Epilogo- Mas allá de la gélida frontera.
25 de Junio de 2665. Sistema Aciansi. Asgard. 08:12.
Había sido un asesino toda su vida. Primero, como soldado del ejercito Vanir que combatió en la Pugna Tribal. Después, como sirviente del mismísimo Odín. Había matado por orden de otros, jamás lo hizo por voluntad propia, ni siquiera en los casos donde nadie se lo había pedido. Al menos, eso era lo que Kvasir decía. Era su forma de exculparse de aquellos crímenes, aunque aquello dejó de ser una excusa. Simplemente, matar se había convertido en parte de su vida.
El Gélido caminaba entre las colinas de forma silenciosa, buscando hacer el menor ruido posible. Miraba a un lado y a otro, pendiente de cualquier señal que lo pudiera poner alerta. Creía que lo estaban siguiendo y también, que lo andaban vigilando. Se hallaba en un territorio inhóspito y peligroso. Debía tener mucho cuidado.
Sentía el peso de su traje, pero no le molestaba en lo más mínimo. Había dejado los orificios de respiración abiertos, así que el frío aire de Asgard lo respiraba muy bien, cosa le reconfortaba bastante. Gracias a ello, se sentía más fuerte y activo. Avanzó un poco mas hasta llegar a una zona más escarpada, donde las colinas daban paso a un gran cañón entre las montañas. Miró la formación rocosa y sintió un enorme malestar en su ser, como si no quisiera estar allí, aunque sabía que no le quedaba mas remedio.
Se adentró por el cañón, no tardando en sentirse algo amenazado por la serenidad que reinaba en el lugar. Su confianza era mínima, pese a que se suponía que tendría que reunirse con alguien conocido, de su propia familia, además. Pero no era ya solo esa reunión lo que lo inquietaba, sino las repercusiones que esta podría tener. O las que ya estaba teniendo, pues las cosas en Valasjkalf no habían quedado muy bien tras su partida. Sabía que las palabras Pugna Tribal volverían a resonar tras lo ocurrido. Siguió el camino hasta llegar a una que e ampliaba tras el angosto pasillo que recorría.
En el centro, se encontró con un pequeño puesto avanzado donde había varios aparatos de comunicación, incluyendo una esfera de comunicación que llevaba adherida una caja que para piratear mejor la señal. De ese modo, nadie podía detectar a quien enviaba un mensaje. Kvasir paseó de un lado a otro, pero no tardó en mirar hacia un lado, pues de entre las sombras, no tardó en aparecer una figura.
Se trataba de un Gélido de mas o menos su misma estatura. Llevaba una armadura verde oscura y una mascara plateada. Caminó hacia él, quedando apenas a un metro de distancia. Se miraron por un instante, sin decirse nada. Parecía percibirse cierta tensión entre los dos, cosa evidente, dadas las circunstancias. Para colmo, ninguno estaba muy dispuesto a querer hablar. Estaban llenos de enormes dudas y no tenía claro que decir para estropear mas las cosas. Sin embargo, al final, uno de ellos tuvo que comenzar aquello. Fue Lytir, primo de Kvasir, quien decidió hacer esto.
—Pensé que no vendrías —dijo con frialdad.
El asesino siguió mirándolo calmado, sin apenas alterarse. Pese a lo mucho que se tenían que decir, prefería ir con lentitud y no llevar las cosas a un límite exagerado. Demasiado tenían encima ya.
—He tenido ciertas complicaciones —respondió al final.
Lytir suspiró alicaído. Se notaba que estaban metido en un asunto complicado.
—Ya lo sé —comentó—. La voz se ha corrido por ambos reinos. Irónico, siendo tu quien me dijo que sería yo el que provocaría todo el conflicto.
No supo si tomarse la frase final a risa, aunque no estaba de humor para ello. En realidad, nunca lo había estado en su vida.
—Da lo mismo —dijo—. De todas maneras, todo acabaría precipitando.
—Sabes que ahora tendremos que estar mas ocultos tras esto —habló Lytir con mucho recelo—. Ya teníamos planeados nuestros siguientes ataques y gracias a ti, los hemos tenido que cancelar.
—Perfecto. —Kvasir parecía satisfecho con lo que escuchaba—. Cuanto menos ruido hagáis, mejor.
A su primo no le gustó por ni un solo de sus blancos pelos lo que decía. Se denotaba, por su forma de hablar, que estaba furioso. Se contenía, pero era evidente que deseaba estallar.
—No te rías de mi —profirió muy enfadado. Estaba claro que no le había gustado la provocación del asesino—. Nosotros estamos llevando a cabo una lucha legítima y justa, pero tú, ¿a que demonios juegas?
Esa pregunta la sintió con contundencia en su ser. Lo último que deseaba era que Lytir comenzase a juzgarlo por no estar de su lado y haber traicionado a su clan. La fama de desertor que portaba ya estaba convirtiéndose en algo exasperante.
—No he venido hasta aquí para cuestionar mi lealtad —le dejó bien claro—. Necesito algo de ti, eso es todo.
Lytir quedó callado al oir sus palabras. Eso lo puso algo tenso. Desconocía como iba reaccionar con lo que tendría que decirle.
—Ahora, viene en busca de favores —Estaba claro que las cosas no iban a acabar bien—. Que bonito. Cuando tu no has hecho nada por nosotros, ¿como esperas que te ayudemos? ¿Acaso crees que por ser del mismo clan e incluso, de la misma familia, pienso ayudarte? Lo siento, Kaldren, pero eso no va a suceder.
Suspiró. No estaba para esa clase de cosas. Necesitaba lo que Lytir tenía y se haría con ella de la manera necesaria, aunque no deseaba llegar a eso.
—Gralian, tengo algo muy importante que hacer y no tengo tiempo para tus tonterías.
La impaciencia comenzaba a aflorar en Kvasir. Lo ultimo que quería era enfrentarse a su primo, aunque, ¿cuando no tuvo que hacerlo antes? Siempre había solucionado todo por medio de la violencia y, pensando para sus adentros, tenía claro que este momento podría acabar igual, pese a que en este caso, no deseaba hacerlo.
—Oh, vaya, mi pobre primo no tiene tiempo para apoyarnos en nuestra justa cruzada, pero se ve que si nos necesita para sus asuntos privados —comentó sarcástico Lytir—. Cómo se nota que te has convertido en un despreciable Aesir y has escupido en nuestro pueblo. Resultas patético.
Como esperaba, terminó por enfurecerse. Avanzó hasta quedar muy cerca de su primo y lo miró lleno de mucha ira. Estaba harto de todo ese desprecio que recibía por ser un supuesto traidor. Se sentía muy cansado y no tenía demasiadas ganas de discutir por ello.
—Resulta increíble que eso lo diga alguien que usa el rostro de nuestro tio para su supuesta rebelión —dijo con bastante inquina. Sin embargo, Lytir ni se alteró.
—Honro su memoria y la lucha que llevó a cabo —habló con pleno convencimiento—. No puede decirse lo mismo de ti.
—Cállate ya —le interrumpió Kvasir—. Estoy harto de que me pongáis en duda mi lealtad. De que me consideréis un paria.
—Eso tu mismo te lo has buscado.
Rabioso e irritado, se dio la vuelta y anduvo por el puesto. Maldijo a todo y a todos. Miró errático de un lado a otro, sin saber que hacer. Odiaba todo en lo que se había convertido, pero entendía que fue el precio a pagar por estar cerca de sus enemigos. Era la mejor opción para intentar acabar con ellos. No podía creer que sus congéneres más cercanos no apreciasen eso.
Mientras seguía en sus cavilaciones, su primo decidió quitarse la mascara. Libre, respiró relajado y mostró su cara, de facciones delicadas, piel azulada y ojos ambarinos enmarcados en ella. Kvasir lo observó sorprendido. Él ya se había habituado a llevar la suya siempre oculta. Rara era ya la vez que la mostraba.
—Despues de todo lo que te hicieron a ti —comenzó a hablar Lytir—. Tu familia, brutalmente asesinada por ellos. No puedo creer que insistas en ayudarles.
Deseaba matarlo. Incluso a pesar de haberse dicho que no lo haría, el ansia de llevar a cabo tan macabro acto era demasiado tentador, pero no era buena idea. No, tal como estaba el panorama.
—¿Sabes que Ulthar me ha ordendado que te mate? —comentó sin mas.
Esa frase hizo reaccionar al líder rebelde, quien lo miró lleno de sorpresa.
—¿A eso has venido? —preguntó algo tenso.
Sus miradas se fueron hacia la espada que Lytir había dejado un poco lejos, apoyada sobre una roca. El asesino se percató de la intención de ir a por ella y, por eso, no dudó en intervenir para evitar algo peor.
—No voy a matarte —le aseguró—. Ya no estoy interesado en eso.
Lytir carcajeó un poco. Se notaba que no estaba muy convencido.
—Seguro —dijo muy poco confiado—. Como que no me clavarás un cuchillo por la espalda si tuvieras oportunidad.
—No he venido hasta aquí para eso —comentó ya harto—. He venido porque necesito tu maldita ayuda. Eso es todo.
Su primo le sonrió de forma siniestra. De repente, corrió hacia su espada, la cogió con rapidez y se fue directo a por él. Kvasir se puso muy alterado cuando vio como su congénere le apuntaba con el arma directa al pecho, con clara intención de matarlo.
—Lytir, no seas estúpido —le habló tenso—. Estás cometiendo un grave error.
—No, el error lo has cometido tú —expresó su primo con total convencimiento.
Justo cuando iba darle el primer estoque, Kvasir le agarró del brazo a gran velocidad y se lo dobló hacia dentro. Lytir gruñó al sentir el dolor y trató del golpearlo con el puño cerrado del otro, pero el asesino lo bloqueó sin mas. Bien agarrados, se miraron con beligerancia.
—¡No eres mas que un traidor! —le gritó el líder rebelde.
Sin dudarlo, Kvasir apretó el brazo que sostenía la espada. Lytir gimió de dolor y terminó por soltarla. Tras esto, su primo lo tiró al suelo, quedando bocarriba y se colocó encima de él. Sin demasiada tardanza, sacó uno de sus puñales y se colocó en el cuello.
—Adelante, ¡mátame! —dijo Lytir desafiante—. Derrama la sangre de tu familia por este lugar. Sigue hundiéndote en tu propia inmundicia.
Kvasir lo observó con tranquilidad. No estaba tan furioso como antes y eso, fue un alivio.
—Podría hacerlo —comentó despreocupado—. Es mas, en otro tiempo, no dudaría, pero las cosas han cambiado y ya no deseo ser un asesino.
Se levantó y tendió su mano para que Lytir la cogiese. El líder rebelde dudó en un inicio, pero al final, terminó por hacerlo. Ya en pie, ambos se miraron un poco alterados.
—Me darás tu nave y partiré de este planeta lo antes posible —le dejó bien claro su primo—. Luego, irás a por los otros dos.
Lytir quedó confuso ante esto último.
—¿Quienes son los otros dos? —preguntó.
—Nuestra prima Leva y el humano —le informó el asesino.
Enterarse de eso, puso al líder rebelde nervioso.
—¿Pretendes que nos los quedemos? —comentó tembloroso—. ¿Es que te has vuelto loco? Que digo, ¡ya lo estás!
Fue directo a por él y lo cogió por el cuello. El asesino estaba muy cansado de tantas estupideces. Él era ahora quien tomaría las riendas de su propia vida y no dejaría que nadie mas le discutiera nada.
—No tienen adonde ir —le explicó—. Con nuestro tio sería un suicidio y no sé de otro lugar mejro donde dejarlos. Vosotros sois la mejor opción que queda.
Apretó un poco mas el cuello. Lytir, ahsta ahora arrogante y burlón, tragó saliva lleno de mucho miedo. La demostración de fuerza por parte de su primo y la autoridad con la que le hablaba habían dejado claro que el Gélido estaba dispuesto a cooperar.
—Muy bien, pero espero que sepas donde los metes —se limitó a decir.
—Lo mismo espero de ti —dijo él.
Tras soltarle el cuello, lo cual permitió a su familiar respirar con alivio, Kvasir inició su marcha.
—La nave está un poco lejos —le informó el ider rebelde—. Te llevaré hasta ella.
—Pues vamos —habló presuroso su primo.
Los dos empezaron a andar, pero sin llegar a mirarse ni decir nada. Era como si no quisieran tener contacto y, en cierto modo, era la intención. Siguieron hasta que no muy cerca de la nave, Kvasir volvió a hablar.
—Por cierto, necesito que lleves al humano a la Montaña del Anciano Errante.
—¿Por qué? —preguntó Lytir confuso.
Kvasir lo miró, aunque prefirió no guardárselo.
—Hay algo allí enterrado desde hace mucho tiempo, puede que desde mucho antes de que el Primer Guerrero naciese —comenzó a hablar—. Quiero que vaya allí. Él sabrá que hacer.
Lytir no volvió a decir nada más. No fue hasta que llegaron a la nave y justo antes de que Kvasir embarcase en ella para despegar, que volvió a preguntarle.
—¿A donde se supone que vas?
El Gélido, a punto de cerrar las compuertas, lo miró.
—Tengo algo muy importante que hacer, mas de lo que vosotros creéis —dijo con cierta solemnidad—. Esta lucha ni siquiera se compara con lo que se nos viene encima y he de detenerlo como sea.
—No dices más que locuras —fue lo único que respondió su primo.
—Siempre estuve algo loco, Gralian —comentó chistoso.
Lytir no se llegó a reír.
—Para cuando vuelvas, puede que ya no quede nada.
Esas palabras sonaron funestas, pero no afectaron a Kvasir.
—Querido primo, si no parto ahora mismo, no quedará nada de igual forma.
Las compuertas bajaron y la nave se activó. Enseguida, despegó y no tardó en cruzar el cielo, saliendo de la atmósfera de Asgard. Muy pronto, el frío planeta se hizo pequeño hasta casi desaparecer.
Kvasir accionó los motores para iniciar el viaje interestelar. Le esperaba un largo trecho hasta llegar a su destino, pero tenía que hacerlo. Solo así, podría hallar la única forma de frenar el Gran Colapso. Solo él podría pararlo todo. Horus. Era la última esperanza, no solo de él o de su especie, sino de todo el universo.
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Y se acabó. Buf.
En unos días publicaré una nota sobre lo que nos espera. De mientras, un saludo a todos los que me leéis y feliz Navidad. Que lo paséis bien, gente.
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