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8. Desesperado

En la habitación de Chifuyu, el silencio volvió a formarse entre ellos. Se habían acomodado allí luego de que Baji fuese a buscar un par de libros a su casa y volviera en un santiamén. No sabía ni siquiera qué libros había tomado en su apuro, simplemente manoteó los que estaban sobre su mesa de luz, que por encontrarse allí supuso que eran los que menos le importaban; si no estaban en su bolso para la escuela, no eran de relevancia. Sin embargo, no había una gran significancia en qué libros llevase, de cualquier manera Chifuyu sabría que no tenía ni la más pálida idea de qué asignaturas le tocaban con proximidad. 

—¿Te parece si empezamos leyendo los textos que te han mandado?  —le propuso Chifuyu, completamente ajeno a que las intenciones de Baji estaban lejanas al deseo de estudiar.

—Es terriblemente aburrido —soltó. Desconocía qué material era el que tenía que leer, mas adivinaba de antemano que sería un bodrio.

Chifuyu comenzó la lectura en voz alta y mantuvo las expectativas altas, sabiendo que Baji catalogaba de esa manera a cualquier texto que se le pusiera en frente.

Sin embargo, a medida que la lectura avanzaba, hasta Chifuyu se había aburrido. Por primera vez Baji tenía la razón absoluta sobre lo aburridas que eran las piezas que le habían mandado para leer y no exageraba. Baji ya estaba comenzando a cabecear y pedía permiso para ingresar al mundo onírico.

—Baji-san, ¿alguna vez has leído El Principito? —soltó de improvisto, prácticamente despertando a Baji de su ensueño.

—¿Qué es eso? —cuestionó, como si hubiese oído una fórmula de química orgánica.

—El Principito —insistió, sentándose junto a él—. Es un libro que leí cuando era niño, y que tuve que volver a leer para ayudarte con unas tareas —lo repensó y se corrigió—, bueno, en verdad lo releí para poder relacionarlo con la literatura y la gramática y así poder explicarte utilizando una pieza de literatura infantil, que bueno, de infantil no tiene nada.

—¿Debo leerlo? —intentó sonar lo más interesado posible porque se trataba de Chifuyu, pero Baji y los libros podían irse a guantazos limpios en cualquier momento. Baji con las letras eran como Hakkai sin Mitsuya; simplemente, no funcionaban.

—No es algo que debas hacer de manera forzosa —negó con la cabeza—. A decir verdad prefiero leer mangas, ya me conoces, pero este libro ha abierto un hueco en mi cerebro que me conecta con mi niñez, y me ha gustado mucho.

—Ya veo —asintió, espabilando. Abrió los ojos con fuerza y se desperezó una y otra vez.

—Si te parece bien podemos echarle una leída luego —invitó con timidez. Compartir cosillas que amaba con Baji era algo que le maravillaba—. A lo mejor y te sirve.

—Me parece una buena idea —le respondió con sinceridad.

Baji le sonrió con gratitud. Así como a Chifuyu le gustaba compartir los pedacitos de su alma con él, a Baji le gustaba recoger y atesorar cada uno de ellos.

—Sin embargo —dijo Chifuyu—. Primero retomaremos la práctica de kanjis.

—No me jodas —rezongó con el hastío acompañando cada palabra y enfatizándola.

—Pero si ya estás mejorando, Baji-san —le alentó. Se aproximó a él y le acarició el hombro con una dulzura que le embelesó.

No obstante, cuando la mirada amartelada de Baji aterrizó sobre él, lejos de sentirse revoloteando como querría, le invadió una oleada de dudas que venía alojando hacía un tiempito.

¿Seré el único que tiene la dicha de ver esa mirada en sus ojos?

Cuando Baji se percató de ello y su mirada se tornó a una de desconcierto, Chifuyu decidió que había propiciado el ambiente para quitárselas, aunque haya sido un accidente.

—Baji-san ¿a ti te gusta Mikey? —soltó antes de que pudiera refrenar su curiosidad. Era la idea principal que había estado suspendida en su cabeza desde hacía varios días, y no podía negar que le lastimaba de tan solo pensarlo. Él jamás podría competir con alguien como Mikey.

—¿Qué? —preguntó, completamente tomado por sorpresa por el abismal desvío de la conversación, acompañando su gran duda con sus cejas elevadas y sus ojos bien abiertos—. Eso jamás.

—Ya veo —asintió, clavando sus ojos en sus manos sobre la mesita.

—¿Por qué creerías eso? —le cuestionó, irremediablemente preocupado.

—Ustedes están muy extraños —comentó con franqueza—. Bueno, creí que podrías estar celoso de Mikey y Draken, por la manera en la que no quieres dejarles solos un minuto.

—No voy a mentirte, sí puedo ser celoso —pero tú no tienes a nadie más cercano que yo—, pero no de Mikey precisamente. Por mí podría tirarse a medio Shibuya y hasta le compro los condones. 

—Tienes razón — sacudió su cabeza para alejar aquella idea—. Qué tonto. Jamás podrías enamorarte de un amigo, tienes razón.

—Exacto —asintió, satisfecho de que Chifuyu no malentendiese el asunto. Sin embargo, al reparar en lo último dicho se frenó en seco—. ¿Cómo has dicho?

—Que los amigos son amigos al final del día ¿no? —repitió, manteniendo su rostro apacible—. He malinterpretado la situación y he quedado como un sonso. Ustedes son amigos hace tantos años.

—Oye, pero a mí sí me gustan mis amigos —clamó Baji de repente. Al ver la cara desconcertada de Chifuyu se rectificó—. Quiero decir, que la amistad no es algo definitivo. De las amistades salen las mejores relaciones.

—A mí también me gustan mis amigos —coincidió Chifuyu, asintiendo—. Los quiero mucho.

—Que no me estás entendiendo, Chifuyu —negó, exasperándose. Se enderezó en su lugar y enserió su semblante.

—Claro que te entiendo, Baji-san —contradijo, aún jugueteando con sus manos, con la vergüenza suficiente como para no querer levantar la mirada. Su pregunta había desencadenado aquella situación. En aquel momento que ya tenía la respuesta, solo quería volver al pasado y abofetearse.

—Que no —aseveró, zozobrando.

—Que sí, no te preocupes.

—Pero Chifuyu, que tú me gustas —confesó de repente, sin delicadeza alguna y con un tono de voz que fue cualquier cosa menos romántico. Reforzó sus palabras apoyando su mano en la mesa con firmeza.

—Bueno, Baji-san, tú también me gustas —respondió con naturalidad—. Eres un gran amigo.

—Pero es que me gustas tú, tu carita, tu voz —soltó con velocidad en una cadena de palabras, sintiendo la desesperación. Tantas cosas que había pensado y de las mil maneras que se había imaginado su confesión a futuro, nunca había imaginado algo tan mediocre como lo que estaba otorgando. Cuando Baji se sacaba de quicio, su autocontrol quedaba reducido a cenizas.

—A mí me gusta tu cabello, Baji-san —le contestó, animándose a levantar la cabeza para sonreírle amistosamente.

—No es momento de hablar de mi cabello —le tajó, tratando de sonar lo menos arbitrario posible.

—¿De qué hablamos, entonces? —le repreguntó, inspeccionando la habitación de lado a lado con tal de no mirarle fijamente.

Baji contó hasta dieciocho mil en su cerebro y comenzó de nuevo con un gran suspiro.

—De nosotros.

—Nosotros somos amigos —le recordó Chifuyu.

—Diablos, deja de decir eso —le dijo con la voz ahogada, cerrando los ojos y golpeándose la frente.

—Pero es que lo somos —le aclaró, centrándose en Baji nuevamente.

—Que no —le rabió. Sus ojos penetraron en Chifuyu con la violencia de la impaciencia.

—¿Que no? —repitió, entristeciendo sus facciones.

—Que sí, bueno, pero...

—Que sí, entonces —reafirmó, haciendo acopio de valor para no intimidarse bajo la mirada ajena. Estaba acostumbrado a verle rabiar y hasta enfadarse con él por minucias de vez en cuando, pero en aquel momento podía sentir su impotencia.

Baji no supo si estaba siendo rechazado de la manera más sutil posible, o si Chifuyu era un verdadero idiota.

—Chifuyu, tú comprendes que los amigos no se besan, ¿verdad? —le consultó de repente, tratándole como el mayo imbécil de la ciudad.

—Claro que lo sé y lo comprendo —respondió con cautela—. Pero tú has besado a Kazutora antes, ¿no?

—¿Cómo diablos sabes eso? —le espetó. Su paciencia ya había abandonado su cuerpo. Chifuyu, por su parte, nunca se tomaba a mal esos arranques malhumorados e impacientes de Baji.

—Mitsuya-san —confesó entre unas risillas que rozaban entre lo hilarante y la incomodidad.

—Lo de Kazutora fue una apuesta cuando teníamos trece años, fue un choque de dientes y listo —explicó con cautela pese a su exaltación. Sus dientes se raspaban entre sí—. ¡Solo éramos unos renacuajos! Y claramente el que nos obligó fue Mikey.

Chifuyu rio, en aquel momento de auténtica gracia, a pesar de la situación sin par que estaba viviendo.

—No te preocupes, Baji-san —le dijo, con una dulzura inconmensurable. Fue en aquel momento que decidió su última jugada—. Si tanto te preocupa lo del beso, olvidémoslo. Podemos seguir siendo amigos sin ningún tipo de inconveniente.

—Pero yo no quiero —negó instantáneamente. La intensidad de su mirada acorralaba a Chifuyu.

—¿No quieres ser más mi amigo? —le preguntó con preocupación. Era aquella la razón de sus actos y su mayor temor.

—Bueno sí, pero...

—Entonces sí —le cortó con solemnidad. Le sonrió una vez más aunque se estuviese asfixiando.

—No puede ser —se golpeó la frente de nueva cuenta, echándose sobre la mesita, sintiéndose al borde.

—No te preocupes —le dijo, consolándole—. Me ayudaste a quitarme el peso del primer beso, y fue una grata experiencia —le sonrió—. Podemos dejarlo de lado ahora.

Una grata experiencia que Baji quería repetir todo el día y en especial en aquel momento contra la mesita del centro.

—¿Tú quieres dejarlo de lado? —le cuestionó con extrema seriedad, levantando su mirada para reflejar la desesperanza aflorando.

—Sí, no quiero que nada arruine nuestra amistad —le respondió,

Ahí Baji tocó fondo. Se sintió atosigado. Le dolía el pecho por la impotencia. Suspiró pesadamente y se paró.

—Será mejor que nos veamos luego, ¿te parece? —su frustración hablaba por él. Sus ojos se habían apagado y su voz se había enronquecido más de lo normal.

—Cuídate, Baji-san —le respondió, sintiendo cómo le dolía la comisura de los labios por tanto forzar aquella sonrisa.

Cuando se quedó solo se arrojó sobre la cama, enfadado consigo mismo y por lo complicado de la situación. Hasta hacía unos minutos atrás él creía que las acciones de Baji apuntaban a que le gustaba Mikey; luego lo besó sin ningún escrúpulo y finalmente salió esa especie de declaración mal planteada que no consiguió entenderla como tal hasta el final. Chifuyu tenía claro el erróneo concepto de que Baji no sabía lo que quería y que estaba actuando disparatadamente, y ciertamente no se atrevía a llevarle la contra ni cuestionarle un tema de semejante magnitud. No podía decirle "has hecho cualquier cosa, Baji-san, y la verdad es que no entiendo un rábano de lo que has querido decirme ni de la veracidad de tus sentimientos".

Por momentos Baji le decía que le quería como colegas, por momentos parecía aferrado a Mikey; por otros parecía conectarse fervorosamente con Chifuyu tan solo con mirarle, y por otros parecía olvidarse de él y sin siquiera tenerle en cuenta. Un día le abrazaba, al siguiente no hacía nada, y al siguiente le besaba. Baji no se había decidido; había utilizado todas sus estrategias y ninguna a la vez, y que Chifuyu se confundiese y se negase a aceptar sus sentimientos que eran más inestables que un carrusel, era más que razonable. Podía adivinar las intenciones de Baji solo con verle deslizar sus ojos sobre algo, mas cuando se trataba de la posibilidad de que Baji estuviese enamorado de él lo descartaba de manera instintiva y se negaba a darle crédito a su mente ilusoria y pecaminosa de inocencia.

Se moría de ganas de besar a Baji y el ambiente en el que sucedió era más que propicio y dulce; le había fascinado y por supuesto que no quería dejarlo de lado, pero estaba dispuesto a hacer lo que fuese necesario para no perder su vínculo con él. Por esa razón, a pesar de lo mucho que lo deseaba, no podía aceptar los sentimientos ajenos con lo confuso que era todo el asunto. Ni siquiera era capaz de creer que Baji quisiese algo con él.

Keisuke Baji era la luz de sus ojos; le quería, le admiraba, le respetaba y estaba perdidamente enamorado de él. Lo quería más que a nadie, y no estaba dispuesto a perder su vínculo con él por vueltas y confusiones. Prefería quedarse en la zona del amigo por el resto de su vida antes que dejarse llevar por la situación hasta que fuese imparable y perder a Baji en el camino.

Y si iba a arriesgarse a eso, tenía que estar seguro de los sentimientos de Baji, y para eso se los tenía que aclarar él mismo en su lugar; si él estaba enamorado de Chifuyu, este último no lo sentía. No importaba cuán desesperado estuviese Baji ni lo directo que fue la mayor parte del tiempo, nada de eso importaba si a Chifuyu no le llegaba lo que él hacía. Nada tenía propósito si Chifuyu no percibía la intensidad de los sentimientos ajenos. Ambos estaban jugando al teléfono descompuesto; a pesar de la fortaleza de su conexión no se estaban comprendiendo en el más esencial de los asuntos.

—Como si Baji-san fuese a fijarse en mí de cualquier manera —masculló para sí contra la almohada, con sus ojos apagados—. Un tipo tan genial como él. Una vez que acomode sus ideas se dará cuenta de que está equivocado y de que no soy lo que quiere.

No era particularmente que Chifuyu tuviese baja autoestima; al contrario, sabía reconocer su propio atractivo y antaño se sentía lo mejor de lo mejor, pero Baji le parecía un ser de otro nivel, alguien de quien él siempre sería indigno. Desde que le conoció no había podido dejar de pensar en él como alguien grandioso, alguien que él quería ser, alguien que quería para sí. Era para él la perfecta definición de un amor inalcanzable, y estaba conforme con eso.

Al final del día, sabía que Baji no sería capaz de romper su amistad por un rechazo, y menos por uno que no le valía nada; no solo porque sabía el tipo de persona que era, sino porque conocía el enorme orgullo que cargaba con grilletes. Darle la espalda por recibir una negativa era algo que Baji no haría, porque esa era una actitud despechada, y a Baji nadie le vería andar de despechado por la vida. Preferiría martillarse un testículo antes que mostrar aquella fragilidad que le daba la característica de la naturaleza de la humanidad, y aún así no derramaría ni una lágrima.

Conociéndole, no volvería a someterse a un posible e inminente rechazo a no ser que estuviese seguro y emperrado, por lo que si Baji volvía a declarársele alguna vez en su vida, ahí sería el momento en el que no podría negarse.

Sin embargo, ese era el tipo de circunstancias que solo encontraban su lugar en la ficción y en las bien cuidadas hojas de sus mangas. Las fantasías de Chifuyu no quedaban más que en eso, y no podía escapar del tortuoso pensamiento de que, incluso aunque Baji se hubiese equivocado con sus sentimientos, había perdido una oportunidad milenaria, y no pudo evitar enrollarse como un bollo en su cama por la desilusión que aquello le generaba.

Estoy subiendo este capítulo y el próximo seguidos porque por separados me parecieron aburridos y, además, cortos; y no los podía unir en un mismo capítulo porque me parece bueno que cada uno tenga su título y su momento exclusivo de atención porque son dos días distintos y puntos de vista completamente diferente sin cruce entre ambo(?). Es para compensar, ah.

Mucho amor pa ustedes<3

Vayan al siguiente capítulo, así no me funan(?)

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