Transformación draconiana
Dentro de las paredes del palacio de Ciudad Prohibida, un joven príncipe en silla de ruedas no había dejado de moverse buscando indicios del viejo, quien no había dejado pista alguna de cómo pudo botar una puerta blindada. Para Shun era claro que alguien debía haberlo ayudado, pero... ¿quién se prestaría para tal acto?
Shun había revisado los jardines, pero no encontró nada. Se hizo paso entre todos los pasillos del primer nivel, sin encontrar un indicio de que alguien hubiese pasado por allí.
Al llegar a las bodegas —las cuales estaban oscurecidas porque nadie estaba laborando en ese momento—, sintió el aura del lugar muy pesada, como si de un presentimiento paranoico se tratara.
«Se esconderá por aquí ese maldito viejo? —pensó Shun con desesperación—. Cuando lo encuentre, juro que le cambiaré esa cara a golpes si es necesario».
Buscó un farol para alumbrar el área, ya que deseaba revisar cada resquicio de aquella gran habitación, pero para su mala suerte no encontró nada, así que se limitó a buscar casi a ciegas.
Shun pocas veces se había tomado la molestia de conocer cada habitación y más las de servicio; realmente aquella no era su área, así que botó a su paso muchas cosas al toparse con ellas. La frustración del príncipe se hacía presente con cada segundo que pasaba.
La vista de Shun pronto se acostumbró a la poca luz que llegaba a la gran bodega, así que pronto se acopló para andar con un poco más de comodidad. Sus brazos se comenzaban a cansar por no parar ni un rato para descansar, pero algo lo hizo detenerse.
Justo al fondo de esa amplia habitación llena de objetos, Shun divisó una figura humanoide estática justo en la esquina derecha del lugar. Se restregó los ojos para intentar aclarar su vista y allí se dio cuenta de que el viejo se encontraba allí, justo enfrente de él.
De alguna manera, al príncipe le aterró el hecho de que estuviera así en ese oscuro lugar y sin siquiera moverse o voltearse a pesar del ruido que había hecho al tirar cosas, pero el miedo no le impidió aclararse la garganta para comenzar a hablar.
—Oiga, señor, ¿qué está haciendo aquí? —inquirió, mas no obtuvo respuesta.
Shun frunció el ceño y se acercó un tramo más. El viejo parecía un maniquí inanimado.
—¿Acaso no me oye? Le hice una pregunta, voltee hacia su príncipe, es muy descortés y sospechoso que se haya escapado, que no me responda y que no acate las órdenes —El enojo de Shun comenzó a emerger de su estómago una vez más.
Una risa ronca y grave hizo eco en toda la bodega y le erizó la piel a Shun, quien se limitó a tragar grueso ante aquello. Volteó con rapidez hacia todos lados y lo único que pudo encontrar fue un palo de bambú, el cual tomó y lo apretó con todas sus fuerzas.
Al fin el viejo volteó con una sonrisa que mostraba todos sus ennegrecidos y amarillentos dientes, pero eso no era nada, comparado al brillo que emanaba sus orbes ¿Sería acaso que Shun ya estuviera alucinando?
—¿Quería que volteara... su alteza? —inquirió, arrastrando las palabras, como si de una serpiente se tratase.
—¡U-usted me debe muchas explicaciones! —respondió Shun con la voz entrecortada.
—Pues ahora vendrán las respuestas que usted pide con tanta insistencia —espetó sin borrar aquella sádica sonrisa de su rostro.
La cara del viejo comenzó a descascararse poco a poco frente a un atónito Shun y en aquella bodega no había posibilidades de que alguien escuchara algo de lo que estuviera ocurriendo en ese lugar; el príncipe se hallaba solo en aquella situación.
(...)
La montaña de Yumai estaba tan silenciosa, tanto así que, los murmullos de las mujeres se intensificaban con cada caricia que Mei proporcionaba al príncipe; posiblemente excitadas con aquella situación. Los hombres estaban muy ocupados en atender a Gao, pero más de alguno se quedaba viendo hacia las piernas de ella y a la pose tan provocativa en la que ellos dos se encontraban. De la garganta de Yun salió un gruñido y para nada era de placer y comenzó a moverse incómodo.
—Oye, estate quieto ¿Qué no ves que estamos pasando un buen momento? —inquirió Mei, mientras pasaba su fino dedo por el labio inferior de Yun.
En ese mismo instante, Mei se dio cuenta de que algo no andaba bien. La mirada de Yun le decía todo y aquellos ojos enrojecidos ya no parecían los de un joven ordinario. Su expresión irradiaba demasiada ira.
—Maldición... —musitó Mei con la boca bien abierta y se dirigió a todos sus secuaces— ¡Todos ustedes, salgan de aquí hacia alguna cueva y llévense a Gao y a...
Mei ya no pudo seguir hablando, porque Yun la había empujado con una fuerza increíble que la lanzó casi un kilómetro lejos de él. El príncipe sentía su cuerpo arder en llamas y se dirigió hacia los que llevaban a Gao primero. Pegó un grito tan fuerte que provocó, que todos se taparan los oídos. Su aura también podía divisarse y era roja con destellos dorados.
Las chicas que llevaban a Siu la habían soltado y algunas gritaron escandalizadas, cuando se dieron cuenta que sus oídos sangraban a causa de aquel ruido infernal que salió de la garganta del joven de cabellos largos y negros. A los hombres que llevaban a Gao les había pasado exactamente lo mismo.
Yun no perdió el tiempo y se dirigió directamente hacia donde Siu estaba, la desató y la tomó en sus brazos. Algunas de las mujeres estaban trágicas y no quisieron ni enfrentarse a él. Otras intentaron atacarlo, pero ninguno de sus golpes eran efectivos.
A tiempo otros de los hombres intentaron atacar con armas, puños y patadas, pero tampoco fue efectivo. A Yun lo protegía una especie de coraza de energía bastante poderosa, pero, aunque desató a Siu y la alejó de aquellos rufianes, ella seguía sangrando mucho; ni siquiera su propia herida en el hombro había dejado de hacerlo.
Mientras tanto, Mei se puso de pie y corrió con desesperación una vez más hacia Gao, quien comenzaba a recuperar el aliento y los secuaces llegaron a contarle a ella lo protegidos que estaban por aquella energía salida del príncipe.
Yun se dirigió hacia el monumento del Fenghuang, aunque la duda seguía sembrada en su corazón. Colocó a Siu con mucho cuidado frente a dicha estatua, se quitó sus zapatos, se apoyó en sus rodillas e hizo una reverencia solemne apoyando su frente en el suelo.
En cuanto levantó su cabeza y torso, para quedar hincado frente al monumento, Yun se quedó admirando aquella estatua bien esculpida. Luego de eso buscó su bolsillo para ver si encontraba aquel acertijo que el viejo le había dado. Su mano temblaba al rebuscar y no sentir el contacto del pergamino.
Su pecho se oprimió una vez más mientras veía que el cielo se preparaba para la llegada del atardecer. Quizá aquel documento se cayó con el trajín de tanta pelea, innecesaria y tonta para él.
—No...no —musitó en un hilo de voz y la desesperación ocupó todo el pecho de Yun tras haberse dado por vencido para encontrar el acertijo.
—Oh, sí, claro que sí —escuchó la voz femenina de Mei justo detrás de él—. No creo que hoy puedas hacer algo por tu misión ¿Y sabes algo? Ya me cansé de verte con vida ¡Gao, apresúrate y no seas un inútil, ven!
La ira de Yun volvió a su ser y la volteó a ver con desprecio. Se puso de pie sin bajar la mirada. Por primera vez estaba sintiendo el deseo de matar; una emoción que jamás había sentido en sus veinte años de vida.
—¿Por qué no se largan de una buena vez? ¡Me están haciendo perder tiempo valioso! —exclamó Yun, quien no dudó en acercarse a Mei para propinarle una patada, la cual ella esquivó de inmediato.
—¿Pretendes pegarle a una mujer frágil como yo? Eres un desalmado, príncipe —dijo Mei con un semblante de chica inocente y se lanzó para atacarlo, pero Yun le infringió una patada en el abdomen que la dejó una vez más tendida en el suelo.
Yun sacó su daga del cinturón y se dirigió hacia Mei, pero los secuaces se acercaron a defender a la mujer. Yun derribó uno a uno dejándolos noqueados, porque ya no representaban un peligro para él. A tiempo un golpe tremendo en la cara, derribó a Yun una vez más. Se trataba de Gao.
—¡Métete con alguien de tu tamaño! —Gao se acarició el puño y Mei llegó a su lado.
—Como este es tu último día con vida, déjame decirte que, no solo tú estás en apuros —Mei rió por lo bajo.
«Shun, Jin ¿Estarán bien o ya es demasiado tarde? Madre, resiste un poco por favor. Solo un poco más, te lo imploro».
—Tus hermanos también están en aprietos con la guerra que se desató por esos lejanos lugares de la ciudad, así que, dudo que puedan salvar a An.
—¡No te atrevas a pronunciar su nombre, maldita bruja! Te recuerdo que ella es la Emperatriz de China y además de eso también es mi madre. La salvaré a toda costa —respondió Yun, mientras mostraba la daga y se colocaba en posición de combate.
—Solo si nos logras vencer, pero de verdad —siseó Yao y sus ojos se iluminaron de un color amarillo intenso.
Yun quedó descolocado con aquella vista y al ver a Mei ella también estaba en esas mismas condiciones. En una fracción de segundo los cuerpos de aquella sádica pareja comenzaron a sacar escamas por toda su anatomía. Sus voces sonaban más roncas de lo habitual y sus uñas se convirtieron en unas garras alargadas y puntiagudas que le erizaron la piel al príncipe.
Pronto las pieles de ambos se descascararon y de entre aquel cúmulo sanguinolento, que parecía ceniza volando por doquier, crecieron dos seres enormes de color negro reluciente; justo lo que Siu le había descrito a él hacía unas cuantas horas.
«¿Pero qué demonios? —se preguntó Yun, sintiendo el corazón en la garganta— ¿Se tratarán de... dragones genuinos?». Yun dio un par de pasos hacia atrás, debido al terror que comenzó a sentir, además, deseaba proteger a Siu con todas sus fuerzas.
A tiempo, Siu entreabrió los ojos para toparse con aquella escena en la que, Yun estaba completamente solo a punto de combatir con aquellas criaturas horripilantes, muy parecidas a las que se había enfrentado, pero con una diferencia en tamaño multiplicada colosalmente. Aquellas temibles fieras eran gigantescas y Siu comenzó a temblar, tanto de dolor como de miedo absoluto.
«Debo ayudarlo —pensó Siu, pero su vista se nublaba y no podía moverse, así que vio hacia el monumento—. Por favor... déjame ayudarlo».
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Continuará
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Hola, aquí con un nuevo capítulo de "Ocaso en Ciudad Prohibida" y el caos se ha desatado ¡Al parecer las apariencias sí engañan en ese bosque! Siu solo puede limitarse a ver y Yun tendrá que luchar solo ¿Logrará vencer? Descúbrelo en el próximo capítulo.
¡Gracias por leer! :3
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