo de la azotea mientras que de lejos se podía escuchar los pasos de la médica.

Necesito hacer más ejercicio.

Nos dirigimos hacía el ascensor y como si de una película de terror se tratase, Damián no paraba de darle al botón, pero parecía que el ascensor lo hacía queriendo, pues la médica estaba a menos de dos metros y no se cerraban las puertas.

—Joder, ¿pero esto no se cerraba más rápido? —gruñó Damián, mientras que yo sólo me podía reír.

Parecía que estaba leyendo mis pensamientos. Mi corazón latía más rápido por minutos y pude notar como sobre mi frente caían pequeñas gotas de sudor.

Estábamos nerviosos pero cuándo sólo le quedaba a la médica dar dos pasos para poder entrar en el ascensor, las puertas comenzaron a cerrarse y pude ver cómo Damián se despedía de ella gritándole:

—¡Adiós! —alzó la voz con una sonrisa de oreja a oreja y con un tono burlón, pero justo antes de que se cerrasen las puertas completamente se paró la médica frente a la puerta del ascensor y se pudo escuchar un:

—Odio los adolescentes de hoy en día.

Se cerraron las puertas por fin y el ascensor comenzó a bajar. No sabía a donde nos llevaba pues con los nervios no vi a que botón le dio Damián.

Pero de un momento a otro nos miramos los dos a la vez. Su cara estaba algo roja, y se me hizo gracioso verlo así. Tragué saliva con dificultad y volví a tomar una bocanada de aire. Mi pecho se elevó notablemente y por fin conseguí normalizar mi acelerado pulso.

No pudimos aguantar más y comenzamos a reírnos, como si nos hubiesen contado el mejor chiste del mundo. Aunque me costase creerlo, estaba cómoda. Como en una nube. Era como si por un momento todos los problemas que estaban dentro de mi cabeza hubiesen desaparecido. Y era algo que me aliviaba, pero me asustaba.

De repente escuché a Damián toser fuertemente. Era una tos mucosa, y cada vez lo hacía con más fuerza para parar la tos, pero no podía.

—¿Estás bien? —pregunté preocupada.

Él seguía tosiendo, y no era capaz de poder hablar.

¿Y si no podía respirar? ¿Y si esto no era verdad? ¿Y si necesitaba ayuda de algún médico?

Me acerqué a él y me puse enfrente, estaba rojo y cerraba los ojos con fuerza. Los minutos pasaban cada vez más lento y apenas podía respirar con claridad. Mis ojos intentaban moverse por todo el lugar buscando alguna salida pero era imposible.

Pero de un momento a otro paró de toser.

—Joder... —murmuró antes de abrir los ojos y observar que estaba enfrente de él, tomó una bocanada de aire.

—¿Estás bien? —repetí, me dejándome asustada.

—Siempre estoy bien —carraspeó. Se puso recto sobre su silla y me miró—. Corres muy lento eh —dijo Damián con tono burlón.

—Oye, que tú por lo menos vas en silla de ruedas —respondí con el mismo tono.

—Es la suerte que tenemos las personas que sólo tienen una pierna —contestó irónicamente, mientras que me miraba de reojo—. Hace tiempo que no sentía tanta adrenalina.

Adrenalina.

Hacía años que no escuchaba esa palabra. Esa de la que tanto salía en televisión y me moría de ganas por sentir.

—Y yo no corría tanto desde que hice el course navette en bachillerato —le dije mientras sonreía, y pude escuchar de su parte una pequeña carcajada.

—Yo también lo hice en la ESO, antes de que me detectasen... —pero antes de acabar la frase ya se estaban abriendo las puertas del ascensor.

Una gota de sudor fría cayó por mi espalda al salir del ascensor.

Mi madre, con sus característicos rizos que caían sobre sus hombros y tanto me gustaban. Su cara cambió con rapidez de asombro a enfado. Como si por un momento le hubiesen dado la peor noticia del mundo.

Sus labios se fruncieron a mi dirección.

Mierda.

Antes de hablar nos dirigió una mirada confusa.

—Hola mamá... —no me dejó acabar pues ella empezó a hablar.

—¿Qué haces aquí? ¿Y por qué no estás con tu tía? ¿Mañana no tienes universidad? —preguntó mientras que cruzaba sus brazos, esperando a que le respondiese.

Mi madre tenía unas grandes ojeras y era normal, trabajaba día y noche para mantener a mi familia, al igual que mi padre. Recordé cuando de pequeña llegaban mis padres del trabajo y sin importarles lo cansados que estaban, jugaban con mi hermana Amelia y conmigo. Aunque eso con el tiempo fue pasando página, ya ellos se hacían más mayores al igual que Amelia y yo. Los juegos pasaron a un segundo plano, más infantil. Y los estudios y el trabajo era lo primordial.

Una pequeña sonrisa forzada apareció en mis labios.

Estaba bastante nerviosa y lo podía notar en el temblor de mis manos.

¿Y si no me dejaba volver al hospital? ¿Y si ya no volvía a ver a Damián? ¿Y si Damián me echaba de menos pero ya no podía verme más? ¿Y si mi madre se enfadaba y no me hacía más pizzas para comer?

—A ver te lo puedo expli...

Justo en ese momento me interrumpió Damián, pero vamos a ver...¿Nadie me iba a dejar hablar?

—Hola señora, soy Damián, encantado de conocerla —respondió sin pudor con una sonrisa de oreja a oreja.

Enarqué una de mis oscuras cejas.

¿Y este chico no se puede callar?

—Igualmente, aunque creo que sigo necesitando una explicación —dijo con una ceja alzada, yo mientras tanto ya me estaba imaginando la que me iba a caer cuando llegase a casa.

—Joder mamá... —susurré avergonzada de lo que estaba diciéndome, ya estaba notando mis mejillas rojas.

Pero de nuevo antes de que le contestase a mi madre su pregunta habló Damián.

—No se preocupe, íbamos a la cafetería, pues Marina tenía hambre y ha acudido a mi ayuda ya que no sabía dónde estaba —habló educadamente haciendo pequeñas señales con sus manos.

Vaya, que buen mentiroso es.

Mi madre mostró una pequeña sonrisa mientras nos miraba. Cómo si realmente hubiese notado que era una broma.

—Así que a la cafetería... —dijo, mientras que Damián estaba asintiendo orgulloso de su mentira—. Pues deberíais saber que la cafetería está una planta más abajo... —respondió mi madre alzando sus cejas.

Damián y yo nos miramos por unos segundos, y volvimos a mirar a mi madre.

—Te hemos mentido, estábamos en la azotea, y la tía está perfectamente mamá, cuando la dejé en la habitación estaba completamente dormida —confesé algo cansada pues era ya madrugada y no estaba acostumbrada a quedarme hasta tan tarde despierta.

Mi madre volvió a mirarnos con una pequeña sonrisa, y sin decirme nada, me acarició dulcemente en la cabeza y llamó al ascensor.

Se giró para hablarme.

—Bien, pues te quiero pronto en la habitación, mañana tienes clases y debes levantarte temprano —respondió mi madre mientras entraba en el ascensor—, además te recuerdo que tienes trabajos por hacer.

—Vale mamá, ahora subo —respondí con la cara como si no hubiese roto ningún plato. Las puertas se cerraron y giré para ver a Damián. Con esa sonrisa tan característica que tenía.

—Vale mamá —murmuró Damián imitándome con un tono infantil.

—Imbécil —susurré y él soltó una carcajada.

Y en el momento en el que se cerraban las puertas del ascensor llevando a mi madre escuché al lado mía de nuevo su voz grave que me enviaba suaves corrientes de electricidad. Sus ojos me miraban con un cierto brillo que era imposible dejar de ver.

—¿Qué estudias? —preguntó curioso.

¿Por qué se interesaba tanto?

—Psicología —respondí mirándole. Pude ver cómo se sorprendió de mi respuesta—. ¿De qué te sorprendes?

—A mi también me hubiera gustado haber estudiado psicología —respondió con una expresión de nostalgia.

—¿Y por qué no lo estudias?

—Con todo el lío de la quimio, pruebas, hospital...No puedo estudiar. Hay días en los que me puedes ver así, tranquilo, normal...Pero hay otros en los que no puedo conmigo mismo, y se me dificulta hacer muchas cosas...Incluso comer o hablar —hizo una pausa, tomando un poco de aire—. Es por eso por lo que no puedo seguir estudiando. De vez en cuando viene un profesor particular a dar clases a todos los pacientes, y voy a sus clases y demás. Pero son tan aburridas que ya he dejado de ir —terminó con tristeza en los ojos.

Por la manera en la que me transmitía su dolor, me llegó hasta lo más profundo de mí. Noté cada parte de su sufrimiento y eso hizo que algo se removiese en mi interior. Mis ojos le miraron con tanta compresión que llegué por un momento a creer que el sabía que yo le entendía.

—Pues si quieres te puedo enseñar todo lo que hago en la universidad.

—¿En serio harías eso? —preguntó asombrado abriendo sus ojos.

Mi corazón se encogió en esos momentos. Se me hizo tierna su reacción.

—Si, claro. Si quieres me llevo en estos días mis apuntes y te enseño.

Pude ver en su cara ilusión, era como un niño pequeño al que le dan una chuche, pues igual.
Siempre me había gustado ayudar y mucho más enseñar, creo que una de las cosas que más necesita la sociedad es aprender. Pero no aprender matemáticas, biología, química...Si no aprender verdaderamente lo que le gusta.

Damián tenía una sonrisa de oreja a oreja, y pude ver de nuevo en sus ojos un brillo característico en él. Pero justo antes de que me contestase escuchamos un:

—¡Damián! —miramos hacía atrás, y era Jesús.

El enfermero cascarrabias. Así lo habíamos apodado Damián y yo.

—Joder... —susurró Damián cansado de lo que le iba a caer justo antes de que viniese.

—Damián, me cago en la madre que te parió. Mañana tienes quimio a las once de la mañana —espetó Jesús algo enfadado.

—Jesús, si tú ya sabes que yo me despierto temprano... —respondió indiferente Damián.

—Ni temprano ni hostias, te vas para tú habitación ya —susurró enfadado Jesús—. Y tú —me señaló, dirigiéndose a mí—. Ya podrías haberte ido para tú casa, ¿no?

El comentario de Jesús me pilló desprevenida. No soportaba a ese hombre, estaba claro. Me demostraba tener mucho aire de superioridad y eso era algo que odiaba. Pero antes de que le soltase yo algo, habló Damián.

—Ella no tiene nada que ver y creo que solita es libre de elegir si se va o no. Estaba conmigo porque no sabía nada de la quimioterapia. Así que tranquilo que yo ya voy para mi habitación —respondió Damián también enfadado.

Jesús y Damián se miraron fijos durante unos segundos hasta que finalmente Jesús pasó por nuestro lado susurrando palabras que no llegaba a descubrir cuáles eran.

—Que tío más pesado... —volvió a hablar Damián.

Me detuve durante unos segundos asimilando todo lo que dijo Damián en ese instante.

—Bueno, yo creo que ya me voy también —susurré con una voz temblorosa después de unos pocos segundos.

Él me miró sin borrar su sonrisa como si le pareciese graciosa mi reacción.

—Si claro, no vaya a ser que tú mamá te riña... —vaciló con un tono burlón. Alcé una ceja.

—Ya.... —hice una pequeña pausa—. También va siendo hora de que tú te vayas a dormir para que Jesús no te vuelva a regañar —respondí con su mismo tono, mientras que observaba que su cuerpo se alejaba del mío poco a poco, y por muy extraño que pareciese, noté que cuando su presencia se estaba cada vez más lejos de mí, me faltaba algo, sentía frío.

Escuché una suave risa de parte suya.

—Ha sido un placer conocerte, ladrona —habló mientras tomaba con sus delgadas manos las ruedas de su silla.

—Lo mismo digo —sonreí levantando las gafas que resbalaban sobre mi nariz.

—¿Nos volveremos a ver? —relamió sus labios.

¿Estaría mintiendo? ¿Y si lo estaba haciendo para quedar bien?

—Claro —me atreví a decir.

Claro que tenía ganas de volver a verlo. Ver sus ojos avellanados, su sonrisa pícara, su tono de voz que me dejaba con ganas de más. Sentía una necesidad de volver a estar con él.

Pareció que se quedó pensando durante unos segundos en donde sus ojos seguían en contacto con los míos.

—¿Me acompañas mañana a mi sesión de quimioterapia? —preguntó directo.

No sabía que decirle, me tomó de sorpresa su pregunta. A la vez noté un cosquilleo en mi estómago, pues me emocionó el simple hecho de que me preguntase eso. De mí salió una pequeña sonrisa ladeada.

—Mmm... —pensé mirando hacía el techo, acariciando mi barbilla mientras él seguía observándome esperando nervioso por la respuesta—. Tengo una agenda muy apretada...Pero es posible que tenga un hueco.

Reprimió una sonrisa.

—Pues si tú agenda apretada no lo arruina todo, mañana nos vemos —respondió haciendo énfasis en "agenda apretada".

—Perfecto, pues adiós —susurré notando que mis ojos se cerraban por la falta de sueño, ya justo enfrente de la puerta de mi tía, y él en la suya.

Vi que tras terminar de hablar frunció el ceño dándome a creer que estaba enfadado. Ladeé mi cabeza extrañada esperando a que fuese a decir algo, pero al ver sus labios formando una delgada línea tuve la necesidad de preguntar.

—¿Qué ocurre?

—No me digas adiós —dijo de pronto sorprendiéndome. No sabía lo que estaba insinuando por lo que tuve la necesidad de preguntarle.

—¿Qué?

—Que no me digas adiós —volvió a repetir.

—Pero si nos estábamos despidiendo —sacudí disimuladamente la cabeza. Enarqué una ceja por la confusión que me había generado.

—No quiero que digas adiós, di hasta luego o hasta mañana.

Este chico me dejaba pasmada cada vez que hablaba.

—Es lo mismo —me encogí de hombros restándole importancia.

—¡No es lo mismo! —parecía un niño pequeño por lo que me causó ternura su reacción—. El adiós es como una despedida para siempre, pero si me dices hasta luego o hasta mañana sé que pronto nos volveremos a ver o hablar.

Reprimí una sonrisa.

—Oh bueno...Entonces hasta mañana —apreté mis labios después de murmurar. No quería despedirme de él.

Antes de hablar desvío su mirada a la mía transmitiendo una paz que era incapaz de describir.

—Hasta mañana, ladrona —susurró en un tono de voz que se coló por mis oídos cuando ya estaba entrando en la habitación.

Antes de cerrar, giró su cabeza a mi dirección y me echó una mirada que nunca olvidaré.

No pude evitar soltar una pequeña sonrisa. Un escalofrío bajó por mi espalda tras escuchar ese pequeño apodo. Su voz seguía retumbando en mi cabeza y cada instante que había pasado con ese chico durante la noche estaba dando vueltas en mi mente sin descansar.

No podía sacar de mi su forma de mirarme, que me enviaba suaves corrientes de electricidad y me dejaba con ganas de más.

01:20





Mis redes sociales:

Instagram: soyundrama_

Tiktok: soyundrama.wattpad

Twitter: _soyundrama_

Spotify: soyundrama

Wallapop: Es broma, ¿os imagináis que me abro un wallapop de la novela?

Y SI, YA SÉ QUE SOY UNA DRAMÁTICA, JODER.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro