3. Pocky |Parte 1|
—Es muy difícil —murmuró con voz quejumbrosa, echándose sobre la mesa del mismo lugar donde habían apostado—. Chifuyu es tan bonito que lo quiero explotar.
—Ambos sabemos que no es eso lo que quieres precisamente, Baji —refutó Mikey entre pequeñas risas. Sentado en su asiento con sus pies sobre el mismo y las rodillas pegadas a su pecho.
—Aunque me interese no soy uno de esos —se defendió, comprendiendo el sentido subliminal, recuperando su postura y echando sus hebras negras hacia atrás—. Mis pensamientos son puros.
—Muy puros considerando que ayer estuviste con él, ¿no? —le preguntó, recordando vagamente—. En su habitación.
—Oye, ¿y tú? —decidió permanecer a la defensiva—. Tú has dormido con Draken en su casa. ¿No vive él en un burdel, incluso? —cuestionó—. He oído a Mitsuya largar algo de eso.
—Así es —asintió, desperezándose en su asiento—. Dormimos en la misma cama.
Baji, quien había hecho una pausa para beber su soda, se atragantó al oír aquello; no porque le sorprendiese del todo, sino porque la idea de él durmiendo con Chifuyu cruzó su mente como un rayo. Se tapó la boca mientras tosía ligeramente y sentía el calor agolparse en su rostro.
—¿Y cómo puedes tolerar eso? —le cuestionó con la voz amortiguada por la tos—. Incluso el ambiente de ese lugar es propicio.
—No me molesta el lugar; deberías saber que tengo el sueño de una marmota y ningún ruido me despierta —se encogió de hombros. Baji y él habían dormido juntos muchas veces cuando niños, por lo que no era información nueva.
—Pero ¿es que no te genera nada? —le objetó, moviendo los ojos de lado a lado como si buscase palabras para expresar su gran duda—. Es que yo, bueno, nunca he dormido en la misma cama que Chifuyu, pero...
—Ya veo cuán puros son tus pensamientos —se burló, con aquella voz tan apacible—. No lo sé, mi relación con él siempre ha sido así. Habíamos dormido juntos tantas veces antes de que me gustara que ya lo tengo normalizado.
Ambos querían a su manera; mientras el amor de Baji era tímido, temeroso y transparente, el de Mikey era firme y culpable. Mientras que Baji temía espantar a Chifuyu y fracasar, Mikey sabía que Draken jamás se alejaría de él aunque fracasase rotundamente. Poseía una certeza que el otro no.
—Ya veo —murmurando y viéndose expuesto—. En fin, hablando de Draken, ¿cómo te fue a ti?
—Fue fatal —reveló, echándose sobre su asiento. Siendo aquello una competencia no debía verse reflejando sus fracasos, pero era Baji, y sabía que le había ido igual de mal que a él, quizás peor—. Es inmune a mis encantos.
—Es lo que obtienes por vivir tocándole —se rio, sabiendo que le había ido peor que a él.
—Al menos tengo las agallas para tocarle —contraatacó, apoyando su mejilla sobre la palma de su mano y su codo sobre la mesa.
—Perdóname por respetar el espacio de Chifuyu —se atajó, fulminándole con la mirada de un caballero—. Me limito a abrazarlo como mi buen amigo que es.
—Pues sí —le dio la razón, mirando hacia el techo—. Si te atrevieras a hacer algo más que un abrazo, de seguro se desmayaría.
Baji rio, imaginándose aquella secuencia como algo muy realista. Sonrió ante el pintoresco retrato de Chifuyu ruborizándose. A diferencia de Mikey, él era excesivamente obvio y expresivo respecto a lo mucho que le gustaba.
—Carajo —soltó, cambiando su semblante en medio segundo al recordar su nerviosismo del día anterior—. ¿Qué haremos? A este ritmo ninguno ganará una mierda y nos sentiremos como unos perdedores.
—Yo nunca pierdo.
—A este paso tampoco perderás la virginidad, maldito.
—¿Acaso es lo único que tienes en la cabeza? —respondió, aunque sabía que había una pizca de verdad en las palabras de Baji.
—Mikey, ¡concéntrate! —bramó, desviando el tema una vez más—. Si no colaboramos terminaremos solos.
—Solos y vírgenes.
—Así es —sentenció, golpeándose la frente. Luego de indagar en su mente por un buen rato, golpeó la mesa con una sonrisa astuta, sobresaltando a Mikey—. Ya sé lo que haremos.
—¿Tengo elección? —se quejó en un murmuro.
—No te estoy preguntando, te estoy diciendo lo que haremos hoy —le interrumpió—. Y no me importa si tienes los mejores planes de tu vida, los cancelarás y moverás tu culo adonde haya que moverlo.
—Cuánta agresividad —se burló, disfrutando plenamente de crisparle los nervios aunque supiese que Baji estaba siendo serio y que ambos debían cambiar de estrategia—. ¿Así tratas a Chifuyu?
—¡Mikey! —farfulló con su último hilo de paciencia.
—Bueno, cuéntame —se entregó, sonriente—. Dime adónde debo mover mi culo.
—Esta noche, cenemos aquí —propuso, sonriente, exponiendo aquellos colmillos que hacían que en aquel momento su sonrisa tomase una apariencia aniñada que contrarrestaba la seriedad en sus cejas—. Cenemos los cuatro aquí. Tú y yo nos ayudaremos, ¿qué tal?
—¿Hablas de una especie de cita doble? —preguntó, cada vez más sorprendido de al punto al que estaban llegando.
—Si quieres ponerlo así —asintió Baji, escogiéndose de hombros y levantando las manos con las palmas hacia arriba—. Suena más estúpido que lo que ya es.
—¿Y qué haremos? —preguntó, como si el asunto aún le aburriera—. ¿Charlar?
—Ayudarnos y tirarnos flores —respondió, con el carisma de un vendedor. Instantes después, sonrió con una inocencia fingida y añadió—. Y podemos... jugar al juego del Pocky.
—¿El juego del Pocky? —le cuestionó—. ¿Ese en el que dos personas colocan el pocky entre ellas, tomando el dulce por cada extremo con sus bocas y gana el que come más del palillo? —preguntó para cerciorarse—. Normalmente termina en un beso. Ni siquiera Emma se atrevería a semejante ñoñería. ¿Tan desesperado estás? Ayer pediste una contienda limpia y sin engañifas.
—Soy un hombre con necesidades —exclamó, mirándole como si le suplicara que le comprendiera—. Vamos, hagámoslo.
—Oye, pero en el juego del Pocky, cuando son dos parejas las que juegan, el ganador de cada una debe enfrentarse en un final para definir al vencedor de los cuatro.
—¿Y qué?
—Pues que si gana Draken y gana Chifuyu, deberán jugar entre ellos —le explicó, observándole con los ojos bien abiertos para que comprendiese la gravedad del asunto—. O sea que ellos jugarán al Pocky y nosotros seremos meros espectadores de cómo se comen la mojarra.
—¡Eso no puede suceder! —proclamó, agarrándose mechones de su cabello, percatándose de ese detalle—. No podemos permitir eso, Mikey. Debemos ganar tú y yo, a como dé lugar.
—¿Propones que te tenga que besar a ti? —preguntó, aseverando las posibilidades y evaluando la situación con su mirada perdida en la mesa—. Paso.
—Yo tampoco quiero besarte —aseguró, cabreándose. Sus dientes se chocaron entre sí—. Pero es la única opción.
—Prefiero besar a Mitsuya —le confesó, completamente orgulloso de su decisión.
—Yo también.
Mikey y Baji habían pasado el día entero juntos, conversando, haciendo arreglos y acordando asuntos. Ambos estaban seguros de que no querrían verse por un buen tiempo luego de la apuesta. Por la tarde se encontraron frente al restaurante.
—Muy bien, Baji, llámalos.
—¿Que los llame? —repitió, indignado—. Yo llamaré a Chifuyu. A tu macho llámalo tú.
—Oye —le recriminó Mikey, codeándole ante aquel término despectivo—. Aún no lo es.
—¿Qué acabas de decir? —le cuestionó, como si hubiese adquirido necesidad de cinco sesiones de terapia luego de oír aquello.
—¡Que lo llames, hombre! —exclamó Mikey cual niño, sacudiéndole.
—¡Oblígame!
—Te haré tragar ese teléfono, Baji —amenazó con los ojos fríos—. Este es tu plan, no el mío; si me apetece me voy a cenar yo solo con él. Me vale más que verte a ti balbucearle a Chifuyu en un intento de halagarlo.
—Pero por qué diablos no le llamas tú —le cuestionó, mirándole con atención. Le gustase o no, necesitaba a Mikey. Estando los cuatro juntos Chifuyu se sentiría menos cohibido. No quería llamar a Draken, pero si Mikey no daba su brazo a torcer iba a verse obligado a ello.
—Porque olvidé mi teléfono.
—¡Haberlo dicho antes, idiota!
En primer lugar convocó a Chifuyu, proponiéndole que volviesen juntos por la noche.
—Te faltó decirle "tengo la casa sola" para concluir tu invitación —se burló Mikey, echado en la vereda a su lado—. Eres tan obvio que me sorprende que Chifuyu no lo note.
—Mira al burro hablando de orejas, maldito descarado —le espetó una vez que colgó la llamada, en venganza—. No tiene nada de malo proponerle aquello cuando vivimos a unas puertas de distancia.
—A eso me refiero, Baji —señaló la redundancia—. Por más que no se lo propusieras, a él no le queda otra opción más que volver contigo —obvió, apoyando su mejilla en la palma de su mano. Le sonrió—. Esa propuesta quedó ridícula y de intenciones evidentes.
—¿Y a ti, qué? —le cuestionó, claramente expuesto y fastidiado. Se cruzó de brazos y le echó el teléfono a Mikey, sentándose en el suelo de la vereda junto a él—. Llama tú ahora.
Mikey tomó el teléfono en sus manos y marcó el número de Draken que sabía de memoria. Quizás el único que sabía.
—Kenchin —sonrió ante la mención de su nombre y los costados de sus ojos se fruncieron en las arrugas características de la dicha. Baji se asqueó—. Esta noche comeremos donde siempre con Baji y Chifuyu, ¿cuento contigo?
La sonrisa de Mikey se expandió al punto de querer salirse de su cara al oír el "siempre" que obtuvo como respuesta. Los vellos de su piel se erizaron.
—Me dan un asco tremendo —se escapó de los labios de Baji en cuanto el teléfono le fue devuelto.
—¿Te damos asco? —le preguntó, aún sonriente—. Cuando te gane la apuesta me lo tiraré en frente tuyo, te lo juro. Solo para que te dé más asco. Anótalo.
—Te agradezco —musitó con la voz compungida. Acto seguido, suspiró con sus facciones aún contraídas como si hubiese lamido un limón—. Lo más repugnante de todo este asunto es que si ustedes se ponen en pareja serían de esos que se besuquean en cualquier lado y momento y vivirían haciendo chistes sexuales.
—Te da asco porque no puedes tenerlo —se burló abiertamente, mirándole inquisitivamente y carcajeándose, porque era incapaz de negar lo último dicho por él—. El amor apesta hasta que te toca a ti.
—¿Qué te haces el sabio ahora, como si tanto supieses del amor? —le increpó, sabiendo que Mikey tenía razón, pero jamás se lo haría saber.
—Te equivocas —le dijo, con un aire de solemnidad que serenó a Baji. Levantó su vista hacia el cielo y declaró—. Yo no sé nada del amor. Pero sí sé que Kenchin es la persona que quiero desde hace un buen tiempo, y con solo verle me hace creer que el amor es fácil, porque para él es inmensamente sencillo ponerme de cabeza.
—¿Qué parte se supone que es fácil, Mikey? —le preguntó en el nombre de la sinceridad, observándole detenidamente, buscando un ápice de transparencia en los ojos de su amigo que le respondieran—. Tu situación es más complicada que la mía, y sabes que...
—No hablo de ese tipo de fácil, Baji —le cortó con tranquilidad absoluta, con sus ojos aún apuntando al cielo y mezclándose en las nubes, donde todo era más pacífico—. Me refiero a que lo veo a él y siento que el amor vale la pena; querer a alguien y verle reír. Dicen que el amor es complejo, pero cuando veo a Kenchin me pregunto si no estarán equivocados.
Baji no supo qué responder. Para él, el amor no estaba siendo nada sencillo. Ver a Chifuyu y que se le dificultase cómo actuar era algo nefasto, y el hecho de que fuese posiblemente correspondido y aún así no pueda avanzar era frustrante. Estar enamorado no le dejaba actuar con normalidad y cohibía su relación con aquel que le gustaba. Envidiaba a Miley infinitamente.
Permanecieron en silencio, mirando la calle frente a ellos, oyendo el bullicio de la gente opacar el paso del viento. Sentados, el uno junto al otro, disfrutando de la confianza y la cantidad de sentimientos que les llenaban de pies a cabeza, se sentían dos adolescentes que querían comerse el mundo, encontrando belleza hasta en observar las motos que cruzaban el asfalto. Sentarse a disfrutar la plenitud de la vida mientras se inhala con profundidad era importante también, y ellos lo sabían de alguna manera
Porque mientras se distraían y se preocupaban por nimiedades, la vida pasaba y se escapaba.
Cuando llegó el momento, se dieron cuenta por el sonido del motor de la motocicleta de Chifuyu. El corazón de Baji dio un vuelco y se paró de un brinco. Se aproximó al lugar donde imaginó que iba a estacionar y no esperó a que se bajara del vehículo para darle un abrazo efusivo y espontáneo. Le dijo unas cosas a modo de saludo que Mikey no pudo oír y se aproximaron a él. Las mejillas del recién llegado estaban ruborizadas, y Mikey no supo si eran por manejar sin casco con ese fresco, o si era por tener a Baji colgado de él.
—¿Por qué no vamos adentro? —propuso Chifuyu, indicando con su cabeza hacia la entrada.
Cuando Mikey iba a responder, Baji le interrumpió.
—Oh, vayamos yendo nosotros. Mikey me dijo que quería esperar a Draken —le dijo, sosteniendo su agarre en el hombro ajeno para guiarle hacia adentro.
Aquella estrategia había sido tan cutre como baja. Mikey iba a responder eso, que iba a esperar a Draken, mas que Baji haya decidido por él para tener tiempo a solas con Chifuyu era sumamente rastrero. Mikey, sentado con las piernas cruzadas, los vio ingresar al lugar entre risas y juró que se iba a vengar.
Sin embargo, su sed de sangre se sació cuando reconoció el rugir de la motocicleta de Draken, y su corazón se apaciguó al verle llegar a lo lejos. Inevitablemente sonrió al verle frenar frente a él. Se veía increíblemente bien, y las hormonas de Mikey lo confirmaban.
—Hey, Mikey —fue lo que le dijo a modo de saludo, sonriéndole con esa confianza que tenía a Mikey revolucionado. Acto seguido lo rodeó con la moto y estacionó junto a la de Chifuyu. Se bajó y, al ver que Mikey no se movía de su lugar, se sentó junto a él.
—¿No deberíamos entrar ya? —le preguntó a modo de invitación para que le comentase qué pasaba por su mente.
—He estado toda la tarde aquí —soltó, con los ojos clavados en el cielo nocturno, hipnotizado por las estrellas—. Vi el atardecer desde que comenzó hasta que culminó, y a pesar de lo lindos que fueron sus colores —bajó la mirada para escrutar el rostro de Draken, quien le escuchaba con suma atención—, ningún momento ha sido más lindo que este.
Draken se enterneció ante aquello, sonriéndole con la mayor de las purezas. Se aproximó a él y le abrazó, sintiendo aquel pequeño cuerpo dar un respingo.
—Cosas más hermosas te aguardan, Mikey.
El aludido le miró con una intensidad que le decía que estaba muy equivocado, que lo más bello estaba a su lado en aquel preciso momento.
—Vayamos adentro, deben estar esperando —murmuró Draken sobre su cabeza, soltándole para levantarse. Ofreció su mano para ayudarle, y Mikey la tomó.
Se dirigieron hacia el restaurante y la mente de Mikey solo podía maquinar ideas para ser menos sutil. Le haría entender sus sentimientos a como diera lugar; sería tan claro que no le daría la opción de hacerse el desentendido.
Se sentaron en el mismo asiento doble acolchado, dejando libre el de en frente para la otra pareja. Una vez en comodidad, Chifuyu tiritaba con las manitos entre las piernas. Se había preocupado tanto por verse bien que decidió que ningún suéter le haría justicia a su apariencia aquella noche, por lo que en el camino había muerto de frío. Baji analizó su comportamiento y suspiró. Sin meditarlo mucho más estiró su brazo por detrás de Chifuyu y lo apretó contra sí, sintiendo el olor de su cabello, su aroma natural. Chifuyu dio un respingo ante aquello, mas rápidamente dejó de temblar. Luego de unos segundos, se animó a levantar su mirada hacia Baji, cuyo rostro estaba increíblemente cerca. Se envolvieron en la mirada del otro, resguardándose del frío y de las dudas, sintiendo un calor en el pecho inconfundible. Sin embargo...
—Eh ¡pervertido! Suelta a Chifuyu —exclamó Mikey desde la entrada del lugar, siendo seguido por Draken. Una vez que llegaron a la mesa, se pararon junto a la pareja que se había separado en medio segundo y acotó—. Vaya, no puedo descuidarte dos segundos que ya andas manoseando menores, Baji.
Chifuyu ocultó su sonrojo mirando hacia la ventana y apoyando su puño en su boca. Baji miraba a Mikey con la quijada desacomodada, y Draken solo reía. Se sentaron en el asiento vacío frente a ellos y las miradas de los competidores se chocaron con fastidio. Ambas miradas gritaban lo mismo: venganza.
En menos de quince minutos el plan de ayudarse se fue al garete y reafirmaron que aquello era una gran apuesta.
—Ya que hablamos de manosear... oye, Draken, ¿no te cansas de que Mikey te toquetee todo el día a su gusto? —consultó Baji con la carilla de un ángel y la sonrisa de un demonio, cruzado de brazos.
Draken, quien ya había tomado el menú y lo estaba inspeccionando, levantó su mirada hacia él con una ligera sorpresa, mientras que Mikey le miró como si quisiera devolverlo de una patada a la madre que lo parió.
—A veces es un poco exhaustivo, como ayer —confesó luego de meditar su respuesta—. En términos generales no me molesta, pero porque se trata de Mikey. Si fuera otra persona me cabrearía.
Yo también fue el pensamiento que tomó forma en la mente de Mikey.
—¿Ayer qué hicieron? —preguntó Chifuyu, intrigado ante lo descontextualizado que estaba aquello.
—Anoche fuimos a jugar a los bolos —comentó en respuesta—. Empatamos porque el patán hizo trampa y se me colgó toda la noche —se dirigió hacia Mikey y le apuntó con el dedo—. Me debes una revancha.
—Cuando tú desees —le sonrió, agravando su voz con sutileza. Aquellas palabras en aquel tono de voz habían sido capaces de atraer a Draken, y Mikey lo supo por la forma en que le miró.
—Bueno, si se deben una revancha —analizó Chifuyu, quien claramente no sabía leer un ambiente—, ¿por qué no vamos mañana los cuatro? Hace mucho tiempo que no voy.
Baji y Mikey forzaron sus labios a esbozar una sonrisa. Draken aceptó y a ellos no les quedó otra opción. Ni siquiera en sus infancias más tiernas habían peleado de la manera en la que lo estuvieron haciendo durante aquella contienda sangrienta; al parecer, la derrota y la humillación pública pesaba demasiado para dos payasos cuya dignidad nadie tenía presente.
El resto de la velada se sostuvo con los mismos pilares; es decir, indirectas y comentarios rebosantes de cizaña por parte de Mikey y Baji. Patadas bajo la mesa, miradas furibundas y juramentos vengativos como si fuesen plegarias caracterizaron parte de las emociones que corrían en aquel lugar.
Luego de comer, al percatarse de que Mikey y él habían hecho de todo menos ayudarse, suspiró y decidió que era el momento decisivo antes de que alguno de los inocentes decidiese irse a casa.
—¿Por qué no jugamos al juego del Pocky? —propuso Baji, recibiendo una mirada cómplice de Mikey y un asentimiento y risas por parte de los otros dos.
¿Qué podía salir mal?
Me puse a contar y van a ser aproximadamente 10/11 capítulos.
Escribí este capítulo en tantas tandas que me dio paja revisar. Pido perdón si hay desorden(?)
Mucho amog para ustedes que leen mis delirios místicos gays. ❣️
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