12
No sabía cuando me había dormido.
Desperté en una cama, blanca e inmaculada que estaba empotrada en la pared, de forma que no podía levantar mucho la cabeza.
¿Qué hacía yo allí?, ¿por qué me dolía la mano?
Salí reptando de aquel agujero rectangular y miré a mi alrededor.
Habia una mesa, una silla, un par de libros encima de la mesa y una caña de bambú en un jarrón que estaba en una esquina de el mueble.
Me froté las sienes y suspiré. Había olvidado donde estaba.
-Alejandro, levántate anda -dijo la voz de Aarón desde el intercomunicador que había en la puerta de mi habitación.
Estábamos en otro centro médico.
Habíamos llegado el día anterior justo cuando el helicóptero se quedó sin gasolina. Aún recordaba esa escena...
El mar sonando con el ruido de las olas, las aspas del helicóptero rasgando el aire...
Y, de repente, un edificio blanco que parecía un rascacielos se alzó inponente sobre el horizonte.
Miré hacia la pared de color blanco leche (en mi opinión era un color repulsivo) y me estiré.
Bostecé vagamente y anoté un par de cosas que creía importantes en mi "diario".
¿Qué sabía hasta el momento?, pues que estábamos en un centro médico de última generación perdido entre las Islas Canarias y España.
Al parecer, la época espacial había estado en pleno apogeo, puesto que centenares de trozos brillantes o de naves espaciales caían cada noche a la tierra.
Los días pasaban, y yo tenía sueños extraños, muy extraños, que anotaba en mi diario.
Soñaba que tenía cinco años y nadaba en una piscina, soñaba que corría a través de un campo cuando tenia diez años, soñé que quedaba en una cita al tener los dieciséis...
Y... era yo.
No era Aarón, puesto que le había preguntado y el me dijo que era militar desde los catorce años.
Era yo sin lugar a dudas. ¿Pero cómo era eso posible?, había estado encerrado en esa habitación toda mi vida... toda mi vida.
Una idea empezó a formarse en mi cerebro. ¿Qué derecho tenían a encerrarme como a un maldito animal salvaje y a aislarme del mundo exterior durante toda mi infancia?
Di un puñetazo al escritorio, causando un leve abollón en la madera.
-¿Todo bien? -preguntó Aarón al entrar por la puerta.
-He estado... pensando. Y estoy un poco enfadado con esos hijos de la gran... que me encerraron en esa habitación.
Aarón me miró en silencio.
-Mira, yo no supe siquiera que existías hasta que me lo dijeron hace un par de semanas.
-Menudo consuelo -le dije mientras salía por la puerta.
-A lo que me refiero es, que yo no sabía lo que te estaban haciendo.
Me callé. En eso tenía razón.
Me froté las manos y bajé al comedor público.
Estaba un poco harto de la situación.
***
-¡Sit! -le gritaba Aarón a Max con cierta insistencia- ¡Sit!
-Para ya -le dije.
-Sabes que no puedo. Este es el primer infectado en mostrar sentimientos humanos, tengo que estudiarlo.
-Por eso mismo. Es un comportamiento humano, no cánido.
Exhalé aire poco a poco y me levanté del césped.
Eso era una de las pocas cosas buenas de ése sitio; la naturaleza.
La estructura base del centro era claramente de acero reforzado, pero los tejados...
Eso era otra historia.
Los tejados eran de tejas de arcilla que, gracias al viento y al granizo, se había convertido en tierra fértil donde crecían plantas.
-¿Y ahora qué Aarón? -pregunté.
-¿Cómo? -dijo mientras le daba a Max un par de bombones que éste masticaba ruidosamente.
-¿Ahora qué?, ya hemos llegado aquí, ya hemos sobrevivido. ¿Y ahora?, ¿mandaremos señales de emergencia?
Aarón me observó serio.
-Nos quedaremos, hasta que alguien venga.
Giré la cabeza y arranqué un pellizco de césped.
-Ya sé que... que es muy poco probable, pero no tenemos otra opción. El helicóptero no tiene gasolina -dijo Aarón desistiendo de encontrar sentimientos en Max.
-¿Y éste sitio?, tiene electricidad, ¿no hay gasolina?
-No. No hay gasolina, ya busqué. Este sitio tiene electricidad por unos generadores marítimos que hay ahí abajo -dijo Aarón señalando la distancia que me separaba de la plataforma de césped y una caída dolorosa al mar.
Me tumbé en el césped.
-Hay... sitios no explorados. ¿Quieres...
-¿Acompañarte?, ¿seguirte? -dije completando su frase.
-Eso da miedo -dijo Aarón yendo a la puerta-, y si, quiero que me acompañes por si hay infectados o algo...
Hice una mueca con la comisura del labio.
-¿A qué estás esperando?, vamos allá.
***
Genial. Esa "zona no explorada" resultaba ser el desagüe del edificio.
-Ésto es...
-¿Asqueroso? -completé.
-Para de una vez de completar mis frases, me asustas.
Reí por lo bajo.
Un militar asustandose de una copia de él... era un escenario muy raro.
Caminamos durante cinco minutos, chapoteando entre el "cieno" y el agua negra cuando por fin, apareció una luz.
-¡Por fin! -dije corriendo.
-¡Eeepa! -dijo Aarón agarrandome del cuello de la camisa para no caer al mar.
Tragué saliva.
-Eso ha estado... cerca -dije.
-Shh -dijo Aarón con el dedo índice sobre la boca.
-¿Qué...?
Aarón me tapó la boca y señaló una bifurcación del túnel hacia la derecha.
Había más luz... y se oían gruñidos.
Fui hasta allí junto a Aarón, apoyando lentamente la suela de las botas en el suelo para no hacer ruido.
Me asomé por la esquina... y ví el mismo infierno desatado.
Eso parecía ser un bunker abandonado, con las paredes salpicadas de manchas de sangre seca, cadáveres en el suelo, infectados devorando sus propias manos y ratas por todas partes.
Me tapé la boca con la intención de no vomitar cuando Aarón señaló hacia atrás.
Señal que significaba claramente "volver".
Di un paso hacia atrás, luego otro.
Giré sobre mis talones cuando de repente oí un chasquido.
Había pisado un nido.
Un maldito nido de pájaros.
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