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Entrenamiento y desilusión

Por el lado de la retaguardia de Siu, se acercó nada más que el Comandante Qiao y el príncipe sintió como si su mundo se viniera encima en un dos por tres.

—Muy bien, Wu Siu, lo haces excelente ¿Ves, que te dije que ibas a mejorar si dedicabas un par de horas extra? —apremió a la joven que con la venda aún cubriendo sus ojos asintió con alegría.

—Tiene razón, comandante, haré una ronda más y ya me sentiré mejor para mañana —aseguró Siu y lanzó una patada voladora en el aire para volar en pedacitos uno de los maderos a causa de la fuerza excesiva que usó, que hasta ella misma se sorprendió.

—¡Perfecto! —aplaudió el comandante Qiao, mientras Yun observaba cada movimiento desde la lejanía y de la oscuridad—. Ahora vamos a intenta esquivarme ¡Piensa rápido!

Aquel momento se volvió un vaivén de golpes dados por el comandante y de Siu deteniéndolos a ojos vendados. Detenía un golpe a su izquierda, luego a su derecha y de un brinco, esquivaba una que otra patada. La mueca de sobre esfuerzo de Qiao indicaba que ese entrenamiento se estaba convirtiendo en una pelea.

En poco tiempo Siu cambió su posición a una de ataque, ya no solo esquivaba, sino que también daba uno que otro puñetazo al comandante. De pronto los golpes cesaron, ella permaneció estática mientras recuperaba el aliento y él había quedado justo detrás de ella. Yun apretó su mano contra la pared, sintiendo la rabia e impotencia al ver la notable y peligrosa cercanía de ambos.

El príncipe contempló como Qiao acercaba el rostro un poco cerca del oído de Siu.

—Bien hecho —dijo jadeante casi rozando sus labios en el lóbulo de la oreja de ella, quien reaccionó como si un escalofrío recorriera su espalda.

De inmediato los reflejos de Siu se activaron y lanzó un grito acompañado de un puñetazo hacia atrás, mismo que el comandante detuvo en el aire. Ella se quedó atenta al siguiente movimiento de él, pero no se movió en varios segundos y seguía aferrándose a su mano.

Los ojos de Yun se encendieron al rojo vivo, no soportaba que sus sospechas fueran ciertas y menos que Siu estuviese permitiendo la cercanía. A lo mejor él estuvo equivocado y en realidad la atracción que ella le había manifestado se había esfumado, quizá por no haberle confesado antes sus sentimientos.

En la mente del príncipe, era posible que ya solo quedaba una amistad de parte de ella y eso solo empeoraba el estado de ánimo. Su respiración se comenzó a tornar fuerte y el área de su tatuaje comenzaba a sentirse como si emanara fuego de este. Lo que menos deseaba era salir de control de manera absurda, pero las cosas no iban por otro rumbo.

Al no haber más movimiento en un indefinido lapso de tiempo, Siu asestó una patada giratoria hacia atrás y la punta de su pie dio justo en el endurecido abdómen de Qiao, ese que provocó un ligero dolor de uña a la joven combatiente. Él dio un brinco por sobre ella, para que perdiera la orientación y una vez más comenzó el vaivén de golpes y patadas.

En una de tantas, Siu al fin logró derribar al comandante, pero este se levantó en un dos por tres y de una patada la derribó a ella para reír victorioso, pero algo le hizo perder el equilibrio y la gravedad lo hizo caer sobre ella.

—¡Oiga, quítese de encima, usted pesa mucho! —gritó Siu aún jadeante por el ajetreo de lucha.

—Sí, lo siento, Wu —Qiao tensó sus brazos para levantarse y verla desde lo alto, tan frágil, que no le nació ni por asomo separarse, sino todo lo contrario. Aprovechó que ella estaba con los ojos vendados y sin más comenzó a acercarse a sus labios de manera peligrosa, sin llegarlos a tocar.

Yun no pudo soportar más y en ese mismo instante, se dio la vuelta para no ver la escena de enamorados que tenía enfrente. Algo le llevó a contener sus impulsos de moler a golpes al comandante Qiao, pero, a lo mejor Siu ya estaba saliendo con él, si no, ¿por qué se hubieran citado a solas?

Por otra parte, había recordado lo que ella le había dicho la tarde anterior:

«Él es de las pocas personas con quien me siento cómoda».

Como pudo se tragó su orgullo de hombre, acompañado de todo lo que sentía por Siu. Pronto sus ojos volvieron a la normalidad, y mientras suspiraba de desilusión y desamor, se dio la vuelta para ir de vuelta a sus aposentos sin mirar atrás.

A esas alturas, Qiao ya había alcanzado el punto que tanto le atraía, había rozado sus labios con los de aquella joven que lo había impresionado desde el inicio. Al sentir aquel roce, Siu empujó al comandante hacia aun lado y se levantó con cierta torpeza para luego deshacerse del pañuelo que le tapaba la vista.

El comandante Qiao se levantó también mientras se tocaba los labios con el éxtasis brillando en sus ojos, pero con un semblante serio, ya que la joven no se veía nada contenta.

—¿Pero qué demonios fue eso, comandante? —cuestionó mientras por inercia se llevaba los dedos a la boca, pero su ceño se mantenía fruncido.

—Yo... No sé qué me pasó, te ofrezco una disculpa si me he propasado —dijo en son de súplica mientras intentaba acercarse con lentitud.

—Pues sí, se ha propasado. Yo vine aquí a entrenar, no tengo otro interés por el momento. Pero usted ya me deja claras sus intenciones y no estoy dispuesta a corresponderlas. No es mi enfoque —espetó Siu, sin dejar una oportunidad a los "quizás".

Siu se volteó con un puchero y el ceño fruncido, para ir de vuelta a las habitaciones de huéspedes, pero una mano la tomó por el hombro para evitar que se fuera y la giró al lado contrario.

—Espera un momento, por favor... —Qiao seguía jadeando por el ajetreo de combate y por la euforia de lo que había pasado— ¿Es que... acaso yo no podría tener una oportunidad? ¿No soy tu tipo de hombre? Yo creo que tú y yo tenemos mucho en común, deberías pensarlo, señorita Wu.

Siu volteó para verlo a los ojos, aún con un dejo de ofensa por haberle propinado esa sorpresa ¿Por qué, cuando Yun se acercó sin permiso todo fue diferente?

—No dudo de que sería un muy buen partido para cualquier señorita. Usted es apuesto y todo un profesional —Siu se aclaró la garganta, debía reconocer que la mirada penetrante de él la ponía un tanto nerviosa, pero luego el recuerdo de la intensa mirada del príncipe Yun se atravesó en su mente y la hizo ruborizar de inmediato—. Pero, es que no puedo corresponderle, simplemente no puedo y no pregunte más, por favor.

Siu intentó irse de nuevo, pero Qiao no la dejó.

—¿Acaso ya hay alguien? Responde, Wu —Qiao tragó saliva—. Dime la verdad, necesito saberlo.

¿Qué si había alguien?... Claro que sí, pero él no debía enterarse de ninguna manera, podría terminar relacionando aquello con la amistad que tenía con el príncipe Yun, y acabar siendo un boca floja para divulgarlo a los cuatro vientos.

No... ella no podía estar enamorada de nadie en ese momento a los ojos de ningún individuo o sería mujer muerta.

—E-eso... no tiene respuesta. Aún no hay nadie que sea de mi interés —Siu desvió la mirada, ya que aquello no era más que una mentira para protegerse de todos.

—Me alivia saber que no hay nadie, porque eso me da el chance de ganarme tu corazón, Wu Siu —Qiao sonrió justo después de murmurar esas palabras, porque sintió a la joven estremecerse con esas palabras y eso era exactamente lo que estaba buscando.

Sin decir más, él se retiró unos pasos, la volteó a ver y le guiñó un ojo para voltearse de inmediato y retirarse hacia su dormitorio y esbozando un gesto de triunfo acompañado de mucha determinación que la había dejado helada en un dos por tres.

Siu se llevó una mano a su oreja, porque le había quedado aquella sensación cosquilleante que pronto se sacudió para sacársela de encima; luego de eso quedó estática, consternada y con miles de palabras y preguntas atoradas en la garganta.

En definitiva, esa no era la reacción que se esperaba de aquel gallardo hombre, sino una postura de resignación, e incluso derrota, como otros hombres de la aldea que había rechazado, pero nunca esas palabras tan decididas a continuar con un juego de cortejo al que ella no deseaba entrar.

«Cielos... ¿Cómo saldré de este embrollo?», se quedó pensando Siu y se encaminó a su dormitorio.

Siu agradeció que todo hubiese pasado a medianoche y no enfrente de muchos testigos, no deseaba que rumores se expandieran como hongos, además que, de su corazón no podía sacar a aquel príncipe que se adueñaba de sus pensamientos a diario.

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Continuará...

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