Los gajes de lo cotidiano
Siu se hallaba en su habitación, acostada en su cama y sintiendo la pesadez en su cuerpo. Por la ventana se comenzaba a colar la luz de un nuevo día y los pájaros habían comenzado a trinar hace unos minutos atrás. Ella simplemente no había podido dormir bien pensando en todo lo que había acontecido la noche anterior; eran demasiadas cosas para una jornada.
La dicha de ver correspondidos los sentimientos que tenía hacia Yun, era evidente, no cabía en aquel sentimiento tan bello que la hacía elevarse por los cielos. Se sentía como si fuera una chiquilla de nuevo, con la ilusión de algo bueno y totalmente nuevo que jamás pensó experimentar. Su corazón latía cual libre colibrí y no podía evitar sonreír al recordar las caricias y besos compartidos con Qing Yun.
De tan solo recordar la forma tan fácil en que él se había acercado a su rostro, realmente no tuvo que hacer el mínimo esfuerzo, tal y como había ocurrido la primera vez. Eso le hizo pensar que ni en sus más alocados sueños hubiera creído caer así de sencillo con algún hombre, menos alguien que tenía bajo los hombros el título de príncipe; de tan solo pensar ese último detalle un escalofrío de miedo y ansiedad le había recorrido la espina dorsal y le hizo recuperar la cordura de sus actos.
«Wu Siu, eres una completa estúpida. Debiste haber rechazado sus afectos ¿Cómo podrás sostener una relación con un príncipe? Jamás va a poder ser posible, quizá dure un tiempo corto, pero no toda una vida, no podrás hacer de él una constante y tú sufrirás las consecuencias, nadie más».
Así se había pasado la joven combatiente toda la noche; recordando los hermosos momentos que había construído junto a ese hombre que había conocido por casualidad y a quien le nació seguir hasta el final, para luego tener una bonita amistad, esa que había cruzado la línea y era mucho más que eso... era amor. Luego no podía evitar caer de nuevo en lo contradictorio de la culpabilidad, ese horrible sentimiento que la hacía chocarse con la cruda realidad.
Pronto la ansiedad la consumió aún más, cuando de manera repentina recordó los interrogatorios de las chicas la noche anterior, en cuanto la vieron llegar con el comandante Qiao.
«Nos tienes que contar todo, no nos gusta quedarnos con dudas, Wu Siu».
«Si en verdad eres parte de nuestro equipo, que sepas que los secretos no van con nosotros, así que debes contarnos de quién se trata».
«Aparte de eso... El comandante salió a buscarte como un loco ¿Acaso tienes algo con él? No lo niegues, Wu Siu, sabemos que le interesas, eso se nota en el aire. Dinos, ¿le correspondes?».
Siu se revolvía entre sus sábanas, sin poder sacarse la sarta de cosas que le habían dicho las demás combatientes; era un grupo difícil de llevar, de hecho le había costado mucho encajar y hacer que vieran que ella no era ninguna favorita de la familia Qing y que no se creía más que los demás, aunque poco a poco le comenzaba a importar poco lo que opinaran sobre su persona; lo que sí le preocupaba era que descubrieran lo que había pasado con el príncipe Yun, eso sí era algo para preocuparse.
«Hora de comenzar el día», se dijo decidida a ir hacia el área de meditación y entrenamiento para comenzar bien su día.
Se levantó con el mayor entusiasmo que pudo sacar de sus entrañas. Tomó su uniforme y se dirigió hacia las duchas de las tropas femeninas; para su infortunio ya se encontraban las chicas bañándose todas juntas, parecía que disfrutaban la conversación a plena mañana. Siu respiró hondo e hizo como si no pasara nada, aunque la ansiedad la estaba atacando duro.
—Vaya, vaya, pero si aquí está la desaparecida de anoche —comentó la mayor de las guerreras.
—Buenos días tengan todas. Oye... No me desaparecí, no digas eso —dijo Siu con firmeza y sonrió para apaciguar la tensión de sus facciones.
—Uy, pero claro que sí lo hiciste. Te fuiste con un desconocido y volviste con el comandante. A mí me parece que andas con dos tipos al mismo tiempo, Wu Siu. No te conocíamos esas andanzas —dijo la más corpulenta y todas se rieron con socarronería.
Siu rió con nerviosismo y preparó su respuesta, esperando que sonara creíble.
—El comandante se preocupó por gusto, yo no andaba perdida, es solo que... Un sirviente nuevo es mi primo y quería hablar conmigo, dice que va a estar trabajando temporalmente en el palacio. No todo se trata de novios, chicas, no hay que hacer grandes los chismes —mintió y comenzó a desvestirse para ducharse.
—Niñas, ya dejen en paz a la señorita, si ella dice que no tiene nada con nadie debe ser cierto —dijo la líder de la tropa, que no pudo evitar escuchar el interrogatorio—. Y tú Wu Siu, compréndenos, es que despertaste la intriga cuando te vimos irte con ese muchacho. Así que es tu primo...
—Así es, hacía tiempo que no lo veía y por eso salimos a charlar. Así que ahora ya queda resuelto el misterio —afirmó Siu mientras su estómago se retorcía de nervios.
El grupo de señoritas se terminó de bañar y Siu quedó al último, por haberse quedado más tiempo del debido en la cama. Sin proponérselo bostezó, porque aquella había sido una noche en vela prácticamente. Luego despabiló y se apresuró a ducharse para salir corriendo a cambiarse, no deseaba perderse la hora de la meditación.
Cuando llegó a la sala, ya todos se encontraban en su mundo interno. La joven hizo silencio y se dispuso a meditar; aquella práctica se había vuelto muy amena para Siu, nunca antes lo había hecho y al fin su mente consiguió la paz que tanto estaba necesitando, además de que, de vez en cuando su mente le regañaba imágenes de aquellos Fenghuangs, que tomaban formas humanas femeninas a su antojo. Pero tales visiones aún solo eran escenarios lejanos, no podía interactuar con aquellos seres ¿Podría alguna vez?
Ya no pudo acceder a aquella visión, se desvaneció como si se tratara de un espejismo. En cuanto abrió los ojos, se dio cuenta que las miradas estaban sobre ella ¿Qué tanto la miraban?
—Wu Siu... ¿Por qué tu pendiente está brillando así? —señaló uno de los guerreros con asombro.
—La verdad es que, no lo sé —Siu tomó el pendiente de jade entre su mano y negó con la cabeza, pero nadie dejaba de ver aquella joya que yacía a nivel de su pecho.
A tiempo el comandante entró a la sala de meditación y todos se pusieron de pie para recibirlo.
—Tropa, my buenos días, ha terminado la meditación. Todos diríjanse al área de entrenamiento en este momento —Qiao se retiró como si el viento se lo hubiese llevado.
Siu suspiró, porque el comandante le había hecho un favor sin proponérselo. Se levantó y trató de ignorar aquello que sabía, luego sería otro motivo para un interrogatorio más por parte de aquellas guerreras chismosas y revoltosas.
En cuanto se acercó al área de arquería el tiempo se le pasó como volando, se concentró tanto que cuando se dio cuenta ya había dado a todos los blancos móviles con éxito. Algunos la felicitaron porque en el manejo del arco, Siu se estaba convirtiendo en una de los mejores tiradores.
—Lo haces muy bien —la elogió uno de los compañeros a quienes no había dejado ni un solo blanco para lucirse.
—Creo que me concentré demasiado y lo logré, muchas gracias —respondió ella.
—Creo que uno de estos días necesitaré que me des unas clases —dijo entre risas viéndola fijamente, tanto así que Siu notó algo como coquetería en sus palabras, pero no quiso darle vueltas al asunto, a lo mejor se equivocaba.
—Claro, no hay problema —La joven giró el arco entre sus dedos, mientras él miraba embelesado las maniobras de Siu.
—Eres todo un espectáculo —dijo entre risas y ella rió nerviosa también.
De repente alguien carraspeó detrás de ellos. Se trataba del comandante, quien tenía una mirada de pocos amigos. Rápido Siu y su compañero se pararon firmes ante Qiao.
—Con que les sobra tiempo para jugar —espetó entre dientes.
—Comandante, la señorita terminó con todos los blancos —afirmó el arquero.
El comandante vio a los ojos a Siu, intentando mantener el semblante rígido.
—¿Es eso cierto? —cuestionó a la joven.
—Claro que sí, comandante —confirmó Siu con gesto serio.
—Bao, puedes retirarte hasta que coloquemos nuevos blancos —ordenó Qiao.
El joven se fue sin chistar, dejando a solas a la joven con el comandante.
—Así que has mejorado, ¿eh? —mencionó complacido.
—Pues, todo es gracias a la práctica y a los consejos de Jia... Ella también es muy buena con las flechas.
Siu se comenzaba a sentir nerviosa en la presencia de Qiao ¿Qué quería realmente? No pudo evitar recordarse de lo que le había dicho sobre tener oportunidad para cortejarla. Un escalofrío se esparció por su cuello y se llevó una mano a esa zona para calmarse.
—Además de eso, te has convertido en una rompecorazones también —puntualizó él y Siu arqueó una ceja.
—¿Por qué dice eso, comandante Qiao? —La joven se cruzó de brazos sin soltar su arco.
—No sé... Aquí no pasas desapercibida ante los ojos de algunos, te lo digo porque soy muy observador —dijo mientras se acercaba un par de pasos con una sonrisa suave en su rostro.
—Bueno, gracias por decírmelo, así estaré alerta para que no se acerquen. Me retiro, comandante —contestó ella, en una indirecta para él, que esperaba lograra leer entre líneas de una vez por todas.
Qiao sonrió con socarronería mientras volteaba para verla partir. Siu volteó a verlo y con la misma desvió su mirada, no deseaba ilusionarlo de ninguna manera, pero le agobiaba la insistencia; todo era más fácil cuando podían hablar sin esa tensión de por medio.
El tiempo había pasado muy rápido y era el momento del receso, el cual indicaba que ya debía encontrarse con Yun, su corazón saltó de alegría de tan solo pensar en él. Vio hacia todos lados para cerciorarse de que nadie la veía. Todos parecían en su mundo, incluso el comandante, que estaba rodeado de chicas; era evidente que todas se derretían por él.
Siu estaba por ir hacia el pasillo que la conduciría a la fuente, pero de pronto una flecha perdida impactó en su brazo, lo cual la hizo gritar de dolor. Todos se sobresaltaron e hicieron círculo para ver lo que había pasado.
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Continuará...
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