Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

26. Sarang

"El deseo de estar con alguien hasta la muerte."

22:20

—¡Ladrona, traigo McDonald's y libros!

Esperé unos segundos tras recapacitar lo que acababa de ocurrir.

—¡Joder! —grité con fuerza detrás de la puerta expulsando todo el peso que había sentido hace unos minutos.

—No esperaba esa reacción por la sorpresa... —lo escuché decir.

Me alejé de la puerta y sin dejar de sujetar la sartén que llevaba en mis manos la abrí encontrándome con la figura de Damián.

Si no estuviese tan nerviosa en ese momento por todo lo ocurrido me estaría riendo de solo haber visto la cara de Damián. No sabría decir como estaba en esos momentos pero su rostro al verme cambió completamente.

—¿Qué cojones haces con una sartén?

Intenté normalizar mi respiración una vez lo vi. Hoy no llevaba silla de ruedas, se habría puesto su pie ortopédico. Mientras tanto cargaba con ambas manos dos bolsas, en una de ella llevaría libros pues se notaba por como sobresalían. Mientras tanto en la otra llevaría la comida.

Tragué saliva y tomé su hombro obligándolo entrar. Me asomé para observar si alguien hubiera visto la escena. Mis vecinos eran las personas más cotillas que conocía y no dudaba en que en algunos días estarían hablando de lo que acababa de ocurrir. Cerré la puerta notando su mirada a mis espaldas. Seguía sujetando entre mi manos la sartén y dubitativa me giré a su dirección.

Su mirada pasó de estar fija en mis ojos a pasar lentamente al llamativo objeto que llevaba, para volver de nuevo a mis ojos. La cara de Damián no daba crédito en esos momentos y una sonrisa divertida apareció en mi.

—¿Qué haces aquí? —pregunté al ver que seguía absorto en sus pensamientos.

Sacudió la cabeza disimuladamente mientras que yo trataba de ordenar mi cabello lo mejor que podía.

—Solo quería darte una sorpresa —explicó apenado rascando su cuello avergonzado—, pero parece que querías matarme o algo así.

Negué mientras reía.

—Me creía que eras un ladrón o algo así.

—Es casi imposible que venga un ladrón aquí.

—¿Por qué lo dices?

—Las estadísticas del año pasado decían que la mayoría de los ladrones entran en las casas más adineradas, y sabiendo al 100% que no hay nadie dentro de ella. Además, ¿sabías que hay más ladronas que ladrones?

Me quedé atónita por unos segundos tras escucharlo.

—Realmente hay veces que me sorprendes —dije dirigiéndome hacia la cocina para poder dejar la sartén.

—¿Es por eso por lo que llevabas la sartén?

—¡Claro! Tenía que defenderme.

Escuché la risa de Damián a mis espaldas

—Ladrona, el ladrón se hubiese ido tras haberte visto —intentó aguantar la risa.

—¿Por qué dices eso?

—Con esos pelos que tienes cualquiera se asustaría.

Abrí mi boca incrédula y llevando mi mano al pecho.

—Eres imbécil —solté.

De nuevo la risa de Damián empezó a escucharse.

—Pero aún así me sigues gustando —dejó las bolsas sobre la mesa actuando como si hubiese soltado cualquier cosa aunque para mi no fuese así. Una dulce sonrisa salió de mis labios—. Espero que no hayas cenado, sabía que ibas a estar con ese trabajo y pensé, ¿por qué no le llevo una maravillosa hamburguesa a la maravillosa ladrona?

Exageró sus movimientos al expresar la pregunta cosa que me pareció graciosa. Me acerqué a la bolsa viendo todo lo que llevaba, estaba tan lleno que apenas podía ver con exactitud todo lo que había.

—Tienes suerte de que no haya cenado. Mi madre había preparado comida, pero estaba podrida —conté tomando los vasos y los platos para llevarlos al salón—. ¿Y por qué los libros?

—Para que me los leas. Sabes que no me gusta mucho leer, pero si lo haces tú si me gusta. Es raro, ¿no? —contestó llevando las bolsas de comida al salón, que estaba repleto de decoración de navidad—. Joder, os tomáis en serio la navidad.

—A mis padres les gusta mucho —reí avergonzada.

—A mis padres también —giró para verme mejor—. ¿Siempre has celebrado las navidades aquí en Sevilla?

—Normalmente sí. Aunque algunos años íbamos a visitar a la familia de mi madre. Es donde tenía que haber ido hoy sino hubiese sido gracias al trabajo y a la fiesta.

—¿Y qué hacías? —cuestionó interesado.

Pensé durante unos segundos antes de contestar.

—Jugaba con mis primos. Eran mucho más pequeños que yo y mi hermana, pero me divertía. Apenas tendría 9 o 10 años —recordé mientras hablaba—, ayudaba a mi abuela a cocinar la cena antes de navidad. Echo de menos esos momentos.

Ambos nos sentamos una vez pusimos todos los cubiertos sobre la mesa. Damián me tendió una de las hamburguesas mientras que él tomó otra.

Abrí curiosa la hamburguesa tratando de buscar los tomates que llevase para quitarlos de encima y dárselos a Damián como siempre hacía, pero me extrañó no haber visto ni un trozo de la verdura.

—Le pedí que no pusiese tomate en tu hamburguesa. Sé que lo odias.

Reí tras escucharlo y noté un remolino de emociones dentro de mi. Se había acordado y creo que no era lo suficientemente consciente de lo tierno que me pareció aquello.

—Gracias —sonreí dulcemente—. ¿Y tú que hacías en navidades?

—Siempre montaba el árbol de navidad junto con Laura. Era divertido, siempre debatíamos por quien debía de poner la estrella fugaz. Mis padres trabajaban día y noche. Y durante las vacaciones apenas los veía. Aún así siempre venían en nochebuena y en año nuevo para quedarse con nosotros, sin importar el trabajo que tuviesen. Y cuando a mi madre le diagnosticaron cáncer estuvimos mucho más unidos...Aunque no fue por mucho tiempo.

Hubo un instante de silencio.

—Aprovechaste con ella todo el tiempo que pudiste —intenté decir tratando de eliminar la tensión que había.

Asintió mostrándome una nostálgica sonrisa.

Comimos durante unos segundos en silencio que no fueron para nada incómodos. Mientras tanto se escuchaba de fondo el sonido de la televisión en el que se unió algunas gotas de lluvia chocando contra la ventana.

Noté a Damián algo asqueado al tomarse la hamburguesa cosa que hizo que me extrañase. Creí que estaba apunto de vomitar cuando le pregunté:

—¿Estás bien?

—Siempre lo he estado, ladrona —contestó tratando de hacerme creer que lo estaba. Pero una parte de mi no confiaba del todo en él. Su voz se volvió algo más ronca y eso me hizo pensar.

—Te ves fatigado —solté sin dejar de mirarle. Aunque no lo quisiese aparentar sus ojos se veían más cansados de lo normal y las ojeras comenzaban a asomarse.

—Debe ser por los pepinillos —rio. Dejó la hamburguesa de lado para después levantarse y dirigirse a la televisión—. ¿Cómo vas con el trabajo?

—Fatal. Horrible. Como una mierda —bufé frustrada.

Rio divertido y a consecuencia de eso le eché una mirada fulminante.

—Tranquila —acarició mi mano—. ¿Lo tenías que entregar a las 10:00?

Asentí.

—Va a ser casi imposible terminarlo. Creo que me suspenderá —supuse expulsando todo el aire que tenía en mis pulmones. La idea de ver un suspenso me asustaba, pero ver a mis padres enfadados por eso me hacia hasta gritar del miedo.

—No pienses en eso. ¿Dónde está tú portátil?

—En mi habitación...¿Por qué?

Negó efusivamente.

—Nada...¿Sabes que podríamos hacer? —volvió a hablar intentando descubrir para que servía cada botón del mando de la televisión.

—No voy a salir de casa, Damián.

—Pero si todavía no he dicho nada —hice un ademán indicándole que podía seguir hablando—. Podríamos hacer un concierto.

Enarqué una de mis cejas confusa.

—¿Un concierto? ¿A las 22:30 de la noche? ¿Estás loco?

Asintió.

—Debe ser divertido —tras verme sin formular ninguna palabra siguió hablando tratando de convencerme—. Nunca hemos tenido la oportunidad de ir a uno. Y es nuestro sueño. ¿Te imaginas ir a un concierto de Scorpions? ¿O de Foreigner? ¡Sería increíble!

Damián intentaba saltar de un lado a otro emocionado de solo imaginárselo. De mi, salió una enorme sonrisa por verlo así. Me ilusionaba que estuviese tan feliz y que se olvidase de todos los problemas que tenía.

—Podríamos ir algún día.

Damián giró su cabeza hacia mi dirección casi sin creerse lo que estaba diciendo.

—¿Estás en serio?

—Claro. Me gustaría ir contigo —sonreí nerviosa.

Los ojos de Damián se iluminaron al escucharme y en ese momento noté una pequeña punzada en el pecho tras verlo así.

—Voy a buscar las entradas... —respondió mientras que trataba de buscar su móvil.

Me levanté con rapidez y sujeté sus manos antes de hablar:

—Pero puedes buscarlas después —fijé sus ojos en él—. Ahora tenemos un concierto al que ir.

Tiró el móvil sin miedo al sofá, este rebotó un par de veces hasta pararse. Agarró con fuerza mi cara con ambas mano y dejó un casto beso sobre mi frente haciéndome estremecer.

—¿Qué canción deberíamos poner en nuestro concierto? —dudó por unos segundos esperando a que respondiese.

That was Yesterday —solté sin pensarlo.

La cara de Damián al escucharme fue indescriptible. Su boca se entreabrió y dejó salir un leve suspiro.

—¿Has escuchado a Foreigner? —preguntó ilusionado.

Asentí sonriente sin dejar de mirarlo.

—Escuché todos sus discos cuando supe que te gustaba —dije sin darle mucha importancia mientras tomaba el móvil y me disponía a poner la canción en ella. Damián seguía de piedra sin saber que decir—. Y tengo que añadir que es muy buen grupo —reí.

Se acercó con lentitud a mi una vez encontré la canción en mi playlist. Por un momento dejé de mirar el móvil para llevar toda mi atención a él.

—Me he pasado toda una vida creyendo que el amor no existe. Que son propagandas estúpidas de San Valentín y que nada de eso era real. Pero ladrona, no sabía que podía querer tanto a alguien como lo hago contigo.

Necesité un momento para procesarlo. Sus palabras me dejaron boquiabierta. Mi corazón comenzó a latir con más fuerza y por un momento me vi incapaz de formular cualquier frase sin llegar a tartamudear.

—Joder, Damián. No sé qué decirte —hice el intento se sonreír pero acabó saliendo una simple mueca.

—No tienes que decir nada, solo estando conmigo ya es suficiente —irrumpió Damián, completamente serio.

Cerré mis ojos tras sentir el tacto de Damián sobre mi rostro, reí de nuevo nerviosa, tratando de jugar con mis dedos. Disfrutaba plenamente del roce de sus dedos. Damián con agudeza tomó de nuevo el móvil para poder escuchar la canción, volví la vista a sus ojos, que estaban concentrados en buscar el play. Al estar a pocos centímetros de él, su pecho se puso en contacto con el mío.

Un leve suspiro salió de sus labios poniendo mi piel de gallina.

A los pocos segundos el sonido comenzó a entrar por mis oídos. La melodía provocó que nos separásemos para empezar a bailar sintiendo el ritmo de la música. Estaba tarareando la canción hasta que la voz del cantante de hizo presente.

I thought I knew you well

But all this timeI could never tellI let you get away

Escuché a Damián cantar a mi lado y eso provocó que saliese una sonrisa divertida de mi. Elevé mis brazos moviendo mis caderas de un lado a otro. Noté la mirada de Damián sobre mi, pero no me importó, podía incluso decir que me gustaba esta sensación.

But now...I stand alone with my pride —gritamos al unísono sin importar que nos escuchasen los vecinos. Abrí mis ojos encontrándome con los de Damián, y sin cesar nuestro extraño baile, tomó mi mano y comencé a dar vueltas. Nuestras voces se escuchaban al mismo tiempo de la canción.

Escuché la risa de Damián a mi lado y sentí mi vida reiniciar. Daba tantas vueltas a mi alrededor que pensé que me marearía pero aún así seguí. Había echado de menos escuchar buena música, y no fui consciente de ello hasta en ese momento.

Sin pensarlo dos veces me subí al sofá y canté imaginando que estaba en un escenario. Damián seguía abajo simulando que era el público, elevando sus manos de un lado a otro dando unos cuantos silbidos hacia mi.

—¡You won't find me in yesterday's world...Now yesterday's gone goodbye yesterday! —exclamé mientras veía a Damián sonriente saltando de un lado a otro alrededor de mi. Por un momento todo se nubló y solo me fijé en él. Una vez la canción iba acabando bajé del sofá para acercarme a él.

Me quedé en silencio.

Respiré hondo, mucho más tranquila. Sus ojos vacilaron al posarse sobre los míos.

Una de sus manos llegó a mi rostro, sujetando mi mentón para alzar mejor mi cabeza. Mientras que su otra mano reposaba en mi cadera. La respiración de Damián era irregular, incluso llegué a notar su aliento chocando sobre mi. Me miró con tanta atención que me sentí por un momento fuera de la realidad.

Dudé por un segundo en hablarle, pero con rapidez llevó su pulgar a mis labios, rozándolos suavemente. Entreabrió su boca susurrando:

—Joder...

Apoyé mi frente a la suya haciendo más cercana nuestra conexión, como si de alguna manera lo sintiese más cerca.

El exterior estaba silencioso, y únicamente el suave sonido de la lluvia era partícipe de lo que estaba ocurriendo. Mis piernas temblaban cada vez más y sólo deseaba en aquel momento que uniese sus labios con los míos, pero lo hacía queriendo, me estaba haciendo esperar. Prestaba atención a cada movimiento que realizaba.

Humedecí mis labios al mismo momento en el que Damián fijó sus ojos en todas las facciones de mi cara, como si estuviera analizándola. Me miraba con cariño, aunque sus ojos se oscurecieron a medida que nuestras respiraciones se unían cada vez más.

—Si tuviera que volver a empezar con mi vida, estoy seguro que hubiese intentado encontrarte mucho antes —su voz es ronca y me atrae aún más a él.

—Damián... —susurré notando un cierto escozor en mi garganta. Tenía los nervios de punta y mi corazón seguía palpitando con rapidez.

Sus labios se curvaron formando una sonrisa diminuta y una vez su nariz tocó la mía, unió nuestros labios como la primera vez. Cuando supe que el ritmo de nuestro beso se iba intensificando, agarré su nuca para acercarlo más a mi. El tacto de Damián era en ese instante el roce más cálido que había podido sentir en toda mi vida.

Mi respiración se aceleró al notar que su mano subía y bajaba por toda mi columna vertebral notando una fuerte corriente eléctrica en ella.

Escondió su rostro en mi cuello, dejando un camino de besos. Con torpeza me fue llevando hacia mi habitación, chocándonos con cada esquina que había. Mis pies pisaban los suyos sin querer, pero de lo nerviosos que estábamos soltábamos pequeñas risas avergonzados.

Una vez llegamos a mi habitación, no nos molestamos en encender la luz. Dejamos todo apagado, solo escuchándonos a nosotros mismos y notando nuestra propia presencia. Solté un inaudible jadeo al notar que su mano apretó con más fuerza mi cadera.

Me apoyó con suavidad a la fría pared. Acaricié su cuello tomando algunos mechones de pelo que caían sobre él. Al no estar viendo nada, Damián se echó hacia atrás cayendo un marco que ni yo sabía cuál era.

—Hostias —musitó.

—No te preocupes —reí.

Estaba nerviosa no lo iba a negar. El simple hecho de notar el tacto de Damián sobre mí me hacía sentir miles de mariposas en mi estómago. No era consciente de lo que estaba ocurriendo en ese momento, pero quería seguir. Mi cuerpo se tensó por un momento al sentir las manos de Damián al borde de mi camiseta.

Sin dejarlo parar, me separé de él, dejando un mísero espacio entre nosotros. La respiración entrecortada de Damián cada vez era más notoria, juntamos nuestras frentes y dejamos esperar unos segundos.

Dudosa le miré a los ojos. No sabía si él estaría preparado para todo esto.

Tragué saliva y me dirigió una mirada para saber si yo lo estaba. Asentí disimuladamente y sintiendo el temblor en todo mi cuerpo tomé el final de su camiseta hasta quitársela dejándome ver su torso desnudo.

Bajé mi mirada hasta poder verlo, era algo difícil por la oscuridad, aunque la luz que entraba por la ventana me dejaba ver algo. Damián me dio una mirada breve sin dejar de acariciar mi piel.

Con delicadeza, hizo lo mismo aunque con más rapidez. Arqueé mis espalda cuando subió mi sudadera para quitarla. Me sonrió directo a los ojos cuando la tiró a no sé donde. Sus suaves labios se juntaron con los míos una vez más. Instintivamente llevé mi mano sobre su torso, rozando su piel con la mía, haciéndolo temblar. Poco a poco fue llevándome a la cama. Que seguramente estaría casi desordenada, pero no me importó. Mi corazón estaba hecho un puño y daría lo que fuese por saber que sentía en ese momento Damián. Con cuidado me dejó caer sobre la cama, él encima de mi. Sin pudor empezó a dejar leves besos haciendo un camino a lo largo de mis hombros. Cerré los ojos por un segundos hasta que noté que ambas manos fueron llevadas a mis espaldas.

Fruncí el ceño al notar que llevaba un buen rato tocando la parte trasera de mi sujetador.

—Joder, no sé cómo se quita esto —gruñó mientras se esforzaba en desabrocharlo.

Reí tras escucharlo y sin pensarlo me lo quité yo misma. Pero por un momento me arrepentí, Damián sin dejar de mirar mis ojos acarició mi mejilla, noté una fuerte ola de calor chocar en mi cara, se separó unos centímetros de mi para bajar la mirada. Sin que se diese cuenta me acerqué más a él para evitar que bajase la mirada para observar mi torso. Pero se percató de aquello.

—No te avergüences de mi, por favor —suplicó en una voz ronca haciéndome temblar. Sus pupilas se dilataron al verme mejor y me separé de él, mostrándole sin pudor mis pechos. Se esperó unos segundos para observarme mejor, no me sentía incómoda, era algo incapaz de poder describir.

Hubo un instante en el que se alejó de mi para poder quitarse los pantalones que llevaba, pero de nuevo tardó más de la cuenta tratando de sacarlos a causa de la pierna ortopédica.

—Esto sería más fácil, si tuviese una maldita pierna de verdad —murmuró apoyándose a la pared para utilizar más fuerza para quitarla. Me hacía gracia verlo así frustrado, la luz que entraba por la ventana chocaba en su rostro dejándolo ver a la perfección.

Estaba enamorada de él. Me sentía como en una nube, flotando y sintiendo cada parte de mí. Damián se había convertido en aquello que siempre quise encontrar. Ha sido ese hombro en el que me pude apoyar cada vez que estaba triste, ha sido ese empujón que necesitaba para seguir, ha sido mis lágrimas y mis alegrías.

Por un momento creí que mi vida nunca tendría sentido, que todo se trataba de seguir las malditas instrucciones que te impone la sociedad hasta que al final acabase muriendo recordando aquellos momentos que hubiese deseado vivir. Pero Damián llegó, para enseñarme que no debo seguir las reglas de nadie, que debo de ser más yo sin importarme los demás.

No era capaz de creer que alguien tan roto como él se hubiese quedado con alguien como yo, que curó de mis heridas y me hizo creer algo más en mi.

No sabía cuánto iba a durar todo esto. Pero no quería que acabase, quería estar toda una vida eterna con él.

Una vez quedamos desnudos el frío se coló por mis huesos, pero el calor que emanaba Damián me hacía sentir mejor.

—Yo...Yo...N-no lo he hecho nunca —dijo avergonzado.

—No estamos obligados a...

—Quiero hacerlo, ladrona —me cortó tocando con la yema de sus dedos mis labios fríos. Le miré fijamente dejando muy poco espacio entre nosotros.

Mi mano recorrió toda su columna vertebral mientras que la suya solo acariciaba mi mejilla con cariño.

—¿Estás seguro?

Mis ojos se unieron a los suyos. Y juraría que en ese momento sentí que el tiempo se paró.

—Contigo, siempre lo estoy.

Y justo en ese instante nuestras almas se unieron. Hasta formar una sola.

Miércoles, 30 de diciembre de 2020.

13:53

Me desperté por el sonido de los pájaros desde mi ventana. Algunos rayos de sol chocaron en mis ojos provocando que llevase mis manos a ellos frotándolos con dureza.

Me estiré desde mi cama notando más frío de lo normal. Dubitativa decidí abrir los ojos.

Fruncí el ceño confusa. Damián no estaba a mi lado.

Con pereza me levanté de la cama quitándome las sábanas que tenía cubriéndome y con rapidez me puse la primera camiseta que me encontré tirada en el suelo. Traté de ordenar mi cabello aunque fuese casi imposible. Di un largo bostezo para coger el móvil y mirar la hora.

Abrí los ojos de par en par.

No. Puede. Ser

El trabajo.

Mi corazón dio un vuelco a ver que tuve varias notificaciones, entre ellas una de un correo proveniente de mi profesora. Sin pensarlo apagué el móvil sin querer ver lo que me habría puesto.

Ya estaba imaginándome en el título un "ESTÁS SUSPENDIDA SEÑORITA MARINA"

Di varias vueltas en mi habitación sujetando mi cabeza y notando como la mirada se comenzaba a nublar. Algunas lágrimas empezaron a caer sobre mis mejillas.

—Debí de haberme puesto una alarma, algo —me quejé cerrando mis ojos con dureza—. Mis padres me van a matar en cuanto vean que he suspendido...

Resoplé para volver a tomar todo el aire que podían coger mis pulmones. Y me mentalicé de que lo hecho, hecho estaba. Ya no podría hacer nada para volver a atrás. Lentamente llevé el móvil a mi vista, para encenderlo. Tenía el corazón a punto de salir de mi pecho.

¿Qué les diría a mis padres?

"Papá, mamá. He suspendido esta asignatura porque creo que la profesora me odia y porque me acosté con Damián."

Eso último no lo diría ni de coña.

Desbloqueé la clave del móvil con los dígitos de la fecha de mi cumpleaños.

¿Estúpido? Ya.

Bajé la barra de notificaciones para encontrar algunos mensajes de mis padres preguntándome cómo estaba, otros de mi hermana y por último dos audios de Damián que después escucharía.

Tragué saliva y subí la mirada hacia el correo que me envió la profesora. Temblorosa lo abrí y entrecerré algo los ojos antes de leer el mensaje entero.

"Muy buen trabajo, Marina. Estás aprobada."

Abrí mi boca formando un O.

¿Qué?

Sacudí mi cabeza y pellizqué la piel de mi brazo creyendo que estaría en algún sueño.

—Auch —me quejé haciéndome daño. No estaba soñando. ¿Qué estaba pasando?

Entré en el trabajo, que supuestamente había hecho yo. Observé cada una de las páginas y ninguna de ellas había escrito yo. Revisé cada una de las imágenes y ninguna de ella me sonaba de nada.

Mi rostro es ese momento no daba crédito.

Volví a mirar el trabajo, estaba todo perfectamente redactado, sin una falta de ortografía. Había palabras que no se me hubiese pasado por la cabeza poner en un trabajo, todo de manera coloquial y ordenada. Era imposible que lo hubiese hecho yo hasta sonámbula.

Me acosté confundida en la esquina de la cama. El olor de Damián no había desaparecido de la habitación y eso hizo que saliese una pequeña sonrisa de mi rostro tras recordarlo.

Giré mi cabeza para revisar mi habitación, el marco que cayó ayer Damián estaba recogido. Suspiré tras saber que me había quitado un gran peso de encima, pero el no saber quién lo había hecho me carcomía la cabeza. Me caí en la cama mirando el techo sin nada en que pensar.

Sin pensarlo dos veces llamé a mi hermana, la cual a los timbrazos ya estaba contestándome de mala manera:

—¿Qué quieres?

—Amargada —insulté.

—Tonta.

—Agh, paso de seguir insultándote —gruñí mientras observaba como uno de mis cajones estaban abiertos. Fruncí el ceño al verlo y me asomé.

—¿Le ha pasado algo a tú hermana? ¿Cómo estás, Marina? —habló mi madre robándole el teléfono a mi hermana.

—Estoy bien, mamá —arrastré las palabras.

—¿Has comido?

Asentí aunque al segundo supe que no me estaba viendo.

—Ajam —dejé de sostener el móvil con mi manos y lo sujeté con el hombro mientras veía como en el cajón donde guardaba todos mis escritos habían desparecido por completo. Respiré con fuerza sin querer imaginar lo que estaba ocurriendo.

—Pórtate bien, cielo. La abuela te manda muchos saludos, y dice que haber cuando le vas a presentar a tú novio.

—¿Le has hablado de Damián a la abuela? —abrí mis ojos de par en par tratando de buscar debajo de mi escritorio si se habrían caído los papeles que guardaba.

—Bueno muy poquito, hija.

—Vale, no importa —suspiré. Y era verdad no me importaba en absoluto lo que le hubiese contado. Necesitaba encontrar mis escritos o sino mi corazón saldría de mi pecho—. ¿Puedes ponerme con Amelia?

—Claro hija, pórtate bien —repitió.

—Sí, mamá —eché mi cabeza hacía atrás pensando en que lugar lo habría dejado, pero es imposible, mis escritos nunca los había movido de aquel lugar, estaban tan escondidos que eran casi imposible de encontrar.

—¿Me vas a decir qué te pasa? —contestó mi hermana una vez cogió el móvil.

—Amelia, ¿tú le has enviado un trabajo a mi profesora de la universidad? ¿O has estado aquí en casa?

—¿Qué? Marina, hay casi una hora de viaje desde el pueblo de los abuelos hasta Sevilla, ¿crees que he ido a casa para enviar una trabajo tuyo?

—Joder... —la imagen de Damián llegó a mi cabeza. Será...—. Sí, no me había dado cuenta.

—¿Estás bien? Te noto agitada.

—He estado haciendo ejercicio, no es nada —traté de quitarle importancia aunque ya estuviese notando mil y una gota de sudor caer por mi frente.

—¿Ejercicio? ¿Tú? —la carcajada de mi hermana empezó a escucharse a través del teléfono y eso me hizo enfurecer más.

—Adiós, Amelia —dije con una falsa sonrisa. Colgué sin esperar a que me contestase.

Desesperada recogí mi cabello con una gomilla que había sobre mi escritorio y sin dejar de buscar me metí en la conversación de Damián. Me envió dos audios casi a las 5:00 de la mañana.

No me lo pensé dos veces y los comencé a escuchar.

—Ladrona... —susurró de manera casi inaudible por lo que tuve que subir más el volumen—. No sé si te enfadarás por lo que he hecho, conociéndote supongo que sí, pero no me importa será gracioso igual. Eres la chica más constante que conozco y en cuanto te vi ayer con esa sartén entre tus manos, una cara de casi un muerto y tus pelos despeinados que tanto me gustan, no dudé dos veces en hacerlo. He hecho todo tú trabajo. La verdad es que ha sido bastante divertido, ya sé más cosas sobre los dodos. Sé que no te gusta que te ayuden, pero no soportaba verte tan cansada. Espero que hayas sacado un 10 porque no me he copiado nada de Wikipedia y me habré visto como veinte documentales sobre los dodos. ¿Sabes que dodo en portugués significa tonto?

El audio terminó y automáticamente saltó el siguiente.

—Durante toda la madrugada he estado viéndote dormir. Y creo que han sido las seis horas mejor aprovechadas de toda mi vida. ¿Conoces esa sensación en la que conectas tanto con alguien que no eres capaz de separarte de ella ni aunque te paguen? Yo no la conocía, pero en cuanto te vi en aquella sala de espera, lo sentí dentro de mí. Ahora mismo estoy aquí al lado tuya, mientras te envío este audio y supongo que lo escucharás cuando despiertes. Eres preciosa, ladrona. Y te quiero tanto, que te daría mi corazón para que supieses como bombea cada vez que te veo.

¿Qué estabas haciendo en mí, Damián?








Mis redes sociales:

Instagram: soyundrama_

Tiktok: soyundrama.wattpad

Twitter: _soyundrama_

Spotify: soyundrama

Wallapop: Es broma, ¿os imagináis que me abro un wallapop de la novela?

Y SI, YA SÉ QUE SOY UNA DRAMÁTICA, JODER.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro