6
La luz era cegante.
No entendía como podía haber tanta luz.
Cuando la vista se me acostumbró, ví una gran franja azul a lo lejos.
—¿Cómo es posible que haya tanta luz?
—El sol, cenutrio.
—¿Y eso azul?
Lea cerró la puerta y me miró.
—Eso es el mar, besugo.
La miré y me encogí de hombros.
—Oye, he estado toda mi vida entre cuatro paredes, y hasta hace tres semanas no sabía si existían más personas aparte de tí. Tu lo sabes muy bien. Así que no me hables como si fuera un tonto.
Lea me miró asombrada, y agachó la cabeza. Hizo una mueca, sonriendo levemente con la comisura del labio y volvió a mirarme.
—Eres igual que Aarón.
***
Estábamos en una azotea.
Yo estaba con las piernas colgando del borde del edificio, a lo lejos veía palmeras –Lea me había dicho lo que eran– y plantas entre los edificios, creciendo en los coches que había abandonados en las calles, y hasta en algunas azoteas.
—Ya sé como llamarte —dijo Lea rompiendo el silencio sepulcral—. ¿Qué te parece Alejandro?, Aarón decía que sus padres le iban a llamar así, pero algo les hizo cambiar de opinión. ¿Te parece bien el nombre?, es que no creo que sea decente llamarte "chico" o "09".
La miré asombrado. Había hablado tan rápido como una ametralladora, se notaba que casi no había respirado.
—Alejandro... —susurré—. Me parece bien. Estoy harto de que me llamen por un número.
Lea sonrió y miró hacia el mar.
Estuvimos en silencio unos segundos hasta que se me ocurrió una pregunta.
¿Qué hacíamos allí?
—Oye Lea.
—Dime.
—¿Qué estamos haciendo aquí?
Lea me miró, extrañada.
—Pues, escapar de esos monstruos.
Suspiré y miré hacia las montañas que se erguían a lo lejos.
—No me refería a eso. Me refería a qué hacemos esperando aquí.
Lea suspiró y se tumbó en el suelo de gravilla de la azotea.
—Supongo que esperar.
—¿Esperar, esperar a qué? —dije aburrido.
—A algo. A los equipos de rescate, a mi padre... No sé. A cualquier cosa.
—¿Y si entran esas cosas aquí? —pregunté
Lea me miró y se hecho a reír.
—Sé Judo, no te preocupes.
***
El reloj de pulsera marcaba las nueve de la noche.
Y hacía un frío infernal.
Lea estaba acurrucada al lado de una tubería, temblando. Y yo estaba aún en el borde del edificio, tumbado. La camiseta que llevaba estaba forrada con una especie de relleno muy mullido y caliente, y junto con la chaqueta, yo no pasaba frío.
Pero Lea claramente sí.
—Toma —le dije tendiéndole la chaqueta a Lea.
Lea cogió la chaqueta y se la puso.
—Gracias —dijo tiritando.
Me acosté en el suelo y cerré los ojos.
Intenté dormir viendo las montañas. Antes de entrar en el reino de Morfeo, me sorprendí por lo que ví.
¿Había visto el perfil de un hombre en una montaña?
***
Estaba soñando. Lo sabía perfectamente, pero oía y veía todo con una claridad increíble.
Había disparos, sudor, sangre, y gritos por todas partes.
—¡Aarón, cúbreme, voy a pasar al otro lado! —gritó alguien dirigiéndose hacia mí.
Empecé a disparar con una pistola hacia una esquina. Todo estaba lleno de arena y casi no se veía nada.
No controlaba mis movimientos, solo era un mero espectador.
Entonces noté un dolor profundo e intenso en el hombro izquierdo.
—¡Me han dado! —grité mientras apretaba la herida.
***
Me desperté gritando. Lea seguía durmiendo, por lo que dió un brinco al oírme gritar.
—¡¿Pero qué te pasa?!
—¡Era Aarón! —grité—. ¡He soñado que era Aarón!, ¡y estaba en un tiroteo!, ¡y... !
—¡Ya basta! —gritó Lea—, ¡Aarón está muerto!
Me callé y miré al suelo. Lea me había chillado con los ojos desorbitados y la rabia reflejada en el rostro.
—Lo siento —dije—. Es solo... que parecía muy real. Habían disparado a Aarón en el hombro, y noté el dolor. Por eso me desperté gritando. Lo siento.
Lea me miró, enfadada.
Y yo, como no sabía qué hacer, y cómo estaba enfadado conmigo mismo, agarré la pata rota de la silla y abrí la puerta.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro