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¿Deshaciéndose de las inseguridades?

—¡Abran paso! —Todos se hacían a un lado para que el comandante Qiao se acercara a donde estaba Siu.

—¡Nosotros vimos que el torpe de Yi estaba con las flechas! —acusó una de las combatientes en la muchedumbre.

—Luego veremos ese detalle, por ahora solo importa que Wu esté bien —dijo Qiao para inclinarse hacia ella, quien intentaba jalar la flecha, sin poder evitar que un río de sangre se derramara en el suelo arenoso.

—Déjame, te ayudo —dijo Qiao con preocupación.

—Está bien, creo que ya podré —respondió seguido de un quejido de dolor cuando la flecha terminó de salir de su piel.

—Tú —señaló a una de las guerreras—, ayúdame a llevarla a la enfermería.

Qiao, acompañado de la joven levantaron a Siu para comenzar a caminar a su lado hacia el cuarto de los curanderos de la guardia real. Rápidamente fue atendida por las enfermeras que eran muy hábiles. Desinfectaron la herida y le aplicaron una solución para que le ayudara a la cicatrización.

—Por suerte no tocó el hueso, no fue algo demasiado crítico, pero necesita mucho reposo —dijo la enfermera.

—Muchas gracias —musitó Siu con una débil sonrisa y la ansiedad en su pecho, porque no había podido ir a la hora acordada con Yun.

La enfermera se retiró luego de hacer una reverencia pero Siu con la mirada intentó suplicarle que no los dejara solos, aunque falló en ese intento. La otra chica combatiente se había retirado hacía minutos, por lo tanto solo eran ellos dos. Pronto sintió a Qiao sentarse a su lado.

—Me alegro de que no haya sido nada grave —comentó con una sonrisa amplia.

—Sí, agradezco tu preocupación —Siu esquivó la mirada de él, pero pronto sintió unas palmadas en su espalda alta, lo cual la hizo tensarse.

—Pronto estarás bien, pero debes descansar —prosiguió Qiao y Siu prrcibía más cercana su presencia.

—Creo que ya debo retirarme —Siu se levantó con nerviosismo e incomodidad, pero Qiao la tomó de la muñeca.

—Espera...

Siu intentó zafarse de su agarre, pero a tiempo vio hacia la entrada del cuarto de enfermería para encontrarse con la presencia de Yun, observando descolocado cómo aquel hombre la tomaba de la muñeca. Ella pudo denotar como el rostro del príncipe se descompuso al ver aquel contacto.

—Yu... Su alteza —balbuceó Siu y cayó en la cuenta de que debía reverenciar cuando vio a los enfermeros postrados ante el príncipe.

—Su majestad —Qiao también reverenció, sin sentir nada más que lealtad normal hacia el príncipe.

—Supe lo de tu herida, Wu Siu —Yun respiraba fuerte y se aclaró la garganta para proseguir—. N-necesito que me acompañes.

Yun se retiró y Siu volteó a ver, todos la estaban viendo con un dejo de duda, incluyendo a Qiao, pero nadie la cuestionó.

La joven reverenció y se retiró para seguir al príncipe, que no la volteó a ver en todo el trayecto, hasta que entraron al pasillo que los guiaría hasta la fuente de sus encuentros, donde él se volteó y ella chocó con él, quien no pudo evitar abrazarla con delicadeza y ternura, a pesar de que había evidenciado molestia en un principio.

—Siu... Me preocupaste tanto. Te esperé y no llegabas, tuve que ir al área de entrenamiento y ahí me enteré de todo —se lamentó y separó el abrazo para verla a los ojos.

—Todo está bien, yo estoy bien. Solo fue un accidente —aclaró Siu sin dejar de verlo a los ojos, pero Yun volteó la mirada a otra parte.

—¿Qué hacía... él ahí contigo? —inquirió con molestia.

—El comandante me ayudó a ir a la enfermería, se ofreció a auxiliarme, nada más —aclaró Siu, pero los ojos de Yun denotaban no entender del todo lo que estaba pasando entre ellos cuando los encontró.

Siu no pudo evitar llevar su mano hacia el rostro del príncipe para que volteara a verla. Una vez más sus ojos se encontraron y el fuego en los ojos de Yun parecía menguar mientras ella le sostenía la mirada.

—¿Cuándo vas a comprender que entre él y yo no hay nada? —El pulgar de Siu acariciaba el rostro del hombre que tanto amaba.

—Es solo que... No soporto verlo cerca de ti, no puedo pensar que no tiene otras intenciones contigo —reclamó Yun sintiéndose un completo idiota por enojarse tan fácilmente.

—No te preocupes, yo sé cuidarme sola. Sabes que no es la primera vez que me toca lidiar con una situación así —aclaró Siu mientras posaba su otra mano en el rostro de él, gesto que terminó por matar cualquier indicio de enojo en él.

—Sí... —Yun rodó los ojos con una sonrisa ladeada—. Me contaste de tus pretendientes en la aldea, ya recordé.

—Todos unos necios —Siu arrugó la nariz—. Ahora... ¿Ya podemos centrarnos en la conversación que tenemos pendiente?

—Por supuesto, Siu —Yun tomó a la chica de la mano y la guió hacia aquel muro de piedra donde se sentaban siempre a conversar.

Ambos se sentaron y Yun no soltó la mano de Siu, la tenía entre las suyas mientras daba leves caricias y masajes con sus pulgares, acto que aceleró el corazón de la chica y tiñó sus mejillas de un rojo sutil.

—Siu... El esperado día en que saldremos en busca de tus padres y dragones ha llegado —soltó Yun así sin más, con la mirada expectante en los gestos de ella.

Ella se sorprendió y no pudo evitar llevarse la mano a la boca para cubrir su emoción. Yun sonrió complacido, pero preocupado a la vez.

—Tu solo di el momento y si lo crees conveniente partamos sin más —Siu daba leves saltitos allí sentada y luego se quejó de dolor.

—Yo deseaba que nos fuéramos de inmediato, pero en tu estado creo que no podremos hacerlo, tendremos que esperar tu recuperación. Tenemos que estar al cien, porque necesitamos luchar si es necesario —afirmó Yun un tanto cabizbajo.

—Pero... Tienes razón, no puedo salir así, tendré que resignarme un tiempo más —se quejó la chica esbozando un puchero que enterneció a Yun, quien no lo dudó y llevó su mano hacia el mentón de ella para comenzar a acariciar debajo de su labio inferior.

Siu se dejó llevar por aquella caricia que la volvía loca y le daban ganas de lanzarse para plantarle un beso; añoraba sentir esos labios contra los suyos una vez más, pero se contuvo para proseguir con lo que debían hablar.

—Por cierto, Yun. Con respecto a la respuesta que te debo dar... Sobre lo de anoche —Siu no podía contener el temor de que lo de su compromiso fuera cierto.

—¿Lo has pensado bien? ¿Estás dispuesta a intentar amarnos a escondidas de todo el mundo? —inquirió Yun, las ansias lo llevaron a tomar ambas manos de Siu, cuidando de no lastimar la de su brazo herido.

Siu bajó la mirada, por inercia el príncipe borró su sonrisa, ya que ese gesto no le indicaba que su respuesta fuera a ser positiva o grata. Aún así, Yun, la tomó por el mentón y sin poder resistirlo más, se acercó para darle un beso que ella correspondió.

Ambos pares de labios se acariciaron una vez más. Él la tomó por la nuca y ella lo rodeó por los hombros mientras continuaban con aquello que una vez comenzado, les costaba mucho frenar.

Por inercia y sin separar sus bocas, el príncipe se levantó con lentitud y posó su mano en la espalda alta de ella para comenzar a recostarla en la superficie de ese muro. Ella abrió por un momento sus ojos, sorprendida de lo que él estaba haciendo, pero luego se relajó, cerró sus ojos y se dejó llevar para quedar acostada mientras aquel beso se intensificaba un poco más.

Los movimientos de sus bocas se tornaban más deseosas y las manos de Siu se desplazaban desde el cuello de él hasta su pecho, acción que hizo sonreír a Yun en medio del beso lo que llevó a moverse con más intensidad. Siu se dio cuenta de lo que había hecho y se detuvo, pero el príncipe tomó su mano y la devolvió hasta ese lugar ya que le encantaban las iniciativas que le nacían a ella.

Siu, simplemente dejó su mano posada allí, sintiendo los fuertes latidos del corazón de Yun, que coincidían con el estado en que ella se encontraba también. Ambos siguieron disfrutando de aquel momento que poco a poco fue tornándose más dulce y la falta de oxígeno los llevó a culminar ese beso que había dejado enrojecidos sus labios y con la respiración entre cortada, para quedarse mirando fijamente con intensidad.

—¿Eso es... un sí? —inquirió Yun mientras rozaba la nariz de Siu, acto que le provocó una risita.

—Solo si me respondes algo con toda la sinceridad —dijo mientras se intentaba levantar. El príncipe la ayudó y ambos quedaron sentados una vez más, viendo hacia la fuente y el arrollo.

—Lo que desees, no te podría ocultar nada —aseguró Yun, convencido de que nada significaría algo para que ella se negara.

Siu movió sus pies con ansias y se preparó para soltar aquellas dudas que la consumían.

—¿Es cierto que tú... te vas a comprometer para casarte? —soltó aquella pregunta que por poco y no salía a la luz.

Una parte de ella no deseaba hablar del tema, pero sus padres le enseñaron a ser directa, sin dar rodeos a nada.

Yun tragó grueso y bajó la mirada. Nunca pensó que fuera a ser "esa" pregunta ¿Cómo podría responder con la verdad si eso significaba perderla, quizá para siempre?

—¿Quién te ha dicho eso? —fue lo primero que salió de su mente para responder de manera rápida. Su corazón latió en aflicción a partir de esa pregunta.

—Todos lo dicen en el área de combate y de la servidumbre —Siu se encogió de hombros—. Andan con esos rumores desde que inició el festival del Dragón.

Si le decía que su padre los estaba prácticamente obligando a comprometerse... ¿ella comprendería? La duda y el conflicto creció en su interior, necesitaba darle una respuesta y no quería mentirle. Se sentía más acorralado que nunca.

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Continuará...

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