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10, Rompiendo recuerdos.

 La cazadora de Gunmar esperaba bajo la sombra de un prominente árbol, el lo mas profundo del bosque.

Paso una hora y nadie iba por ella, estaba perdiendo la paciencia.

Por muy odiosa que se le hacia la idea, era custodiada por goblins, que caminaban a su alrededor. No podían confian en ella, porque fue invocada por Strickler, quien ahora buscaba refugio en lo del cazatroll. 

Ademas de tantas otras razones para hacerlo.

 —Vamos sal, estoy harta de esperar.— dijo viendo a alguna zona oscura. 

 Su mirada turquesa vislumbro a unos metros un troll alto y delgado que vestía harapos, y le faltaba un ojo. Sonrió un tanto perversa al verlo acercarse rengo hacia ella. 

—Veo que no solo a mi se me complica este trabajo.— se burlo, extendiendo una mano, esperando a ser estrechada. 

—A partir de ahora respondes a mi nombre, Stricklander es un cobarde traidor.— informo estrechando la mano de la muchacha.— Rebana a la guardiana.— ordeno casi en un gruñido.—Recuerda, si cae uno. 

—Caen todos, lo se.— termino por completar la oración. 

 Se puso su casco y se esfumo en las sombras.

Angor Rot la vio hacerse una con la oscuridad, y gruño ante la desconfianza que le generaba la cazadora. El séquito de mujeres solo seguía de manera fiel las ordenes de Gunmar el Negro, y al resto traicionaban si tenían la mas mínima oportunidad. 

No podía arriesgarse, pero por alguna razón ella estaba ahí.

 En la residencia Lake estaban todos reunidos en la sala, tramando un plan para defender al cambiante quien tenía su alma ligada a la de la mamá de Jim. La única que no se vio sorprendida por los acontecimientos era la princesa, quien rio ante el relato de la trampa de Strickler. 

—Así son los impuros, siempre basuras traicioneras.— dijo de mala ganas. 

 Jim junto con Draal y Aria fueron al sótano. Cuando la princesa quiso ir detrás de la guardiana Strickler la detuvo. No pudo evitar verlo con disgusto, ella lo quiso como un gran amigo y él solo como una llave para llegara a la reina troll. 

—¿Aún no tienen los aros de Zafiro?— preguntó llevándose la atención la princesa. 

—¿Qué sabes de eso?

—Princesa Aria me sorprende esa clase de preguntas.— alardeó.—La menor de las diosas los sacrifico, ahora residen en el interior de Gatto.— contó un tanto misterioso.

 —Por todos los brujos, eran mis joyas favoritas.— se quejo.—Gracias, aún sirves de enciclopedia, pero esto no nos vuelve nada.— le recalcó dándole la espalda.

 —Lo se, es difícil recuperar su confianza, pero debe saber, señorita Meyer, que ahora estoy de su lado.— le aseguró con firmeza. 

  La princesa guardo silencio y fue por Aria.

Se encontraba hablando con Jim, y al ver a Draal apartado, supuso que era algo sobre su amistad, relación o lo que sea que debían hablar. Por mucho que le molestará interrumpir un momento, no podía seguir perdiendo tiempo. 

—Aria, no nos podemos quedar, debemos ir al interior de Gatto.— informo llevándose la atención de ambos jóvenes, sobretodo la mirada de preocupación de Jim. 

—¿Para que?—preguntó Jim sin entender, menos la forma en la princesa daba información sin tanto problema. 

—A buscar unos hermosos aros que potencian el armadura.— respondió sin dar más explicaciones que esas.

Jim no estaba muy de acuerdo con que Aria vaya a un lugar como ese sin el respaldo de nadie, pero no podiar ir con ella menos impedir que lo hicera.

—Supongo que esta bien.— dijo con una sonrisa forzada.

 En contra de su promesa de no mentirle a su papá, e irse lejos sin avisar, le tuvo que pedir a su amigo que fuera su cuartada. 

—Le puedes decir que te invite al baile escolar.— le sugirió dándole una sonrisa torcida.

—¿Había un baile?

—Si que faltaste mucho a la escuela. No te preocupes, si está noche todo sale bien, diré que estás durmiendo en alguna parte de la casa.— dijo un tanto inseguro de sus palabras, más un tanto nervioso. 

 Aria noto que ese momento estaba lejos de ser el mejor de su vida. Jim era como ella, un adolescente sencillo al que le dieron una responsabilidad por la fuerza, y ahora hacía malabares para que su verdad no salga a la luz y lo hay es la oscuridad no dañe lo que más quiere. 

 Sin pensarlo dos veces, lo abrazo, y Jim le correspondío. Ahora entendía lo que era luchar codo a codo. 

—Te debo un baile.— susurro antes de soltarlo.—Y no le digas a mi papá que duermo en el mismos cuarto con vos.— le sugirió. 

—Algo se me va a ocurrir, solo espero que no pregunte nada.— dijo nervioso.

 Se despidieron una vez más, y tras unos breves minutos, Aria siguió a la princesa. 

—Le voy a escribir a mi papá sobre el baile y que me quedo en lo de Jim.— contó mientras buscaba su celular.—¿Dónde queda Gatto?— preguntó sin ver el camino. 

—En Argentina.— respondió con ligereza.

 Aria freno en seco. Aquella simple oración, dicha como si fuera algo de lo mas común, se le clavo en el cerebro. Esperaba que la misma princesa viera el problema de todo eso. 

—Espero que puedas notar el problema en todo esto.— dijo Aria sin dar un paso mas. 

—El problema, es que tu lo haces un problema. No te preocupes, se de una forma para llegar rápido.— dijo despreocupada. 

 Pasaron por la casa de Aria, por suerte su papá aún no se hizo presente, y tampoco sabía a qué hora llegaría. Deseaba para si misma no tardarse demasiado, y que esa sea la única mentira que le tenga que decir. Más esperaba que sea la última, porque hasta ese momento el ocultarle la verdad a Robert era parte de mentir. 

 Con un pequeño bolso listo, siguió a la princesa. Está se metió por un camino donde no pasaba nadie, para después ir por las alcantarillas hasta la ciudad. Aria estaba disgustada con la idea, pero tenía sentido, no podía ir por la calle a plena vista del mundo con un espíritu errante.

 Llegaron a una zona sin salida, y subieron por una escalera vieja. Salieron a unos pasos de la plaza, cerca de una construcción.

—Muy bien, debemos ser rápidas porque solo tengo una oportunidad.— dijo apurada la princesa. 

—¿De que hablas?— preguntó preocupada. 

 La princesa no le respondió, tomo su propio collar, una joya que parecía tangible y muy sólida, y la aventó contra el suelo, quebrandola en muchos pedazos. Una luz pálida de color rosa muy claro la envolvió, para luego dejar al descubierto a la verdadera princesa, una de carne y hueso.

Aún seguía muerta, pero ahora tenía un cuerpo físico por un corto periodo de tiempo. 

 Al fin Aria pudo descubrir su verdadera apariencia. En efecto, era idéntica a su mamá. Su larga y espesa cabellera era castaña muy clara, y sus ojos azules rozando el gris. No era pálida como creía, su piel era trigueña, y la mejilla derecha tenía esos tres lunares que la mayoría de la mujeres Pendragon compartían. 

—Muy bien, vamos al café.— le ordenó señalando con un delgado dedo al frente. 

—¿Hiciste todo esto por un café?

—Aria, será más que un café.— respondió con entusiasmo. 

 Tomo la mano de la más joven, su piel era suave, y el tacto electrizante. Su energía era como la de su mamá. La verde mirada de Aria estaba a punto de quebrarse en lágrimas. Deseaba poder abrazar a esa mujer, pero tuvo que contenerse. 

—Ese hechizo no dura mucho, y tarda bastante en regenerarse. Entramos y pedimos hablar con el señor Casperan.— le comento mientras se acercaban al lugar. 

 A unos paso del local, Aria recordó tarde al chico que trabajaba ahí. En realidad tenía un vago recuerdo de él, y no pensaba que su estuviera ahí. Solo tenía siete años cuando lo vio hacer algo muy extraño y brillante con sus manos. Solo rezaba que no fuera era él.

 Cuando lo vio en efecto era él. Estaba igual, no se molesto en cambiar nada, o es que ese joven no envejecía nunca. 

 Se puso nerviosa como cualquier adolescente de dieciséis años con pocas habilidades sociales lo haría frente a alguien guapo, y mayor. El problema no era que fuera mayor, muchas veces Aria trato hasta con personas más viejas que él. A los adultos les encanta adular a las sabelotodo. 

—Es muy lindo.— susurro nerviosa cuando lo vio acercarse a ellas. 

—Jovencita, controla tus hormonas, tiene novecientos años más que tú.— le ordenó en un susurro.—Joven Casperan.— saludo. 

 El mozo palideció al verla. Era como si hubiese reconocido no sólo a la princesa, si no también a la más joven.

—Por favor, joven Casperan, no haga esperar una dama, menos si está no tiene tanto tiempo.— dijo con una agradable sonrisa.

El joven Casperan las condujo a una mesa vacía, lejos de las demás personas, y se quedo viendo a la princesa. Sin poder creerlo le pico la mejilla con el dedo, haciendo que la mujer lo vea sorprendida por la imprudencia.

—Tu estabas muerta.— dijo al fin.—¿Ahora te dedicas a reclutar niñas extrañamente parecidas a usted?

—Por todos los brujos, deje de hacer el ridículo, soy solo un espíritu, pensé que era mas listo.— le reprochó. —Y ella es la nueva guardiana ¿Cómo no lo sabe?

El mozo le pidió a la mas joven que le mostrara el collar, su mirada ámbar brillo de la emoción ante la reluciente joya verde. Llevaba años sin ver algo que ayudo hacer. Sin embargo su embelesada actitud cambio tratando de dar con la razón de porque lo buscaban.

—Necesitó de una mensajera, tenemos que ir rápido a Argentina.— explicó apurada, pronto el hechizo que la hacia real iba a desaparecer y no quería exponer a Aria.

Antes que el mozo pudiera decir algo, se le acercó su compañera de trabajo, traía cara de preocupación porque la dejo sola atendiendo tres mesa.

—Douxie no te puedes ir así no mas, recuerda que soy nueva tratando de llevar una vida aburrida.— le recriminó la moza a su compañero.

Para Aria era la primera vez que la veía, pero no era así para la princesa.

—Esto es inaudito ¿Qué hace ella acá? Debería estar presa.— espeto señalando a la rubia.

—Que frase tan graciosa, hace mucho que no la escuchaba.— se burlo la otra moza, agitando una mano en el aire.

Está tardó un poco en reconocerla, pero al hacerlo tuvo la misma reacción de su compañero, e hizo las misma pregunta que él, hasta llegó a usar las misma palabras. 

—Igual de tontos, son tal para cual.— refunfuño cruzándose de brazos.—No me queda tiempo, facilítame una maldita mensajera o juro que los llevo a la tumba conmigo.

—Princesa, el vocabulario.— se burlo la rubia.—Descuide, la hija de Hisirdoux está acá, yo las llevo.— señalo la moza sacándose el mandil, para dárselo al pelinegro.—Él me cubre, descuidé. 

—Todos la cubren.— murmuró la princesa yendo detrás de la rubia. 

—Por cierto, me llamo Arabella de Pericles.— se presentó ante Aria.—Tu debes ser la niña de oro.— concluyó viendo fijo a la castaña, quien se quedó muda desde se entró al café. 

 La niña de oro, brujas, magos y princesas. Era todo nuevo y no había pasado ni un día. Ahora se encontraba de camino en busca de otra persona con la capacidad especial para enviarla a la otra punta del mundo. 

 Y su mayor preocupación era mentirle a su papá.

★★★

Feliz 25 de mayo mis soles, re que solo es festivo en Argentina.

¿Cómo les va? Espero que bien.

Este capítulo es lindo en su justa medida, ya tenemos a un par de infiltrados, y sabemos como es Aria realmente.

Por las dudas, el hechizo que la hizo física le cambio la ropa al tiempo en que vive la joven Aria.

Y si, esta es la Arabella no madura 😂

Sin mas que decir, hasta la próxima. Besitos besitos, chau chau.

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