En búsqueda de las tres piedras
Después de haber terminado de narrar la historia, por la mente de Juniper rondaban bastantes preguntas:
- Dime Monroe ¿que tengo que hacer para detener a Astaroth?¿que tan poderoso es?
- No lo sé Jun, solo tengo 600 años. Sin embargo me parece raro que solo algunas personas puedan ver a los monstruos y otras no, eso quiere decir que las piedras sagradas no fueron destruidas y que estas se encuentran en alguna parte del mundo- Argumento el pequeño perro.
- En ese caso seré yo quien vaya a buscarlas - se precipitó Jazmin antes de que su nieta dijera alguna palabra.
- ¿Pero que haré mientras tanto? Nana, recuerda que tu ya no eres la Te Xuan Ze, ese cargo me corresponde a mi. Déjame hacer esto contigo - protestó la joven de 12 años.
- ¡Juniper! ¡no sabemos a que rival nos enfrentamos! yo ya he vivido mi vida, soy mayor, tu todavía eres joven tienes mucho por disfrutar - respondió la anciana.
Con estas palabras, Jazmin Lee se fue directo a su habitación y empezó a buscar entre sus cosas algún rastreador que le permitiría hallar las piedras sagradas ¡Lo encontró!, era una pequeña esmeralda unida a un pequeño cetro de doce centímetros de largo y de color dorado. Se dirigió nuevamente a su sala.
- Con esto encontraré las tres piedras - Jazmin miró nuevamente a su nieta - Juniper si llega a pasa cualquier cosa avísame.
La joven no respondió, solo le devolvió una mirada de enojo, sentía que como Te Xuan Ze era una inútil. Cierto que su abuela quería su protección, pero la responsabilidad de mantener el mundo real y el mundo mágico recaía en ella ¿Por qué los líderes la escogieron a tan temprana edad?¿por qué su padre o Dennis no fueron elegidos para realizar tal labor? Y es que Juniper detestaba esta vida, no podía decirle a sus padres su otra vida, no podía pasar el tiempo con sus amigos, vivir una vida normal como las chicas de su edad, ni siquiera tenía el privilegio de salir de Orchid Bay. Y ahora, no podía cumplir su misión de Te Xuan Ze. En la mente de Juniper, ella tenía que ir a buscar esas benditas piedras, no su abuela. No obstante, no dijo nada y aceptó lo que su abuela le había encargado.
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