La asesina de la Aldea Yumai
Las personas de la aldea Yumai habían entrado en shock. Siu, la alegre joven vivaracha y despreocupada, que defendía a los más débiles y protegía la aldea, había asesinado a sus padres de una manera brutal. Aquello había dejado a todos con la boca abierta.
Las cuatro familias vecinas de los Wu, quienes estaban en sus labores culinarios antes del mediodía, escucharon gritos por parte de la joven y alegatas de los padres de ella. Nadie comprendía qué exactamente había pasado, ya que, por lo general las personas delincuentes o con malas intenciones venían de afuera, no de la misma aldea.
De un momento a otro, aquellos gritos pasaron a ser una pelea real que no podían creer y en la que nadie quiso meterse. Lo que sí era extraño, era que se podían escuchar unas voces diferentes, como si hubiera otra persona involucrada en aquella casa, pero cuando todo cesó, solo encontraron a Siu dentro de la casa y era la única con vida.
Ella permanecía estática, agarrando la correa que aferraba su carcaj lleno de flechas y su arco en su hombro. La respiración de la joven era entre cortada y lo más visible era que ella estaba llena de sangre de pies a cabeza, mientras sollozaba con fuerza.
La chica, al verse expuesta ante sus conocidos, quienes intentaron por todos los medios hablar con ella para enterarse bien de los hechos que acababan de ocurrir, solo se limitó a callar, a retroceder algunos pasos lejos de sus conocidos y a salir corriendo hacia los adentros del bosque montañoso de Yumai.
Cuando las autoridades del pueblo vecino llegaron, notaron algo muy particular que les heló la sangre: los cuerpos de los señores Wu estaban hechos de escamas secas. En el centro del cúmulo de escamas de cada uno, había una flecha incrustada. Ni siquiera podían analizar quién era la señora Wen y quién el señor Fong; no había manera de analizar aquellos cuerpos de la manera convencional.
Siu estaba aterrada y sentía que su corazón no le cabía en el pecho. Respirar fuerte después de llorar tanto hacía que le ardiera jalar aire de manera correcta. Nunca pensó que el pánico la haría huir como una prófuga de la ley. Ni siquiera sabía por qué comenzó a correr en la dirección del bosque, solo se quiso guiar por lo que su corazón le dictara.
Las imágenes devastadoras seguían pasando por su mente, y se atravesaban como sables afilados que le perforaban la tranquilidad. Cómo su madre se había enfurecido con ella cuando no quiso probar ni un bocado y su padre se levantó para quererla golpear. Él jamás haría una cosa así de atroz, su personalidad era toda dulzura.
Su cuerpo aún llevaba la sensación de la anatomía de su padre presionándola contra el suelo y de sus manos tomándola por el cuello, mientras su madre tomaba un afilado cuchillo para comenzar a hacerle daño en los brazos, amenazándola que, si no comía la seguirían castigando.
Siu despabiló entre lágrimas, ya no quería recordar aquello, al menos por ese momento. Pronto pasó corriendo sn detenerse frente a la casa que Mei mencionaba. Ella que conocía bien todo ese lugar se dio cuenta que aún estaba lejos de donde había despedido a Yun y a la joven madre. Podía sentir cómo le faltaba el aliento de tanto correr, pero no planeaba detenerse. Necesitaba llegar hasta donde sus compañeros estuviesen.
La imagen de Siu pateando a su padre para quitárselo de encima y arrebatarle el cuchillo a su madre, no fue nada grata, ya que al instante tuvo que usar esa misma arma para defenderse en cuanto las figuras de sus dos progenitores se transformaban en aquellas horrorosas criaturas que había soñado.
«¡Por todos los cielos! No puedo creer que esto esté pasando, pero aquellos no eran mis padres, puedo jurarlo y perjurarlo —pensaba Siu mientras corría por la maleza—. Mi pregunta es, si ellos estarán con vida y los secuestraron o si esos seres los han...Un desgarrador sollozo salió de su pecho.
» —Yo quiero creer que siguen vivos, ahora, que me crea la gente es un asunto muy diferente; prácticamente he quedado como la asesina de mis padres. Solo espero no toparme con más enemigos en el bosque. Todo fue tan parecido al ataque de aquel hombre y el tigre. Buda, guíame y protégeme. Ayúdame a encontrar a Yun», decía Siu en su mente, mientras avanzaba a todo pulmón, para luego saltar hacia el árbol más cercano que se encontrara.
Ella intentaba con todas sus fuerzas ir lo más rápido que podía, pero no sabía si a causa de sus conflictos internos su cuerpo no le obedecía de manera óptima. Intentó agarrarse de una liana, pero esta se reventó y Siu cayó estrepitosamente sobre unos arbustos.
—Ay... —alcanzó a esbozar la chica, mientras intentaba levantarse. En verdad que la naturaleza no estaba de su lado ese día.
Con dificultad se levantó y cuando intentó mover sus manos para sacudirse los restos de hojas secas y tierra, una punzada de dolor atravesó su brazo derecho. Pronto Siu divisó que este comenzaba a hincharse poco a poco. Ella estaba segura que se había fracturado. Ahora estaba en desventaja ante todos los peligros y con esa lesión ni siquiera se sentía capaz de usar su arco.
Siu decidió entonces caminar, era peor quedarse a esperar la muerte dentro de la espesura del bosque. Tenía que encontrar la cuesta hacia la montaña. Ni siquiera tenía idea del paso del tiempo ¿Había pasado mucho tiempo o poco? La confusión comenzaba a albergarse en su corazón y el dolor emocional no la dejaba en paz.
Pasó una hilera de árboles que marcaban un sendero en zigzag y esa era la señal que estaba buscando. Siu esperaba encontrar con vida a Yun y a Mei, eran la única esperanza que le quedaba en la vida. Pasó junto al pequeño río donde los había encontrado el día anterior y supo que iba justo tras los pasos de los jóvenes.
De repente, al pasar frente a la cueva en donde se habían albergado, el corazón de la chica se comenzó a llenar de angustia, aunque eso no la hizo detener sus pasos. Su piel percibió peligro inmediato, su corazón se aceleró sobremanera y ese miedo la hizo tomar con su mano sana el medallón del Fenghuang que su madre le había colocado. Lo apretaba como si su vida dependiera de eso y comenzó a orar, para que no se encontrara nada malo a la vuelta de la esquina.
«Por favor astros celestiales, protéjanme de todo mal», repetía Siu en su mente para calmarse un poco, sin soltar el pendiente, que le daba fuerzas extras para seguir adelante.
Caminó por un trecho polvoriento y a lo lejos escuchó sonidos de hojas crujiendo. De seguro eran ellos; esperaba y añoraba que se tratara de ellos. La chica aceleró el paso y no le prestó atención al sudor queriendo colarse de sus pestañas a sus ojos. Solo deseaba llegar hasta el lugar de donde provenía ese sonido.
—Es por aquí, muchachos... Vayan con cuidado en su viaje —señaló una voz grave, que le erizó la piel a Siu de solo escucharla.
En cuanto escuchó más de cerca el sonido, Siu comenzó a caminar de puntitas para no ocasionar algún ruido estridente, en caso de que no se tratase de sus compañeros. Con mucho sigilo se resguardó detrás de un viejo tronco y asomó su ojo marrón claro para ver de quién se trataba. Ella abrió los ojos con sorpresa al reconocer lo que observaba.
Ahí estaban Yun y Mei, pero iban acompañados por alguien desconocido, al menos para ella. Era un hombre joven, según lo que la vista de la muchacha podía alcanzar a ver. De estatura era alto, con espalda ancha y parecía tener los músculos bastante desarrollados como para ser un simple aldeano o pescador.
Lo más importante era que Siu jamás lo había visto en su vida, y lo más espeluznante era que, el muchacho grandote había dejado que Yun y Mei pasaran adelante con un gesto amable y en una fracción de segundo alzó la mirada hacia donde ella estaba.
La chica se volteó rápido y apretó los ojos de manera involuntaria, asustada para ocultarse en el tronco y comenzó a respirar con rapidez para intentar calmar sus miedos. Cuando abrió los ojos, el hombre estaba asomado justo a la par de ella y Siu reprimió un grito de horror, para luego sentir cómo él la agarraba del carcaj y la levantaba a la altura de sus hombros para verla con detenimiento.
—Te tengo, pequeña sabandija —dijo el hombre para comenzar a reírse con malicia.
De la garganta de Siu se escapó un gritito de miedo y apretó los ojos para esperar el golpe de gracia, solo esperaba que Yun pudiera escucharlo y detener las acciones violentas que aquel hombre quisiera arremeter contra ella en ese momento.
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Continuará
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Aquí un nuevo capítulo de esta historia n.n
¡Esto parece una pesadilla! ¿Qué habrá pasado realmente? Yo sentí escalofríos al escribirlo.
Espero que esta historia esté siendo de tu agrado.
¡Gracias por leer!
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