Preludio
No hay peor sentimiento que el vacío.
Sí, cuando sientes tu cuerpo ligero, tu cabeza pesada, la mente completamente en blanco como si tuvieras un enorme hoyo en tu pecho, hueco, oscuro, vacío, sin nada.
La vida pasa rápido delante de nuestros ojos, y lento a la par de nuestras mentes.
Quizás no seamos más que pequeñas partículas de polvo en este enorme universo, necesarios para que pase el tiempo, para que todo siga en pie, avanzando.
No somos nada, pero a la vez lo somos todo.
*
Aquel espacio frío, oscuro, solitario, envolvía aquel cuerpecito congelado y tembloroso. Sus cabellos rubios caían en su frente, y sus ojos cansados y ojerosos observaban con tristeza aquella sombra tirada en el suelo. El miedo no lo dejaba avanzar, ver de cerca aquello. Su labio inferior temblaba y sus ojos se llenaban de lágrimas deseosas por brotar y deslizarse en sus mejillas ruborizadas.
Se atrevió a dar un paso, y solo sollozos infantiles llenos de temor se escuchaban en aquella habitación. La luz de la luna se coloba por la ventana, acariciaba con delicadeza aquella sombra dejándola al descubierto, dejándola totalmente ante la vista de aquel pequeño.
Era su madre.
Su cuerpo pálido descansaba en el suelo, sus cabellos rubios enredados y desordenados tapaban su hermoso rostro que yacía en una clara expresión de horror, quedando grabada su última experiencia en sus últimos segundos de vida. La piel de sus piernas estaba cubierta por ematomas muy visibles, demasiado dolorosos para una persona con vida, demasiado visibles y estáticos para una persona que ya no podía sentir, que ya no respiraba, que ya no podía amar, que ya no podía abrazar a su hijo y decirle que todo estaría bien.
Eran dignos de lástima.
Sus piernas estaban abiertas, y sangre brotaba desde el centro de ellas.
Aquel infante solo observaba la escena mientras lloraba sin consuelo. Sentía su cabeza pesada.
Tristeza, dolor, pérdida, trauma.
Es triste predecir que esas palabras, desde el momento en que encontró a su madre muerta en el suelo de su lamentable casa, eran las únicas que conocería por el resto de su vida.
Y sí, solo de su vida.
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