13
Lo único que recuerdo es que me quedé paralizado.
Sabía que había alertado a los infectados, no lo veía, pero lo sabía.
Era... un "sexto sentido".
Miré la expresión de frustración de Aarón antes de que me entregara el revólver negro.
Lo cogí, sabiendo lo que venía ahora.
—Corre —susurró.
Al instante salí corriendo por la alcantarilla.
"Chof, Chof" hacían mis pies al pisar en el húmedo suelo, lo cual me parecía irónicamente gracioso.
Giré la cabeza para mirar si nos seguían y allí estaba él, Aarón, corriendo mientras disparaba hacia atrás con su Glock 09.
Joder. Otra vez.
¿Cómo sabía yo el nombre de esa maldita pistola?
—¡Aargh! —gritó.
Volví a mirar y ví a Aarón agarrándose el lugar donde tenía el vendaje.
¿Tenía más sangre o era cosa mía?
Llegamos a la escalera que separaba las alcantarillas del edificio y empecé a subir a toda prisa.
—¡NO VOY A MORIR MALDITOS DEMONIOS DE MIERDA! —gritó Aarón debajo mía. Había empezado a subir—. ¡NO VAIS A COMERME CÓMO A UNA PUTA HAMBURGUESA!
Me reí ante el comentario (a pesar de la situación) y seguí subiendo.
En ese momento me enteré de que los infectados no sabían subir escaleras.
Ya en el suelo me tumbé y recuperé el aliento.
Aarón empezó a toser.
—¿Estás bien? —me preguntó.
Asentí.
—Bien, bien... —dijo jadeando—. Dame la pistola, yo no tengo balas.
Lo miré y ví algo extraño en sus ojos. Una mirada tenebrosa, miedosa y desperanzada.
Ví como se tocaba el hombro con la mano derecha.
Y, al instante, supe lo que le había pasado y lo que quería hacer.
—No —dije tirando el revólver.
Aarón me miró extrañado.
—Dame el revólver —dijo con la voz ronca.
Negué con la cabeza.
—¿Ya habéis vuelto? —dijo Lea entrando por la puerta.
Al ver a Aarón ensangrentado y en el suelo, Lea se puso pálida.
—No es nada, se me ha abierto la herida —dijo Aarón agitando vagamente la mano.
—Enseñamela —musitó Lea—. ¡ENSEÑAMELA!
Aarón abrió la boca para contestar, pero la cerró, sabiendo que era inútil.
Acto seguido se descubrió la herida de bala...
... y nos dejó ver una perfecta herida en forma de "U".
Le habían mordido.
***
—Ésto no puede ser como en las películas —dijo Lea dirigiéndose a Alberto, el piloto del helicoptero—, ésto debe ser diferente. No sabemos si se contagia por los fluidos o por el aire.
Alberto la miró y suspiró.
Habían pasado unas horas desde el mordisco, y Aarón aun seguía en sus cabales.
O más o menos.
—¿Cuando vendrá Newt? —me preguntó Aarón a través de la jaula en la que lo había puesto Alberto.
—No sé quién es ese Newt Aarón, pero supongo que pronto... —dije para calmarlo.
Aarón negó con la cabeza.
—Newt esta muerto Alejandro. Newt está muerto... y se podía haber salvado. Muy fácilmente en realidad, si Tom hubiera ido con Tere al laboratorio...
Lo miré extrañado. Desvariaba respecto a cualquier cosa.
No sabía los síntomas de la enfermedad, pero supuse que la demencia era de los primeros.
Max, sin embargo, deambulaba de aquí para allá mientras gruñía y aullaba.
El revólver aún seguía en el suelo.
—Ésto es estaño... —oí que decía Aarón mientras rascaba los barrotes.
Me agaché y recogí el revólver, luego me lo metí en el bolsillo trasero del pantalón y me lo tapé con la camisa.
Un momento, ¿donde estaba Lea?
Miré alrededor y no la vi. Ni a ella ni a ese tal Alberto.
Paseé un raro por el sitio, en parte buscando a Lea, en parte disfrutando del paisaje, cuando oí un ruido amortiguado. Una especie de grito silenciado.
Y venía de una habitación.
Corrí hacia la habitación y la abrí de una patada (que fue más un impulso que una idea razonada).
Y ahí estaba él, Alberto, encima de Lea.
Intentando... violarla.
No me preocupé en el porqué de saber el significado de la palabra (me iba acostumbrando), ni me preocupé porque ese maldito gorila gigante empezara a sacar una pistola de su cinturón.
No me preocupé porque había una cosa que el no sabía.
Yo tenía un arma.
Saqué el revólver rápidamente, a la altura de Indiana Jones en El templo maldito, y le "encasqueté" un par de balas en el hueco donde debería estar el cerebro que tenía ese monstruo.
Lea me miró con una mezcla extraña de emociones.
Desde ira... hasta miedo. Y claramente se le comprendía, tenia los restos de los sesos de un hombre encina suya.
Mientras tanto, el cuerpo del hombre cayó al suelo con un sonoro "POF".
—Tengo una idea —dije mirando el cuerpo del hombre.
Lea solo se levantó (afortunadamente había llegado antes de que el tipo le bajara los pantalones) y se encaminó hacia la salida, dándome una ligera palmada en la espalda como recompensa.
Sonreí y puse en práctica mi plan recién elaborado.
Íba a vengarme de esos cabrones.
***
Tardé algún tiempo. Tanto, que el cadáver ya empezaba a oler.
Miré el hueco por el que habíamos bajado Aarón y yo horas antes.
Estaba sospechosamente tranquilo.
Cogí una cuerda y la até a una viga que había ahí, haciendo un par de poleas inprovisadas.
Iba a bajar el cuerpo de ese cerdo por el borde para que colgase fuera del alcanze de los infectados y, así, (como habían demostrado tener nada o poco de cerebro hasta ahora) se tirarían todos en tropel hacia el abismo que los separaba del mar.
Un plan sencillo y simple.
O al menos hasta que lo puse en práctica.
Varias veces el nudo se me desató, haciendo que la cuerda resbalara. Algunas veces tenía que llamar la atención de los infectados pero claro, se distraían enseguida.
Hasta que al final, después de cuatro horas de puro agotamiento, el plan funcionó.
La única cosa de la que me arrepentí fue no haberlo hecho de día, así habría podido verlos caer a todos... pero no pude. No pude verlos, aunque si que los oí caer, todos juntos, ansiosos por la promesa de carne...
Hasta la muerte.
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