Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

34. Xodó

"Es una forma de decir "mi amor" (ladrona) pero sólo a la persona a la que más quieres en la vida."

Lunes, 1 de marzo de 2021.

00:32

Ya no puedo soportarlo: cuando se ocupan demasiado de mí, primero me vuelvo áspera, luego triste, revertiendo mi corazón una vez más con el fin de mostrar la parte mala y ocultarla parte buena, y sigo buscando la manera de llegar a ser la que tanto querría ser, lo que yo sería capaz de ser, si... no hubiera otras personas en el mundo. Tuya.

Cerré el libro una vez leí las últimas palabras. Con algo de dificultad alcé la cabeza para tener una mejor vista de Damián. Sus ojos pasaron de centrarse en el libro a fijarse en los míos. Besó con cariño mi cabeza, mientras que su brazo rodeaba mi cuello.

—Siempre el final me pone los pelos de punta —empezó a hablar. Me estiré como pude, estábamos ambos acostados en la camilla transmitiéndonos calor el uno al otro. Sus dedos jugaban con la piel de mis caderas.

—Es precioso este libro —me levanté mientras lo decía, sentí un frío que me hizo querer volver a la cama junto a él.

—No me arrepiento de habértelo regalado —intentó sonreír como pudo.

Cuando dejé el libro sobre la mesilla de noche, me quedé dudosa por unos segundos. No sabía si le iba a incomodar mi presencia y prefería que me quedase en otro lugar.

—¿Quieres que me siente en el sillón? Lo digo para no molestarte.

—¿Estás loca? Nunca molestas. Ven —señaló el espacio libre que dejó sobre el colchón.

Reí avergonzada y dando un par de pasos ya estaba de nuevo enfrente de él. Con cuidado de no hacerle daño, entré y los brazos de Damián me invitaban a abrazarlo. Una de sus manos volvió a depositarse debajo de mi cuello mientras que la otra echaba la sábana sobre mí. Una vez ya estaba tapada nos quedamos frente a frente, escuchando únicamente nuestra respiración.

Por un momento me sentí única en el mundo. Los ojos de Damián me miraban con tanta profundidad que no quería nada más. Sus dedos hacían contacto con mi mejilla, acariciándola como si fuese cristal. Sentí una pequeña ola de electricidad cuando agarró mi mano entre sus dedos.

—Estás guapísima.

Me miró con la cabeza ladeada.

—¿Estás ligando conmigo, Damián? —sonreí divertida.

—Me limito a constatar lo evidente.

Aspiré profundamente al mismo tiempo en el que mis ojos se cerraban unos segundos. Su olor a vainilla entró en mis fosas nasales sin permiso. Sin que Damián parase su toque mis ojos volvieron a abrirse para encontrarme con los suyos.

—¿Crees que algún enfermero entrará a estropear el momento? —susurró a centímetros de mis labios.

—No creo, no son muy chismosos.

—¿Y un ladrón?

Fruncí el ceño notablemente.

—Es imposible —le susurré intentando ser seria, pero no funcionaba.

—¿Cómo puedes estar tan segura?

—Las estadísticas del año pasado decían que la mayoría de los ladrones entran en las casas más adineradas que en cualquier otro lugar, y sabiendo al 100% que no hay nadie dentro de ella —hice una pausa al ver que su sonrisa se ensanchaba cada vez más—. Además, ¿sabías que hay más ladronas que ladrones?

—Eso explica porque tú eres una de ellas.

Reí sin hacer mucho ruido. Era bastante tarde y gran parte de los pacientes estaban dormidos.

—¿Dónde está tú hermana? —pregunté mientras que mi mano tocaba el colgante de Damián que tendía sobre su pecho.

—Ha tenido que viajar a Madrid esta mañana por un tema del trabajo. Pero me prometió estar mañana aquí —soltó un bostezo en un tono adormilado.

—¿Pero está todo bien? —me preocupé.

—Sí —asintió—, entendí que era algo para que le ascendiesen de puesto.

—Eso suena bien.

—Lo es.

Damián bajó su cabeza y se acercó lo demasiado a mí para que pudiera sentir su respiración. Hizo rozar su nariz con la mía e inconscientemente cerré mis ojos. Con una de sus manos me tomó de la nuca para acercarme más a él, no sé que me pasaba pero con los nervios me quedaba estática.

Por suerte él ya lo sabía.

Unió nuestros labios como la primera vez. Y de nuevo miles de emociones pasaron en mi interior. Me olvidé por un segundo de todos los problemas, como si desapareciesen por arte de magia.

Jadeó entre mis labios cuando mi mano jugó con su mandíbula. Se detuvo durante unos segundos, lamiendo su labio inferior. Una sonrisa lobuna se asomó en su rostro antes de volver a tocar sus labios con los míos.

Que bien se sentía esto.

No podía sacar de mi mente sus ojos color miel que tanto me llamaron la atención, que me miraban como si fuese un diamante entre miles de piedras. Supe que me había enamorado de Damián hasta que descubrí su alma, hasta que su corazón chocó con el mío sin permiso. Y todo esto hacia un perfecto desastre en él. Damián aprendió a tocar en mí lo que nadie supo tocar.

Había conocido a tantas personas durante que mi vida, tantas miradas, sonrisas, pensamientos que nunca creía encontrar a alguien como Damián. Alguien me hiciese sentir protegida entre sus brazos, alguien que amase mis imperfecciones, alguien que no me ayudó a levantarme sino a quedarse conmigo en el suelo esperando pacientemente a que pudiese recuperar de la caída.

Cada hora, cada minuto y cada segundo vivía eternamente en mí, como si se hubiese marcado algo para toda la vida.

Poco a poco la intensidad de nuestro beso iba bajando hasta que con la respiración agitada nos separamos para volver a encontrarnos de frente. Nos separaban solo unos centímetros pero mentiría si decía que no me sentía cómoda así.

—¿En qué piensas? —dije abriendo poco a poco mis ojos.

Mientras tanto Damián seguía con los suyos cerrados.

—En lo cómodo que es este colchón —murmuró separándose algo más de mi para verme mejor. Sabía que eso no era en lo que pensaba.

—Oh vamos, Damián —volqué mis ojos.

Guardó silencio durante unos segundos, como si estuviese pensando que era lo que iba a decir, buscando las palabras exactas.

—No lo sé —se encogió de hombro—. Me he pasado toda mi vida teniendo miedo a la muerte, a lo que habrá detrás de ella...Que nunca se me ha pasado por la cabeza estar tan cerca. Me imagino en un hilo colgando con las pocas fuerzas que me quedan. Pero, ¿sabes qué? No estoy arrepentido de nada de lo que he hecho. Y menos estos últimos meses. Pero volviendo a la pregunta, no pienso en nada. Absolutamente nada —paró unos segundos—. Solo te miro y todo se me olvida.

Apreté mis labios reteniendo las ganas de llorar. Cerré los ojos con fuerza como si de alguna manera evitase que se cristalizasen. Pero cuando los volví a abrir, ya estaba notando las lágrimas a punto de caer.

—Joder... Me prometí no llorar —intenté reír soltando un jadeo.

Aún no me acostumbraba, no me acostumbraba a que se tendría que ir para no volver.

—No llores, ladrona —secó las primeras lágrimas que empezaban a mojar mis mejillas—. No lo hagas.

Los ojos de Damián me miraban con tristeza. Mi pecho comenzó a doler cuando sus suspiros cambiaron por sollozos. Apreté la mandíbula apretando con fuerza su mano. Las lágrimas de Damián caían sobre mi cabeza, pero no me importaba. Me acomodé en su pecho dejando soltar todo lo que tenía.

—Me duele saber que ya no estarás aquí —balbuceé—. No quiero, Damián —negué como una niña pequeña apunto de quitarle lo más preciado que tenía.

Sus brazos me envolvieron provocando que mi corazón se rompiera. Agarré con fuerza su camiseta haciendo un puño con mis manos y solté un grito ahogado a centímetros del pecho de Damián.

—Pero así es la vida, ladrona —aquello hizo que se aferrara más a mí—. Todo el mundo dejaremos este mundo. Al igual que tú, y yo te esperaré como siempre he hecho.

—Ya lo sé. Pero no quiero que esto sea un despedida, Damián. Por favor.

Respiraba pero el pecho me ardía. Intenté volver a hablar pero de nuevo un sollozo se escapó de mis labios. Me acerqué más a él envolviendo mis piernas con las suyas.

—No lo será, confía en mi —bajó su cabeza creyendo que así le miraría, pero no podía—. Mírame a los ojos.

Negué.

No podía.

Tomó mi mentón como si fuese lo más delicado del mundo y me obligó a mirarle. Sus ojos estaban hinchados de llorar.

—Me prometiste que te ibas a quedar conmigo.

—Nunca he dejado de cumplir una promesa, ladrona —su labio inferior tembló.

—Pero no estarás.

—Sí, estaré aunque no me veas.

—Joder...Quiero quedarme contigo para siempre —mis palabras salían con dificultad—. ¿Por qué la vida es tan injusta?

—La vida no ha sido injusta, ladrona —todo lo que decía se sentía como una puñalada en el pecho—. La vida ha decidido que nos conozcamos, y no sabes lo feliz que me hace saber eso. Si no te hubiese conocido, ahora mismo estaría solo, sin nadie más. Con la compañía de esta máquina fea —intentó hacer el amago de reír pero no podía, pues las lágrimas volvieron a descender de sus ojos.

—No me arrepiento de haberte conocido. De todo lo que hemos vivido —intenté decir. Vi como sonreía a medias por mi declaración.

—Yo tampoco, ladrona.

Los brillantes ojos de Damián me miraron de forma indescriptible. Mi vista volvió a nublarse pero con rapidez Damián me devolvió un beso en la frente. Sus dedos seguían tocando con dulzura la comisura de mis labios.

—¿Nos podemos quedar así toda la noche? —murmuré notando una fuerte quemazón el los ojos.

—Claro.

Pasaron unos minutos en los que solo nos dedicábamos a compartir miradas. Como si de alguna manera nos pudiésemos olvidar de todo.

—Entonces... —intenté hablar—. Todo lo que hiciste estas semanas anteriores...

—Era para que me pudieses recordar, pero al parecer lo mejor hubiese sido haberte llevado a tu casa.

—Pero tú ayuda también sirvió —me sinceré—. Hubo cosas que reviví y creí no poder recordar nunca.

Mi mano libre empezó a peinar algunos mechones de pelo rebeldes que caían sobre su frente.

—Fuiste bastante borde los primeros días —respondió en un falso tono adolorido.

Reí por su reacción pero rápidamente cambié a una dulce sonrisa. Sus ojos se iluminaron por un segundo notando que su piel se ponía de gallina.

—Apenas te conocía, Damián. Ya sabes que no soy así —le expliqué sin dejar de sonreír.

—De todos modos me seguías gustando igual.

Rodé mis ojos.

Este chico nunca cambiaría.

—Ladrona.

—Dime.

—¿Podrías abrir la ventana? Quiero ver si están mis padres.

—Claro —me levanté haciendo tocar mis pies desnudos con el congelado suelo—. Aunque yo moriré de frío.

Escuché su risa a mis espaldas. Qué bonito era escucharlo.

—Eso no importará porque te abrazaré... —pasaron unos segundos en los que recapacitó lo que dijo—. Que cursi ha sonado.

Solté una suave carcajada.

Con algo de fuerza tomé el pestillo que cerraba la ventana. Dejé que sonase un click indicándome que podía abrir ambas ventanas. Era tan grandes que incluso podría decir que cabía mi cuerpo entero.

Me quedé un par de minutos mirando al cielo, centrándome de nuevo en las dos estrellas que siempre encontraba. Los padres de Damián.

—¿Están?

—Sí. Siempre brillando —sonreí dulcemente a su dirección.

Dejé de mirar la noche cuando escuché que comenzó a toser con fuerza.

—¿Estás bien?

Me acerqué a él y sobé su espalda con cuidado.

Asintió un par de veces indicándome que todo estaba bien. Me volví a acostar a donde mismo notando una fuerte ola de calor proveniente de él. Sin que él lo hiciese pasé la sábana para que cubriese todo mi cuerpo.

—Siempre lo he estado —dijo a lo bajo.

Sabía que no era verdad, que me ocultaba su dolor.

Agarré su cuello para acercarlo más a mí. No quería olvidarme de sus labios. De su olor. De su piel. De su tacto.

No quería.

Abrí los ojos con dificultad encontrándome con los suyos que me miraban con atención. Acaricié su cabello con cariño, hasta que noté que sus ojos empezaban a cerrarse.

—¿Quieres dormir ya?

—Quiero seguir contigo, pero creo que moriré de sueño.

—No pasa nada, podemos seguir hablando mañana cuando despertemos.

—Me parece bien.

Me acomodé acercándome más a Damián. Mis piernas se envolvieron en él mientras que sus brazos me agarraban transmitiéndome seguridad. Cerré mis ojos poco a poco. escuchando nuestras respiraciones al compás.

El sonido del viento entrando por la ventana me hacía calmara aún más. Mi boca se fue entreabriendo poco a poco soltando largos suspiros. Mis músculos se relajaron y el peso que sujetaba iba desapareciendo a medida que el tiempo pasaba.

Justo antes de caer en un sueño profundo oí una voz ronca en mi oído.

—Damián... —intenté decir. Quería volver a ver su rostro pero el sueño estaba haciendo efecto. Sus ojos aparecieron por última vez en mi mente como si de una imagen se tratase.

—No te olvides de mí, ladrona. Sé fuerte. Te amo.

03:49

Tenía sed.

Aún con los ojos casi cerrados y la garganta seca, me separé de Damián. Intenté hacer el amago de levantarme, pero el sueño me hizo tropezar con una de las esquinas de la camilla.

—Joder —maldije esperando que Damián no se despertase.

Froté mis ojos mientras que un profundo bostezo salía de mi boca.

Con pereza sujeté una de las botellas de agua que habían en la mesita de noche y bebí tanto como pude. Mi garganta parecía estar menos seca, y lo agradecí. Ya me había desvelado y creí que no iba a volver a coger sueño, por lo que me estiré dejando que la espalda crujiese y me dirigí a la ventana que permanecía abierta.

Cuando mis ojos se abrieron por completo me fijé en el cielo. Estaba totalmente despejado y la luna era partícipe en el cielo con miles de estrellas la acompañaban. Una fuerte brisa chocó en mi cara haciéndome estremecer de nuevo.

Cuando estuve a punto de cerrar las ventanas hubo algo que me llamó la atención. Pues al segundo de reconocer las dos estrellas que tanto relucían en el oscuro cielo, había otra más. Pero esta tercera se veía con mayor claridad.

Las tres estrellas unidas entre sí llamando la atención entre las demás.

—Oye Damián —susurré sin esperar a que contestaste. Sabía que esto le gustaría saberlo—. Hay una estrella más junto con la de tú padre y tú madre.

Mi vista seguía fija en el cielo. Entreabrí los labios aún sorprendida por lo que veía. Me abracé a mi misma apoyando todo mi peso sobre la pared.

—Es mucho más brillante y bonita. ¿No lo crees? —giré a su dirección pero seguía durmiendo. Volví a fijarme en las estrellas, casi embobada.

Me esperé unos segundos. Damián tenía el sueño profundo.

—Oh vamos Damián, despierta —alcé algo más la voz—. Mira la estrella.

Señalé al cielo, pero el chico seguía sin hacerme caso. Pero por un momento me quedé en shock. Bajé la vista al suelo, rezando por que lo que estaba pensando no estuviese pasando de verdad.

—No, por favor —me susurré a mi misma. Sentí mi garganta arder en aquel instante.

Con lentitud me giré hacia él. Con el corazón a punto de salir del pecho, me acerqué en silencio. Mis manos empezaron a temblar deseando que todo estuviese bien, que todo fuese un simple sueño.

Mis ojos se movieron por todo su cuerpo. Los ojos cerrados, la boca entreabierta, la piel pálida.

No había nada raro.

Bajé la mirada y mi vista se nubló.

Su pecho dejó de moverse.

Volví la mirada a la ventana, donde seguían las estrellas sin moverse. Y ahí lo entendí todo.

No.

Por favor.

—¡Damián! —grité todo lo que pude desgarrando mi garganta.

Esto no era real, todo era un sueño. Nada de todo esto estaba ocurriendo. Apreté mis uñas a las palmas de mis manos haciendo así evadir todo el dolor emocional, pero no pude. Lo físico no podía traspasar lo sentimental.

Lo sacudí con fuerza para que se despertase.

—¡Damián! ¡Tienes que despertarte!

Un fuerte pitido se escuchó dentro de mi cabeza, sin dejar nada más que oír. Mis gritos se volvieron huecos y sin vida. Caí al suelo de rodillas haciendo un puño con mis manos. Y dejé que todo el dolor de mi alma saliese, pero era imposible.

Sin Damián, era imposible.

Ahora sabía que era su final.

Él ya no estaría más a mi lado, ya no le volvería a escuchar decir ladrona, a reñir por sus travesuras, a sentir su calor, a bailar con él, a escuchar sus grupos favoritos, a leerle mientras se quedaba dormido, a escucharle decir te quiero, a volverme a animar cada vez que ni yo misma podía, a oír sus consejos, a reír hasta que llorar, a sentirlo, a tenerlo a mi lado.

—Damián, por favor —susurré notando mis cuerdas vocales rotas—. Por favor, por favor, por favor. No te puedes ir, por favor. Damián. Quédate.

He caído tantas veces y me he intentado levantar siempre. Pero Damián volvió a reinventarme, a ser más yo. Sin miedos, sin preocupaciones, sin instrucciones que seguir. Él era la única persona que me enseñó a vivir. El único que me miraba con tanta fascinación que me sentía flotando en las nubes. Sabía que no había nada mejor que él, pero...

¿Qué hacía ahora que no estaba él?

Mi pecho ardía a medida que las lágrimas mojaban mis mejillas sin permiso. Notaba un hormigueo molesto en mis manos, y un sabor metálico empecé a saborear en mis labios.

—Por favor, Damián —tenía la mirada perdida. El tiempo se había parado y los segundos pasaban sin consciencia.

Nunca sentí una conexión tan fuerte con él. Alguien tan único pero a la vez tan desastre. Alguien perdido en la vida pero buscando una solución. Alguien ahogándose pero aprendiendo a nadar. Con él supe de amor, de magia, de intensidad y todas esas cosas que me encantaban porque me las producía él.

Sabía que la vida seguía. Pero el dolor se agravaba más en lo profundo de mí. Como un enorme vacío que quedaría para siempre en mi mente.

Damián se convirtió en mi primera vez. La primera persona a la que le mostré mi alma, mis defectos, mis secretos. Entró a mi vida sin permiso desordenando todo lo que encontraba, pero no me arrepentía de ello.

Y es que no nos percatábamos de esos pequeños momentos en los que somos nosotros mismos cuando olvidamos el mundo perdido en el que estamos metidos en lo más profundo de nosotros.

Me tocaba vivir con todo lo que me había enseñado, con cada lección que me dio. Y es que no mentía cuando decía que gracias a él, la vida era menos complicada y todo aquello que antes siempre me daba inseguridad, ahora podré mirarlo con poder y valentía.

Me moría de ganas de decirle que lo admiraba. Admiraba su fuerza y constancia. Su capacidad de sonreír frente a las adversidades y todo aquello que una vez quise ser.

Pero ya era demasiado tarde, el tiempo pasa y no retrocede, el dolor se queda y muy pocas veces se desvanece, los recuerdos viven en los más profundo de nosotros y nadie supo decir que las almas a veces también se pierden.

Pero en aquel instante supe que ningún comentario me haría retroceder.

Ninguna crítica me haría caer.

Y ninguna instrucción me haría seguirla.

Todo gracias a él.

Y aunque ya no esté, en mi alma seguirá permaneciendo nuestro amor.

04:00






Mis redes sociales:

Instagram: soyundrama_

Tiktok: soyundrama.wattpad

Twitter: _soyundrama_

Spotify: soyundrama

Wallapop: Es broma, ¿os imagináis que me abro un wallapop de la novela?

Y SI, YA SÉ QUE SOY UNA DRAMÁTICA, JODER.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro