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No todo está perdido

No podía escuchar una palabra más, aquello fue suficiente para desatar el caos en la mente de Yun. Aunque en su cuerpo aún hubiera dolor, no se daría el lujo de descansar mientras algo terrible le había pasado a Siu. De un portazo cerró la habitación y aunque no conociera el camino, el príncipe no dudó en caminar por el pasillo en busca de ese médico esquivo.

—¡Alteza, espere! Ay no... Estoy en problemas —exclamó la enfermera para luego morderse las uñas del miedo.

En el camino, el joven se ató su liso cabello en una cola baja sin dejar de caminar. Todos se alarmaban al verlo pasar, pero no se atrevían a dirigirle palabra alguna; solo se limitaban a reverenciarlo.

Yun debía comprobar aquello, lo necesitaba de qué forma; como si su vida dependiera de eso. Miraba hacia todos lados y todo le parecía igual, el blanco comenzaba a provocarle náuseas. Ni siquiera dentro de las paredes del Palacio había sentido miedo al encierro.

Por fin algunos enfermeros intentaron entablar conversación con el príncipe, aunque en vano, porque él no escuchaba razones. En cuanto uno que otro de ellos intentó preguntarle si necesitaba algo, Yun ordenó de inmediato que lo llevaran con Siu, pero lo único que recibía por respuesta eran respuestas negativas y ambiguas.

«Lo mismo... ¡Siempre lo mismo, maldición! —pensó Yun mientras caminaba errante por aquel hospital, con la respiración tan fuerte, que hasta él sentía que una vez más su ira incontrolable podría surgir—. Ella tiene que aparecer o yo dejo de llamarme Yun Qing».

Los gritos y murmullos se hicieron presentes en cuanto Yun comenzó a revisar puerta por puerta, echándolas para abajo con sus fuertes brazos. El autocontrol una vez más se había desvanecido. Un remolino de caos se desataba desde la punta de sus pies hasta la punta de sus cabellos.

Cada puerta que destrozaba dejaba al descubierto a alguna persona convaleciente y no había rastro de Siu por ninguna parte, pero en una de ellas vaya que estaba el médico jefe, el cual estaba sentado en su mesa tan tranquilo, que aquello solo incrementó el enojo de Yun.

En cuanto el médico notó a aquel príncipe iracundo, no hizo más que arrodillarse y elevar sus manos temblorosas ante él, para luego cubrirse con ambos brazos en señal de defensa, a lo cual Yun reaccionó tomándolo del cuello de su bata para elevarlo al nivel de su rostro. El hombre seguía teniendo movimientos involuntarios que evidenciaban lo aterrado que estaba.

—Doctor, me ha tenido esperando todo el día y luego de todo eso tiene el atrevimiento de evadirme —musitó Yun entre dientes—. Déjeme decirle que mi paciencia se ha acabado y necesito ver a mi acompañante, ahora.

—Ya... estaba por ir con usted alteza —explicó el doctor con la voz entrecortada—. Pero es que ella... —titubeó y sus ojos se direccionaron hacia los lados—. Se escapó, sí... Eso es, ya no está aquí.

—¡No le creo nada! —el joven príncipe zarandeó con fuerza a hombrecito, que solo se quejaba entre dientes para evitar gritar de pavor—. Lléveme al lugar de donde desapareció ¡Es una orden!

—Está bien, está bien —respondió con premura y sin dejar de temblar—. Lo llevaré a la habitación, alteza; pero le suplico que me baje, por... por favor.

La mirada de Yun se suavizó al percibir el pánico del hombre, eso sumado a las miradas que emergían desde la entrada de la oficina, las cuales también estaban llenas de temor, al fin pudo despabilar de su ira, para bajar al médico de inmediato. Aunque no pretendía ofrecer una disculpa hasta que dicho jefe de hospital cumpliera su palabra y le mostrara qué había ocurrido con su amiga.

—Acompáñeme alteza —dijo el médico un tanto cabizbajo y comenzó a caminar mientras se arreglaba el cuello de su en ese momento, arrugada camisa.

«¿Al fin podré saber la verdad? Espero que sí, o si no que se atenga a las consecuencias», dijo el príncipe para sus adentros y siguió al médico de mediana edad por los pasillos. A su alrededor las personas reverenciaban por donde él dirigiera sus pasos.

El médico caminó por un pasillo oscuro y al fondo había una habitación que decía "Cuidados intensivos"; él parecía no querer abrir la puerta y detuvo su mano con la llave en la manecilla; tomó aire y luego de un par de segundos abrió por completo la puerta para entrar a ese lugar que parecía sombrío a los ojos de Yun.

—¿Por qué este lugar está tan oscuro? ¿No debería tener mejores condiciones una sala de cuidados intensivos? —inquirió Yun con el ceño fruncido mientras volteaba a su alrededor.

En menos de lo que Yun esperaba, el médico se postró casi a sus pies en una reverencia profunda, pero, ¿qué ocurría con aquel señor que decía llamarse médico en jefe? El príncipe lo levantó por los hombros, no deseaba más protocolos, estaba harto de las reverencias sin sentido.

—¿Qué le sucede? ¡Explíquese, porque me está colmando la paciencia! —exclamó Yun conteniéndose para no agredir a aquel hombre por su incompetencia.

—Le pido una disculpa —habló el médico en un sollozo—. Hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance, pero, la señorita Wu...

—¿Ella qué? —cuestionó mientras miraba a su alrededor y allí en la camilla que estaba hasta el rincón, había un cuerpo cubierto con una manta negra.

Los ojos azabaches de Yun se abrieron con incertidumbre y temor. Su corazón se aceleró y tragó grueso. Sin pensarlo dos veces se dirigió hacia la camilla, mientras el médico se quedaba a la expectativa detrás de él.

El príncipe descubrió la manta y allí estaba Siu, con su rostro inerte, sus ojos cerrados y su pecho no se movía en señal de respiro; realmente parecía que su cuerpo ya estaba sin vida desde quién sabe cuánto tiempo.

«No puede ser, esto no puede estar pasando», se dijo mientras sentía venir la pesadez a su cuerpo. Sus ojos se aguaron y miró hacia arriba para no llorar una vez más. Su ceño se frunció de dolor y solo se limitó a tomar su fría mano entre las suyas; ya no había nada qué hacer ni qué explicar.

El sentimiento de impotencia, mezclado con tristeza y enojo se peleaban dentro de las entrañas de Yun, quien se sentía desfallecer con el doble luto. Su amada madre, por la que sufriría eternamente la decepción de no haberla podido ayudar de manera efectiva y ahora Siu... a quien acababa de conocer, pero que le daba la impresión de llevar una vida conociéndola, a pesar de ser apenas unos cuantos días; ese hecho no quitaba el dolor que le provocaba verla allí postrada sin vida.

De inmediato Yun se hincó frente a la camilla, elevó la mano que tenía aferrada a la de Siu y se llevó el dorso de su mano a los labios, para dar un beso de despedida. Al menos a ella sí le diría adiós en cuerpo presente.

«Eras una doncella alegre, radiante y muy valiente... Tu presencia me brindó seguridad cuando me sentía solo en mi misión y aunque el hecho de seguirme para intentar ayudarme nos costara caro a los dos; en verdad me dio mucho gusto haberte conocido. Ojalá el maldito orgullo no me hubiera impedido decírtelo en vida y no esperar a que la muerte me hiciera confesártelo».

Aquel último pensamiento le dolió en el alma, era verdad, ya no podría expresarle lo mucho que apreció su compañía y el dolor aumentó un grado más. En su mejilla corrió una lágrima y se deslizó hasta caer justo en la mano de Siu que él se encontraba sosteniendo.

Yun contempló la indiscreta lágrima, odiaba llorar tanto, pero le era inevitable en esos momentos, pero la voz del médico lo sacó de sus cavilaciones.

—Su majestad... Lamento mucho haberle ocultado lo que nos fue inevitable detener, en verdad tenía esperanzas de que ella despertara del coma, incluso su corazón dio un último signo de vida, pero solo fue un alegrón pasajero —dijo para acercarse unos pasos más. Yun se secó la lágrima y volteó a verlo con atención sin soltar la mano de la chica inerte.

—Le creo, por lo mismo debió ser sincero conmigo cuando pregunté por ella —Yun ladeó su boca con decepción y tristeza—. Yo... me disculpo por todos los daños que mi desesperación causó, prometo repararlos en cuanto me reporte en el Palacio de Ciudad Prohibida.

Yun no pudo decir otra palabra, porque en ese mismo instante sintió un movimiento sobre su mano: se trataba de la mano de Siu que se aferraba a la suya. Esa sensación le provocó una mezcla de pánico y emoción.

—Doctor... Ella acaba de agarrar mi mano —dijo casi en un susurro, para levantarse y disponerse a escrutar el semblante de Siu; en efecto, parecía que respiraba nuevamente.

—Si me lo permite, alteza... La voy a revisar —musitó el médico y se dispuso a revisar los signos vitales de la chica. Se levantó y se dirigió al príncipe—. Esto es justamente lo que ocurre con ella. Respira erráticamente, su temperatura se normaliza, pero su corazón no late; sinceramente es un fenómeno que no puedo explicarme ni a mí mismo. Cualquier médico diría que ella está muerta.

Yun se quedó analizando la situación minuciosamente. Todo era confuso y carente de sentido. Por una parte, sentía que el alma le volvía al cuerpo con tener un ápice de esperanza de que siguiera con vida. La cosa se complicaba con el hecho de que su corazón no latía. «Quizá si la llevo al Palacio allí podremos saber qué le ocurre —pensó—. A lo mejor puedo salvarla».

Sin decir una sola palabra del asunto, Yun tomó en brazos a la chica, que, si antes estaba rígida, en ese momento sus huesos y músculos se habían relajado por completo y la respiración comenzaba a estabilizarse en su cuerpo.

—A-alteza, espere... ¿A dónde la lleva? —inquirió el médico con preocupación.

—Pienso regresar a casa con ella... Algo me dice que va a sobrevivir si la llevo conmigo, tendrá posibilidades de salvarse.

—Bueno... Como usted diga majestad —titubeó en respuesta.

El médico quedó sin palabras, se cruzó de brazos y no pudo contradecirle al príncipe, que se veía tan empecinado con tenerla a su lado. Además, para él era mejor si se lavaba las manos del todo, porque ella estaba en una delgada línea entre la vida y la muerte.

—Necesito un carruaje, estamos listos para marcharnos de aquí —dijo Yun con determinación, a lo que el médico asintió y fue en busca de lo que el príncipe demandaba.

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Continuará

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¡Aquí con un nuevo capítulo! Se ha armado el chisme del pueblo, pero eso no es lo que le preocupa al príncipe Yun ¿Logrará salvar a Siu?

¡Gracias por leer!

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