11. Perdedor || Final ||
Me tardé porque quería perfeccionarlo. Hasta volví a leer uno de mis libros favoritos para inspirarme, y no me queda más que agradecerle a Oscar Wilde por ser la razón por la que empecé a escribir.
Aquella noche de sábado murió la última neurona de Baji.
No se supo si se trató de un suicidio apoptótico, de un cruento asesinato sin premeditación producto de un arrebato iracundo, un crimen pasional, o si fue un fallecimiento por agotamiento y una sobre explotación laboral sin precedentes.
Baji apostaba por las tres opciones, mas en aquella noche lo último que figuraba en su lista de deseos era apostar.
No sabía qué le molestaba más; el haber perdido, o el conocimiento de que Mikey perdería la virginidad antes que él. Porque luego de aquella muestra teatral que hicieron frente a su puerta, no le cabía duda de que debían estar estrenando el cabezal de la cama de Draken con un entusiasmo desmedido. Con lo fastidioso y ruidoso que era Mikey en su estado natural, hasta podía imaginar que el burdel entero sabría el chisme.
Despertó el domingo con una vinagrera que vaticinaba una semana de nerviosismo y mucho estrés. No podía negar que se sentía desolado. Parte de su confianza se había esfumado con aquel rechazo y le estaba generando un conflicto sin par el hecho de desear recuperarla.
Estaba frustrado, frustradísimo. Se la pasó echado sobre su cama mirando el techo con un semblante que estaba indeciso entre la tristeza, la decepción y la furia.
La furia de perder contra Mikey y tener que humillarse, arriesgándose a un segundo rechazo, pero en aquella ocasión con espectadores.
Se dedicó a sufrir el resto del domingo, en silencio y mirando el techo sin asomarse al teléfono. Estar triste también era una demanda por parte de su espíritu.
Cuando amaneció y fue lunes se sintió aún más abatido. Tendría que ver a Chifuyu, puesto que si su madre se percataba de que se había ausentado a clases por un desamor, se entrometería, y de paso se daría cuenta de que era por Chifuyu.
El día pasó con Baji escabulléndose por los rincones de la escuela, yendo y volviendo temprano para no encontrar una oportunidad de verse con el objeto de sus desvelos. No se trataba de cobardía, sino de un acopio de valor. Si Chifuyu le rechazaba el viernes una vez más, se rendiría y volverían a la normalidad; sin embargo, hasta ese día necesitaba una paz mental de la cual carecería si le viera. Era menester que pasase con él el menor tiempo posible para poder concentrarse en lo que haría y canalizar su lomo para un rechazo multitudinario.
Sabía que Chifuyu malinterpretaría el asunto, mas todo le cerraría cuando se humillara frente a él como un idiota. Debía huir de su compañía para que nada alterase su producción y su meditación hasta el día en cuestión. Nunca se echaría atrás ni con una apuesta ni con una declaración, mas ante la primera ausencia de sosiego, arruinaría todo nuevamente. La fortaleza mental que requería lo que haría era abismal, y Chifuyu la destruiría con solo sonreírle. Por primera vez en su vida, Baji intercambiaba palabras con los nervios, y definitivamente no se agradaban el uno al otro.
El martes Baji despertó sintiéndose el quinceañero emocional y hormonal que era cuando no había motocicletas ni peleas en el medio. El abatimiento y los nerviosismos se habían hecho a un lado para dejarle recordar la razón que guiaba sus pasos: lo mucho que le quería. Lo reafirmó en la escuela al almorzar en la casilla del baño, escondido de Chifuyu, y darse cuenta de que la comida no era la misma delicia sin él a su lado.
Cuando amaneció el miércoles, Baji se percató de que no había descansado ni un minuto; su noche había sido agresiva al posibilitarle a la ansiedad calar en él, por lo que optó por faltar a la escuela. Su madre trabajaba el día entero aquel miércoles, por lo que no le cuestionaría y, además, no habría persona que le abriese la puerta a Chifuyu cuando este fuese a preguntarle por qué no había ido.
Había perdido tres días y aún desconocía cómo podía declararse sin lucir como un payaso al ser rechazado. No obstante, aquello aceleró el procedimiento y enderezó las cavilaciones. Porque de la misma forma en que Baji estudiaba mejor cuando solo le quedaban dos días para un examen y la soga le oprimía el cuello, su semblante se enseriaba con mayor facilidad a tan solo dos días de su muerte emocional.
Luego de haberse sentado a pensar con frialdad el asunto, reparó en la lógica del pensamiento de Chifuyu y lo acertadas que podían haber llegado a ser sus ideas.
Que podían haber llegado a ser.
Porque él no quería a Mikey más que para utilizarlo como saco de boxeo.
Sin embargo, comprendía por qué Chifuyu había llegado a semejante conclusión; había sido descuidado y había dado señales equívocas. Chifuyu le había rechazado, mas razones no le faltaban. Mikey le había ganado limpiamente, porque Baji había jugado sus piezas de manera errónea. Ninguna guerra se ganaba con ataques feroces si su defensa era mediocre cuanto mucho.
Había arrojado bombas a diestra y siniestra para luego fallar en algo tan básico como demostrarle a Chifuyu su unicidad. Si él dudaba de sus sentimientos de esa manera pese a su empeño en demostrárselos, era porque algo había hecho mal.
Además, por supuesto, de que Chifuyu tenía la cabeza en la luna; a Baji solo le quedaba subir a su lado y llevarle las estrellas consigo.
Precisaba demostrarle sus sentimientos de manera adecuada, a como diera lugar. Una vez que Chifuyu tuviese todas las cartas en su poder podría elegir la jugada. Quería que, si iba a otorgarle una negativa final, tuviese el conocimiento absoluto de lo que sucedía; si iba a decir que no, que se lo dijera a quien le regalaba su alma con la mayor de las honestidades.
Eso llevó a Baji a una encrucijada. Con su objetivo clarificado y su voluntad definida, solo le restaba elegir el punto de partida y el camino que andaría para llegar hasta su meta. Sus deseos se habían intensificado y sus miedos se habían convertido en fruslerías al analizar la situación con calma y percatarse de cuánto le quería. Se sentía listo para batallar, pero fuere como fuere, moriría con las botas puestas.
Una vez que llegase al castillo, ya vería si le abrían la puerta y le agasajaban en una cálida bienvenida, o lo arrojaban a los cocodrilos.
Pensó, pensó y repensó en Chifuyu una, dos, tres y mil veces. Los caminos que tenía a su disposición eran variados; podía escoger el más sencillo, que era el de utilizar alguna de sus más románticas frases de ligue. Era la menos dificultosa no solo porque Baji tenía cientas de ellas, sino porque le sentaban de maravilla, se las conocía como su madre a él, y sabía utilizarlas; nunca le fallaban.
Sin embargo, estúpida como era la idea, el eje principal de su plan consistía en demostrarle a Chifuyu que no era un ligue más, por lo que aquella idea se fue descartada. Tuvo la ocurrencia, entonces, de besarle en frente de todos, pero no estaba seguro de que fuese a surtir un efecto positivo, ni poseía la certeza de que Chifuyu no fuese a desmayarse. Además, claro, de que esos no habían sido los términos que había acordado con Mikey sobre la declaración.
Y fue aquello lo que encendió la luz mortecina del ático de su cerebro, ese foco desfalleciente con el que olvidaba que contaba.
Como en los mangas.
El hámster dentro de su cerebro bostezó, echado sobre su lomo, mientras se levantaba indolente para reasumir aquella labor de la cuál se había tomado unas vacaciones de cuatro días; previo a aquellos días había sido víctima de una modorra sin precedentes que le había provocado un estado soporífero que le impedía andar sobre su rueda de manera correcta. El último par de semanas había tenido una corrida aletargada y había tomado unas cuántas siestas descaradas en el medio. Rezaba por que Baji no hubiese actuado por su cuenta durante aquellos días.
Se desperezó y sintió una acuciante necesidad de trabajar. Por el calendario que se caía a pedazos frente a él, notó que las semanas de exámenes se aproximaban, por lo que asumió que debía retornar a sus labores con encarecido énfasis. Había descansado lo suficiente y, en adición a los exámenes en proximidad, se sentía culpable de haber dejado a Baji a la voluntad de la vida, y no podía evitar preguntarse si había cometido estupideces en su ausencia.
Se subió a su rueda y comenzó a correr con apremio, iluminando todo a su alrededor.
Como un manga. Como un libro. Como lo que Chifuyu adora.
Fue en aquel momento en el que Baji supo lo que debía hacer. Siendo ya de noche, corrió hacia la librería más cercana, posterior a cerciorarse de que Chifuyu no estuviese fuera de su puerta ni cerca de ella, y gastó lo que le sobró de su mesada de niño de mamá.
Holgaba aclarar que el solo hecho de acercarse a un puesto de revistas o a una librería le ponía de malhumor, por lo que miró y miró los distintos estantes con sumo recelo y, al sentir un dolor de cabeza inminente, se decantó por pedir ayuda y dejar de autoflagelarse de esa manera.
Una vez que salió largando suspiros de hastío ante su plan, se echó a trote hacia su casa. Al llegar, camufló su compra para que su madre no metiera sus narices, y se encerró en su habitación. Lo más probable era que, debido a su reacción, su madre sospechara que había comprado una revista porno.
Lamentablemente, es más aberrante y aburrido que eso.
Se sentó en su cama y comenzó a hojear y a escudriñar su compra con odio.
Las cosas que hago por amor...
Lo que más le había gustado, sin lugar a dudas, era el olor. Olfatear las hojas una y otra vez cual perro había sido lo mejor de su día.
Leyó la noche entera, teniendo que leer y releer una y otra vez los mismos fragmentos para captar la esencia de la obra, para comprender por qué a Chifuyu podía gustarle. Y al ver salir el sol por su ventana el jueves, supo bien el porqué.
Porque más allá de los mangas shounen, le gustaba lo cursi; porque era dulce y tierno, porque era devoto a él, a sus propios principios y a su forma de querer, y un buen chico.
Ciertamente, el corazón de Baji se hinchaba de adoración. Si aquello que leía era lo que Chifuyu entendía por amor, estaba orgulloso de que le quisiese, y él solo sentía ganas de quererle de la misma manera, y muchísimo más.
Aquella mañana decidió ir a la escuela para no levantar sospechas, mas al estar cerrando la puerta, oyó el ruido de llaves sacudiéndose contra la puerta de Chifuyu. Era muy temprano, por lo que supuso que éste estaba yendo a buscarle o, mínimamente, averiguar su estado. Por lo tanto, Baji echó a correr desaforado escaleras abajo.
Una vez que bajó, no detuvo su andar hasta llegar a la escuela, donde ingresó con suma celeridad y discreción. Acomodado en su asiento, rogando por que Chifuyu no lo buscase en su aula, retomó su lectura bajo su pupitre hasta que las clases comenzasen. Asentía lentamente ante cada palabra que repetía entre murmullos inaudibles. Baji ya había leído cada una de las páginas más de una vez, mas recitaba los fragmentos que le habían gustado y que, en su aversión hacia la literatura y todo arte de la escritura, había marcado violentamente con llaves de tinta.
Agradecido con quienquiera que le mirase desde el cielo por el hecho de que Chifuyu no lo haya buscado, cuando sonó el timbre que anunciaba el recreo dio una mirada panorámica con suspicacia y guardó su único objeto de interés bajo su saco. Miró una y otra vez la puerta e inspeccionó sus alrededores, y una vez que no notó rastros de Chifuyu, echó a trote para esconderse en los baños. Baji agradecía inmensamente el bajo perfil que portaba en la escuela, puesto que a nadie le interesaba en lo más mínimo que un marginado se escondiese a leer sobre el retrete. Ni siquiera había tomado su almuerzo en el ímpetu de su escape.
Se la pasó leyendo y repitiendo, con un empeño mucho mayor que el que ostentaba a la hora de estudiar para un examen. Se había sumergido una y otra vez en las mismas páginas, y al tener en cuenta la razón detrás de ello, solo se esforzaba más. Sabiendo lo importante que era aquello, no encontraba momento para aburrirse ni distraerse, encimando las piernas y cambiándolas de lugar entre párrafo y párrafo. Cuando recordó meticulosamente cada una de las palabras, respingó sobre el asiento, clamando victoria. Suerte tuvo de que sonara la campana, debido que acto seguido, por la intensidad del salto, desacomodó la tapa del asiento y cayó al suelo.
Jueves por la noche había llegado entre palabras, comas, escabullidas y corridas. Baji, exhausto como estaba, seguía con el pecho hinchado, la barbilla en alto con las páginas abiertas entre una de sus manos, leyendo y caminando en círculos por su habitación.
Cuando sentía que las piernas le dolían por la tensión de sus músculos, se enfurecía y caminaba con mayor fortaleza. Cuando el sueño le invadía, abría los ojos con mayor vigor. Cuando se planteaba el por qué de su accionar, recordaba que la más grande y concisa muestra de amor era el esfuerzo.
Esfuerzo por visitarle, por escucharle y recordar cada pequeño detalle suyo, por estar a su lado, por demostrarle que le quería intensamente.
Cuando llegó la mañana del viernes, Baji era un hombre nuevo. Renovado moralmente, ojeroso, comprometido con su causa y sorpresivamente nervioso. Por supuesto, su porte era el de un hombre hecho y derecho, imponente y ganador.
Se durmió al amanecer y despertó unas horas luego con una llamada de Draken que le avisaba del horario de la reunión. Se volvió a dormir después de ladrarle en respuesta. Se levantó de la cama media hora antes del encuentro. Preparó sus palabras a último momento, se vistió y repasó su plan una y otra vez mientras abrochaba sus botas, se peinaba y se perfumaba. Con el corazón latiéndole a mil arrancó su motocicleta.
Llegó y bajó con la sonrisa más gallarda de su repertorio, llena de galantería aunque la comisura de los labios le temblasen por el esfuerzo.
Mikey había congregado a los que ya habían llegado en un círculo, dejando el centro para la parejita. Las ganas que Baji tenía de escupirle el ojo eran enormes.
—¿Cómo andas, perdedor? —le saludó Mikey, acercándose a él al verle llegar, ampliamente sonriente.
Aunque sonasen palabras repletas de crueldad, la realidad era que estaban exentas de la misma. Solo quería fastidiarle, regodeándose en su victoria. Mikey sabía perfectamente que Chifuyu estaba loco por Baji, por lo que un rechazo le parecía, desde su humilde perspectiva, inadmisible. O eso quería creer.
—Perdí la apuesta, pero te aseguro que te ganaré en declaración —le siseó, cruzándose de brazos. Chifuyu aún no llegaba.
—¿Calidad antes que velocidad? —le dijo, sugestivo—. Has mejorado, Baji.
—Vete a tomar por culo.
Mikey permaneció en silencio, con una sonrisa taimada. Levantó la mano y abrió la boca para responder, pero Baji le paró el carro.
—Por dios, ¡no quiero saberlo, hijo de puta!
Mientras se acomodaba el cabello con una mano y se golpeaba la frente con la otra, oyó el motor de la moto de Chifuyu apagarse junto a la suya.
Ahí fue, en ese preciso momento, que Baji sintió el verdadero temor.
Se tapó la boca con una mano y exhaló con lentitud el aire que se le había atascado. Cuando vio a Chifuyu bajar de la motocicleta y sonreírle con una timidez que podía confundirse con incomodidad, Baji comprobó la veracidad de la frase que hablaba de que le robasen el aliento.
Mientras se recuperaba de la impresión, Mikey comenzó a empujarle hacia el centro del círculo como si estuviese a punto de sacrificarlo para un rito satánico. Baji intentó zafarse del agarre de Mikey, mas al ver que Draken había ido a recibir al recién llegado y que le guiaba hacia el círculo asimismo, odió con todo su ser a esa pareja digna de ser mandataria de Belcebú.
Cuando ambos estuvieron frente a frente en aquel círculo, los nervios de Baji bailaron en la nuca de Chifuyu, quien encontraba mayor comodidad en la punta de su bota.
La distancia que separaba a la pareja de los espectadores del círculo eran, sin realizar mucho cálculo, unos cinco o seis metros.
—Baji-san —le saludó, levantando la cabeza mas incapaz de posar sus ojos sobre los ajenos—. Veo que has estado bien. Te he buscado varias veces, pero no he logrado dar contigo —sabía que estaba siendo evitado, mas respetaba las razones de Baji para ello. Fue por eso que no le forzó a que se cruzaran ni le confrontó.
—Sí —le respondió, apenado—. Yo... no quería desaparecer, pero eso acaba hoy.
—¿Qué sucederá hoy? —le preguntó, auténticamente intrigado. Amaba las disculpas de Baji. Era, seguramente, el único ser en la tierra con la fortuna de recibir una disculpa o una justificación de Baji. Muchas veces, ambas.
—Espero que hoy, con esta mierda, logremos un consenso de entendimiento —le dijo a modo de respuesta—, y comprendas de una maldita vez lo que he querido decirte tantísimas veces.
—¿Qué sucede...? —mas sus palabras se vieron interrumpidas al ver que Baji acortaba las distancias entre ambos hasta pararse frente a él.
Baji suspiró, tomó aire con lentitud, sintiendo su pecho temblar mientras largaba el aire. Posó sus brazos con firmeza a cada lado de su cuerpo y se inclinó, dejando su cuerpo en un ángulo de noventa grados. Tomó aire una vez más mientras Chifuyu se preparaba para levantarle; que Baji se inclinase frente a él le alborotaba la existencia.
Iba a pedirle que se levantara, mas al oír la sonora inhalación de Baji se calló, y al oír el comienzo de sus gritos se quedó perplejo.
—"Si tú me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música."
Mikey y Draken lo miraron desde el círculo como si hubiese perdido la cabeza. Hakkai, sin comprender la razón detrás de ello, sonrió ante la dulzura de la situación. El único capaz de entender el origen de aquellas palabras era Mitsuya, un hermano mayor que le había leído ese libro a sus hermanas menores cientos de veces.
Los puños de Baji se cerraron con fuerza para mantener la cordura y no amilanarse. Chifuyu temblaba cual hoja por un vendaval de otoño, inhábil de otorgarle créditos a sus ojos por lo que veía, e incapaz de refrenar la intensidad de los sentimientos que le llenaban de pies a cabeza.
—"¿Ves allá abajo los campos de trigo? —exclamó, señalando la cuesta del sol sin levantar la cabeza. Chifuyu siguió el camino de la mano y se dejó hipnotizar por los colores del atardecer—. Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan a nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo."
Chifuyu se tapó la boca a la par que los colores escalaban en su rostro con violencia y las lágrimas se agolpaban en sus ojos. De todas las veces que fantaseó con una declaración de Baji, jamás de los jamases se la imaginó de esa manera. Su corazón, desbocado, sufría las consecuencias de que el mas inimaginable de los sueños se encarnara frente a él.
—Baji-san, yo... —comenzó a agacharse con dulzura.
—"Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la felicidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi corazón." —citó como un soldado, aún doblado sobre sí mismo con la mirada fija en el suelo. Tomó aire una vez más y cerró los ojos—. Me gustas, ¡por favor, sal conmigo!
Y Chifuyu no pudo evitar prorrumpir en llanto.
No se trataba de que fuese un fragmento del Principito o un versículo de la Biblia, sino de que era algo que él adoraba, un miserable detalle que Baji no dejó escapar, uno de esos fragmentos de su alma que él le había dado, entregado a él, y que Baji había cuidado y venerado, y esa era la manera más bella y sencilla de decirle que le quería.
Baji no dijo nada más. Se mantuvo inclinado unos segundos más, como planeaba hacer hasta que Chifuyu le diese su respuesta, mas al oír sus sollozos y sus hipidos levantó la cabeza con un movimiento raudo para notarle a medio inclinar.
—¿Qué te sucede?
—Lo siento —le respondió con la voz tomada, secándose las lágrimas con violencia con sus antebrazos—, es solo que estoy muy feliz.
—¿Y por qué lloras, si estás feliz? —le sonrió, con dulzura, sintiendo que todo su esfuerzo comenzaba a valer la pena.
—Porque no sé cómo debo reaccionar —le respondió, aún sollozando y sobándose los ojos—. Nunca creí que este momento llegaría, y es que no me lo creo.
—Diablos, Chifuyu, deja de llorar —le dijo mientras le abrazaba con un brazo y con la mano del otro se dedicaba a secarle las lágrimas —. Me encantas, imbécil. Eso es todo lo que importa.
Chifuyu tomó la mano que secaba sus lágrimas y lloró con más intensidad. La calidez en su pecho le sofocaba.
—No dejaré de llorar pronto —le confesó, sollozando mientras mantenía una sonrisa gigantesca—, así que intentar frenar mis lágrimas ahora sería como intentar baldear el agua del océano.
—Tengo todo el tiempo del mundo para perderme en el océano mil veces —le dijo, sonriente—, sin cansarme ni un poco.
—¿Baji le acaba de decir a Chifuyu que le gusta verle llorar?
—Cállate, Mikey —le respondió Draken en un susurro—. Déjale, es lo más romántico que le he oído decir en toda mi vida.
—Tienes razón —asintió—. Ya es un milagro que no le haya dicho su mítica frase de conquista.
—¿"Tu ruta es mi ruta" —se rio al recitar—, o la de "quién pudiera ser mecánico para meterle mano a esa máquina"?
—La de "quién pudiera ser pintor para pintar esa belleza."
Dicho aquello, volvió a secarle las lágrimas con la yema del pulgar.
—¿Queda mal si te beso cuando aún estás llorando? —le preguntó, sonriente como solo él podía, jactándose de la presencia de sus colmillos.
—¡Lo que queda mal es que le beses cuando aún no te ha respondido, velocista! —exclamó Mikey desde su lugar.
—No quiero secundar a Mikey —negó Draken ante el filo de la mirada de Baji—, pero es verdad, ¡responde, Chifuyu, el pueblo exige una respuesta!
Baji juró que los ahorcaría. Mientras aún les miraba con rabia, sintió una presión en su mano. Retornó su mirada y vio a Chifuyu apretando sus pómulos contra su mano con anhelos, como si desde la transparencia de sus ojos se escapase un pedido explícito.
Protégeme, Baji-san, y vive lo más bello de la vida a mi lado.
—Sí —asintió con vehemencia—. Quiero salir contigo.
Baji sonrió hasta que sus párpados se chocaron entre sí y le abrazó, sintiendo una emoción de aquellas que anhelaba sentir.
—¡Que vivan los novios! —exclamó Mikey, arrojando las sogas que había llevado.
Verdaderamente había llevado una bolsa llena de confites, mas desaparecieron misteriosamente.
—Yo... te quiero tanto —le dijo Chifuyu al oído cuando Baji le tomó—, Baji-san.
—Ya no dudas más de mis palabras, ¿verdad? —le susurró.
—No se trataba de dudar de ti —le respondió—. Se trataba de dudar de mí. De mí, de si era digno de ti.
—Eso no lo decides tú —le dijo, abrazándole con más fuerza para empujar esas ideas fuera de su cuerpo—. Y de cualquier manera, tú eres demasiado digno para cualquiera.
—Pero a mí solo me importa ser digno de ti.
—Lo eres —exclamó de repente—. Diablos, por supuesto que lo eres.
—Lamento no haberte tomado en serio la primera vez —se disculpó, prendiéndose de su cuello.
—Lo importante es que ese problema no volverá a tener pie aquí —le respondió, besándole la mejilla para verle enrojecer como tomate en temporada—, porque ahora nos pertenecemos el uno al otro.
—Así es —asintió, extasiado—. Y no puedo creer que leíste el libro.
—Cuando tengamos gatos juntos, se los recitaré noche a noche, porque ya me sé esta mierda mejor que todo lo que he aprendido en el secundario.
—¿Gatos?
—Muchos —le sonrió—. ¿Te apuntas?
—Contigo, a todas partes, Baji-san.
—Oye, Kenchin, ¿por qué yo no recibí una declaración así?
—Tú te me declaraste a mí —alegó, encogiéndose de hombros.
—Pues sí —admitió—, si tenía que esperarte a ti, moría virgen.
—Eres muy impaciente —le dijo—. Estoy seguro de que he estado enamorado de ti más tiempo que tú de mí.
—Lo que importa es que es gracias a mí que estamos en esta situación.
—Ajá.
—Bueno, con eso di el primer paso —le dijo—, pero te tocaba a ti pedirme que saliera contigo, ¿no? —recitó, recordando todo lo que Emma le había dicho el fin de semana.
—Sal conmigo —soltó, desganado.
—Pídelo con más ganas —se quejó—, pareciera que te estoy forzando.
—Me estás forzando.
—¿Te estoy forzando? —le cuestionó con un semblante indignadísimo—. Oye, oye, oye, si tú no quieres salir conmigo no estás obligado, pero luego no te quejes cuando me esté comiendo a alguien en frente tuyo.
Draken suspiró y se rio; no porque la idea le diese gracia en sí, sino por el capricho de Mikey. Le tomó de la cintura y le atrajo hacia él, inclinando la cabeza a su altura y sintiéndole deshacerse en sus brazos. Sus narices se chocaron, sus ojos se buscaron y se besaron con ganas.
—Sal conmigo, Mikey —susurró sobre sus labios—. No creo que necesites que lo grite; con esto ya estoy siendo más que evidente.
—Por hoy te perdono —le respondió, en voz baja, anonadado por la cercanía y excitado por el popurrí de miradas de asombro sobre ellos—. Pero para más adelante quiero una declaración hasta con pancartas.
—Como tú digas —le sonrió, acariciándole el cabello—, pero desde ahora estás conmigo.
—Siempre he estado contigo.
Se miraron y rieron una vez más mientras Baji seguía revoleando a Chifuyu de lado a lado cual niño con juguete nuevo, renuente a soltarlo; le besaba las mejillas y los labios una y otra vez e intercalando. La vergüenza se le había esfumado, y no tenía problema alguno en refregarle a cada uno de los miembros de la pandilla que Chifuyu le pertenecía, como si les invitase a irse a puñetes si alguno dudaba de ello.
—Solo para evitar conflictos, quiero aclarar que ahora no puedes comerte a nadie más —le dijo Draken, reafirmando su postura al respecto, temiendo que Mikey no entendiese que realmente estaban saliendo y lo que aquello consistía.
—¿Ni siquiera a...?
—Ni siquiera a Mitsuya.
Ah, perdón, meto El Principito en tOdOS MIS FANFICS. Me parece la definición del amor. No es mi libro preferido, pero lo leí muchas veces como para no relacionarlo con las cosas más lindas.
BUENO, esto ha sido todo mi esfuerzo. Falta un extra, igualmente, pero este es el final como quien dice. Amo terminar cosas, amén.
Necesitaba terminar este ff puesto que vuelvo a clases la próxima semana, y no iba a poder con los dos proyectos en simultáneo, jiji.
Ahora me voy a echar de lleno al fanfic de Primeras atracciones, para quien aún no lo haya leído y quiera seguir leyéndome por esos lares, pues la verdad estoy emocionada de darle todo mi tiempo libre a ese trabajo, porque va a ser largo y siempre quise escribir una historia más larga que la primera que escribí, y todo apunta a que lo será. *Cries en emoción*
En fin, solo me queda agradecerles un montón por su tiempo, su apoyo, su amor y sus palabras que me hicieron desternillarme de la risa y me alegraron los días a lo largo de todo el trayecto.
Gracias por todo ❤️
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