Haz el loco en el castigo de Pince.

El castigo de Pince fue organizar los libros de primer año, una tarea que nadie quiere porque no hay nada que curiosear. Pince no hubiera permitido que nos entrometiéramos en los libros de séptimo... Sólo pudimos tocar los aburridos "Transformación de tazas y tazones", "Pociones para la risa", "Sueños de duendes y otros cuentos" y "La revuelta II", replicados por mil. Nos pusimos a mirar en los registros de la contraportada, quién podía ser tan perdedor de pedir esos libros. Y había registros del siglo pasado hasta ahora (¿En serio, tanta gente pide este tipo de lecturas?). No había nadie conocido, así que escribimos el nombre de nuestro hermano Ron en el libro del Conejo Pepito y el de Percy en Poesía para brujas enamoradas.

Oliver estaba muy callado, tanto que logró clasificar mil libros en un par de horas. Fred le preguntó si estaba enojado con nosotros. Y él tomó aire antes de responder.

- Sí.

-¿Por qué?- Fred pareció muy sorprendido.

Oliver frunció el entrecejo. Parecía haber chupado un limón.

- No hubiera pasado nada si nos dabas un día libre para hacer la fiesta- comentó mi hermano, mirando su fila de libros con desagrado.

Algo me decía que hacernos los ofendidos no ayudaría. Oliver tiró un libro al suelo, frustrado.

Y el libro comenzó a gritar.

Entre que Fred le pegó un pisotón al libro, que gritó más fuerte, apareció Pince y ahí sí me asusté.

- Fuera- dijo ella, con voz de ultratumba. A veces pienso que esa mujer no está viva, sino que murió en la biblioteca y ahora cuida "el espíritu de los libros" o algo así.

Que triste, morir en una biblioteca.

Al menos, pudimos salir temprano.