Batalla y lascivia
Mei corrió hacia donde estaba Gao tendido en el suelo, convaleciente y se agachó para intentar reanimarlo. Cuatro mujeres de los secuaces de Mei y Gao se habían ido corriendo a buscar a la joven que había tirado aquella flecha y cinco hombres musculosos y quemados por el sol, se abalanzaron hacia Yun, quien no perdió tiempo para comenzar a esquivar y detener los golpes que intentaban propinarle.
El príncipe esquivaba hacia un lado y detenía otro golpe hacha el otro. De soslayo miró que estos hombres mantenían la vista en blanco; definitivamente no era normal. Lanzó un par de patadas que botó a dos de ellos y de un brinco salió de aquel tumulto de hombres, para luego voltearlos a ver con una mirada burlona.
«No cabe duda de que los más fuertes son Mei y Gao —pensó Yun mientras respiraba fuerte debido al combate—. Todos parecen agricultores o ganaderos... Tengo la fuerte sospecha de que ellos quizá estén bajo una especie de encantamiento. No estoy seguro, pero ahora debo verificar que Siu esté bien.
Yun comenzó a correr y no pudo evitar pasar al lado de aquel gran monumento elaborado expresamente para el Fenghuang, pero tuvo que pasar de largo, ya que temía por la vida de Siu. Su corazón se henchía de emoción de solo pensar en que pronto estaría invocando a la sagrada ave, esa era la única esperanza que le quedaba. El tiempo se agotaba segundo a segundo.
Se alejó del monumento unos tres pasos, ya que aquellas mujeres venían corriendo a lo lejos y con Siu atrapada entre sus manos. Su joven compañera tenía el ceño fruncido y pataleaba para zafarse del agarre que le impedía escapar.
—¡Vengan acá, traigan a la chica y de paso al príncipe Yun! —gritó Mei desde la lejanía donde se encontraba, aunque sin moverse de donde estaba. Aparentemente le importaba recuperar a Gao a como diera lugar.
—¡Suéltenla ahora! —demandó Yun, quien se quedó estático y dispuesto a pelear con ellas si así la situación lo ameritaba.
Las cuatro mujeres se detuvieron y Siu seguía moviéndose de un lado a otro.
—Yun, no te detengas por mí, ve a invocar al Fenghuang de prisa, el atardecer ya casi está aquí —exclamó Siu y una de las mujeres le ordenó que se callara de un bofetón que le dejó rojiza el área de la mejilla.
—Primero tendrá que enfrentarse a nosotras —afirmó una de las chicas que parecía menor aún que Siu. Esta no dudó en correr hacia él mientras gritaba y sacaba una espada de madera.
Yun apretó los puños, sintiéndose impotente, porque Siu tenía razón, todo quería desviarlo de su verdadero propósito y la ira que había sentido hacía algunos momentos y que le sirvió para salir de aquellas jaulas se comenzó a arremolinar desde su estómago hasta su pecho, como una corriente de fuego que ni él mismo podía detener.
Cuando la mujer estaba lo suficientemente cerca de él y lanzó su espadazo, él rápidamente mató el corte de la espada sosteniéndola con sus manos y con la fuerza de sus brazos la levantó con todo y ella para luego lanzarla a un costado, dejándola adolorida en el suelo.
Yun no tuvo tiempo para pensar su siguiente movimiento, ya que un golpe venía detrás de él y lo alcanzó a bloquear con su brazo herido. Se trataba de Mei, quien ya había vuelto al combate.
—Ya no pelees más, corazón —comenzó a decir Mei mientras hacía fuerza su puño contra el brazo de Yun—. Es inútil... Solo mira lo que le están haciendo a tu amiguita.
Yun volteó a ver y entre todas tenían a Siu y la habían comenzado a torturar, cortándole la piel de los brazos para propinarle dolor, incluso la mujer que él había tirado al suelo se encontraba participando de aquel acto tan aberrante. Su cuerpo comenzó a temblar de impotencia y mucha más rabia interna, pero de pronto sintió una patada al nivel de sus piernas que lo hizo caer al suelo.
Mei se subió encima de Yun, colocando sus piernas a ambos lados del torso del muchacho, y mientras lo tomaba por los brazos se acercó a él, como si quisiera darle un beso. Él apartó la mirada hacia donde estaba Siu. Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver cuánta sangre estaba perdiendo.
«Carajo... Ella no está involucrada ¿Por qué le están haciendo eso? ¿Acaso no hay justicia en este mundo?».
Yun forcejeó, pero era como si la mujer que estaba sobre él fuera pesada como una roca. Definitivamente ella tenía poderes sobrenaturales, fue lo único que Yun pudo pensar. A tiempo, Mei lo tomó del mentón para que la viera a los ojos que parecían mucho más oscuros de lo que él recordaba.
—Dime ya qué es lo que quieren de mí y ordénales que la dejen a ella en paz. No tiene nada que ver en ningún asunto —imploró Yun.
—Error... —respondió Mei, muy cerca del rostro de Yun—. Ella metió las narices y continúa haciéndolo. —Su mano giró al otro lado el rostro del príncipe, en dirección a donde estaba Gao, siendo atendido por el grupo de hombres— ¿Ves? Mi camarada por la tuya. En este mundo todo tiene un precio. Ahora ven, dame un beso.
La respiración de Yun se hizo fuerte a cada segundo y Mei no dejaba de verlo directo a los ojos y comenzó a besarlo en el cuello; aquellos besos se sentían repugnantes para él y no pudo evitar fruncir el ceño, seguido de una mueca de asco total.
—Sabes exquisito, príncipe —jadeó en su oído—. ¿Sabes? Te deseaba desde que te quitaste la camisa junto al río. Te lo digo de verdad —ronroneó Mei, mientras dejaba uno que otro chupón en su cuello.
Yun hizo caso omiso a las palabras de esa mujer. Volteó a ver hacia Gao y parecía que quería moverse, luego vio a la pobre de Siu, tendida en el suelo y sangrando sin parar. Escuchó las risitas morbosas del conjunto de mujeres que no dejaban de ver la escena que Mei estaba ofreciendo.
Luego posó su vista en el monumento, el cual estaba prácticamente enfrente de él y tanta era su decepción, que lo vio como una formación de roca más, incapaz de poder hacer algo por su madre, mucho menos por toda China. Yun suspiró, resignado y furioso. Por último, volteó a ver a Mei, que ya había bajado y comenzaba a desabrochar su camisa para poder ver sus pectorales.
Una vez más sus ojos estaban ardiendo. Yun podía sentir cómo se quemaban una vez más. Aquel calor fúrico le parecía inhumano y poco podía controlarlo.
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Continuará
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Hola, vengo con un capítulo más. Al parecer la ira ha hecho algo inusual en los príncipes ¿Será algo bueno o catastrófico? Descúbrelo en el próximo capítulo.
¡Gracias por leer! <3
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