Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Más que una despedida

Yun caminó lo más rápido que pudo y Siu intentaba seguirle el paso. Era evidente que, a pesar de todo, la presión de sus ocupaciones se recostaba plácidamente sobre sus hombros, sin considerar el cansancio, el agobio o los asuntos más importantes que el príncipe pudiera tener.

El príncipe menor iba tan acelerado y nervioso, que no se dio cuenta de a quién tenía enfrente, hasta que el estridente choque que sintió en su rostro y pecho lo sacó de su ensimismamiento. Siu metió sus manos para que Yun no siguiera de largo al suelo y por poco la fuerza de sus manos ceden ante la fuerza de gravedad y el peso del cuerpo del príncipe.

—¿Pero qué? —inquirió Yun, mientras se llevaba la palma de la mano al magullado rostro y de reojo vió de quién se trataba—. Pero Jin, ¿por qué no miras tu camino?

—Tú eras el que iba distraído, Yun —debatió con una mano en la frente, tratando de apaciguar el dolor del cabezazo que acababa de recibir de su hermano.

En cuanto recobró bien el sentido del presente, Jin notó la presencia de Siu y abrió los ojos como platos.

—Pero... Si eres tú, eh... Wu Siu, ¿verdad? —preguntó apenado.

—Sí, ese es mi nombre, majestad —respondió ella con una sonrisa nerviosa.

—Lamento no recordarlo del todo, pero es que... Ya sabes, padre me tiene ocupado con lo del discurso. Ahora que Shun no está yo soy como su nuevo juguete de tiempo completo... —Jin se detuvo a analizar sus palabras y la premura lo invadió nuevamente— ¡Hermano, el discurso! ¿Qué rayos haces? ¿Sabes de qué humor está nuestro padre? Está que echa rayos porque no estás en las caballerizas con él.

Yun rodó los ojos e hizo un ademan a su hermano para que guardara silencio.

—¿Qué... no piensas ir? —Jin abrió los ojos con sorpresa—. Hermano, me estás asustando ¿Desde cuándo le llevas la contraria a padre?

—¡Callate, no le estoy llevando la contraria! Solo necesito darle algo a la señorita acá presente y de inmediato voy —espetó Yun con el ceño fruncido— ¿Sabes qué? Ve y cúbreme con padre, por favor. Distráelo, haz lo que sea necesario.

Yun dio un leve empujón a su hermano, que esbozó un semblante de pocos amigos.

—¿Ves, señorita, cómo trata Yun a sus propios hermanos? —dijo Jin a Siu—. Eso no se hace, pero está bien, veré que demonios me invento.

—Muchas gracias, alteza por comprender —se atrevió a decir Siu con una sonrisa que ablandó el semblante del príncipe Jin.

—Si tú lo pides así de amable, es un placer —respondió Jin con una leve reverencia y un guiño que sacó una risita en Siu e hizo rodar los ojos de Yun.

—Apresúrate, hermano —suplicó el príncipe menor.

—No te preocupes y apresúrate tú, ¿quieres? —Jin se llevó dos dedos a la frente y los direccionó hacia su hermano para desaparecer por el largo corredor hacia donde el emperador impaciente esperaba.

—El príncipe Jin es un amor de persona —comentó Siu aún con la sonrisa dibujada en su rostro.

—Tiene su lado amable —comentó Yun con un dejo de ironía y resignación—. Vamos, Siu, no tenemos mucho tiempo —añadió y por inercia su mano se aferró a la de ella.

—Príncipe... no —musitó ella pero él fingió no escuchar y la jaló con suavidad, para comenzar a caminar ambos presurosos y muy cerca ante los ojos de algunos sirvientes, cosa que Siu notó de imediato y la angustia se hizo presente en su pecho por unos momentos.

Pronto el príncipe menor y la aldeana legaron a una de las tantas habitaciones que formaban parte del segundo nivel del palacio de Ciudad Prohibida.

—Ya llegamos —dijo Yun un poco agitado por la presurosa caminata.

Siu vio hacia todos lados. Era una alcoba muy bonita, donde había una mesa grande de madera muy fina. Las paredes estaban llenas de pinturas alegóricas a las grandes hazañas de los emperadores a través de los tiempos y no podía faltar una que otra silueta del Fenghuang y por supuesto, del Dragón.

—Qué bonito lugar —comentó Siu, sin despegar la vista de la decoración pomposa de la estancia, llena de acabados dorados en las esquinas del blanco techo y el olor del incienso invadió sus fosas nasales, llenándola de una tranquilidad inexplicable.

—Lo es... Esta es una de las recámaras de reuniones reales, ya sabes, para recibir visitas importantes, como la que tengo enfrente ahora mismo —dijo Yun sin apartar la vista de Siu.

La joven volteó a verlo un poco consternada.

—¿Pero qué dices, príncipe? ¿Por qué me has traído acá? Yo no soy nadie importante —espetó Siu, mientras negaba con la cabeza.

—Pues, para mí lo eres —soltó Yun mientras se volteaba para dirigirse hacia una de las esquinas de aquella gran habitación.

Esas cuatro palabras y el nerviosismo calaban hondo el el pecho de Siu, porque sabía que ella no debía permanecer allí y de ninguna manera deseaba poner en altercados a Yun con su padre el Emperador de toda China, algo podría salir demasado mal si la máxima autoridad se enteraba de eso.

Yun regresó hasta don de ella estaba y los ojos de la joven se abrieron como platos al ver que Yun llevaba flechas y un carcaj nuevos, los cuales extendió hacia ella.

—Espero que esto te ayude siempre —dijo Yun con una sonrisa y deleitándose con el gesto de asombro de ella, pero en un par de segundos fue perdiendo fuerza y la sonrisa de la joven desapareció.

—Príncipe Yun... no puedo, es que —titubeó Siu sin poder evitar sentirse como una niña con juguete nuevo y a la vez sin creerse lo que estaba pasando.

—No te estoy pidiendo nada a cambio, solo sé que eres muy buena con el arco y las flechas. Además, sé que necesitas esto para defenderte y dentro encontrarás algo más; ábrelo cuando ya estés lejos —Yun movió con suavidad el carcaj frente a ella—. Tómalo, es tuyo y no aceptaré un no por respuesta.

Los ojos de Siu se aguaron un poco, evidenciando lo conmovida que estaba ante el gesto de él. Sus manos dudaron un poco, pero lentamente se acercaron y tomaron el carcaj y la bolsa con flechas, aquella que tenía capacidad para el doble del que ella poseía.

A todo eso, Yun se disponía a observar sus reacciones detenidamente y sonreía complacido.

Los ojos de la joven se detuvieron para escrutar aquel obsequio tan especial. El argo era de muy buen tamaño y la madera desprendía un olor fresco; era evidente que nadie lo había utilizado antes. Además las flechas se veían resistentes y flexibles.

Siu sacó una para revisarla y era de muy buena calidad y la guardó de inmediato; tan agradada se sentía, que no pudo ocultar su sonrisa; aquel había sido un onsequio sin duda especial.

—Es algo rústico, pero es de las mejores armas que posee nuestros soldados. Me hubiera gustado que fuera algo más elaborado para ti, pero ya no queda tiempo para eso —bufó Yun con impotencia ante las decisiones repentinas, descabelladas y toscas de su padre, pero tampoco quería contradecirlo más.

Una corriente de euforia recorrió la espina dorsal de Siu, la cual no pudo controlar por mucho tiempo

—¡Muchas gracias! —gritó Siu y sin pensarlo, se lanzó a los brazos del príncipe, quien se vio sorprendido con la reacción de ella, pero rápido la rodeó con sus brazos y cerró los ojos para disfrutar aquel delicado contacto de su esbelto cuerpo que lo hacía delirar.

Siu tomó la iniciativa de separarse, aunque Yun no quitó sus manos de los brazos de ella, lo cual evidenciaba que la quería cerca y el hecho de pensar eso la estremecía de pies a cabeza.

—Perdón, yo... me emocioné —dijo Siu con las mejillas acaloradas mientras intentaba echarse al suelo para reverenciarlo como se debía, pero él la detuvo e hizo que se enderezara.

—No hay nada que disculpar, Wu —respondió Yun sin soltarla y con el corazón acelerado, pero ella a tiempo retrocedió un par de pasos.

—Bueno... Creo que es hora de irme de aquí y obedecer a su majestad. No quiero importunar. Ha sido bueno conocerte y me hubiera gustado invitarte a derrotar más dragones y todo lo que eso implica... —rió sintiéndose un poco tonta—. Pero bueno, ya no será posible.

—Oye, pero yo... —dijo Yun, sintiendo como si las palabras se agolparan en su garganta y no desearan salir.

—Adiós —Siu con una reverencia sutil, remarcó esa última palabra que a Yun se le clavó como un cuchillo en el estómago.

Siu se dio la vuelta para comenzar a caminar, pero el príncipe la interceptó y se paró al lado de ella antes de que se acercara a la manecilla de la puerta, lo cual la hizo voltear, sobresaltarse y abrazar su carcaj y flechas.

De manera casi automática, Yun apoyó sus manos en la puerta, prácticamente acorralando a la joven, que con aquella acción había quedado paralizada y algo electrizante en su pecho y estómago le comenzaban a nublar la cordura.

—Príncipe Yun, ¿pero, qué haces? No me asustes de esa manera —reclamó con la respiración agitada.

Cuando Siu elevó su mirada pudo notar que la expresión de él era todo un enigma que no podía descifrar ¿Querría él decirle algo más? ¿Y por qué su corazón delator comenzaba a latir desbocado? Quizá era porque él estaba peligrosamente cerca.

—¿Podrías dejar de decirme "príncipe" y comenzar a tratarme como lo hacías antes de saber lo que soy? —La respiración de Yun se escuchaba agitada, tal y como a ella le estaba ocurriendo.

—Yo... No sé si sea buena idea que te llame de otra manera. Eres un príncipe y... el emperador ordenó que yo me fuera de aquí —susurró con angustia casi en un hilito de voz y las pulsaciones rápidas en su corazón la hicieron tragar saliva.

—Escucha, no puedes irte aún —bufó Yun negando con la cabeza—. Debemos descubrir qué se traen los dragones y unir fuerzas. Hay tanto que resolver tú y yo.

—¡Qué no diera porque eso fuera posible, alteza!, pero... Nos tocará averiguarlo cada quien por nuestra cuenta de aquí en adelante. Yo debo ir en busca de mis padres y tú... quedarte a cuidar a toda China —Siu se abrazó un poco más a su nuevo carcaj para apaciguar la melancolía que la comenzaba a invadir.

La respiración de Yun sonaba intranquila y un gruñido de frustración salió de su garganta.

—La vida es muy injusta —se lamentó Yun con resignación—. Pero daría lo que fuera porque te pudieras quedar un poco más, para luchar juntos.

—Y a mí no me molestaría eso... —analizó Siu con un dejo de ilusión que la hizo desviar su mirada de Yun y sonreír—. Hasta podríamos buscar la forma de deshacernos de ellos, recuperar a las personas que fueron víctimas de este complot.

Siu colgó el carcaj y el arco en su hombro de manera involuntaria.

—Encontrar a tus padres también —respondió el príncipe con suavidad mientras por inercia bajaba su rostro un poco más hacia la distraída Siu.

—Sí, eso suena maravilloso —respondió ella con su vista en los alrededores de esa recámara, pero más ensimismada que otra cosa—. Yo podría entrenarme mucho más para ser más fuerte ¡Y el pendiente!, tengo que hablarte sobre...

Cuando Siu devolvió su mirada hacia Yun, se dio cuenta de que, de un momento a otro, tenía aquel bello rostro varonil más cerca de lo que pudo haber recordado; esos orbes oscuros, profundos que la hipnotizaban, la atraparon y no podía escapar de ellos.

—A-alteza... Ya tengo que irme, es en serio —susurró con el ceño fruncido, para intentar cortar aquel trance, pero en cuanto sus ojos se posaron en aquellos labios que ya había tenido a centímetros de los suyos, cayó en un vórtice sin salida.

—Vete entonces... —musitó el príncipe mientras con delicadeza, posó una de sus manos sobre el rostro sonrosado de ella y su pulgar comenzó a acariciar aquella tersa zona que lo invitaba a acercarse un poco más.

Siu, sintió que las piernas le temblaban con sutileza, el calor subió por sus mejillas y allí recostada en la puerta se sentía con menos opciones; las incontenibles ganas de acortar la distancia se hicieron presentes en ella, que no cedió y sin más rodeos se acercó un poco más poniéndose de puntitas, acción que Yun no pasó desapercibida y lo hizo caer más en ese delirio excitante que estaba sintiendo.

Sus rostros se acercaban cada vez más, hasta que finalmente el roce de ambos labios causó una corriente explosiva de sensaciones en los dos. Siu jadeó con suavidad, lo cual provocó que Yun la tomara por la cintura con su mano libre, estrechándola más contra él. La espalda alta de la chica aún seguía apoyada en la puerta.

Ambos se separaron un poco para verse a los ojos una vez más y esta vez, la mano de Siu se aferró a la camisa del príncipe para intentar atraerlo a ella por segunda vez, acto que él comprendió a la perfección y una vez más se acercó lentamente para sentir aquel roce de labios superficial, que los obligó a entreabrir sus bocas deseosas de fundirse por completo y así apaciguar el calor que ambos sentían en sus cuerpos y en sus almas.

Aquel inicio le lo que pudo haber sido un deseoso beso, fue interrumpido por causa de la gravedad, ya que alguien había abierto la puerta desde afuera, sin siquiera aviso alguno.

Príncipe y aldeana cayeron de manera estrepitosa, uno sobre el otro, y provocando un ruido estridente con el arco y flechas que se desperdigaron por el corredor y frente a la persona que los observaba desde lo alto.

-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-

Continuará...

-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro