¿Un espía en el palacio?
Las heridas emocionales eran demasiado recientes como para olvidarse de ellas. El emperador aún no podía creer que su hijo menor hubiese cometido una aberración como la que hizo durante el ocaso anterior.
Todo apuntaba a que ese sueño pronto se le haría realidad, pero nada podía hacer, si él decidió ir tras ella y lo más grave: renunciar a su condición de realeza le condenaba más ante los ojos del pueblo... y de él.
A pesar de que ambos estaban hablando de la manera más tranquila, aunque apesadumbrada, Shun había estado sintiendo escalofríos esporádicos en su columna vertebral y además de eso, su piel ardía de manera sutil justo en el área del tatuaje con forma de dragón; era una sensación extraña, pero que juraba ya había sentido con anterioridad en algún momento.
A todo eso, el tema de conversación estaba más interesante que cualquier malestar ocasionado por lo nublado del día, lo cual era lo más lógico y seguro de pensar, así que Shun ignoró lo que sentía.
—Yo presiento que él volverá, entrará en razón, ya lo verás —afirmó Shun, mientras sorbía un poco de té, ese que ya desde un tiempo corto, disfrutaba con su padre para hablar sobre muchas cosas, pero sobre todo sobre su deber con el pueblo en un futuro.
—Hijo, él renunció a ser un príncipe —comentó con dolor, ese que intentó apaciguar tras otro trago de bebida tibia—. Eso significa, que ha renunciado a ser mi hijo también y eso es una decepción que me llevaré a la tumba.
—Pero padre, no digas eso por favor, es imposible que se pueda desistir a un cargo que fue conferido por herencia biológica, es decir, nadie quitará que Yun seguirá siendo de sangre azul —afirmó Shun con la convicción resonando por toda la habitación.
Heng suspiró y volteó a ver hacia el horizonte. Ya no había palabras que le brindaran consuelo sobre ese tema.
—Quien me preocupa por ahora es la pobre señorita Nian, ella fue la víctima en todo este asunto. No tengo corazón para echarla y a pesar de que se encuentra herida emocionalmente, no ha hecho por enviar a su familia a buscarla y por ahora no tengo ánimos de hacerles saber lo que pasó.
—Si quieres yo cumplo ese encargo, no tengo inconveniente para contactar a la familia de la señorita. Puedo hacerlo ahora si gustas, padre —aseguró Shun, mientras hacía por levantarse, pero Heng levantó la mano para que no lo hiciera y negó con la cabeza.
—No es necesario, aún no tomaré esa decisión. Prefiero que se despeje aquí antes que vaya a hablar con el hígado de tan bochornosa tragedia y ganemos otro enemigo. Dejemos que las aguas se calmen, no quiero que llueva sobre mojado.
—Pero qué elocuente eres, padre, por eso te admiro —Shun asintió ante esas palabras de Heng y se sentó más relajado en su asiento.
—Cambiando de tema ¿Qué haremos con Jin? Por más que le digo que haga una buena tregua con su prometida, el muy terco no cede y no puede ver a la señorita Anong ni en pintura, ni ella tampoco, padre. Parece que libran una batalla campal cada vez que cruzan palabra —Shun terminó de un trago su té, en verdad le estresaba encontrarse con aquella situación tensa entre su hermano y su prometida.
—Hay que darles tiempo a esos dos. Con que no salga con otra sorpresa trágica como Yun, será suficiente, porque a este paso moriré de un ataque al corazón —Se quejó el emperador con el ceño fruncido.
—Padre, yo me aseguraré de que eso no ocurra —dijo con convicción y Heng sonrió complacido.
—Ese es mi hijo, así me gusta, que intervengas en todo lo que podría perjudicarnos —Un sirviente recogió la tetera y tazas, para retirarse tras una reverencia.
—Si tan solo lo hubiera hecho con Yun... Estoy seguro de que nada de esto hubiera pasado —Se lamentó Shun mientras negaba con la cabeza y se cruzaba de brazos.
—Yo tampoco actué a tiempo a pesar de que el sueño me habló —dijo Heng—. Pero es que la muchacha resultó ser eficiente en las artes marciales y no solo eso... Te salvó la vida. He de reconocer que, de no ser por ella, tú posiblemente no estuvieras entre nosotros.
—Eso sí es cierto, de hecho mi sentimiento de gratitud aún permanecerá, mas no mi aprobación a lo que le ocurrió a Yun por su culpa —Shun frunció el ceño.
—Concuerdo contigo, hijo. Bueno, tú tienes mucho que hacer y yo también —Heng se inclinó hacia adelante para levantarse.
—Padre, algo más... —El emperador se quedó como congelado y elevó las cejas para prestar atención a su hijo.
—Yo... —carraspeó para preparar su frase con más seguridad—. Me gustaría que consideraras dejarme más tareas en Ciudad Prohibida... Quiero conectar con el pueblo, ganarme su confianza, sabes a lo que me refiero, padre, y es una petición que nace de mi corazón.
En parte aquellas palabras eran ciertas, por otro lado, no podía decirle a su padre que aquello fue influencia de su prometida, tenía que sonar como algo salido de él mismo.
—¿Y desde cuando se te ha ocurrido algo así? —Heng se vio sorprendido por lo que su hijo heredero le había dicho—, eso sí que no se lo esperaba, porque siempre le ponías peros cuando hablaba de algo en relación a la ciudad.
—Digamos que, quiero ganar todo el terreno posible, cambiar mi perspectiva en cuanto a la gente de la ciudad, conocerlos. Ya sabes... Lograr ser un gobernante amado por Ciudad Prohibida.
—Amado... —Ese era justo el mote de cariño que le tenían a Jin, Heng frunció el ceño— ¿Acaso temes que la población no te ame tanto como a tu hermano? No deberías compararte con él.
Aquella pregunta lo hizo sentir exhibido de inmediato, pero no deseaba evidenciarlo, así que mantuvo su expresión firme e inmutable.
—Padre, entiéndeme... Aspiro a ser el mejor emperador que China haya tenido.
Heng analizó aquella petición de su hijo y no le pareció una mala idea, después de todo, sentía que asumiría el gobierno antes de lo que se imaginaba.
—Si esto no va a provocar ningún altercado entre tu hermano y tú, puedes tomar algunas de las tareas de Jin por un tiempo —el emperador se encogió de hombros—. Te dejo ese encargo, habla con Jin y me comentas qué harás.
—Así lo haré, padre —sonrió complacido.
Esa era la respuesta que estaba buscando. Pronto él sería el más aclamado, de eso no había duda para Shun.
De pronto, el sonido de una respiración y unos pasos ligeros justo detrás de la puerta de la habitación, sacó a los dos de su amena atmósfera. Alguien había estado escuchando la conversación que Emperador y príncipe heredero habían tenido.
Shun se levantó de inmediato y con rapidez abrió la puerta, mas ya era demasiado tarde, la persona que estuviese ahí –quien sabe por cuanto tiempo–, ya había cruzado el pasillo principal, dejando a padre e hijo, extrañados y con un mal presentimiento enredado en la cabeza.
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Continuará...
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