
Prólogo
A grandes rasgos, puedo decir que mi experiencia como estudiante a lo largo de mi vida ha sido buena: increíble en el mejor de los casos y poco traumática en los peores. Si bien es cierto que en suma ha sido bastante homogénea, si me pongo a analizar paso por paso, grado por grado y proceso tras proceso, podría encontrar lo verdaderamente fluctuante que fue mi vivencia en estos espacios educativos.
Mi vida escolar empezó en un maternal del Montessori; solo estuve menos de dos años y mis recuerdos son extremadamente vagos como para formar alguna descripción coherente y cohesionada. Por lo que esta narración comenzará cuando ingresé al primer grado del jardín de niños de El Colegio La Florida.
Antes de continuar contándoles sobre mi extensa estadía en aquella dichosa escuela, he de explicarles un poco sobre esta (al fin y al cabo, la mayor parte de las experiencias comentadas en este trabajo se sitúan ahí). La Florida es un colegio privado, ubicado en la colonia Nápoles (alcaldía Benito Juárez), enfrentito del (ex)Estado Azul. Es una institución religiosa, propiedad de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, fundada en España por Enrique de Ossó hacía ya más de 100 años y que se dispersó por todos los países de habla castellana y más allá.
Pese a ser un colegio religioso, los principios de la escuela tienen una tendencia liberal (en lo que cabe dentro de cualquier instituto afiliado a la Iglesia Católica), con clases de educación sexual, flexibilidad en los uniformes, clases mixtas (De chicos y chicas si partimos de una idea binaria) y pocas clases de corte religioso, teniendo las únicas (como Buena Nueva) un enfoque humanitario y de piedad, centrándose más en las acciones de Jesús y sus discípulos más que en los dogmas eclesiásticos. Y es que no hay que olvidar que la filosofía teresiana se conforma alrededor de la figura de Santa Teresa de Ávila, doctora de la Iglesia, una carmelita que siguió con los principios más humildes, caritativos y laboriosos del cristianismo, siendo simpatizante de corrientes y figuras similares de la época, como San Juan de la Cruz e Ignacio de Loyola.
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