Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

24. Ikigai

"Aquello que hace que tu vida tenga sentido."

Domingo, 27 de diciembre de 2020.

22:00

—Se te va a dormir la pierna, Damián —murmuré acomodándome en el muslo de Damián en donde estaba sentada.

Agarré con fuerza el hombro de Damián para poder asegurarme de que no me iba a caer. Mientras tanto él me tomaba con dureza la cintura. Su tacto me hacía estremecer y aunque no quisiese demostrarlo temblaba cada vez que su piel rozaba con la mía.

Llevábamos más de diez minutos fuera de la fiesta sin saber a dónde me llevaba. Con la poca claridad que había, podía observar que estábamos lo que parecía ser un enorme descampado. El frío de diciembre me dejaba tiritando, pero gracias a que Damián me dejó su chaqueta, ya notaba más calor en mi cuerpo, junto con su aroma a vainilla que tanto me gustaba.

—Bien, ya hemos llegado —acabó parándose en mitad de la nada.

Elevé una de mis cejas aún sin saber a dónde estábamos. Me bajé de su pierna con rapidez y tan pronto como pisé la mojada hierba, me quité los incómodos tacones que llevaba.

No eran tan altos como creía, además que supuse que compré los más cómodos de la tienda...Pero me equivoqué.

Tomé todo el aire que podía tomar mis pulmones y cerré mis ojos, intentando descansar lo máximo posible. Noté como mis músculos se relajaron en cuestión de segundos y dejé que el mínimo sonido que había en el lugar entrasen por mis oídos. El olor a tierra mojada se introdujo por mis fosas nasales y de pronto noté a alguien a mi lado acostándose en el suelo.

—¿Dónde estamos? —pregunté aún estando de pie.

—¿Ya vas a empezar con tus preguntas? —apoyó sus manos al suelo y se dedicó a mirar al cielo.

—¿Sabes que hacer una pregunta detrás de otra es mala educación?

—Pues tú lo acabas de hacer igual —rio.

Sin pensarlo dos veces, me senté al igual que él. Pero a diferencia de Damián, comencé a coger pequeñas hierbas que había y las cortaba con las mismas manos, como una manera de relajarme.

—Hace unos años... —comenzó a hablar—. Era un crío al que solo le importaba el fútbol y las chicas. No tenía ninguna meta en la vida. Pero días antes de que me diagnosticasen cáncer, apareció Vanessa. Estaba dos cursos más que yo y siempre la veía con sus amigas presumiendo de que bolso de Gucci se habían comprando esa semana. Poco a poco comenzó a fijarse cada vez más en mi. No tenía la idea de lo que estaba haciendo, pero cuando todo el instituto se enteró que estaba saliendo con una de las chicas más populares del instituto, pasé de ser el marginado por el chico del que siempre hablaban nada más entrar por las puertas de clase.

—Pero...¿Ella te gustaba?

Cerré los ojos con una mezcla de celos y vergüenza. Por la forma en la que me miró, no estaba muy seguro de la respuesta.

—A día de hoy te aseguraría que no. Hace unos años hubiese dicho que sí. Pero estaba tan absorto por las opiniones de los demás, que llegó un momento en el que necesitaba la aprobación de todo el mundo —tomó aire para seguir hablando—. Éramos la pareja perfecta, o eso decían. Aunque a mis padres no le caían nada bien Vanessa y mi hermana no podía ni verla...Yo quería seguir con ella y hacía caso omiso a lo que me decían. Pensaba que mi vida iba a mejor, tenía a la chica que me gustaba y yo también creía como un imbécil que yo a ella también le gustaba.

Paró unos segundos antes de volver a hablar, parecía que se le estaba haciendo cada vez más difícil seguir. Acaricié su hombro con suavidad y me dirigió la mirada después de un largo tiempo sin hacerlo. Como hace unas horas, tenía la mirada apagada, sin ningún ánimo...Pero una vez pegó sus ojos en mi, vi como volvió el característico brillo que tanto me gustaba en su mirada.

—Si no quieres seguir...

—No te preocupes...Vanessa comenzó a alejarse de mi, dando estúpidas excusas. Al mismo tiempo empezó a venir mi mejor amigo, Darío. Es un chico algo tímido, pero rápidamente cogía confianza y no paraba de hablar —rio con nostalgia recordando—, pero en cuanto Vanessa se enteró de que tenían que amputarme la pierna, dijo que no quería seguir con la relación, decía que no quería tener pareja durante un tiempo y más mentiras. A las pocas semanas me enteré que se... —tosió varias veces—, se acostó con un chico que ya conocía.

—Era Darío —pensé en alto y cuando me di cuenta me maldije.

Marina, te podrías callar. Gritó mi subconsciente.

Asintió con tristeza en su mirada.

—Volvió a los días, diciéndome la verdad. No quería estar conmigo porque la verían mal en el instituto por estar con un chico con cáncer —rio sin humor.

Suspiré dejando que el aire saliesen de mis pulmones y un sentimiento de enfadó invadió en mi.

—Es una...

—¿Arpía? ¿Hipócrita?

Reí tratando de bajar la tensión que había.

—Algo así.

—Es por eso por lo que me da tanto miedo conocer a alguien. No sabes si se quedarán contigo porque te quieren o solo lo hacen por su conveniencia.

Vi como poco a poco se fue recostando sobre la húmeda hierba y cerró sus ojos. Yo al igual que él, también lo hice. Noté como la humedad del suelo se colaba por el traje que me llevaba. Mi piel se puso de gallina por el rápido contacto de la hierba y las bajas temperaturas que habían.

Llevé mis manos a mi abdomen dejándolos relajados. Damián por el contrario, reposó su mano por encima de la mía, pero sin llegar a apretarla.

—No tengas miedo de conocer a nadie. Cada persona te enseña cosas nuevas. Esas cosas pueden ser buenas o malas. Pero acabas aprendiendo algo.

Giró su cabeza a mi dirección y comenzó a mirarme con atención.

—¿Qué aprendí yo con Vanessa?

Después de unos segundos de dudar, aparté la mirada.

—Que no todo el mundo es bueno, habrá personas que se aprovecharán de ti —esperé unos segundos antes de volver a hablar—. Pero también habrá otras que no. Habrá otras personas que se quedarán contigo siempre pese a las dificultades.

No estuve muy segura de la contestación que le di. Esperé unos segundos a que reaccionara de alguna forma. Para bien o para mal, no me importaba.

—Prométeme que tú serás la segunda.

Fruncí el ceño mostrando una expresión de confusión. Mi mirada fue a parar en su perfil que tanto me gustaba. Su pregunta me hizo dudar y se dio cuenta al ver la mueca que puse en ese momento.

—¿La segunda?

Asintió.

—Prométeme que no te irás.

Por un momento miré sus ojos. Tan profundos como siempre. y aunque no hubiese luz suficiente, podía seguir viendo el color que tanto me gustaba. Tenía la mirada triste, algo perdida, poco a poco en sus ojos pude observar que se pusieron algo rojos notando como algunas lágrimas comenzaron a caer sobre sus mejillas.

Y eso fue algo que hizo que mi interior se rompiese.

¿Cómo tan roto podía estar Damián? ¿Y cómo tan poco podía demostrarlo?

—Te lo prometo.

Vi como su sonrisa de iba ensanchando cada vez más, cosa que hizo que yo también lo hiciese.

Soltó un leve suspiro y volvió a mirar al cielo, esta vez con más atención que antes. Lo primero que supuse es que estaría buscando las dos estrellas que siempre trata de encontrar. Apoyé con suavidad mi cabeza sobre su hombro. Todo era silencio, de fondo se podía escuchar algo de la música que había en la fiesta cosa que me indicó que tampoco estábamos tan lejos.

—He visto que ya no fumas —giré mi cabeza hacia él.

Asintió tras quedarse unos segundos quieto.

—No me estaba haciendo bien.

—A buenas horas te has dado cuenta.

Escuché su risa ronca a mi lado.

—Más vale tarde que nunca —explicó—. ¿Recuerdas cuando quisiste un día darle una calada al cigarro que llevaba?

Sonreí al acordarme.

—Sí.

—Te dije que el tabaco era la única manera que tenía de escapar un poco de la realidad.

—Sí, me acuerdo —repetí confusa.

—Me equivocaba —hizo una leve pausa—, he descubierto otra manera.

—¿Y cuál es?

—Estar contigo.

Sus palabras me emocionaron en cuestión de segundos. Busqué su mirada y una vez la encontré, vi que sus pupilas se dilataron notablemente. Agarré su mano y la acaricié con suavidad.

—Tú también eres mi escapatoria de la realidad, Damián —murmuré notando el temblor en mi voz.

Sin decir nada, Damián dio un casto beso sobre mi cabeza y seguidamente la apoyé sobre su hombro. Había un silencio tenso pero nada incómodo. Escuchaba los latidos de su corazón, estuvo a punto de cerrar mis ojos hasta que escuché de nuevo la voz de Damián, haciéndome dar un suave respingo.

—¿Sabes sobre astrología? —empezó a hablar Damián.

Su pregunta me desconcertó por unos segundos.

—No mucho. Sólo sé que aquella estrella de allá indica el norte —señalé una de las estrellas que más brillaban en el cielo.

Con cada viaje que hacía con mis padres siempre me decían que aquella estrella me ayudaría a no perderme y que siempre que se hiciese de noche tendría que seguirla, ya que me guiará.

—No sabía eso —tosió varias veces recuperando la voz—. Esa de ahí es la Osa Mayor, aunque también la llaman Carro Mayor.

Después de lo que dijo intenté mirar donde señalaba su dedo, pero era imposible de encontrarlo.

—No la veo —agudicé mi visión.

Damián tomó mi mano que reposaba en mi abdomen y la levantó hacia el cielo. Tardó unos segundos en posicionarla justo donde se encontraba la Osa Mayor, que pude ver con claridad.

—¿La ves?

—Wow.

—Y justo un poco más arriba está Osa Menor.

Hice caso a lo que dije y alcé unos centímetros la mirada hasta encontrarla con menos dificultad. Apoyé mi cabeza sobre el hombro de Damián, y este al instante depositó un casto beso sobre mi cabello.

—¿Sabes por qué se llama así? —preguntó girando su cabeza para verme mejor.

Negué.

—Es sobre la mitología griega...Me dijiste una vez que te gustaba, ¿verdad?

Asentí sin decir nada.

—En Grecia reinaba Zeus. Y un día se enamoró de una ninfa, Calisto. Y esta pues también cayó a sus pies. Como tú conmigo —sonrió.

Golpeé su hombro con suavidad y contuve una sonrisa.

—Pero había un problema...

—Zeus estaba casado con Hera —recordé.

—Exacto. Y entonces le mandó un castigo a Calisto. La convirtió en osa.

—Vaya castigo más raro... —reí.

—Espera...Calisto tenía un hijo que se llamaba Arkas sino recuerdo mal, y un día cazando encontró a su madre, que era un oso. Arkas se asustó mucho y preparó su arco para matarla, pero Zeus paró la flecha evitando que muriese.

—¿Pero por qué está entonces en el cielo?

—Zeus la lanzó al cielo infinito dibujando en las estrellas a la Osa Mayor.

Me quedé callada durante unos segundos.

—¿Cómo puedes saber tanto de estas cosas?

—Llevar mucho tiempo en el hospital aburrido también tiene sus cosas buenas.

Con lentitud para evitar moverme mucho, saqué el móvil de un pequeño bolsillo que llevaba el vestido.

—Damián, es tarde y nos estarán esperando.

Gruñó sin llegar a abrir sus ojos del todo.

—Oh vamos...Estamos muy bien aquí —dijo en voz baja.

—Bien estarás tú, creo que se ha metido una hormiga en mi sujetador.

—Podría sacarte la hormiga —dijo en un tono picarón.

Levanté la mirada sobresaltada. Elevé ambas cejas al escuchar lo que dijo.

—Vamos, Damián —me levanté poco a poco.

Escuché de fondo a Damián bufando, pero aún así se levantó con algo de pereza.

Cogí los tacones que dejé tirado a mi lado y los llevé en mi mano. Sabía que si me las volvía a poner, mis pies se destrozarían más de lo que están.

Con torpes pasos cogí el camino por donde volvimos mientras que Damián subía en su silla.

—¡Pero espérame, que tú no vas en silla de ruedas!

Reí tras escucharlo y me paré a unos metros frente de él. El pobre hizo un verdadero esfuerzo por llegar a mi.

Al andar por la hierba, costaba más llevar la silla pero como era tan cabezota, no quería que lo ayudase, lo dejé a él hacerlo. Comencé a ponerme de puntillas y a bailar torpemente ballet. Sabía que no lo estaba bien, pero desde muy pequeña me gustaba ver Cisne negro aunque no entendiese muy bien la película cuando terminaba.

Di una pequeña vuelta, en la que por muy poco perdía el equilibrio y escuché la risa de Damián detrás.

—No sabía que se te daba bien bailar ballet —habló tras de mi.

Reí tras oírlo e intenté mantener el equilibrio elevando mis manos. Noté detrás de mi como algo se cayó, pero no me importó, sería cualquier papel o envoltorio de algún dulce que tendría guardado. Mis pies seguían una línea recta y en mi cabeza me imaginaba cualquier canción que fuese al compás de mis pasos.

Por un momento me extrañó no seguir escuchando la voz de Damián.

—Quiero ser aquella mariposa que no tenga miedo de que le corten las alas. Que aún sabiendo volar...

Paré en seco.

—¿Qué estás diciendo? —dejé de bailar. Esperé a que me contestase, pero no formulaba ninguna palabra.

Me giré lentamente permaneciendo con el ceño fruncido sin entender. Las palabras que decían me sonaban tanto que...

Estaba leyendo mis escritos.

Abrí mis ojos de par en par y fui hacía él arrebatándole el pequeño papel que sostenía sobre su mano. Pero fue más rápido que yo y se lo escondió tras él.

—Dame eso, Damián —noté como la voz me temblaba. Por el momento pareció no darle mucha importancia.

No quería que nadie lo leyese, era algo tan mío, que me avergonzaría si alguien más lo leyese. Únicamente podía verlo mi hermana aunque casi nunca se lo dejaba.

Damián sonrió un poco.

—¿Por qué no quieres que lo leas?

—Es de mi... —pensé durante unos segundos—, mi bisabuela.

Qué cojones.

Sabía que no era nada creíble lo que había dicho y simplemente me quedó rezar para que me creyese del todo.

Levantó una de sus cejas incrédulo.

—Pero si está muerta —soltó.

Golpeé la palma de mi mano sobre mi frente.

—Es mío —no me atreví a mirarlo cuando se lo dije.

Hubo un instante de silencio.

—¿No querías que lo leyese?

Apreté mis labios nerviosa. Parecía tan genuinamente pasmado que estuve a punto de empezar a reírme.

—No...Bueno sí, no lo sé...Agh —gruñí mordiendo el interior de mi mejilla.

Damián se acercó poco a poco a mi, hasta quedar enfrente mía.

—Tranquila, ladrona. ¿Lo has escrito tú?

Asentí con lentitud. Notaba como tenía los nervios a flor de piel. Obviamente confiaba en Damián, pero mis escritos era algo que sólo guardaba para mi. Es como si Damián hubiese leído una parte de mi, como un fragmento de un diario privado.

—Lo has escrito tú, pero no quieres que nadie lo lea —especificó.

—No es eso...Es algo que solo escribo para mi, además lo hago fatal —reí sin humor.

—¿Por eso no quieres enseñarlo?

—Algo así.

—Léemelo tú.

Abrí de nuevo mis ojos de par en par y antes de hablar empecé a negar asustada.

—Ni de coña, Damián —aclaré mi garganta, incómoda.

Sacó poco a poco el papel que estaba guardado a su espalda y me lo tendió sin pensárselo dos veces.

—Tienes miedo de que los demás lean lo que escribes.

—Algo así —volví a repetir. Me giré dándole la espalda, no quería mirarle en ese momento.

Joder, Marina. Habla más claro. Dijo mi subconsciente.

Mordí mi labio inferior reprimiendo el temblor de mi cuerpo.

—Pues léelo.

—Joder. ¿Sabes lo difícil que es esto para mí? —me apunté a mi misma mostrándole una expresión aterrada de mi.

—Lo sé. Pero para eso estoy aquí, para que superes ese miedo.

Bufé rendida, y sin pensarlo tomé con dureza el papel, haciendo que Damián se sobresaltase del susto al no esperárselo. Sacudí mi cabeza, disimuladamente. Traté de ignorar la fija mirada de Damián sobre mí.

Me mentalicé de que nada malo pasaría, pero de nuevo un miedo en mi interior volvió a aparecer.

Abrí temblorosa el papel arrugado que sostenía con mis manos y leí las primeras palabras.

Joder, que vergüenza.

Tosí varias veces aclarándome la voz, fui alzando mi mirada hasta encontrarme con la de Damián. No sabía como era capaz de hacerlo, pero me tranquilizó sin soltar ninguna palabra.

—Quiero...Quiero —empecé a leer—. Quiero...¡Joder, no puedo!

—¡Sí puedes! —exclamó—. Mírame.

Cerré los ojos durante unos segundos como si de alguna manera me relajase. Y en cuanto los abrí me encontré con los los de Damián.

—Puedes hacerlo. Tómate el tiempo que necesites.

Respiré varias veces sin dejar de sujetar el sucio trozo de papel. No sé en que momento me había atrevido a hacer lo hice en ese instante.

—Quiero ser aquella...Aquella mariposa que no tenga miedo de que le corten las alas. Que aún sabiendo volar las utilice sin temor a que se equivoque. Que teniendo unas alas preciosas nunca deje de volar. Quiero ser aquella mariposa.

Noté como un fuerte peso que había sobre mi espalda desapareciese tan pronto como lo leí. De nuevo cerré los ojos intentado recuperar el aliento, pero no sin antes ver a Damián. Mi cabeza palpitaba con fuerza haciéndome daño y la respiración se entrecortaba por cada segundo que pasaba. El mundo me daba vueltas pero mis piernas estaban en el suelo. Mis manos comenzaron a dejar de temblar y esa punzada que sentía en lo más profundo del pecho, desapareció.

—Sabía que podías hacerlo —sonrió satisfecho. Me crucé de brazos, mientras él me miraba con atención.

Avergonzada eché un mechón de mi pelo hacia atrás. El viento que hacía en ese momento no era tan fuerte pero hacía despeinar mi pelo, aunque ya lo estaba de por si.

—Me siento...Como más libre —reí.

—Me gusta verte libre —tras escucharlo le mostré una pequeña sonrisa sin separar mis labios—. Es muy bonito lo que escribes y seguro que a más personas les gustarán.

Me atraganté con mi propia saliva por un momento.

—Ni de coña.

—Oh vamos, ladrona. ¿Por qué no lo envías a alguna editorial?

—Me da mucha vergüenza. Saber que más personas lean esto, me aterra.

—Pero se sentirán identificados.

—¿Tú te has sentido identificado?

—Más de lo que crees...¿Desde cuándo escribes?

Recordé por unos segundos.

—Desde que tengo memoria. Siempre me ha gustado escribir y expresar todo lo que no puedo con palabras.

—Tienes talento —se sinceró.

Sonreí ilusionada. Pero rápidamente cambió a una mueca. Con rapidez me quité un mechón de pelo delante de la cara con mis manos.

—A mis padres no le sentarían muy bien que enseñase estas cosas al mundo. Siempre me han convencido de que tengo que sacarme la carrera y solo centrarme en ello. Es algo...molesto.

—Seguro que si tus padres leyesen lo que escribes, se sentirían muy orgullosos de ti.

—No lo sé. Ahora mismo estoy algo indecisa.

—No te preocupes, tienes tiempo suficiente, quiero que sepas que yo te apoyaré siempre, aún si no lo publicas. Y si lo haces, lo leeré —sonrió tiernamente—. Y lo volveré a leer una y otra vez más, hasta saber de memoria cada uno de tus escritos.

Quise seguir mirándole pero mi visión se fue nublando cada vez más, hasta que noté algunas lágrimas cayendo por mis mejillas. Las sequé con rapidez sin que él se diese cuenta, pero fue acto en vano.

Hizo una pausa, tan tranquilo como si nada mientras yo notaba caer alguna que otra lágrima.

—Ven —me atrajo hacia mi tomándome de la mano.

Me acerqué poco a poco hasta volver a sentarme en su regazo y dejar apoyada mi cabeza sobre su pecho. Me sentía tan cómoda y segura ahí, que nunca quería separarme de él.

Me rodeó con sus brazos y besó mi cabeza.

—Siempre he vivido escondida. Es algo que ya sabes. Y nunca he querido enseñar nada de mi a nadie por el miedo de que me hagan daño. Pero Damián, contigo es diferente —tomé aire para poder seguir hablando aunque sabía que de un momento a otro volvería a llorar—, no me avergüenzo de enseñarte quien soy.

Las lágrimas que antes cayeron de mis ojos fueron paradas por la tela de la camisa de Damián donde estaba apoyada. Mis dedos comenzaron a jugar entre ellos. Nunca había tanta confianza en Damián como para contarle esto, pero haberlo dicho me hacia sentir mejor.

Pasaron unos minutos y Damián seguía sin decir nada. Su respiración chocaba en mi cabeza, me acurruqué más a él, para entrar en calor. De nuevo el silencio se hizo y ninguno de los dos hablábamos, me hizo extrañar, no sabía si había dicho algo malo o si le habría molestado.

Alcé la cabeza para poder mirarle mejor y nuestras miradas se encontraron.

—¿Te quieres casar conmigo?

Abrí los ojos de par en par y de la sorpresa que me causó la pregunta caí de la silla haciendo chocar mi espalda con la hierba húmeda. Escuché su risa al poco tiempo pero mi cuerpo se quedó anclado en el suelo, apenas podía moverme sin dejar de pensar la pregunta que me hizo.

—¿Estás bien, ladrona? —murmuró preocupado una vez terminó de reírse.

—Creo que sí —gruñí dándome un pequeño masaje en mi cuello mientras me levantaba.

—Entonces...

—¿No lo has dicho de broma?

—¿Me ves con cara de broma? —replicó en seco.

Me removí incómoda, plateándome a mi misma si realmente me estaba mintiendo. Pero por su expresión no era así.

—Pero Damián, somos todavía unos estúpidos adolescentes. Casarse es algo más arriesgado.

Me puse en frente de él para mirarlo mejor. Chocamos nuestras miradas y de nuevo hubo una tensión entre nosotros.

Sonrió, divertido. Me tendió su mano y la acepté, intentando tranquilizar mi respiración.

—¿Y qué sería la vida si no tomamos situaciones arriesgadas?

—Pero tendríamos que comprarnos el traje, los invitados...

Pero antes de seguir con la lista escuché la carcajada de Damián.

—Me quiero casar aquí. Contigo. Ahora.

—¿A-ahora? —tartamudeé.

Cada vez me asombraba más la espontaneidad de Damián. Desvié la mirada de la suya, apretando inconscientemente mis dedos con ligereza. Pero pese a mis esfuerzos de ocultar mis nervios, relamí mis labios notando un cosquilleo en mi estómago.

Asintió seguro de lo que decía.

—¿Y qué hay que hacer? —la mirada de Damián se iluminó por segundos.

—No lo sé muy bien...Podríamos buscar alguna cabra o algo y que haga de cura —giró la cabeza de golpe mirando alrededor.

Reí tras su extraña propuesta. Percibí que Damián también parecía algo nervioso, incluso más que yo. Notaba el temblor de sus manos sobre mi.

—Creo que me acuerdo de algunas películas que vi con mi madre románticas. Podemos intentar improvisar con eso.

—Me parece una mejor idea —rio avergonzado.

—Bien...Déjame recordar —me separé de Damián dando unos torpes pasos hacia atrás.

Mientras que intentaba pensar con claridad la última película que vi con mi madre la última vez, noté como Damián se ponía en frente de mi y manteniendo el equilibrio, tomó mis manos para evitar no caerse del todo.

Odiaba ver con mi madre tantas películas románticas, siempre acababan igual o en su defecto, se divorciaban.

Sacudí mi cabeza con disimulo. Levanté la mirada para ver a Damián, que me miraba impaciente. Aquello pareció devolverme a la realidad.

—¿Lo recuerdas? Puedo buscar en el móvil, aunque bueno...No creo que haya buena cobertura.

—No te preocupes —sonreí—, tienes que repetir lo mismo que yo.

—No hablaremos ahora de la Biblia, ¿no? —dijo de pronto.

Negué riéndome. Agarré sus manos con fuerzas, aunque cada vez que veía que no podía mantener el equilibrio sujetaba sus brazos hasta que recuperaba la compostura.

—Yo, Marina —comencé a decir.

—Yo, Marina —repitió.

Solté una carcajada.

—No imbécil, con tu nombre.

—Me dijiste que repitiese lo mismo —sonrió avergonzado—. Yo, Damián.

—Te quiero a ti como legítimo esposo y me entrego a ti —recordé a Jesús y Laura esta mañana.

Damián me atrajo más hacia él. Tenía el corazón en un puño.

—Te quiero a ti como legítima esposa y me entrego a ti —me miró profundamente.

—Prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.

Por un momento la mirada de Damián se apagó y sin entender porqué le miré confusa.

—Prometo serte fiel en las alegrías y en las penas... —paró durante unos segundos y vi como algunas lágrimas comenzaron a asomarse en sus ojos. Apreté el labio inferior con fuerza reprimiendo cualquier sollozo.

—¿Qué ocurre? —pregunté temblorosa. Notaba como trataba de esconder algo en él que no me quería contar, pero aún así lo dejé estar.

—Nada —sonrió con tristeza—, se me había olvidado.

Reí. Antes de hablar sus ojos revolotearon por todas las facciones de mi cara y aunque ese me hubiese hecho sentir incómoda, con él no era así.

—En la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.

—Parecemos unos adolescentes hormonados —volví a reír notando como mis lágrimas amenazaban con salir.

—No estropees el momento, ladrona —apretó con fuerza mi mano sin llegar a soltarla.

—Falta el cura diciendo "Yo os declaro marido y mujer" —hice a lo último una voz más grave de lo normal.

—Bueno, ya lo has dicho tú.

Me acerqué un poco más a él, notando su respiración chocando en mi rostros. Varios mechones de mi pelo comenzaban a estorbar y tuve que echarlos detrás de mi oreja.

—¿Ahora es el beso?

Asentí lentamente mostrándole una pequeña sonrisa por su curiosidad.

Damián con cuidado quitó el velo imaginario que llevaba y lo dejó reposar sobre mi espalda. Tomó mi cara entre sus manos y se acercó a mi hasta juntar nuestros labios. En ese breve instante cerré mis ojos para notar mejor el contacto de sus labios con los míos, y a centímetros de sus labios solté:

—Esto es lo más extraño que he hecho en mi vida —reí creyendo que estaba viviendo en cualquier mundo paralelo.

Tomé tanto aire de mis pulmones que creí por un momento que me iba a ahogar. Lloriqueé por un momento dudando entre si reír o llorar. Hubo una pausa entremedias que le dio para pensar que decir.

—Lo mismo digo.

Él llevó su mano hacia mi mentón para elevar mi cabeza y chocar con su mirada. Me entretuve mirándole, con sus ojos color miel, que tanto me llamaron la atención cuando lo vi por primera vez. Sus pupilas se dilataron y me estremecí al notarlo.

Lo sujeté con fuerza temiendo que se cayese por el equilibrio. Le miré profundamente notando miles de emociones dentro de mi. Sonrió como pudo y soltó algo que me dejó confusa:

—Yo también te quiero.

Enmudecí apenas lo escuché. Nunca me había dicho te quiero, y aunque fuese la primera vez que lo hubiese oído me sentía completa. Mi corazón se encogió por segundos.

—Pero no lo he dicho.

—No con palabras, pero sí a través de tú mirada.

22:52














Mis redes sociales:

Instagram: soyundrama_

Tiktok: soyundrama.wattpad

Twitter: _soyundrama_

Spotify: soyundrama

Wallapop: Es broma, ¿os imagináis que me abro un wallapop de la novela?

Y SI, YA SÉ QUE SOY UNA DRAMÁTICA, JODER.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro