
Introducción
Si algo nos ha enseñado las precuelas de Star Wars y las series animadas The Clone Wars y The Bad Batch, es que el universo ficticio de George Lucas es rico y complejo, ya no solo en mitología, sino en política y sociedad. Y es que el propio autor, durante la concepción de su galaxia muy muy lejana, buscaba más que nada retratar el mundo real en el que habita y las diversas paradojas y caminos que, en él, el humano y sus colectivos recorren; por ejemplo, la tragedia de Anakin refleja la corrupción del espíritu y nuestra ambivalencia entre el bien y el mal. Sin embargo, otra tragedia transcendental para la trama es la propia corrupción y deterioro de la República Galáctica: una entidad que en sus inicios se autodefinía como protectora de la libertad y la democracia, pero terminó degenerando en un Estado tiránico, represivo y totalitario. Lo curioso de este caso, no obstante, es que, si bien la naturaleza de su detonante podría considerarse como mística (el Lado Oscuro), sus mecanismos y procesos son netamente mundanos y antrópicos.
Entre muchas otras cosas, la Guerra de los Clones influyó enormemente en la transformación de República a Imperio Galáctico. El aparato militar y el conflicto armado fueron unas de las herramientas clave que el lord sith Sidious (o canciller Sheev Palpatine) y sus seguidores utilizaron para acumular poder y ejercerlo prácticamente sin restricciones; y no solo por el poderío armamentístico del ejército clon y su superioridad en las batallas, sino también gracias a la burocracia e ideología que lo conformaban y rodeaban.
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