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8, El hurto de la joya maldita.

«Está historia en algo se equivoca. No soy por completo de Arcadia, y menos mi papá, él si que no es de acá. Empecemos está historia desde antes del principio, o sea, antes de ser la luz de los ojos de Robert y Alexia.

Alexia Pendragon, una joven de Arcadia Oaks, desde muy pequeña le llamo mucho la atención las leyendas e historias que tenían como tema principal la magia.

No era de extrañarse, su apellido materno de por sí alimentaba sus ansías de saber. Mi abuela Meissa no le gustaba su apellido, porque muchos cuentos crecían en torno a este, pero tampoco quería cambiarlo, porque no le agradaba tener que borrar el legado de las mujeres que lo llevaron con orgullo.

Meissa era contradictoria. Quizás no quería admitir que su apellido era genial o no tenía ganas de ir hasta el ayuntamiento a cambiarlo. En fin, siempre le decía a mi mamá que todo era puro cuento, leyendas o mitos, que no le diera tanta importancia.

Fue así que a los veinte años Alexia, dejo la carrera de literatura a un lado para enfocarse en algo más, como medicina. Ahí conoció a la gran Bárbara Lake, claro y a Robert Gold.

Mi papá, un joven entusiasta de Pasadena, que teniendo la oportunidad de estudiar ciencias de la tierra en el Caltech, se fue a Los Angeles a estudiar en la UCLA. Por suerte, porque ahí conoció a una mujer tan dulce como torpe y excelente bailarina.

Los tres se hicieron grandes amigos, y a ellos se les único James. A mí mamá no le agradaba tanto, pero Barbara estaba enamorada, contra eso no podía hacer mucho más que apoyarla.

Y si Alexia debía esconder un cadáver por su amiga o ayudarla a elegir su vestido de novia lo haría sin dudar.

En fin, mi mamá también se casó con mi papá, y como si fuera algo loco e irreal, ambas amigas quedaron embarazadas casi al mismo tiempo

¿Raro? Yo diría que si.

Ahora sí, el principio. Nací en un frío invierno por el 2000, en Arcadia. Unos meses después del hijo de Barbara.

No, por si lo están pensando, nunca fui amiga desde el nacimiento con Jim. Mi papá me supo contar una vez que lo intentaron, pero con apenas unos meses lloré como nunca antes al dejarme al lado de él.

Nuestra amistad temprana no hubiese funcionado de cualquier manera.

Al cumplir un año nos mudamos a Los Angeles, cerca de la universidad, para que mamá y papá retomarán sus estudios. Por cinco largos años fui pasando de brazos en brazos, a veces me cuidaba mi abuela Meissa, otra veces era cargada por alguna maestra de mis padres, y muchas otras veces me quedaba en la guardería.

No es tan malo como suena, la mayoría de mis bueno recuerdos borrosos son de la guardería, con la señorita Olivia contando cuentos fantásticos, llenos de magia.

Fue ahí donde conocí la magia de las historias, y lo divertido que era jugar reinterpretando lo que escuchaba.

Ni Alexia o Robert tenían el tiempo necesario para hacer eso que la señorita Olivia hacia, alimentar mi imaginación.

Mi mamá confíaba mucho en ella, y si Alexia podía claro que Robert también podía.

No cabe duda de que estaban felices con esa decisión.

Cuando terminaron de hacer todo lo que tenía que hacer en cuando sus estudios, volvimos a Arcadia.

Mamá y papá se encontraron otra vez con Bárbara pero sin el señor Lake. El hombre los abandono cuando Jim cumplió cinco. Le destrozó el corazón a Bárbara pero al menos la impulsó a retomar sus estudios.

Ni Bárbara ni Jim estarían solos.

Lo dije una, y lo diré otra vez, ahora sí es cuando entabló una amistad con Jim y Toby, el nuevo niño.

Los tres nos hicimos uno. La veces que nos cuidaba la abuela Meissa, ella nos hacía las mejores merienda de todas, y contra toda creencia nos contaba historia de caballeros y princesas.

Inventamos nuestras propias aventuras, relatabamos nuestros cuentos de guerreros y princesas valientes.

También le dimos grandes sustos a mi papá, éramos muy buenos jugando a la escondías.

Nada me faltaba, creo que era feliz. Al menos mis recuerdos eran lindo. Lo eran, hasta la tarde en que Alexia volvió del hospital.

Ese día supe que las mamás también se podían derrumbar aunque dijeran todo lo contrario.

A partir de ese momento nos hicimos más unidos, pese a no entender bien de que se trataba todo.

Muchas noches dormía en la casa de Jim, y escuchaba a Bárbara consolar a mi papá, aún que ella también lloraba. 

Los tres trataban de ser fuertes, por mi supongo. Después de todo era mi mamá la que estaba enferma.

Nos convertimos en los niños desgracia, por muy absurdo que suene eso nos unió. Aún que lo mejor para mí era que nos uniera nuestro amor por la fantasía antes que la falta de un familiar cercano.»

-A los ocho años me fui, y volví ocho años después, fin.- dijo cansada Aria dejando el escrito de lado.-Hacer este tipo de tarea debería estar prohibido, mas aún si no ed para la escuela.

-Todas pasamos por eso, es un legado.- dijo restándole importancia a la queja de la menor.-Como sea, ya deja ese libro y vamos al Mercadotroll.

Sin rechistar, cerro con ganas el libro, tomo su mochila, para luego escapar por el patio trasero, sin que nadie la viera. Aún contaba con la buena fortuna de que su padre tenía las tarde ocupadas en su trabajo.

Al llegar al mercado fue directo a la biblioteca. Se encontró con un troll de múltiples ojos, al igual que brazos, y bastante charlatán para su gusto.

Blinkous Galadrigal se presentó así mismo, y cuestionó de pie a cabeza la presencia de la joven ahí.

-Te calmas.- dijo la princesa entrando a la biblioteca troll.-¿Harás los mismos con todas las guardianas?

-Lo haré hasta el día en que me quedé sin preguntas por resolver.- respondió este viendo a la princesa.-Un gusto volver a verla lady Meyer Pendragon, Aria la maldita.- hizo una reverencia.

La única que se vio sorprendida por sus palabras fue Aria, aún no había llegado a leer todo el capítulo de la princesa, así que no tenía ni idea que su nombre era ese.

-¿Qué quiere decir maldita?- preguntó atónita.

-Significa que fue maldita, no hay más vuelta que dar.- respondió como si fuera algo normal.

-Sabes, no mori en batalla como la mayoría. Bueno si caí en pelea, pero no como muchos esperan.- divagó la princesa.

-La propia reina troll Moira fue la que le dió fin a su miseria.- comenzó a relatar, mostrando un antiguo libro.-Puesto que la princesa bajo el manto de una maldición impuesta por una antigua deidad la obligó a asesinar al su amado rey. Moira La Iluminada, nos trajo paz tras el horrible incidente.

La princesa se cubrió la cara avergonzada ante las terribles palabras empleadas para contar de forma absurda su final, y lo ocurrido con anterioridad.

Un cosquilleo escalo por su cuerpo, que término por erizar su piel. Sentía que en cualquier momento sus piernas la traicionarian, y terminaría en el suelo.

No era supersticiosa pero eso sonaba muy real, y no quería estar ligada a tal drama.

  Aria tomo el collar y lo dejo sobre la mesa, dió unos pasos hacia atrás, viendo con temor la joya, que ahora creía maldita.

-No te puedes deshacer de esto.- dijo la princesa yendo por ella.-Lee el capítulo antes de creer en sus palabras.

Quiso escapar tanto de la biblioteca como de su responsabilidad, pero las voces de sus amigos la obligaron a volver.

Se escondió, olvidando el collar sobre la mesa.

El pánico la abordo y no le quedó de otra que aguantar oculta hasta que se fueran de ahí. Pudo oír la voz de Jim preguntando sobre que era ese reluciente objeto, y como los otros dos trataban de desviar el tema.

Lo tomo, se lo guardó, y ningún presente hizo nada al respecto.

-Se guardo el maldito collar.- susurro al ver a Jim llevándose la joya.-Es un ladrón ¿Quién toma algo de mucho valor y maldito como si nada?

Nadie ahí impidió que se llevará el collar, ahora los nervios tanto de Aria como los de la Princesa estaban por las nubes.

Por tanto años protegiendo esa antigüedad, para que en un descuido un adolescente se lo llevará sin preguntar siquiera si podía llevarselo.  No tenía precedente.

Cuando Blinkous quedó solo de nuevo, Aria salió de su escondite. Tan pálida como una hoja, y a punto de colapsar.

-¿Qué acaba de ocurrir?- preguntó con un hilo en voz.-¿Por qué no lo frenaste?

-Solo sentí que no debía interferir. Me imagino que él no sabe nada ¿Cierto?- cuestionó a lo que Aria nego con la cabeza.-Perfecto, entonces así debía ocurrir.- exclamó orgulloso.

Sin siquiera hacer lo que iba hacer a la biblioteca se fue de ahí. No lo pensó ante, pero ahora se sentía desprotegida, temía que la cazadora de Gunmar aparecía de la nada.

Ese si sería su final.

Corrió por el bosque, tomando el camino recto por lo tanto directo a su casa.

  Al llegar, justo su papá bajaba del auto, corrió hasta llegar a él y abrazarlo. Temblaba y sudaba, y Robert no entendía lo que le pasaba, lo primero que pensó fue que alguien le asalto o algo peor.

Ante la falta de palabras de Aria la cargo en brazo, y la llevo dentro. A simple viste parecía que nada malo le pasó, pero le preocupaba que no dijera nada, era como si hubiese visto un fantasma.

La llevo a su cuarto, la acostó, y se quedó a su lado hasta que se durmió.

Estaba seguro que si Alexia supiera que su hija no le cuenta nada, no estaría nada contenta, pero ¿Qué podía hacer? La adolescente siempre le esquivaba o cambiaba de tema.

—No creí que fuera tan difícil.— se dijo así mismo apoyándose contra el muro.

Al día siguiente, Aria le dijo que en realidad vio algo que la asusto, que nada malo le paso. Por muy difícil que se le hizo creerle, lo hizo. Esa mañana le permitío que se quede en la casa.

Al sentir que la puerta se cerró, apareció la princesa frente a Aria.

-Vamos por el collar.- le dijo severa.

★★★

Muy buenas ¿Cómo están?

Por alguna razón me gusta la parte en Jim se lleva el collar así nada mas, es como le nació, y lo hizo.

Hay toda una superstición en torno a la historia de la princesa, que ya lo van a leer.

Pobre Robert le toco ser papá soltero de una adolescente con una responsabilidad épica.

Hoy casi me pisa una moto, pero aquí estoy viva para traerles mas historias.

Sin mas que decir, besitos besitos, chau chau.

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