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❀ Capitulo 9 ❀

9|| Un desastre inminente.||

Hey Angel - One direction.

Cuando decidí que quería comenzar a ganar mi propio dinero, no se me ocurrió ni una sola cosa en la que fuese buena.

A mis padres no les gustó la idea, en el momento en el que se los planteé hacía casi un año me miraron con horror. Dijeron que suficiente ya tenía con la escuela —por supuesto que no quisieron mencionar los demás factores en vos alta—, e incluso recuerdo haber creído que se ofendieron.

No era malagradecida con la vida que tenía. Mis padres ganaban el dinero suficiente para darnos a los tres lo necesario y hasta más. Pero cuando la cosa con Roger empeoró, fui incapaz de pedirles nada.

Y conversando con Thomson me dio el consejo más raro que le hubiesen dicho a nadie.

Por ese tiempo era la única persona de mi circulo con la que no peleaba cada dos por tres —Ronald no podía verme sin querer ir a matar a Roger, Brenna no hacía nada más que decirme que la estaba cagando y Danielle, bueno, él realmente decidió no opinar, pero su silencio era demasiado ruidoso como para aceptarlo—. Archie Thomson podía hacer muchas cosas estúpidas y sin pensar, pero por alguna extraña razón, mencionar en voz alta lo mucho que detestaba a mí en ese entonces novio, no fue una de ellas. Estábamos en el jardín, acababa de tener una semana de mierda y comenzaba a utilizar los buzos mucho más a menudo porque me hacían sentir más segura que los tops de manga larga delgada, y le comenté que quería empezar a trabajar, pero que no tenía ni puñetera idea de por dónde empezar.

—¿No tienes un libro de esos que lees que te de una idea? —preguntó mientras me quitaba la bolsa de mini zanahorias de las manos para llevarse la mitad a la boca—, seguro que a estas alturas tienes más conocimiento hasta del mismo Kama Sutra que nadie, lo cual me parece tremendamente turbio, no deberías leer esas cosas a los dieciséis.

—¿Qué te hace pensar que esa es la clase de libros que disfruto leer? —Solo me miró con una ceja arqueada y una expresión de "vamos niña, no juegues conmigo" pues sí—. Vale, aunque sea el caso, ¿Qué? No pretenderás que dé clases de sexología, además, lo que leo normalmente está demasiado alejado de esta realidad como para ponerlo en práctica.

No era mentira, por ello me gustaba la lectura, no tenía que ser muy coherente o real para disfrutarse.

—Pues no, pero mínimo pueden ayudarte a pensar un poco, tus padres han dicho que no necesitas trabajar —añadió observándome como si fuese la persona más suertuda de la vida—, y tú estás de terca.

—¿Qué quieres? No les voy a pedir dinero para los condones.

—No es como que les vas a decir que para eso es, tarada.

—Concéntrate, Thomson.

—Eres buena dando consejos. —Habló con la boca llena el Dios de los modales—. Eso sería bueno, si planeas que sea en la escuela, véndelos.

—¿Vender consejos? —pregunté confundida—, no sé ni manejar mi vida, pretendes que crea que tengo pinta de consejera ¿En serio? 

—No todas las personas del mundo practican lo que predican Faith, y repito, se te da bien leer a los demás, eres buena en esto de analizar con la mirada y esas cosas que me ponen los pelos de punta.

—Soy intuitiva.

—Ajá sí, piénsalo, te llenarías los bolsillos y puede ser algo secreto, comenzaríamos a correr los rumores y ya está.

Me pareció una idea sin pies ni cabeza y aun así, me pasé toda esa noche pensando en ello. Tratando de buscar los pros y contras. Llamé a Ronald para pedir su opinión y lo que mi bello y mejor amigo dijo fue:

Es brillante, pueden ser de amor.

¡De amor!

Vaya cosa tan estúpida. Pero mientras los días pasaron más noté que, en efecto, soy demasiado intuitiva con las personas. Siempre sabía cuándo alguien comenzaría a ser pareja incluso antes de que empezaran a salir en público. Me daba cuenta cuando dos personas terminarían mal o cuando parecían la mitad de la otra.

De ahí, una noche sin nada que hacer, tomé la pizarra que tenía en mi habitación, la vacié y comencé a pegar hojas con más y más ideas. Eligiendo precios, clasificando los consejos y cómo los daría, e incluso hice un jodido apartado de términos y condiciones.

—¿En qué tanto piensas? —preguntó Brenna mientras lamia su blizzard como si fuese el amor de su vida—, pareces perdida.

Nah, solo recordaba como comenzó todo lo de las guías.

—¡Oh! La gran mente de Thomson ¿Cierto? —Se veía guapísima, no tenía muchos días que acababa de retocarse la raíz para que su color natural de cabello no interfiriera con el platinado más de lo estéticamente posible.

Estaba segura de que lograría ser de las modelos curvies más famosas del mundo cuando saliera de Reeinder y encontrara una agencia que de verdad la catapultara a las pasarelas.

—Sí.

—Nunca entendí como se le ocurrió —añadió mirándome con escepticismo—, normalmente solo suelta guarrerías.

—Era uno de esos días de claridad. —Para ambos quise añadir, pero mejor me mordí la lengua y me jalé las mangas del buzo hacia abajo por instinto—. No he aceptado ningún trabajo después de Tanner.

Al parecer la mención de mi novio falso fue demasiado abrupta, porque se detuvo y me miró, con los ojos tan abiertos que creí que se le saldrían del cráneo.

—Tanner ¿Eh?

Ughh, no empieces.

—Voy a empezar y te vas a joder. —Estábamos en el centro comercial, ambas teníamos ganas de comprar algo de ropa y la fiesta que habría esa misma noche, fue la excusa perfecta.

No entendía como todos los fines de semana había una, pero al parecer eso era lo que los chicos de último año de preparatoria más disfrutaban.

Me senté en una banca al lado de la fuente de la planta baja y crucé los brazos.

—De acuerdo F, habla.

—No hay nada que decir B, estamos... Trabajando.

—Trabajando —repitió con una ceja arqueada—, disculpa que te pregunte, pero ¿En qué clausula estipulabas en la guía que no estaba prohibido abrazarse cuando nadie los ve?

Ahí me tomó con la guardia baja, disparé la cabeza en su dirección tan rápido que pude partirme el cuello.

—¿Cómo sabes eso?

—Porque soy tu mejor amiga, es mi deber saber esas cosas ya que tú, eres una gilipollas silenciosa.

—No soy ninguna gilipollas.

Bueno... eso puede debatirse.

—Entonces no niegas lo del silencio —murmuró rodando los ojos—, los vi. Estaba buscándote porque sabía lo mucho que te afectó ese ramo y me encontré con la escena que no sabía encabezaba la lista de mis más grandes pesadillas.

Brenna no era especialmente fan de Tanner.

En realidad, ninguna lo era, pero nunca llegué a comprender por qué a Brenna no le agradaba. Siempre decía que tanto él como Hope eran el castigo divino que nos envió la vida por ser tan imbéciles como humanidad.

Pero Tanner no era realmente un imbécil.

Podía ser desinteresado; jamás le prestaba atención a nada y su cara de mala leche desde que tenía uso de razón espantaba hasta a las moscas. Bueno, y quizá también eso de que solo le hablara a sus amigos y a nadie más hacia que la mayoría de los estudiantes no lo quisieran tocar ni con un palo.

Era selectivo, como yo.

—No sé por qué haces tanto alboroto —dije llevándome una cucharada de mi propio blizzard a la boca—, no es lo que estás imaginando.

—¿A no?

—No, siempre ves cosas en donde no las hay.

—¡Oh! Es mejor que te calles, los vi abrazados. A. Bra. Za. Dos. ¿Crees que eso fue mi imaginación?

—Bueno, no, pero...

—Odia el contacto físico. Odia todo lo que tenga que ver con que se le acerquen, lo sabemos desde el jardín de infantes —añadió frunciendo el ceño—, esperas que crea, en serio, ¿Qué no fue gran cosa? por favor.

—Estás alucinando Bren, solo fue un tonto abrazo.

—Vale, vayamos por ese camino —respondió mientras cruzaba las piernas y me quemaba con esa mirada castaña suya que me indicaba que si se me ocurría mentirle, la cosa iba terminar mal—. ¿Por qué coño, por qué en el jodido infierno, permitiste que te abrazara? Él, de entre tantas personas.

Cerré la boca.

Ni siquiera yo supe la respuesta a eso. Normalmente no me quedaba sin palabras, jamás, pero... Recordar ese abrazo solo me dejaba muda. Quería pensar que fue porque en las últimas semanas forjamos una relación que podría comenzar a catalogarse como amistosa, era más que obvio que pasaría ¿No?

—Vale, no lo sé.

—Entiendo que estén fingiendo —miró frenéticamente por todos lados, como si se cerciorara que nadie nos escuchaba—, esto no es más que un trabajo y bla, bla, pero llevan un mes y ya se hicieron amiguitos, ustedes dos —remarcó las últimas dos palabras con más énfasis del que me permití notar—, que se odiaban a muerte.

—Vale, odiar es una palabra muy grande, yo jamás dije que lo odiaba, solo no me agrada.

—¿En presente? —preguntó arqueando una ceja.

Jesús... esa mujer me conocía demasiado para mi propio bien.

—Nada cambió, solo necesitamos mantenernos cerca, es obvio que insultarnos y meternos con el otro no parece tan... De novios.

Contuve un escalofrío.

—Ya.

—¡Es en serio! —aseguré volviéndome a bajar las mangas, acción que Brenna no pasó por alto pero tampoco mencionó.

Sabía que ese tema no se tocaba, por mucho que hubiera trabajado en él y en superar todo lo que significaba estar cubierta. No me gustaba hablarlo así de la nada.

—No te creo. —dijo en cambio.

—Me sentía mal y él estaba ahí, además, sabes que adoro los abrazos —respondí alzando los hombros con desinterés, ella arqueó una ceja y tenía cara de estar muy lejos de creer lo que le decía.

Yo tampoco me lo creí, honestamente.

Abrazar a Tanner fue... Extraño.

Pero no del tipo de extrañeza que te hacía sentir incomoda, fue todo menos incomodo y lo que solté después... Uff, no, no iba a ir por ese camino en ese momento, ella me lo leería en la puta cara.

—Se que te sentías mal —aseguró—, también sé que pediste que te dejara sola. Pero minutos después te encontré en sus brazos, esos brazos que supuestamente llevas aborreciendo toda tu vida, algo no cuadra en tus ecuaciones.

—Mis ecuaciones jamás fallan.

—Pues esta si, admite que algo cambió.

—Por supuesto que no, yo...

—Vale, nueva oración. —Ladeó la cabeza y entrecerró los ojos—. Admite que le tienes confianza.

Cerré la boca ¿Ella en serio preguntó eso?

Bueno, era cierto que le conté algo muy personal. Que lo abracé, que le pedí disculpas y que después dije que detesté verlo mal; pero es que así era yo, no tenía un punto medio entre tratar bien a las personas o quererlas a mil kilómetros de distancia. Conmigo era todo o nada y con él también, sospeché que por ello estábamos teniendo tan buena comunicación.

Nos parecíamos más de lo que ambos nos permitimos admitir antes.

Pero ¿En qué punto estábamos? Honestamente no lo sabía y tampoco quería averiguarlo, no era algo que me quitase el sueño.

Aún.

—No sé qué responder. —Se llevó las manos a la boca por la conmoción—. No exageres.

—¡Dios mío! —murmuró como si acabara de tener la mayor revelación de su vida—, le tienes confianza a Dixon, genial, ahora sí que creo que estoy en el infierno.

—Te pedí que no exageraras —rodeé los ojos una vez más. Me puse de pie y caminé hacia la hilera de tiendas de ropa con ella pisándome los talones—. No sé qué está pasando Brenna, solo nos entendemos mejor y ya.

—Te compró un puto ramo de flores, Faith, nunca en la vida, jamás, el tipo hizo algo así, ni siquiera por la estúpida de Hatice y eso lo sabemos de sobra.

¿Teníamos más conocimiento del que debíamos sobre la antigua relación de Tanner? Sí. ¿Detestábamos a su ex? Por supuesto, era una maldita bullie que no hacía nada más que meterse con todos y actuar como si fuese la intocable de la ciudad. ¿Comenzó a caerme mal cuando me di cuenta del tipo de relación que tenía con mi vecino de toda la vida? Para ser honesta con todos, de nuevo sí, allí comenzó mi repudio por la chica.

No la odiaba, de nuevo, esa es una emoción fuertísima que ni siquiera me permitía sentir por Roger. Pero si la mujer se mudaba de continente, nadie evitaría que yo montara una fiesta que durara un mes.

Sentí el silencio de Brenna, ese que era demasiado ruidoso y que no me gustaba para nada porque sabía qué significaba, me detuve y la miré.

—Dilo.

—No estaba...

—Habla Brenna, rápido.

Soltó un suspiro y me tomó una mano mientras seguíamos caminando.

—Estoy preocupada —murmuró—, eres del tipo que se encariña rápido y él del que no sabe cómo ser un humano funcional. De hecho, me sorprende que todavía no haya cagado el trato.

—Me está pagando. No le conviene cagarla, Brenna.

—Sabes exactamente a que me estoy refiriendo.

A ese paso de tanto girar los ojos iba a quedar bizca.

—Ni siquiera quiero abordar ese tema por la forma en la que lo estás planteando —respondí soltándome de su agarre—, no es Roger, Brenna y jamás lo será.

—De eso no tienes ninguna certeza. —Puede que sus palabras me hubiesen caído como balde de agua fría, pudo ser posible que se me entumecieran todos los malditos huesos del cuerpo y quizá también era demasiado probable que comenzara a enojarme por siquiera pensar que Tanner podía llegar a ser como mi exnovio el imbécil—, no sabe ser responsable.

—Brenna...

—Solo estoy diciendo lo que pienso.

—No es Roger y me parece muy bajo que...

—Ahí te voy a detener. —Me cortó con una mirada cargada de verdades—. Esto, justo esto, yo ya lo viví contigo.

—Es un puto trabajo —contesté a la defensiva—, y no pareció incomodarte nada cuando abriste la boca y dijiste que lo ayudaría si me contaba toda la verdad.

—No sabía que su... —Negó con la cabeza—, sabes lo que haces, solo no confíes tan rápido en alguien que no te ha dado motivos.

—Los ha dado. —Debí callarme, debí cerrar la boca, debí tragarme las palabras, pero en vez de eso, lo que salió pudo ser la mayor verdad que dije en mi existencia—. Siempre me ha cuidado, Vicco y él, siempre. Por muy mal que me llevara con Tanner en el pasado. Siempre han estado detrás de mí.

—Eso tiene todo que ver con tu hermano, cariño, no te confundas. —Vale, ouch—. Y sigues llamándolo Tanner. He pasado por esto contigo, no pienso volver a presenciar como dejas todo por ayudar a alguien que no...

—Brenna, esto no es lo mismo. —Me jodía en el alma que no pudiera hacer nada sin que ninguna persona de mi vida me recordara por lo que pasé—. No estoy enamorada de Tanner. No somos novios de verdad, estamos trabajando para que consiga algo que es muy importante y que no te llegas a imaginar, punto.

—Ten cuidado —añadió—, mucho cuidado.

No se dijo nada más, seguimos caminando en un silencio sofocante, pero Brenna era del tipo que no se disculpaba por decir lo que pensaba. Y aunque apreciaba que se preocupara por mí, casi de la misma forma en la que yo lo hacía por ella, no me pareció justo que sacara a colación algo que no tenía nada que ver.

Seguía lidiando con mi mierda, todos los días, no había mañana en la que no recordara el martirio que fueron los primeros meses del año, pero ya no estaba allí, avancé y tenía un motivo muy sólido para ayudar a Tanner.

Si Brenna no lo comprendía, entonces no podía hacer nada al respecto, no hasta que las cosas avanzaran un poco y ella se diera cuenta de que Tanner no estaba jugando.

O al menos eso esperaba.

Ella se preocupaba, me amaba mucho y quizá lo que me vio vivir le afectó más de lo que en ese momento me digné a notar, pero tampoco podía obligarla a que me lo dijera o intentar adivinar exactamente qué parte de todo la lastimó más. Si yo la hubiese visto en la calidad en la que yo me encontraba, no creo que estuviera actuando diferente.

Simplemente era... Complicado.

—Voy a sacar dinero —mencionó señalando los cajeros detrás—, ¿Necesitas?

—Traigo suficiente, apresúrate.

—Sí señora. —Me dio una palmada en el culo que disipó la tensión que nos había acompañado y trotó hacia el otro lado del lugar mientras me lanzaba un guiño.

Idiota, como la quería.

Decidí tomar asiento y vagar por Instagram para no aburrirme, la fila no se veía muy larga, así que la espera no tendría por qué superar los diez minutos.

Estaba ansiosa por hacerme de un par de mom jeans que vi en un aparador hacía algunas semanas, mi ropa de salir comenzaba a ser repetitiva y la estética de los buzos y overoles nunca me pareció muy buena para las fiestas, por eso tenía dos secciones en el armario.

Por las noches me sentía un poco más... Valiente. Cómo si fuese Hanna Montana. Era divertido.

—Pero si es mini Hope. —Coño, lo último que me faltaba.

No necesitaba dar la vuelta para reconocer su voz o el mote que me puso ni bien comenzamos el secundario, aun así, no evitó que me tensara y soltara una maldición

—¿Puedo sentarme?

—Susanna.

Sí, lo dije de mala manera y no porque me molestara tener que verla fuera del colegio, eso me daba igual, éramos competitivas la una con la otra, una de esas rencillas medio sanas. Fue así desde que nos dimos cuenta de que el primer lugar en calificaciones no lo teníamos tan seguro como esperábamos. No podíamos simplemente dejar de esforzarnos por ser las mejores —aunque honestamente, ella llevaba desde el segundo año de instituto sin sacarme de allí—. El problema vino cuando Tanner se coló en la ecuación. Él no tenía a nadie ni remotamente similar que lo pudiera arrancar del trono, incluso con sus problemas de atención y lo poco que el tipo participaba en clase, todo eso lo compensaba.

¿Cómo? Ni siquiera Dios lo sabía.

Susanna y yo nos teníamos la una a la otra para recordarnos que, si decidíamos bajar un poco la guardia, Dixon nos patearía el culo y nos dejaría en segundo y tercer lugar.

No perderíamos contra un hombre, menuda vergüenza.

Pero Tanner ahora jugaba otro papel, uno que sin duda tenía que ser la razón por la cual la chica estaba sentada a mi lado, intentando leerme el rostro.

Sí, cayó redondita.

—Vaya espectáculo hizo ayer tu novio ¿No crees? Todo el mundo habla de eso.

Tan predecible.

De entre todas las personas, Susanna era la única que podría no creer nuestra relación y la que, justamente, necesitábamos que lo hiciera. Fue igual de competitiva con Tanner como conmigo, esto no fue algo sobre nuestra relación, no tenía nada que ver conmigo, Susanna estaba aquí porque quería respuestas.

Sonreí de lado, tratando de ponerle mi mejor cara.

—Sí, lo sé, todo un amor.

Pude haber hecho una arcada, pero me la aguanté.

—Claro que nadie se esperaba esa actitud de Dixon, ya sabes, suele ser... Dixon.

Sí, el tipo era incapaz de ser descrito con palabras.

Claro que cuando lo mirabas, no las necesitabas mucho en realidad, pero eso no importaba.

Foto o fake.

—Bueno, fue algo... Que pasó —respondí acatándome a la historia que tanto él como yo creamos semanas atrás para este momento.

—Claro —contestó con una sonrisa—, pero, aun así, cuando salía con Hatice era todo menos romántico, ¿Cuándo comenzó?

—A finales del verano.

—¿En serio? Creí que cuando entramos seguía dolido por Hati, en fin, creo que me equivoqué.

Esa chica...

No podía todavía comprender como es que solía ser amiga de Hatice. Susanna no era amigable, pero tampoco actuaba como maldita, al menos no la mayoría del tiempo, simplemente sabía lo que quería y no tenía tiempo que perder.

Era decidida y comprendía que tenía todo que ver con que su padre fuera el entrenador del colegio y siempre pusieran en duda si sus calificaciones eran realmente suyas o el principal se las regaló por ser su padrino.

Mierdas.

La mujer era lista.

—La verdad no lo sé, es algo que no me interesa.

La relación de Tanner y Hatice siempre pareció todo, menos una relación.

Recordaba que él siempre lucía más aferrado que enamorado, como si sintiese que sin ella, su vida se iría a la mierda.

Comprendía perfectamente el sentimiento.

—Tienes suerte, ahora es de lo único que se habla.

—Creo que tu mejor que nadie sabe, Susanna, que lo que se habla en el colegio, no siempre es verdad —¿Pude parecer una total perra por decirle eso? pues sí, pero necesitaba que mordiera el anzuelo, no sabía si tendría otra oportunidad y atacar su lado competitivo era la única forma que sabía la haría interesarse—, está conmigo y dudo mucho que tu amiguita logre siquiera volver a acercársele.

Las palabras tuvieron el efecto adecuado, porque su sonrisa creció hasta que iluminó su rostro con algo más que curiosidad.

Jodidamente perfecto.

—Ella quizá no Lawrence —añadió—, pero nunca se sabe, es el chico más listo del colegio y también es muy guapo...

Vamos, vamos.

—No es que alguien no lo sepa.

Y se fue de allí sin decir nada más.

¡Oh cielo si tú supieras!

Yo:
Susanna cayó
Acabo de verla en el centro comercial y creo que me amenazó
Raro del nivel de Vicco en su primera borrachera.
Y demasiado obvio para lo competitiva que es con los dos.

Tanner:
Necesito todos los detalles.

Yo:
Ajá
Mencionó a tu ex.

Tanner:
¿En serio?
Lamento el trauma.

Yo:
Me sentí como en una de esas películas
en donde la chica mala intenta intimidar a la chica buena.

Tanner:
Vale, ¿Por qué Susanna es la chica buena?

Yo:
Imbécil.

Tanner:
;)

Negué con la cabeza pero no pude disimular la sonrisa que me apareció en el rostro, empezaba a aceptar que Tanner Dixon era capaz de bromear.

Muy a su manera, claro, pero podía hacerlo.

Y era un poco... Tierno.

¿Esa era Susanna? —Brenna llegó a mi lado con el ceño fruncido y los brazos cruzados, si había alguien a quien ella detestara más que a los hombres y a Tanner, era Susanna.

Pelearon a inicios de nuestro primer año por un comentario que Susanna quiso hacerle a Brenna, de esos que iban directo a sus inseguridades. Porque a veces las adolescentes podíamos ser mezquinas cuando nos lo proponíamos y estábamos muy pequeñas en ese entonces como para comprender que no se mencionaba el cuerpo ajeno.

Pero mi mejor amiga como la reina que es, le dio una cachetada tan fuerte que temí por los dientes de Boomer.

—La misma.

—¿Que te ha dicho? —preguntó mientras caminamos hacia las tiendas de ropa una vez más.

—Me amenazó, creo.

—Esa maldita...

—Todo demasiado predecible.

—De entre todas las personas —murmuró—, solo espero que Dixon sepa en donde se está metiendo.

—Será su problema —respondí restándole importancia—, lo único que yo necesito hacer, es que la chica se fije en él, es todo. Lo peor que le puede pasar sin embargo, es enamorarse de ella.

—O de ti.

Le golpeé el brazo y ella soltó la carcajada más ruidosa del mundo que provocó que varios adultos nos miraran con el ceño fruncido por el escándalo.

—Eres una idiota.

—No digas que no lo pensaste, babosa. —No admitiría eso ni muerta.

Entramos a la primera tienda en la línea y de allí lo que se suponía sería un día de compras tranquilo y relajado, terminó siendo uno del tamaño de "Tengo problemas con las compras".

Las ventajas de estar fingiendo una relación con un idiota que me pagaba por semana más de lo que debería, era que me podía dar estos lujos y aun así tener de sobra para mi boleto.

Ron y Danielle avisaron que estarían en mi casa cuando salimos de la última tienda, al parecer, mi mellizo mayor tuvo la brillante idea de invitar a sus amigos —y por lo visto a los míos—, a la piscina.

Lo que me faltaba, una tarde de chicos de Hope.

A como el imbécil dejara todo el jardín hecho una porquería, le cortaría las piernas y se las daría a Brave para que las agarrara de maracas.

—Por cierto —dije mientras nos dirigíamos al estacionamiento—. ¿Qué pasó con el fotógrafo? No me has puesto al día con eso. —Paró de pronto, como si la hubieran pateado en la espalda, tenía un gesto ilegible y palideció lo que quizá fueron cinco tonos—. Vale, ahora sí que necesito un recuento de daños.

Soltó un suspiro y me miró.

—No tienes ni idea.

—¿Quién era?

—Un imbécil, por supuesto, ya hasta se me había olvidado. —Estaba mintiendo, lo supe por la forma en la que jugó con las llaves de su auto entre los dedos, no pareció decepcionada—. No fue para tanto, tenías razón.

Mjum esto me huele a basura.

Sí, pero tampoco quise presionar, en su lugar dije:

—Creí que decías que era el amor de tu vida.

—¡Oh créeme! —Añadió entre risas—, no lo es ni por asomo.

Cortó el tema sin darme más contexto, quizá después lo haría, era raro que no diera detalles sobre algo que le importaba.

Hope, Matt, Danielle, Thomson, Beau, Ronald y Vicco se encontraban en la piscina de la casa, haciendo escándalo y tomando cervezas a diestra y siniestra. Demasiada testosterona en el aire. Irían a una fiesta por la noche ¿No se podían esperar?

—¡Pero si son las luces que iluminan mis ojos! —gritó Ronald corriendo hacia nosotras empapado hasta los pies, eso no evitó que nos abrazara a la fuerza.

Idiota intrusivo, como le encantaba jugar con nuestro espacio personal.

—Me has ahorrado el baño de hoy —murmuré mientras me limpiaba las gotas de agua que me cayeron en la cara, respondió con un guiño.

—¡Aléjate de mí imbécil! —Gritó Brenna, pero claro, como a Ronald le importaba muy poco irritarla y quedarse sin bolas, volvió a abrazarla.

Negué con la cabeza una vez más mientras me alejaba para saludar a Danielle y a Thomson con un abrazo y meter las bolsas al salón.

—¿Qué hay? ¿Has ido a torturar a alguien ajeno a tu familia? —preguntó Hope dándome un pequeño beso en la mejilla cuando salí de nuevo al jardín.

—No, para eso te tengo a ti.

—Yo también te amo hermana.

—Yo no.

—¿Qué es todo eso que traes? ¿Fuiste a asaltar una tienda de esas que papá no tolera ni ver por los precios? Espero que te hayas acordado de mí.

A Hope no le importaba si llegaba a cometer un delito, solo le interesaba que me hubiese acordado de él antes de ir a la cárcel.

Por otro lado, lo que no pasé por alto, fue la falta de abrazo. Hope siempre, siempre me abrazaba cuando llegaba de algún sitio. Y cuando lo escanee mejor, me di cuenta de que estaba tenso.

Mi hermano, tenso.

Ou, ou.

Hope era un alma libre y relajada, como mi madre. Las pocas veces que lo vi alterado nunca fue por una buena razón.

—¿Qué pasa? —susurré pero solo negó con la cabeza dando por cortado el tema.

¿Qué se traían todos hoy con darme cortón?

Al inspeccionar el lugar sentí la falta de alguien. Alguien que normalmente se encontraba al otro lado de la piscina, sentado con su cara de gruñón mientras prendía el asador y cocinaba.

Tanner sabía cocinar y muy bien, era quien los alimentaba porque entre Hope y los demás, podían poner a hervir agua y se les quemaría. No estaba el asador prendido, ni el olor a comida y mucho menos un fortachón de 1.92 con cara de odio lanzándome miradas asesinas.

¿En dónde estaba?

—Vicco ¿Y tu hermano? —pregunté sin mucho interés.

Ya.

—Casa, ya sabes, de hecho me dijo que te dijera que no irá a la fiesta.

—¿Dixon faltando a una fiesta? —preguntó Beau—, ¿Que le hiciste Lawrence?

—Vete a la mierda —contesté rodando los ojos mientras el moreno comenzaba a reír.

—Son esos días del mes en el que ni él se soporta —añadió Vicco—, ya te digo hermano, es mejor no verlo.

Pero cuando la mirada de Vicco chocó con la mía, pude leer entre esas líneas la verdad, la conexión de los mellizos menores era algo real y Vicco y yo la teníamos muy bien entrenada. Incluso para que ni siquiera nuestros hermanos mayores lo notaran. Asentí y fue todo lo que tuve qué hacer para que Vicco se adueñara de la atención y me permitiera huir de allí sin ser muy obvia.

Salí corriendo hacia la calle en dirección a la puerta trasera de la mini mansión que era la casa de los Dixon.

El coche que su padre ocupaba con regularidad no estaba en el gigantesco garaje, lo que significaba que decidieron dejarlos solos el fin de semana, jalé la pequeña puerta de madera a la que ya estaba acostumbrada a abrir sin preguntar y entré.

Francia se encontraba en el patio, deambulando como alma en pena, me vio, la vi, e ignoró mi presencia.

Buena chica.

Subí las pequeñas enredaderas del otro lado de la pared blanca que daban justo a la ventana de Dixon. Esperaba que no me fuera a caer o probablemente mi corta vida terminaría en un pestañeo.

Debí haber tocado el jodido timbre.

Llegué a la ventana sana y salva y lo vi, sentado en el piso con un libro en la mano. ¿Él estaba leyendo? Nah, a ese se le había ido la cabeza. Toqué la ventana con miedo a que me fuera a apedrear por creer que era un ladrón, pero percibí como saltó del susto y mandó el libro a volar.

Pobre libro.

Merece una vida más digna, lo robamos y hacemos como si nada.

Excelente idea.

Se acercó con cara de confusión y una sonrisa juguetona en los labios.

Lo que no vi venir es que él abría la ventana al mismo tiempo que yo me acercaba, porque de haber sido así, hubiera previsto el golpe que recibí en la barbilla con la orilla de esta y que provocó que saliera disparada hacia atrás y me cayera de culo.

¡Carajo!

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