Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Un amor Legendario

Aparte de la gran sorpresa que Yun se llevó al descubrir que era un alma reencarnada, más antigua que la historia misma, algo más raro había en el ambiente. Pronto notó como Dí lo miraba de una manera perpleja e iracunda y en extremo extraña porque todo ese tiempo había estado ignorándolo lo prácticamente, y al fin se había dignado, pero el joven estaba más emocionado por la revelación que acababa de tener.

—Al parecer nos encontramos nuevamente, como debía ser... ¿No lo crees? —preguntó Yun, con mucha dulzura a Siu, esta vez él ignorando la presencia de Dí.

—No puedo creer la conexión tan grande que hemos tenido durante tanto tiempo, para no perdernos el uno del otro —le respondió Siu, con su voz entrecortada de lo conmovida que estaba al saber que una vez más había acertado y las circunstancias lo habían llevado hacia ella y viceversa.

Ahí Yun pudo notarlo, su armadura parecía haberse escondido dentro de su ser, podía sentir como si todavía la tuviese puesta pero en lugar de portarla lo que estaba vistiendo era una túnica de emperador. No era la de su difunto padre obviamente. Se sentían las hebras nuevas de materiales tan finos que podría jurar era auténtica ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Esa era en verdad la razón por la que Dí lo miraba de aquella manera y al fin el silencio se rompió.

—Así que... me han engañado ¡Me has engañado, mi Fenghuang amada! —se dirigió a Siu, con un dejo de resentimiento en su voz — ¡Pero no solo tú... sino que tú también! ¿Creíste que ibas a pasar desapercibido solo porque esta vez no reencarnaste en el príncipe heredero? —dijo, señalando a Yun, quien con una mirada de desprecio enarcaba una ceja.

Siu apretó los labios, mientras miraba a su amado, quién también la volteó a ver a ella con complicidad, porque pronto entendieron qué era lo que había pasado desde hace siglos atrás.

—Todo este tiempo lo que hice fue apartar al príncipe equivocado, quien se suponía que estaba predestinado a tí. Lo dejé en coma, le envié una prometida dragona, lo humillé en público y ahora... El príncipe menor resultó ser la reencarnación de aquel que siempre te aparta de mi lado —dijo Dí, con voz lastimera.

—Así es, esta vez decidimos hacer las cosas muy diferentes, Dí. Porque después de siglos de batallas sin sentido Yun y yo decidimos resurgir de maneras diferentes, para detener esta masacre milenaria en la que envenenas e involucras a todas las personas sin excepción alguna.

Jin, quien había retrocedido un par de pasos en cuanto la armadura pareció desaparecer en el interior de su alma, estaba perplejo y no podía creer todo lo que estaba aconteciendo con su hermano menor. Sus ojos se paseaban una y otra vez en las ropas divinas que él y su novia guerrera tenían, sin poderse creer del todo lo que estaba pasando y tampoco sin comprenderlo demasiado. Siguió escuchando para tratar de asimilar las cosas, pero una sombra detrás de él lo distraía a cada rato sin saber de qué se trataba.

—Ya basta de hacer guerras para forzar lo que nunca pudo ser, no es justo para las personas y tampoco es justo para nosotros —espetó Siu, permaneciendo de pie, sin acercarse o alejarse.

—Pero si... —Dí titubeo—. Tú y yo nos amamos tanto, ¡Tú me amas! ¡Nuestra relación es algo muy especial, por lo que prometimos luchar a pesar de los estúpidos matrimonios por conveniencia! No entiendo qué es lo que quieres decirme ahora... Que, ¿todo lo que he luchado por nosotros ha sido en vano?

La respiración de Dí era entrecortada y profunda. Sus dientes rechinaban y sus nervios parecían estar saltando de la rabia que sentía, mientras esperaba una respuesta de su amada.

—Te amaba, Dí... Lamento decirte que así ha pasado —respondió Siu, con un dejo de tristeza en su voz—. Quizá hoy es el día en el que voy a hablarte con la mayor franqueza posible, para aclararte la verdad de mi alma.

—Es que, ¡es muy injusto! —respondió Dí —. Desde que el pueblo chino se unió por primera vez, hace muchísimo tiempo, al ser la sucesora líder del clan de Fenguangs, fuiste la elegida para hacer la esposa del emperador Dragón, solo para gobernar y mantener la paz en el pueblo. Tú eras mi novia y por conveniencia te arrebataron de mi lado. Ese es un dolor que no soporto hasta el día de hoy — musitó Dí, mientras temblaba de impotencia.

Siu no apartaba la vista de él. Lo miraba los ojos, con compasión lo escuchaba porque sabía y comprendía el dolor tan grande que él estaba expresando en esos momentos, porque ella lo padeció junto con él desde el inicio, así que no intervino.

Yun, por su parte hizo lo mismo, necesitaba la versión que desde hace siglos no conocía. Conocer la versión completa de esa caótica y pasional guerra.

—La primera vez dolió mucho la separación, e hicimos muchos esfuerzos para encontrarnos a escondidas de tu prometido ¿O no recuerdas? —inquirió Dí—. Arriesgábamos nuestras vidas, prometimos amarnos sin importar qué... Te llevaba una flor de loto y tú también a mí para sellar nuestra promesa.

—Tan claro como el agua, como si hubiera sido ayer lo recuerdo y fue importante, lo juro—respondió ella con la mirada hacia el cielo y jugando con los brazaletes dorados de sus muñecas.

—Yo no lo soporté más, me pareció tan injusto y tú estabas de acuerdo conmigo. Hice toda una Revolución solo por ti, pero el plan falló, porque justo en esa guerra que yo mismo provoqué, moriste por una flecha perdida y es algo que nunca podré perdonarme. El destino te arrebató de mi lado de la peor manera posible.

—Y así al siguiente siglo y al siguiente, siempre veías la manera de hacer una guerra para que pudiéramos estar juntos —respondió Siu, con seriedad.

—Exacto y no importaba cuánto lo planeara la siguiente reencarnación, siempre fallaba, siempre morías siempre era el mismo resultado —dijo entre dientes, Dí.

—Pero sabes... todo iba cambiando, porque cada vez más comenzaba a aceptar mi destino y me daba cuenta que tú no estabas en él. Intenté decírtelo, pero nunca me escuchaste. Que con cada siglo te volvías más malvado, una guerra era más sangrienta que la siguiente y la siguiente y así empecé a odiar en lo que te estabas convirtiendo. Cada vez que yo recuperaba la conciencia me daba cuenta del monstruo en el que te estabas convirtiendo y de lo poco que podía hacer yo por cambiarte.

Di empuñó sus manos, la rabia parecía subir por su rostro pero no dijo ninguna contestación a lo que ella había dicho y eso ofendió mucho a Siu.

—Solo puedo culpar a alguien de todo esto... —espetó señalando hacia Yun, con desprecio.

—Entonces... Mi única culpa fue intentar detener tus locuras, una y otra vez y ponerla a salvo a ella a costa de mi vida también porque con cada siglo la amaba mucho más... Dime ¿Acaso consideras ese es un delito? — inquirió Yun—, porque tu odio siempre me pareció un sin sentido y a ella también le parecía lo mismo.

—¡Ya basta! —gritó Dí, con histeria—. Tú no hables, que no quiero escucharte, me importa un carajo lo que opines. Es que... ¿No entiendes que yo soy el verdadero amor de ella? —Terminando esas palabras Dí se iba a abalanzar hacia Yun, pero Siu movió su mano frente a él.

—No te muevas, que no he terminado —espeto Siu—. Tú mismo lo has dicho, Dí... Eras mi amor, pero ahora te desconozco, comencé a desconocerte desde hace mucho tiempo y poco a poco me di cuenta que mi felicidad comenzaba a ser... Yun, quien intentaba protegerme a toda costa de tu sangrientas peleas, porque nos mataste una y otra y otra vez cansancio y sin remordimientos.

—Si tú moriste fue por que con cada lucha tú quisiste intervenir para detenerme, parecía que solo yo estaba luchando por nosotros. Si ambicioné ser un Emperador, fue solo por ti para estar a tu lado, esa es la única manera en la que podíamos estar juntos y ahora resulta que todo fue en vano —Dí tiró de sus cabellos azabaches.

—¡Eso no es luchar por nosotros!—exclamó Siu—. Poner en riesgo la vida de todos, pasar por encima de quien sea para conseguir lo que quieres, incluso de mí. Sabías que yo siempre moría en el intento y seguiste haciendo lo mismo sin importarte mi vida por un solo segundo. Nunca creí que fueras así, pero siglos atrás, en una de mis tantas reencarnaciones lo comprendí, te perdiste a ti mismo y me perdiste en el proceso.

Después de decir esas palabras que parecía haber sido como dagas hacia el corazón de di. Siu, con paso presuroso y recogiendo la caída de su lujoso atuendo carmesí con destellos dorados, se encaminó hacia donde se encontraba su amado Yun, ante la mirada atónita de todos.

—Proclamo hoy mismo... Mi corazón le pertenece a él y no puedes hacer nada al respecto. Me he ido enamorando de él con el pasar de los siglos y esto se ha vuelto algo muy fuerte, no hay nada que hacer —confesó la joven y tomó a Yun de la mano, ambos entrelazaron sus dedos y observaron a Dí, desde esa distancia.

—No puedo creerlo —Dí cayó de rodillas, por primera vez, se veía vulnerable.

Yun y Siu se acercaron, sin soltarse la mano, de la cual brotaba una luz casi cegadora. Ambos alzaron sus manos entrelazadas y las colocaron sobre Dí.

—En estos momentos te perdonamos, porque lo que hiciste nació de un amor profundo y sincero. Eso nada lo borrará, pero hoy yo te libero de todo esto... Eres libre y puedes descansar —pronunció Siu con dulzura.

—Libérate del rencor y del odio que yace en tus entrañas. Desintegra esos sentimientos ahora... —dijo Yun y el destello de sus manos brilló un poco más, cerniéndose sobre aquel hombre herido.

Tras aquellas palabras, Dí, con lágrimas en los ojos miró hacia arriba. Lo último que vio, fueron las formas del Dragón legendario y del Fenghuang, que se alzaban sobre su cabeza. Él se dejó llevar, cerró los ojos, suspiró y poco a poco, aquel dragón oscuro comenzó a desintegrarse por completo.

Acto seguido, la luz de entre el Dragón y el Fenghuang cubrió toda Ciudad Prohibida. A pesar de que ya era de noche, se veía de día. La gente que se estaba yendo comenzó a regresar, los que se quedaron ovacionaban a aquellas dos criaturas enamoradas. El hechizo de odio se rompió y los dragones liberaron a los humanos que habían habitado.

Los cúmulos de escamas dejaban ver a todas las personas que habían sufrido dichos ataques. Mientras Fenghuang y Dragón danzaban en el cielo a la vista de todos, creando un efecto circular mitad blanco y negro, pronto se dieron cuenta que la armada que los atacó al principio se trataba tan solo de indigentes, personas sin familia que pronto iban buscando el albergue del Príncipe amado.

Los dragones oscuros parecían haber aliviado su rabia y lucían más tranquilos. Jin, quien estaba al lado de aquella dragona que los había ayudado, le secreteó algo al oído y pronto ella tomó la forma de su amada Lin. Ambos, tomados de la mano, llamaron a todos y la gente se congregó en el palacio para darle la bienvenida al nuevo Emperador y Emperatriz de China.

En cuanto ambos cobraron sus formas humanas, una luz en el cielo parecida al sol, dejaba ver a la difunta An y al difunto Heng, saludando al pueblo desde el cielo. Jin y Yun lloraban de alegría al ver a sus padres juntos y felices en espíritu. Pronto Yun y Siu se secretearon algo al oído y llamaron a Jin al sitio alto del Emperador.

—Querido pueblo de China —habló Siu—. Estamos muy felices de haber traído La paz a esta tierra, como debe ser siempre. Nos encanta proteger a los que lo necesitan de una manera especial y es por eso que tomamos una determinante decisión.

Yun tomó la palabra:

—El día de hoy queremos renunciar al cargo de realeza y cederlo a una persona que se lo merece mucho más que nosotros —dijo Yun, con indicios de lágrimas en sus ojos, mientras con su mano jalaba del brazo de Jin y lo situó frente a todos—. Hermano, desde hoy eres el Emperador de China y guardián de Ciudad Prohibida.

Yun y Siu hicieron una solemne reverencia. Jin abrió la boca con sorpresa y la gente ovacionó con tanta emoción. Todos aclamaban al Príncipe amado, en verdad que estaban dichosos con aquella noticia. Jin hizo una leve reverencia y tomó la palabra.

—Hermano... Hace algún tiempo yo hubiera rechazado tal propuesta, no me mal entiendan —aclaró Jin al pueblo—. Es solo que yo pensaba que las obligaciones del palacio me alejarían del pueblo, pero me di cuenta que no es así, que más bien los acercó aún más a mí.

Las personas gritaban de emoción al escuchar a Jin. Yun y Siu sonreían complacidos.

—Por otro lado, como Emperador, quisiera elegir a mi futura Emperatriz, lo cual creo que hará un gran cambio de ahora en adelante... —La gente observaba a Jin con mucha atención, mientras él bajaba las gradas y las volvía a subir junto con una chica, quien era conocida por todos—. Lin... sé que eres un dragón oscuro por naturaleza, pero ante todos aquí deseo expresarte mi amor profundo. Sé que cometiste errores, pero he notado que los has enmendado y que tienes un gran corazón. Eso es lo que te hará una gran emperatriz de China ¿Aceptas ser mi esposa?

—Jin... No sé que decir, no puedo estar parada frente a tantas personas, lo único que se es que me enseñaste a preocuparme por los demás, algo que yo no podía hacer... —El rostro de Lin estaba rojo de vergüenza y emoción—. Pero por tí cambié y sí, acepto ser tu esposa.

El aplauso y las ovaciones no cesaban y Jin y su futura Emperatriz, Lin, sellaron con un beso, una alianza entre Dragones Carmesíes y Dragones Oscuros. Los siguientes días no pudieron hacer una celebración, ya que el luto del emperador Heng imperaba y Shun había desaparecido sin dejar rastro; eso oprimió todos los corazones, pero aun el Emperador Jin y Yun, guardaban la esperanza de verlo con vida, en un no muy lejano tiempo.

En cuanto Siu y Yun vieron que Ciudad Prohibida estaba en las mejores manos, un día sin previo aviso, tomaron sus pertenencias y desaparecieron, dejando a Jin, una nota en la que prometían cuidar a China en cuerpo y alma desde todas las direcciones posibles. Era una promesa sellada para el resto de sus vidas.

Fin.

-_-_-_-_-_-_-_-_-_-

Continuará...

-_-_-_-_-_-_-_-_-_-

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro