Extra 1: Nunca, nunca
—¡Es mi turno! —exclamó Mikey, revoleando su manita cual niño que quiere enrostrarle la respuesta correcta a la clase entera.
—Esto me da mala espina —rabió Baji, delineando el lateral de su frente con sus dedos finos. Acto seguido frotó sus sienes—. Me urge saber por qué carajo estás tan exaltado por inaugurar el juego del nunca, nunca.
La noche había acaecido y el departamento de Chifuyu estaba alborotado por una sarta de adolescentes atestados de hormonas. Su madre trabajaría hasta tarde, por lo que habían parasitado su casa para una suerte de cita doble.
Baji y él se situaban sobre el sofá donde habían dado su primer beso; aquel recuerdo había generado un cariño inadmisible por aquel mueble por parte de Chifuyu, aunque nunca fuese a confesarlo. Frente a ellos reposaba la mesa ratona, y habían desplazado la televisión que se encontraba detrás de la misma para colocar en su lugar un par de sillas para la otra pareja. La mesa, a su vez, a falta de alcohol, se presentaba ilustrada por colores rojizos y verdosos distribuidos en platillos, llena hasta estallar de bocadillos y comidas picantes.
—Ebrio se pone cualquiera —había protestado Mikey, el día previo—. Mas si vamos a delatarnos y a revelar picardías, ¿qué mejor que reventarnos las lenguas hasta llorar?
Ridículo como sonaba a oídos de cualquiera, a Chifuyu, pese a que ya un par de semanas habían desfilado frente a sus narices desde que había aceptado salir con Baji, aún le abochornaba severamente cualquier tipo de contacto con él. Estando junto a él en el sofá, sintiendo ambas caderas unidas por sus extremos, se sentía nerviosísimo. Había manejado esa cercanía con Baji cientos de veces cuando eran amigos; sin embargo, percibir esa cercanía a través del calor corporal luego de que Baji le había besado hasta la última vértebra cervical, era sumamente abrumador.
Chifuyu, por supuesto, al ser menor que ellos, desconocía los juegos que se llevaban a cabo en fiestas donde corría alcohol, por lo que no conocía el juego del nunca, nunca, en el cuál, según aquellos tres, consistía en una actividad por turnos donde una persona debía soltar una afirmación que comenzase con el yo nunca, nunca... y quien hubiese hecho aquello que rezaba la afirmación, debía beber un vaso de alcohol. Chifuyu tampoco sabía que lo que la gente acostumbraba a hacer con ello era destapar los secretos ajenos, largando afirmaciones que esas mismas personas no habían hecho nunca, con el único objetivo de que quien sí lo haya hecho, lo revele al tomar su vaso.
—Por ejemplo —le había dicho Baji—. Si tú dices "yo nunca, nunca me he quedado dormido en el inodoro", Mikey deberá tomar un vaso de alcohol. Pero como no hay alcohol, claro, deberá comerse un bocadillo. Como yo no lo he hecho, no debo hacerlo.
—Y si yo dijera "yo nunca, nunca me he embriagado con un vasito de sake y he orinado en la vereda del mercado a las tres de la mañana", ya sabes que Baji debería hacer un fondo blanco. Y posiblemente Pah también, si estuviese presente ahora —había añadido Mikey.
Mikey, a diferencia del cohibido y pudoroso Chifuyu, había observado la silla junto a la de Draken con desdén y había aclarado no verbalmente que no la satisfaría con ningún uso. Se encontraba sentado en el regazo de su pareja, prendido de su cuello. La mano ajena le sostenía de las caderas y le acariciaba la cara externa del muslo.
Sacudió los pies con emoción y sonrió en el nombre de la malicia, augurando nada más que discordia pura y dura.
—Yo nunca, nunca he tenido sexo —soltó Mikey, como si hubiese estado a la expectativa de aquel momento durante la totalidad de su vida, más picante que los ingredientes sobre la mesa.
Sonrió con orgullo y se comió un bocadillo, como si el sabor picante que hacía que le ardiese la lengua le picara menos que las ganas de presumir que llevaba encima. Draken le siguió, tomando un trozo de algo que no tenía idea de qué era pero que sabía que le haría llorar con solo olerlo. Baji y Chifuyu quedaron boquiabiertos.
—Empezamos picantes, eh —murmuró Baji para sí mismo.
—Pero si no hace ni tres semanas que han empezado a salir —alegó Chifuyu entre barboteos, sintiendo el calor de la imaginación trepar por su rostro.
—Bueno, en verdad tampoco había pasado ni una semana —carraspeó Draken, batallando con el ardor en su garganta—. Técnicamente fue antes de comenzar a salir como quien dice.
—Sí, la primera fue el día antes de que te declararas como un tonto a los gritos —añadió Mikey, soplando risitas.
—¿La primera? —se horrorizó Chifuyu.
—¿Y mis detalles? —reclamó Baji, ignorando olímpicamente el estupor de su pareja a su lado. Cruzó sus piernas, encimando una sobre la otra.
—¿Qué detalles? —le increpó Draken, quien era, en cierto punto, mezquino respecto a su intimidad.
—Detalles —le respondió, encogiéndose de hombros ante la mirada azorada de su pareja—. Ya sabes, cuándo fue con precisión, momento del día, lugar,
rounds, posiciones...
—¡Baji-san!
—¡Baji! —exclamó Draken.
—¿Qué? —se quejó, fastidiado—. Ahora que tú eres su marido oficialmente, el puesto del mejor amigo de esta rata me queda a mí, por lo tanto, como su nuevo mejor amigo, exijo saberlo.
—Oye, no, espera —intervino Mikey—. Si el puesto está vacante, tendré que ponerme en campaña para buscar un nuevo mejor amigo. Dudo que tú pases la primera entrevista.
—Pero si tú eres un reverendo hijo de puta.
—Posiblemente se lo dé a Mitsuya —expresó, analítico.
—No es como si fuera lo único que le darías a Mitsuya —le escupió, insolente y resentido.
—No es como si fuera el único que quisiese darle otra cosa a Mitsuya —le tajó.
Chifuyu cerró sus puños con incomodidad y oteó de soslayo a Baji. No le importaba que le atrajesen otras personas, puesto que era algo sumamente natural e inevitable; además, por supuesto, de que confiaba en él. No obstante, que hablasen así, tan abiertamente sobre ello frente a él, le sobrecogía.
—Ya cállense —impuso Draken.
—¿Entonces? —insistió Baji.
—¿Entonces, qué?
—Mis detalles.
—Oh, bueno, pues yo te cuento —se entusiasmó Mikey—. La noche que te avisé que gané la apuesta, Kenchin me invitó a dormir a su habitación, pero sabes, como yo soy un hombre de principios, le dije que no podía ir. Al par de días, la noche antes de que te confesaras volvió, persistente, a insistirme con sus encantos. Me sedujo y no pude negarme. Esa noche hasta había ordenado su cuarto y se había bañado. ¿Qué habías pedido tú? —le preguntó a Baji en medio de su monólogo—. Oh, ya recordé. ¿Rounds? Tres. ¿Posiciones? Pues...
—Sí, sí, pobre de ti —rezongó Draken, interrumpiéndole con un semblante de pocos amigos—. Estás hablando de más.
—¿Yo? —simuló ofensa—. ¡Pero si Baji me ha pedido los detalles! Yo solo soy un buen amigo.
—Y qué amigazo que eres.
—¿Cómo puedes dudar de eso? —le cuestionó, sonriente. Acto seguido, se percató de algo y abrió su boquita, curioso—. Esperen, todo este revuelo, ¿a qué se debe? No me irán a decir que...
—¿Qué? —le preguntó Chifuyu.
—¿Ustedes no han...?
—Claro que no, Chifuyu es un bebé —le cortó Baji, negando con la cabeza y atrayendo a su pareja hacia él, oprimiéndole la cintura.
Draken y Mikey se miraron con complicidad y sonrieron.
—Muy bien, me toca a mí —dijo Draken, sonriente—. Yo nunca, nunca he tenido un inmenso deseo de tener sexo con mi pareja extremadamente virginal.
Baji abrió sus párpados con violencia, sabiendo perfectamente lo que aquel par de hijos de puta querían hacer.
El corazón de Chifuyu saltó sobre su diafragma y rebotó quinientas veces. La sangre se reunió en su rostro con énfasis y el calor acudió temprano a la fiesta que se estaba montando en sus pómulos. Sus manos se juntaron sobre su vientre y sus rodillas empezaron a temblarle pese a estar sentado. La mano que Baji había posado en su cintura comenzó a escaldarle la piel bajo la ropa, por lo que se removió, inquieto.
Mientras Draken y Mikey ahogaban unas risas, Baji observó de reojo a su pareja, quien rehuía su mirada. Al ver su estado, se contagió de aquel nerviosismo pero de una manera más racional. Suspiró, clavó sus ojos en Mikey como quien jura un asesinato con solo pestañear, y liberó la cintura que delineaban sus dedos para tomar un bocadillo con un movimiento raudo, característico por su brusquedad.
El rostro de Chifuyu se enrojeció aún más, si era posible, y sus manos se apretaron entre sí. Baji, por su lado, no le miró. Se limitó a tragar y toser escrutando el otro lado de la habitación.
—Lo siento, Chifuyu, no hemos dejado el nunca, nunca apto para ti en este turno —soltó Mikey—. Porque, bueno, Baji de virginal no tiene ni el alma.
—Es tu turno, Chifuyu —observó Draken, alentándole a que se vengara.
Pero se trataba de Chifuyu.
—Yo, yo... —tartamudeó Chifuyu, enervado por la incomodidad de la situación—. Yo nunca, nunca me he escapado de la escuela.
Sus palabras se atropellaron brutalmente las unas a las otras y, segundos luego, se abalanzó sobre la mesa para manotear con dedos temblorosos unos bocadillos y atragantarse con uno. Los presentes observaron la escena, impresionados por su reacción.
—Oye, Chifuyu, no vayas a matarnos tú aquí con semejante turno —se burló Mikey para romper la tensión de alguna manera—. Que vendrá la policía por tu audacia. Si golpean la puerta ya sabes tú quiénes son.
—No le hagas esas cosas a tu novio, Chifuyu, que con este nunca, nunca, él debería comerse las bandejas enteras de bocadillos con la cantidad de veces que se ha escapado como una rata —acotó Draken, entre risillas, con el mismo propósito que Mikey.
—Yo nunca, nunca le he tenido ganas a Mitsuya —rabió Baji, tomando la venganza que Chifuyu dejó que se escurriera entre sus dedos.
—Atragántate tú también, entonces, cerdo mentiroso —le respondió Mikey, dispuesto a seguirle aquella rencilla hasta la muerte.
—¡Mitsuya no es mi tipo! —exclamó.
—Pues no, porque Mitsuya no tiene estándares bajos —le contraatacó. Su voz, dañina.
—¡Los estándares de Chifuyu podrán ser bajos, pero no tanto como tú! —exclamó Baji, parándose de golpe, chocando la rodilla contra la mesa, casi volteándola por el impacto.
—¡Yo nunca, nunca he besado a Kazutora! —exclamó Mikey, parándose asimismo para enfrentarle.
—¡Eso fue tu maldita culpa! —le reclamó, cerrando el puño.
—¡Fue tu culpa por apostar conmigo sabiendo que siempre pierdes! —le devolvió, cabreado.
—Baji-san, cálmate —trató Chifuyu, tomándole del antebrazo con una dulzura inconmensurable. Más allá de preocuparse por su pareja, su consternación se encontraba instalada en el bienestar de su departamento. Si Mikey y Baji se iban a los guantazos, ninguno de sus muebles acabaría de pie.
Sin embargo, Baji seguía zamarreando su brazo para tomar a Mikey.
—Mikey —llamó Draken en vano, hastiado de aquel griterío—. Mikey...
Si había algo que Draken aborrecía de relacionarse con Mikey eran los momentos en los que la paz constante de su vida era violentamente asesinada y sepultada en el fondo de sus caprichos.
Mikey no solo le agotaba la paciencia en segundos, sino que conseguía que sus más bajas reacciones se exaltasen. Le causaba unas ganas indecibles de apaciguarle a como diese lugar.
Sin embargo, le encantaba. Porque pese a disfrutar de los pequeños placeres de la vida y la tranquilidad y el descanso, se había enamorado de un alborotador.
En medio de aquel bochinche, Draken, aún sentado, tomó a Mikey de las caderas y lo tiró hacia atrás para que volviese a caer sobre su regazo.
—¡Kenchin! —le clamó, enrabiado por aquella insolencia—. Suéltame, que le arranco una oreja.
—¡Si tan solo llegaras a mi oreja, chichón de suelo! —le espetó, sintiendo que el agarre de Chifuyu evolucionaría a que una trepada a su espalda en cualquier momento.
Cuando Mikey dio inicio a una tanda de zamarreos para liberarse del agarre se su pareja, Draken lo tomó del abdomen con una mano, y con la otra le tomó de la barbilla para voltearle hacia él y besarle. Como si aquella fuese la cura de la rabia, Mikey detuvo sus forcejeos y se dejó hacer.
Se besaron un rato que para Baji y Chifuyu fue eterno. Cuando observaron detalladamente que Mikey le mordió un labio a Draken, Chifuyu chilló en la desesperación de no saber cómo detener aquello; había cometido el gravísimo error de creer que lo peor que podría suceder en su casa sería que si pareja y Mikey se peleasen, mas lo peor que podía acontecer se había encarnado frente a él. Baji, al oírlo, carraspeó con una evidente molestia.
Mikey ignoró profesionalmente a Baji, deslizando una mano por el cuello de Draken. No obstante, este último rio y tomó la mano ajena para quitarla de encima suyo y se alejó.
—Mira cómo te has calmado —se le burló.
—Pobre de ti si asumes que estoy calmado en este momento —le contestó, sugestivo. Enderezándose para acercar sus narices. Su mirada exigía mucho más que aquello.
—Es un buen momento para pensar en la Biblia, Mikey —le respondió Draken con poca convicción, dejándose embelesar por la cercanía.
—La próxima vez que tenga la desgracia de juntarme con ustedes, traeré ese maldito spray para los perros que no saben comportarse, ¡par de impresentables! —exclamó Baji, más sereno—. O se separan o iré a cargar un balde con agua helada, perros encelados.
—Muy bien —sonrió Draken, terminando de separarse. Tomó a Mikey de las caderas y lo forzó a levantarse para asentarlo en la silla a su lado.
Acto seguido, un suspiro multitudinario se presentó en la sala. La serenidad había arribado y se había colocado codo con codo junto a la incomodidad.
—Si me disculpan, yo... desearía tomar aire —se excusó Chifuyu, señalando la puerta con un movimiento de la cabeza—. Ya vuelvo.
—Te acompaño —contestó Baji, siguiéndole el paso.
Una vez que salieron al pasillo perpendicular a la entrada del departamento, exhalaron con un gran cansancio acumulado. Baji incluso se dobló sobre sí. Chifuyu, por su parte, se aproximó a la barandilla de cemento para apoyarse en ella. La fría ventisca nocturna le mimó y se llevó aquella sensación de ansiedad que le azotaba.
Baji le imitó y se paró a su lado. Sin conocer cómo proceder, se sintió nervioso. Aquel rollo había incomodado a Chifuyu, y lo sabía, y por esa misma razón no tenía idea de cómo tratar con ello. Creía que si le abrazaba, sería peor. Sin embargo, fue Chifuyu quien actuó por él y le arrancó de aquel callejón.
—No te preocupes, Baji-san —le dijo, más sosegado—. Es humanamente normal que tú quieras... hacerlo. Es más que razonable. No creo que debas avergonzarte; de hecho, me halaga que desees que sea conmigo —soltó, con un tono de voz que denotaba su timidez. Sin embargo, había dicho más de lo que se había animado en su vida con Baji. Salir con él había logrado que dejara de inhibirse tanto a su lado, que se animase a más.
—Cuánto me alivia que no te dejes amilanar por este par —suspiró Baji una vez más, sintiendo que el alma le volvía al cuerpo.
—No te preocupes —le sonrió—. Yo haré mi mejor esfuerzo con eso.
—¿De qué hablas? —le cuestionó, comprendiendo a qué se refería.
—Si tú deseas hacerlo, bueno, yo...
—Oh, diablos, no, Chifuyu, no —le rogó, haciendo un ademán y acompañando sus palabras con unas facciones torcidas en lamento—. No escuches a ese par de puercos. No tienes que ceder a la presión social, y menos aún cuando se trata del sexo y tu cuerpo.
Chifuyu le miró con el cariño en la pupila, y le sonrió.
—El cerdo de Draken ya tiene dieciséis, pero tú aún tienes catorce —continuó Baji, negando con la cabeza—. No intentes compararte con eso. Tú tienes tus tiempos, respétalos como yo los respetaré. No hay nada que me genere menor satisfacción que tener mi primera vez con alguien que está ahí por presión y con incomodidad.
Chifuyu rio por la dulzura de Baji. Le enamoraba más que nada poder conocer en primera fila la ternura que moraba en el corazón de Baji; aquel espíritu imponente y osado que se acompasaba con una blandura que pocos tenían el lujo de ver.
—Bueno, hasta hace unas semanas atrás yo era incapaz de comprender que pudiese gustarte, Baji-san —le respondió, franco—. Si he de sincerarme contigo, aún no lo comprendo, ¿sabes? Por ende, me es aún más complicada de procesar la posibilidad de la situación en la que tú y yo... bueno, ya lo sabes.
—Lo comprendo —asintió, tomándole de la mano.
—Había estado estancado en ti tanto tiempo que no había habido un lugar y ambiente propicio en mi mente para el sexo —le confesó—. Era como bueno, mientras pueda ser amigo de Baji-san, todo estará bien. No podía concebir el concepto de desenamorarme de ti, y en aquel punto medio y vago donde no podía tenerte ni perderte, el sexo era mi última preocupación. Quiero decir, ¿por qué sería de mi interés aquello si no puedo hacerlo con la persona que deseo?
Baji se mordió los labios ante la sarta de sentimientos que le invadieron sin aviso alguno. Su corazón latió tan fuerte que se sorprendió, y la calidez en su pecho combatía fuertemente contra el fresco que llevaba el viento. Apretó aquella mano y tiró de ella para chocar su cuerpo con el ajeno, enseñando sus colmillos en una sonrisa enternecida.
—Eres maravilloso —le dijo—. Tengo una suerte que es de locos.
Dicho aquello, le tomó con su mano libre y le besó. En comparación con las veces anteriores en que le había besado, en aquella ocasión era un beso sincero y cargado de afecto. Más allá de las ganas y la lujuria, era una clara demostración de lo mucho que le apreciaba. Quería que lo supiese, que lo sintiese.
Las manos de Chifuyu se prendieron de su camisa en su pecho. Las de Baji, por su lado, le abrazaron enteramente, como si nunca quisiese largarle ni medio centímetro. Sus labios habían aprendido a funcionar con mayor eficacia que la primera vez. Chifuyu seguía temblando cada vez que se daba la ocasión, mas su determinación era notoria y su vergüenza disminuía cada vez más.
Cuando se separaron, se rieron. De ellos, de la charla, del amor. Se rieron por el sinfín de emociones que les arrollaban, porque se tenían el uno al otro, porque eran felices. Se reían porque se querían.
—Menos mal que te has besado a medio Shibuya, Baji-san —le echó en cara con sorna—. Besas muy bien.
—Oh, pero ¡qué frío hace! —exclamó, soltando a Chifuyu para frotarse los brazos—. ¿Entramos?
Chifuyu se rio con ganas y asintió con la cabeza. Hicieron lo dicho y, una vez que entraron, ninguno se sorprendió de encontrar a Draken y a Mikey revolcándose en el sofá.
—¡Por Dios, Jesús y la puta Biblia entera! —exclamó Baji a todo pulmón, tapándose los ojos con una mano y tapando los de Chifuyu con la otra—. ¡Y por todos los malditos animalitos del pesebre!
—A mí me gustan los animalitos del pesebre —murmuró Chifuyu a su lado, posicionando su mano sobre la que le cubría la mirada.
Mikey y Draken se separaron levemente para dedicarles una mirada de quien ha sido interrumpido y no le ha hecho ni media gracia.
Mikey estaba recostado sobre Draken, con las piernas circundando sus caderas. Las manos de su pareja sostenían su cadera con firmeza.
Con costumbre.
Una de las manos se colaba por debajo de la camisa de Mikey. Las manos de este último, por otro lado, descansaban en el pecho sobre el cuál reposaba. Y hasta hacía unos segundos se habían estado devorando sin medio decoro.
—Al menos díganme que están vestidos —imploró Chifuyu, medianamente resignado al caos.
—Ah, Chifuyu, por supuesto que sí —respondió Draken, irguiéndose para tomar a Mikey y quitárselo de encima—. ¿Qué crees, que somos trogloditas?
—Jamás le faltaría el respeto a los cavernícolas de esa manera —alegó Baji, destapando primero sus ojos para cerciorarse de la situación antes de soltar a su pareja. Acto seguido liberó a Chifuyu.
Cuando Mikey y Draken iban a retornar a sus sillas, Baji les colocó la mano frente a ellos.
—Olvídenlo. No me sentaré allí hasta que lo rocíen con agua bendita —sentenció antes de sentarse en los asientos que le correspondían a ese par.
—De acuerdo —sonrió Mikey—. La semana que viene le pediré a Hakkai que me facilite un poco, si te es de ayuda.
—Esperen, tengo una pregunta antes de continuar —mencionó Chifuyu, repleto de una curiosidad súbita ante la mención de aquel nombre.
—Dila —le respondieron al unísono.
—Acaso, ¿Mitsuya-san sabe que todos quieren con él?
Draken y Chifuyu miraron a sus parejas, expectantes. Baji y Mikey, por su parte, se miraron en un silencio comprometedor.
—Eh, Mikey, como que te tocaba a ti, ¿no?
—Por supuesto que sí, buen amigo mío.
En la votación de si debía actualizar esto o lo otro, este capítulo juntó como 21/22 votos y la otra historia con unos... 15/16? En fin, la #democracia. En la semana actualizo la otra novela<3
Había prometido actualizar esto ayer, pero me la he pasado jugando videojuegos. Mis sinceras disculpas, bbs 😔✌🏼.
Bueno, queda un extra más, que me está gustando más de lo que me ha gustado este, así que, bueno, a esperarlo(?)
Muchas gracias por todo 💕
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