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Cuando los celos aparecen

Después de aquel discurso tan esperado por toda Ciudad Prohibida, las cosas habían entrado en un estado de calma inusual, ya que todo aquel acontecimiento con los dragones y la carnicería hacia la gente inocente había quedado como suspendida en el aire. Todos estaban felices de ver que su Emperador había vuelto con más fuerza a sus labores para hacerse cargo de toda China.

No se sabía a ciencia cierta de qué ciudad o aldea había venido el ataque enemigo de aquella tarde gris, en la que, para finalizar esa mala racha, todo había menguado tras la muerte de An, la Emperatriz. La investigación para dar con la raíz de aquella catástrofe se volvía el pan de cada día, sobre todo para Shun, el príncipe heredero, en quien recaía mucha más responsabilidad sobre esos temas.

Ese mismo día del discurso, los tres hermanos fueron juntos al fin, a presentar sus respetos en donde yacían las cenizas de su madre. Estuvieron al menos unas tres horas en oración profunda, disculpándose con su madre por no haber podido estar el día de su entierro, a excepción de Jin, quien había estado presente, pero que agradecía que estuvieran juntos de nuevo.

Luego de eso su padre mencionó que la hija del gobernador y mejor amigo de Heng estaba lista para conocer a Shun en el festival del Fenghuang que sería pronto. El mayor de los hermanos Qing, aceptó el destino que ser el príncipe heredero le deparaba.

Por su parte, Yun estaba más que complacido de que su padre hubiera permitido la estadía de Siu, pero ella por lo contrario, se sentía cada vez peor con los constantes comportamientos cortantes y sarcásticos del Emperador cada vez que podía, a pesar de que ella, en los días siguientes había demostrado ser muy capaz con el arco y las flechas, y también muy diestra con los entrenamientos de artes marciales.

Para terminar de rematar la mala racha de Wu Siu, desde el día en que el príncipe Yun la había presentado al cuerpo de soldados guerreros, había ganado un par de enemistades que le comenzaron a hacer la vida imposible, sobre todo, porque se daban cuenta de la cercanía de la chica con los príncipes, en especial con Yun, quien cada vez que podía, se escapaba de sus quehaceres para ir a visitar a Siu a dondequiera que se encontrara.

Él siempre la buscaba hasta que daba con su paradero, que era casi siempre en el área de entrenamiento cuando sabía que estaba entrenando sola o a la hora del descanso.

De aquel tema del casi beso, era algo de lo que no hablaban, al menos Siu deseaba olvidar ese acontecimiento. A pesar de lo en extremo atraída que se sentía hacia el príncipe, sabía que algo entre ellos resultaría imposible. Solo deseaba seguir adelante con la hermosa amistad que habían construído en casi un mes de convivencia.

Él por su parte tampoco deseaba hacerla sentir acosada, si bien era verdad que le era muy difícil contenerse de acortar la distancia cuando la tenía cerca, Yun había decidido esperar a que las cosas se dieran de manera espontánea y no añadir más estrés al que sabía que Siu estaba pasando; además de que, si su padre lo hallaba con ella en alguna situación parecida a lo que ocurrió ese día –ya que por suerte los había encontrado Jin—, estaba seguro de que él comenzaría a insistir para que la joven se fuera y era lo que menos deseaba.

Yun prefería estar lo más cerca posible de Siu, sin dañar aquel avance tan hermoso que estaba logrando con ella. Además se encontraba aliviado por el hecho de que su padre ya no había dicho nada más sobre esas absurdas ideas de comprometerse para proteger el reino. Con quien había hablado de ese tema era con Shun y él había aceptado sin objeciones, porque técnicamente su padre lo había criado para ese acontecimiento.

Con ese alivio en su corazón, Yun se escapaba de alguna de las actividades que su padre le asignaba y Siu con el corazón acelerado acudía. Aquello ya se había vuelto una costumbre que ambos se dirigieran por uno de los corredores solitarios del palacio para ir hacia un lugar recóndito, donde yacía una fuente y un pequeño arrollo donde nadaban calmos muchos peces de todos los colores y tamaños. Allí se sentaban a la orilla de ese arrollo para relajarse y para charlar de muchas cosas.

—Yun, de verdad dudo que sea buena idea seguir aquí, si es evidente que tu padre me detesta, además... Creo que un par más me detestan aquí en el área de entrenamiento. Dicen que estoy aquí solo porque me tienen lástima —renegaba Siu mientras rodaba los ojos. Lo remarcaba cada vez que se presentaba la oportunidad.

—¿Quiénes se han atrevido a tratarte así? Dílo, Siu y tomaré cartas en el asunto —cuestionó Yun con el ceño fruncido mientras buscaba que Siu lo viera a los ojos.

—No te diré, en realidad mi idea no es señalarlas, solo te digo mi incomodidad, porque no siento que encaje aquí, eso es todo —bufó Siu, negándose a delatar a aquel par de guerreras que parecían odiarla.

—Tendré que vigilar al grupo de cerca y les reprenderé si observo lo que me acabas de decir. En cuanto a mi padre... Dale tiempo, en cuanto menos lo esperemos te dará el lugar que mereces, después de todo, salvaste a mi hermano —Yun cambió un poco el tema—. Por cierto ¿Qué tal va el entrenamiento?

—Pues, creo que no está tan mal, poco a poco me siento más fuerte y preparada para cuando salga a buscar a mis padres —afirmó Siu con una sonrisa.

—Cuando vayamos —remarcó Yun y la joven lo volteó a ver con una amplia sonrisa que no pudo ocultar, pero desvió su mirada para no caer en ninguna tentación al contemplar aquella mirada que la derretía y parecía quemarla cuando él la veía fijamente.

—Por cierto... Veo que te llevas bien con... Qiao, el comandante del grupo de guerreros —dijo Yun entre dientes, porque era evidente que él, siempre se mantenía observando los entrenamientos desde la lejanía y cada vez que le era posible.

Siu no podía negar que el Comandante era muy respetable y profesional para el combate, además, de que él la intentó ayudar aquel día en el que se había sentido perseguida por el Emperador. Todavía podía recordarlo como si acabase de ocurrir. Le estaba enteramente agradecida, él sin duda le hacía la existencia más llevadera en el campo de entrenamiento.

—La verdad es que ha sido muy amable, es de las pocas personas con las que me siento cómoda, también me llevo muy bien con las sirvientes, pero casi no puedo charlar con ellas de tan ocupadas que están.

Yun epuñó sus manos con sutileza, el hecho de que ella le confirmara lo bien que el comandante Qiao la trataba, le hacía sentir el estómago revuelto y su mente se nublaba de solo recordar las ocasiones en que los veía sonreírse o estar muy cerca debido al entrenamiento; era una confirmación que le había dolido un poco al envidiar el tiempo de calidad que ese hombre podía compartir con ella y no él.

—¿Yun, te pasa algo malo? Te has quedado callado de repente, tú no eres así —dijo Siu, agitando su mano frente a los ojos oscuros de él, extrañada por el cambio en su comportamiento.

Aquel malestar paseaba como torbellino del estómago hacia el pecho de Yun y no sabía cuán afectado podía estar por el hecho de reafirmar la amistad de Siu con Qiao. Lo que comenzó a sentir era demasiado fuerte, tanto así que se levantó con brusquedad sin voltearla a ver, se sentía tan patético al no poder controlar eso que le molestaba como una espina en el zapato.

—Mañana será el festival del Dragón que nuestro padre ofrece cada año, tengo mucho que hacer y se está haciendo tarde —espetó Yun sin voltearla a ver.

—Oh, entiendo, no te preocupes, yo volveré al entrenamiento —respondió Siu, descolocada, mientras intentaba conectar miradas con él, hasta que lo logró—. Dime ya, que te encuentras bien o me tendrás el resto del día preocupada.

Yun se sobó la frente para apaciguar lo molesto que se encontraba, al parecer lo logró. Volteó a verla con anhelo y no pudo evitar llevar sus manos a los hombros de Siu mientras entreabría los labios para decirle algo que quería salir de su corazón desde hace tiempo, pero se detuvo.

—Espero verte mañana en el festival. Adiós —dijo Yun, sintiendo que el cúmulo de emociones lo derribaría y mandaría todo a volar para estamparle un beso a la chica guerrera que le robaba la tranquilidad.

Sin decir más, Yun se retiró con premura y desapareció por ese pasillo solitario, para dejar a una confundida Siu, escuchando nada más que el sonido del agua del arrollo y de la fuente. Ella no sabía qué era lo que había dicho para que él reaccionara así. Lo único que sabía era que en el festival, buscaría la oportunidad para cuestionarlo; no se quedaría con la duda hasta que le dijera la verdad.

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Continuará

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