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7. Romanticón

—Por favor, dime que es la última vez que nos reuniremos —lloriqueó Mikey, acariciándose las sienes.

—Sí, definitivamente sí —rabió, con aquellos ojos filosos—. Ayer fue la última vez. No volveremos a salir los cuatro juntos.

—Pues no, claramente no podemos dejar de competir entre nosotros —comentó, dándole la razón—. No nos ha servido de nada. Bueno, a mí sí, pero eso ya lo sabes.

—A mí no me ha servido de una mierda la cita doble como tal, pero por fuera de ello no me quejo —insinuó, sonriendo victorioso.

—¿Qué hiciste anoche, picarón? —le preguntó al comprender el sentido de sus palabras.

—No fue nada de otro mundo —intentó sembrar curiosidad a través de una falsa humildad—. Solo lo besé.

—Tienes que estar jodiéndome.

—¡Ya quisieras! —exclamó, henchido de orgullo con la barbilla en alto—. Has de estar entrando en pánico.

—¿Yo? —preguntó con aires de suficiencia—. Jamás. No estoy tan desesperado como tú.

—No te lo crees ni tú.

—Tengo muchas ganas de echármele encima, no te voy a mentir —se sinceró a más no poder—, pero la gracia de todo esto también radica en disfrutar el juego previo.

—Esto es una competencia, no hay tiempo para juegos previos —aseveró.

—Oh, qué poco vas a satisfacer a Chifuyu cuando llegue el momento, hermano —se burló, impúdico.

—¿Acaso me estás desafiando? —le increpó una vez que comprendió lo que Mikey quiso decir con aquello. Si había algo donde Baji sentía que jamás podía cagarla era en el sexo pese a ser un virgen, por lo que encontraba las palabras de Mikey sumamente insultantes.

—Esa competencia va para más adelante —apaciguó Mikey con gracia.

—¿Entonces? —le preguntó, dejando que más granitos de arena cayeran al fondo del reloj antes de reventarle.

—Siempre hay tiempo para juegos previos —le dijo—. Y te lo demostraré aún pateándote el trasero. Esta apuesta está lejos de terminar.

—Ya lo veremos.

—De cualquier manera, ¿no que querías ir lento? —le preguntó, recordando la charla del día anterior que, al parecer, acabó por ser infructífera.

—Bueno, oye, tú quieres disfrutar el juego previo al verdadero asunto, ¿no? —le preguntó para armar su defensa—.  Pero si Draken te pone entre la espada y la pared, definitivamente tomarás esa espada y querrás que te ponga contra la pared, a que sí —le explicó en tono sugestivo, elevando las cejas de la misma manera.

—Pero si tú eres todo un poeta, eh —le dijo—. Chuuya Nakahara se queda corto a tu lado.

—Ya ves —asintió—. Con esta labia me he levantado a medio Shibuya y he conseguido besar a Chifuyu.

—Chifuyu te habría besado aunque tú le hubieses recitado el abecedario con eructos —alegó—, y lo sabes.

—Ah, yo no oigo lenguas envidiosas —le dijo.

—¿Envidiosas? —le cuestionó con una ligera molestia malogrando su voz—. Yo he besado a Kenchin primero.

—Tú lo has besado por el jueguito —le  recordó, sonriente. Amaba ganarle a Mikey por más mínimo que fuese el logro—. Yo lo he besado por los huevos bien puestos que llevo.

—Lo bueno se hace esperar —le sonrió a cambio—. Tú has dado un manotazo de ahogado, pero eso no te va a hacer ganar nada.

—Ya lo veremos, Mikey —le respondió, desafiante—. Pero por el momento he ganado el primer beso de Chifuyu y me he lucido.

—Si tan solo supiera que ahora debe tener las babas de medio Shibuya en él —alegó.

—Cállate.

—Bueno, en fin, enhorabuena, ¿no? —le felicitó de repente, entre risas sutiles.

Baji le dirigió una mirada de pocos amigos.

—Hasta me felicitas, hijo de puta —le escupió—. ¿Tan seguro estás de que puedes ganar?

—Solo soy un buen amigo, Baji —le respondió con gracia.

—Como digas —le respondió a regañadientes.

Intercambiaron miradas una vez más con saña y Baji se levantó de su silla con un chasquido de lengua.

—¿Ya te vas? —le preguntó Mikey con una fingida inocencia—. Qué gruñón.

—Claro que sí.

—Espérame, entonces, iré contigo —fue su respuesta repleta de simpatía.

—Entonces muévete, porque yo ya me voy —le dijo, ya dirigiéndose hacia la entrada del lugar. Se volteó a Mikey y le aclaró—. Esta reunión era solo para aclarar que las citas dobles están terminantemente prohibidas.

—No es como si hubiesen sido mi idea —alegó con razón, encogiéndose de hombros al pararse.

Recorrieron el camino hasta la salida; Baji arrastraba su orgullo y Mikey, los pies. Podían vislumbrar el anochecer acaecido a través de la ventana del lugar cuando ya se encontraban junto a la entrada. Baji abrió la puerta de vidrio y la dejó caer para que Mikey la sostuviera al pasar. 

Sin embargo, aquella confianza que Baji llevaba se cayó a sus pies al ver a Draken junto a la acera, recostado sobre su motocicleta. 

—Sabía que estarías aquí —pronunció como saludo, presumiendo una sonrisa de medio lado mientras se levantaba para acercarse hacia ellos.

Baji se asqueó cuando vio la sonrisa que invadió el rostro de Mikey a su lado al verle. Sin embargo, más le cabreó que Draken estuviese ahí buscándole con pintas de tortolito y una mirada melosa. 

¿Qué es, su maldito novio?

—Kenchin —le respondió con la ilusión escapándosele por los labios. Draken era la razón por la que sus ojos recuperaban transitoriamente su brío cada tanto. 

—Me enteré de que se estrena hoy esa película que veníamos esperando ver desde hace un tiempo —le explicó a modo de invitación—. Fui a tu casa pero Emma me respondió que habías salido con Baji, por ende inferí que estarían aquí.

—Eso suena maravilloso —le respondió, encantado. Se abalanzó sobre él, dispuesto a acompañarle con la mayor de las emociones. 

—Baji, ¿te sumas? —le preguntó Draken con un movimiento de su cabeza que le invitaba.

—¡No! —exclamó Mikey lo más veloz que pudo—. Baji no quiere venir. Las películas de acción no son lo suyo —se giró hacia Baji, quien le miraba con bronca saliéndole por la hendidura de sus ojos entrecerrados. Se dirigió hacia él—. Además, ¿no andas hecho todo un romanticón? Quizás los estrenos de la próxima semana traigan una cursi que sea de tu agrado.

—A mí no me gustan las películas románticas —objetó, dispuesto a proseguir con su plan improvisado para ahogar la confianza de Mikey en un estanque.

—Pues tampoco las de acción —le interrumpió Mikey con un semblante de seriedad absoluta. Baji sabía que aquello era una amenaza.

—Sabes, la película que vi anoche con Chifuyu era de acción —rebatió, sonriente. Comenzó a aproximarse a ellos con intenciones claras.

—Como si la hubieras mirado siquiera —atacó. Tenía razón en su argumento y ambos lo sabían.

—Claro que sí la he mirado.

—¡Dime el nombre siquiera! —exclamó.

—¡No me interesa, iré con ustedes dos! —respondió, echando humos.

—¡Que no!

—¡Que sí!

—¿Vienes o no? —interrumpió Draken, impacientándose ante aquella riña infantil.

—¡Que sí! —exclamó Baji, asintiendo frenéticamente.

Mikey se acercó a él en un solo paso y le empujó hacia atrás cabeceándole el pecho con fuerza. Elevó su rostro y pegó su nariz a la de Baji y con el vacío de sus ojos le intimidó ligeramente.

—Esto es muy bajo hasta para ti —le murmuró.

—Yo no he hecho nada —le respondió con una sonrisa vivaz, preparado para partirse a guantazos con Mikey—. Si mi queridísimo amigo Draken me invita, no veo razón para no ir.

—Yo te puedo cantar más de cien razones por las que no puedes ir.

—¿Quieres que te traiga un maldito micrófono? —le respondió con sorna, cerrando sus puños junto a su cadera.

—Yo que tú no lo haría, porque si lo tengo en mis manos te lo meto por el... 

—¿Baji-san? —le interrumpió una vocecilla nueva, una que sobresaltó de más a Baji.

Mikey y Baji se voltearon para ver a Chifuyu, quien convenientemente estaba pasando por allí.

—¡Bah! —bufó Mikey, aliviado—. Gracias al cielo, Chifuyu.

—¿Qué sucede? —curioseó, buscando encarecidamente comprender la situación entre aquellos tres.

—Baji se está entrometiendo en una salida en la cual no es bienvenido por mí —le respondió instantáneamente, como si le rogase que se lo llevara de allí.

—Ya veo —asintió Chifuyu con lentitud. Dio una vista panorámica para notar a Baji parado entre Draken y Mikey. Su leve incomodidad era palpable.

—¿Tú qué haces por aquí a pie? —le preguntó Baji, ignorando lo dicho por Mikey. Maldijo la coincidencia.

—Había ido a casa de Takemichi para devolverle la película que me había prestado —explicó, sintiéndose sumamente fuera de lugar. Sus piernecillas comenzaron a temblar con delicadeza al recordar una vez más la película y lo que había acontecido la noche anterior. No era que lo hubiese olvidado, pero el recuerdo le golpeó con énfasis—. Cono le dije a mi madre que iría a estudiar no pude irme en moto.

—Afortunadamente, mi adorado amigo Baji me buscó en su motocicleta hoy para que vengamos a comer aquí —comentó—, y como yo me voy con Draken mi lugar en el asiento queda libre para ti —se dirigió a Baji—. Vamos, llévale a casa.

Demandó aquello y tomó a Draken de la muñeca para escapar, arrastrándole detrás de él. Sabía que Baji no podía dejar solo a Chifuyu, y como las citas dobles estaban vetadas, no podían colarse con ellos. Draken solo se dejó manejar a pesar de que no había entendido nada.

—Mikey, mi motocicleta... 

—¡La buscas luego!  

Chifuyu, con la mirada incrustada en el suelo y sus manos jugueteando entre sí, se sentía increíblemente nervioso. Podía sentir la inquietud y los suspiros de resignación del joven junto a él, quien se quedó a su lado viendo a sus otros dos amigos salir disparados. 

Lejos de lo que Chifuyu maquinaba en su mente, Baji se sentía verdaderamente frustrado; la pequeña esperanza de ganar que llevaba se había agrandado a niveles descomunales para luego acabar reducida a cenizas. Cuando creía que se había adelantado un mundo a Mikey, se tropezó con la realidad y cayó de bruces. Mientras él había dado un paso colosal, Mikey había dado muchos aunque fuesen más modestos que los suyos. Y él sabía que los detalles minúsculos y las nimiedades eran los que acaban por enamorar. 

Sin embargo, el juego aún seguía y el tiempo le acorralaba con cada segundo que desperdiciaba maldiciendo a Mikey y a su mala suerte. Y ciertamente le dolía pensar en Chifuyu como un gafe aunque fuese solo un acto transitorio.

—Chifuyu —le dijo de una vez, al notar el ambiente que se había instaurado entre ellos. No supo si la razón era el beso de la noche anterior o si era algo que iba más allá de su razonamiento y voluntad—. ¿Quieres que te lleve a casa?

—Claro —asintió, cohibido. 

Dicho aquello, incapaz de mirar a Baji a los ojos por la violenta oleada de pensamientos y una repentina timidez impropia de él, esperó a que este se dirigiera hacia su motocicleta estacionada a unos metros de distancia de la abandonada por Draken, para seguirle. Al oír los pasos dubitativos echarse a andar hacia el vehículo, Chifuyu le siguió ciegamente. No supo si fue su una jugarreta de su mente o si era un hecho, pero sintió una vez más la colonia de Baji y su corazón se alborotó en consecuencia ante la remembranza de su primer beso y el aroma que había penetrado por su nariz para quedarse dentro de él para siempre.

Percibió el movimiento de Baji al subirse al asiento, por lo que hizo lo mismo y se subió a su espalda. Supo confirmar en aquel instante su duda al sentir con una intensidad inmensa el olor que invadió su nariz inerme. Le encantaba, y había decidido que ese sería el aroma que representaría el amor para él. Si llegaba e momento en el que le preguntaran qué era enamorarse, él respondería sin lugar a dudas con la imagen de Baji en su mente y el olor ausente en la punta de su nariz. 

No obstante, se prendió del respaldo de la moto. No tenía las agallas para sostenerse del torso de Baji; moriría de vergüenza y, además, recordaría vívidamente lo que era tener a Baji encima de él, y eso acabaría de rematarlo. A su vez, no contaba con la certeza de que el otro quisiese que lo hiciera. Podía incluso empeorar el asunto con ello. No había dormido en toda la noche al mantenerse en vela, cavilando y cavilando sin retorno acerca de lo que había sucedido durante los últimos días y de lo que iba a acontecer. Lo único que había acabado por resolver era que no quería perder a Baji bajo ningún punto de vista, de ninguna manera; ni como amigo ni como interés amoroso. 

No supo si fue por haberse refugiado en su mente, pero el viaje se le hizo fugacísimo. Cuando se percató del lugar, Baji ya le estaba diciendo que se bajara. Obedeció y se paró junto a él mientras esperaba que estacionara. Una vez culminó la espera, Baji se aproximó a él y le hizo una señal de que subieran las escaleras. 

—Diablos, cómo detesto la escuela —dejó caer para romper el hielo entre ellos.

—¿Tienes que estudiar, Baji-san?

—Bueno, de tener, tengo que hacerlo —respondió, colocando sus muñecas detrás de su cabeza mientras caminaba—. Pero que lo vaya a hacer es otra cosa distinta. 

—Si quieres puedo ayudarte —le respondió instintivamente, concentrando su atención en los escalones. 

—Eso me vendría bien. 

Cuando llegaron al cine, Mikey suspiró con un alivio sin par. Se dobló sobre sí para recuperar un poco del aire que perdió en el camino, sin soltar a Draken ni por medio segundo. Al inclinarse lo arrastró con él, echándolo hacia adelante. 

—Suéltame para que pueda comprar los boletos —le dijo Draken, sacudiendo su brazo como quien no quiere la cosa para que le soltara.

—Tienes otra mano, Kenchin —le dijo una vez que se incorporó a su lado—. Me decepcionaría que no pudieras hacer dos cosas a la vez con tus manos —soltó, pretendiendo distracción con el ambiente. Draken se tensó al captar lo que quiso decirle y no replicó nada por temor a embarrar más las cosas y darle pie a Mikey.

Se dirigió hacia la pequeña cabina a un costado de la entrada e hizo el pedido mientras Mikey se colgaba de él. Cuando este último se percató de la manera en que la persona que le atendía miraba a Draken, se echó más sobre él, abrazándole desde cualquier ángulo humanamente posible. Cuando Draken tuvo que tomar los boletos entre sus manos, tuvo que extralimitar su fuerza para poder agarrarlos sin que Mikey lo tumbara en medio de sus insistentes muestras de afecto.

Desde allí tuvo que encaminarse a comprar la comida, con Mikey prendido de su ropa cual niño. 

—Kenchin, eso es muy poco —se quejó cuando vio la pequeña cantidad de comida que compró.

—Si compro más te dormirás una vez te engullas todo —le respondió, sosteniendo todo entre sus brazos y cargando con el peso de Mikey, quien se dejaba acarrear por sus movimientos. 

Mikey no otorgó contestación alguna; no tenía argumento que rebatiera aquello. Siguió los pasos de Draken arrastrando los pies con pereza hasta ingresar a la sala. Se sentaron en el fondo por unos perseverantes caprichos por parte de Mikey, forcejearon un rato debido a que Draken no le dejaba que cogiera la comida antes de que comenzara la película, se rieron y aguardaron a que se llenara la sala. A pesar de ser noche de estreno, no habían tenido ningún problema en conseguir las entradas, por lo que Mikey no supo si Draken las había reservado de antemano. 

La película comenzó y Mikey se abalanzó sobre Draken para arrebatarle la comida a como diera lugar. Cuando la película alcanzó el cuarto de hora, Mikey ya no tenía comida ni bebida.

Draken, por su lado, había resguardado un poco de su comida a escondidas de Mikey, mas cuando este se percató se arrojó sobre él una vez más para quitárselo. 

Cuando la película iba por la mitad, Mikey comenzó a cabecear de sueño. 

—Tiene que ser una maldita broma —susurró Draken en su oído al verle, sorprendiéndose una vez más de la capacidad ajena para dormirse a pesar de los tiroteos, bombazos y gritos del ambiente. 

Mikey se volteó hacia él luego de eso y dejó caer su cabeza sobre su hombro. Draken solo suspiró y se dejó utilizar, mas se sobresaltó al sentir una mano tomar la suya. A pesar de que Mikey siempre le toqueteaba sin reparos y se prendía de él, nunca le tomaba de las manos; se limitaba a sujetarle por la muñeca. Se quedó quieto y no reaccionó, pero tampoco se alejó ni quitó su mano. Disimuló su conmoción al mantenerse impávido, tratando de respirar con normalidad para mantener a raya el sentimiento de nerviosismo que le estaba atravesando.  

Una vez que la película terminó, sacudió el hombro con ligereza para despertar a Mikey, aún sabiendo que sería insuficiente. No pretendía cargarle hasta la moto, por lo que suspiró, tomó aire y, con el corazón aún latiéndole desbocado, apretó la mano de Mikey con fuerza y se aproximó a él, para levantarle la barbilla con la mano libre. Cuando la gente ya había comenzado a irse, le habló.

—Mikey, levántate. La película ya ha terminado.

Le movió la barbilla de lado a lado con énfasis, mientras le repetía aquello cada vez más fuerte, hasta que logró que abriera un ojo.

—No te llevaré alzado hoy —continuó—, así que levántate.

—¿Por qué no? —bostezó, quejumbroso. Sin embargo, en cuanto abrió bien los ojos y vio lo cerca que estaba Draken, se despertó de golpe al tener que refrenar sus ganas de aprovechar la situación descaradamente.

—Ha servido —se felicitó a sí mismo, jactándose con su sonrisa. Acto seguido le soltó y se separó para levantarse del asiento. 

Mikey se llenó de desconcierto al comprender lo que le había hecho. Se paró con una velocidad que casi lo mareó y echó a andar detrás del otro. Una vez en la vereda, seguía sorprendido de que Draken hubiese hecho esa jugarreta para despertarle. Significaba, entonces, que era consciente de que tenía ese efecto en él. 

—¿Te gustó la película? —preguntó Draken luego de unos cuantos metros de caminata. Conocía la respuesta, pero era una manera de regañarle sin hacerlo de manera directa.

—Me ha fascinado.

—¿En qué escena te dormiste?

—En la que el auto reventó.

—¿Cuál de todos?

—Está bien, soy culpable, ya déjame, Kenchin —se victimizó, apurando el paso para chocarle por la espalda—. ¿A ti te ha gustado? 

—La he pasado bien, no lo voy a negar —respondió, diciendo más de lo que quería decir.

—Con eso me alcanza —sonrió con una dulzura que antes no estaba ahí. Ese tipo de respuesta y actitudes de Draken le encantaban; le hacían sentir increíblemente privilegiado. 

Cuando vio que faltaban solo un par de cuadras para retornar a la moto, se acobijó de valor siendo invadido por un millón de sensaciones diversas, y tomó la mano de Draken una vez más. No le miró; al igual que en el cine, solo quería sentirle de esa manera. 

Draken se sobresaltó como la primera vez y solo terminó de afirmarse a sí mismo de que le gustaba esa sensación, una que creyó que nunca llegaría. Se mantuvo quieto una vez más, incapaz de corresponder; y prefería que fuese así, puesto que si abría la boca trataría de alejar a Mikey como hacía en cada ocasión, porque esa era la única manera que él encontraba de lidiar con aquellas caricias que le alborotaban de esa manera sin su permiso, con aquel cariño tan fuerte del cual él se sentía indigno. No obstante, cuando sintió los dedos de Mikey entrelazarse con los suyos, se sintió inevitable y sumamente afortunado. 

Afortunado de que Mikey le quisiera de esa manera, a ese punto. 

Procedo a avisar con amor que ya subí el primer capítulo del omegaverse

Se llama "Primeras atracciones" y es esta cosita bonita que está acá y se encuentra en mi perfil ofc:

Para quien quiera darle amog.


Me tardé en actualizar porque no estuve desde el viernes hasta hace unas horas en mi casita. Pues la #vagancia

Saluditos❤️

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